La emergencia había pasado, los forjadores se encontraban apagando el fuego de sus hogares. La noche avanzaba, y se oían pasos avanzar desde lejos.
Pi estaba sentada sobre una banca con la pierna y el brazo vendados, además de una bendita en la mejilla. Ella estaba jugando con los niños del lugar. Se le veía alegre y despreocupada, reía y sonreía tan apacible como si nada hubiese pasado; Li por otro lado era todo lo opuesto, mientras caminaba hacia ella.
―Pi… ¿Tienes un momento? ―Su mirada era preocupada e incluso triste.
― ¡Claro! ―Respondió sonriente, lo que sólo aumentó los temores de Li.
―Pi… ¿A que te referías con que la entendías? ―Su pregunta fue muy directa, pero él sabía que era muy inocente, y que respondería con la verdad.
―Pues que la entendí. ¿Por qué? ―Li también esperaba esa clase de respuesta y aun así se avergonzó de su pregunta.
―Pi… acabas de matar a una criatura que asesinaba a otras, y le dijiste que la entendías. ―Nuevamente se puso serio.
―¿Aja?
―¿Qué fue lo que entendiste?
―Mmm. Pues… Esa alegría, que te da cuando haces lo que más te gusta. ―Esa respuesta sólo hizo que Li se preocupara aún más.
―Y… y ¿Qué es lo que a ti más te gusta?
―¡Salir de aventuras! ¡Justo como hoy! ―Li no encontraba la relación, y comenzaba a desesperar.
―¿Pero en qué se parece eso a lo que hacía Coud!
―Mmmm… Este… es que a ella no le gustaba estar encerrada en su reino, igual que a mi. Y prefirió salir al mundo, y yo también quiero hacer eso.
―¡Pe, pero a ella… ¡A ella le gustaba matar criaturas! ―Li no podía entender la lógica de Pi y comenzaba a tener una mezcla de nervios y estupefacción.
―Si, bueno, es que estaba loca. ―Guardó silencio y continuó― Estoy algo triste porque creo que hubiésemos podido ser buenas amigas. Pero matar es malo y eso te hace malo. ―Sólo con eso último Li pudo respirar aliviado, conocía a su hermanita y sabía que por más simple en infantil que fuese esa respuesta Pi la creía de verdad. Sin embargo seguía preocupado.
―Pero la mataste
―¡Ah!... ¡Es cierto! ¿Eso no me vuelve mala? hmmmmmmm. ―Pi comenzó a fruncir el ceño intentando comprender, hasta que le salió vapor sobre la cabeza.
«No debí decir eso »pensó Li sonriendo por vergüenza― ¡Mejor no pienses en eso! je je.
La noche comenzaba a enfriar las cosas, y los soldados de Matenas llegaron al reino de la forja, con ellos iba Solaris bajando con dificultad, pero fue arrojado al suelo por la madre de Pi.
―¡Tetra! ¡Pelotita! ―Fue corriendo directo a ella gritando asustada a abrazarla.
Después de una serie de explicaciones todos estaban listos para irse. pero antes, uno de los forjadores detuvo a Pi y le entregó la espada que había robado Coud y con la que había terminado su vida.
―¿Qué? ¿me la puedo quedar?
―¡Claro! es tuya.
―¡Whaaaa! ¡Muchas gracias! ¡Mira mira Li!
Mientras Pi le presumía a su hermano la nueva espada, Solari se acercó a Ico.
―Lamento haber mandado a Pi aquí, no sabía lo que estaba sucediendo.
―Si bueno, si tenias un mal presentimiento deberías haberlo seguido. ―Su tono era severo pero extrañamente maternal.
―¡Jo jo jo! te has convertido en una excelente madre ―Ico se apeno, pero estaba más enojada que otra cosa.― Tienes razón, no debí haberlo hecho, pero tu sabes que esa niña tarde o temprano saldrá al mundo y no podrás evitarlo ―Ico entristeció.
―Lo sé.
―O ¿Acaso ya olvidaste cómo eras tú de niña?
―¡Claro que no!
―Lo único que podemos hacer por ella es prepararla lo mejor que podamos.
Ico sólo hizo una mueca de disgusto, pero sabía que él tenía razón y que esto pasaría tarde o temprano, sólo que le sorprendió que no pasará antes.
La caravana de soldados de Matenas regresaba tranquilamente a la ciudad y Pi iba contándole a su madre todo lo que había pasado con una emoción como nunca la había visto, salvo cuando hacía nuevos amigos. Una mezcla de sentimientos de orgullo, alegría y miedo se mezclaban desagradablemente en su estómago.
―Veo que fue un cumpleaños muy emocionante ―En eso Pi hizo que Li se detuviera al instante
―¡Mi regalo! ¡Lo olvidé por completo!
Todos se le quedaron viendo sorprendidos.
―Pero, Pi, ¡Tu regalo es esa espada que llevas! ―Le dijo Solari.
―… ―Se le quedó mirando un momento― ¡¡¡Whoooooaaaaa!!! ―Era como si se la hubiesen regalado por primera vez― ¡Está increíble! ¡gracias!
Mientras los soldados se lamentaban por tener una ciudadana tan torpe, los demás se reían de su dulce ingenuidad.
Fin del capítulo 1.
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