―¡Pi bájate de ahí! ―Ico gritó preocupada por su propio error.
―¡Eh! ¿pero si tu me ayudaste a llegar aquí? ―Le contestó.
―¡Eso no importa! ¡Baja ahora mismo!
Todo ese ajetreo despertó a los residentes quienes comenzaron a asomarse por sus ventanas. Y el ladrón vio una oportunidad.
Este se dio media vuelta pero Pi logró darse cuenta y corrió avanzando con la pierna derecha para atacarlo, sin importarle que fuera por la espalda. Una estocada directo a la espada. El metal tintineo creando un silencio, solamente opacado por las gotas de lluvia.
―¡Aún no te vayas! ―Le dijo Pi con una sonrisa infantil― ¡Dime! ¿Por que estas robando a estos seres? ―El ladrón estaba de espaldas viendo de reojo directo a la mirada de Pi.― ¿No vas a responder? ―Y no lo hizo.― Ok, entonces ¡Pelea!
Pi avanzó esta vez apuntando al centro de su espalda. Él alzó su brazo derecho con el cual sostenía la espada y desvío su estocada. El filo de la espada de Pi había hecho contacto, sin embargo lo que se oyó fue el mismo sonido del metal.
Li permanecía atento desde lejos vigilando cada movimiento del ladrón pero la lluvia en sus ojos le dificulta la tarea. Sin embargo, vio cómo relucía el brazo del ladrón con la misma intensidad que la hoja de su hermana.
Pi no podía creerlo y para confirmarlo comenzó a hacer presión sobre este para ver si podía cortarlo. Al ver estas intenciones el ladrón dobló su brazo hacia sí y luego empujó la espada de Pi con una fuerza que la hizo retroceder desbalanceada, pero no por mucho. Sin embargo cuando recuperó el equilibrio él ya estaba saltando hacia el techo de la casa a su espalda. Sin perder más tiempo Pi hizo lo mismo pero al alcanzar el bordillo olvido hacerlo con la pierna derecha. El rastro de la herida le caló como un breve calambre que sintió hasta la cintura, pero pronto se apoyó en el otro pie y saltó nuevamente para intentar otra estocada. Nuevamente el metal chocó pero las chispas fueron las que resonaron. El ladrón volvió a empujar la hoja de Pi, esta vez ella sólo lo permitió, y pudo ver el brazo protésico que llevaba. Hecho eso también le llamó la atención las dos tiras que tenía en las piernas.
―¿Para qué son esas cosas que tienes en los pies?
Pi miraba unas placas que tenía, largas y delgadas que salían desde detrás de sus rodillas y terminaban en sus talones. Su pregunta fue con un rostro tan inocente y de auténtica curiosidad que por un momento el ladrón se desconcentro, pero esa pregunta pareció enojarlo, alzó su espada y apuñaló el húmedo techo de heno. La joven mateniense sintió un calambre recorrer todo su cuerpo empezando por sus pies y al poco tiempo el heno seco que había debajo del mojado se prendió en llamas.
―¡Tetra! ―gritó su madre al tiempo que corría hacia la casa e intentaba saltar al techo, pero pronto vio como dos figuras saltaban de entre las llamas a otra casa.
Li permanecía observando y avanzando desde detrás de las casas, posicionándose siempre en el camino hacía el escape del ladrón. Rechinando los dientes y conteniendose en cada ocasión. Pero, sin darse cuenta, había dejado de vigilar a éste para estar al pendiente de cada acción que realizaba Pi.
Aquel intruso pensaba que por fin se había librado de aquella molesta chiquilla, sin embargo la súbita privación de oxígeno al ser ahorcado por su propia capa le hizo ver que no era así. Ambos cayeron en el techo, Pi de cara y él de espaldas. Y sintieron un calambre recorrer sus cuerpos lo que los hizo recuperarse al instante.
La ropa mojada, tantos saltos de techo en techo y la constante lluvia cayendo sobre sus cuerpos había comenzado a cansarlos. Pero él, además, a enfurecer.
Pi aún no terminaba de ponerse de pie, pues su pierna izquierda comenzaba a dolerle cada vez más, cuando sintió otra vez, como los vellos de su piel se erizaban y al levantar la mirada vio a su oponente acercarse con una velocidad que la retorno al reino de la forja.
Likos comenzó a desesperar.
«Maldición, ¿En qué estábamos pensando? Pi jamás se había enfrentado a enemigos reales. Los Matenienses son muy lentos, no se pueden comparar con estos seres.
La chiquilla logró bloquear el golpe, algo le llamó la atención pero pronto tuvo que olvidarse de eso pues comenzó a sentir como la fuerza del Ladrón la empujaba hacia el suelo. Cruzaron miradas, él se veía muy enojado por lo que le dijo.
―Perdón por haberte jalado. ―Esta disculpa desconcertó al ladrón pero sólo lo hizo enojar más. Alzó su espada para dar un golpe más fuerte y bruto.
«¡Rayos creo que de verdad se enojo! »Pensó Pi, pero eso le permitió tomar el golpe y desviarlo para poder salir rodando a la izquierda y levantarse de inmediato.
― ¡No tienes porqué enojarte tanto! ―El ladrón hizo una pequeña rabieta pero se reincorporó rápido.― ¡Es que no podía dejarte escapar! ¡Eres un ladrón y debes ir a prisión! ―Esa frase infantil, y el hecho de ser un versillo le hizo gracia al intruso, lo que lo calmó un poco. Li e Ico permanecieron expectantes sin saber cómo reaccionar a eso.
Los seres del pueblo comenzaban a salir de sus casas o asomarse por las ventanas. La lluvia ya había apagado el repentino fuego de aquel techo dejando un agujero que los residentes intentaban cubrir con paraguas y lonas.
El ladrón se paró frente a Pi, y se puso en una guardia improvisada, con la espada hacia atrás. Tetra lo entendió al instante, estaba aceptando tener un combate con ella. Así era, no podía escapar como quería, lo único que podía hacer es acceder al capricho de Pi, al menos por ahora.
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