Calisto jugueteaba con su comida mientras su mente divagaba pensando en el día anterior, apenas prestaba atención a lo que pasaba en la mesa. Había tenido su primera cita con Gabriel Tellus, un hada de las ocho familias reales. Gabriel le había dado su primer beso y Calisto había quedado disgustada de lo horrible que había sido, su barba le había pinchado la cara y sus labios eran terriblemente ásperos. Cuando Gabriel le pidió una segunda cita ella simplemente se había ido fingiendo que no lo había escuchado, su madre se pondría furiosa cuando se lo contara.
Si todos los besos son así de malos, ¿las personas enserio disfrutan besarse? Pensó Calisto sin entender a que se debía.
En la mesa su madre cotilleaba con su hermano y su padre estaba tan absorto en sus pensamientos como ella. Cuando sonó la puerta del salón real donde cenaban una vez a la semana como familia, entro un géminus, hizo una reverencia y se dirigió a su padre.
-Majestad, perdone la interrupción. Tengo noticias urgentes –su padre agarro una servilleta de tela y se limpió la boca.
- ¿Son de carácter privado? –dijo el Rey Zero, refiriéndose a los asuntos de humanos y brujos. Su padre odiaba discutir sobre esos temas enfrente de su familia.
-No, Majestad –el géminus se puso un poco nervioso-. Es sobre Terra y Rayla Geist, mis sobrinas.
-Ah, las mestizas que escaparon el año pasado. ¿Qué pasa con ellas?
-Uno de mis guardianes géminus, Luke Janssen, las localizo en una misión que se situó en Arkkia. Como Terra tuvo uno de los mejores promedios, seria genial tenerla en nuestras filas, necesitamos géminus como ella. Vine a proponerle una misión de una persona en su búsqueda y la de su hermana. La misión seria de bajo riesgo debido a que la última vez que las vieron fue en un pueblo alejado de Quod.
-No sé, General Geist. Ya desertaron una vez, dudo que quieran venir por voluntad propia –su padre suspiro-. Y traerlas a la fuerza no sería una opción.
-Si me permite, Majestad, yo sería la persona que irá en su búsqueda y las convenceré de venir por voluntad propia. Conozco a Terra, ella quería ser una géminus, pero su padre le lleno la cabeza de mentiras –el general lucía esperanzado como si en serio deseara volver a ver a sus sobrinas.
-Bueno, apruebo la misión. Pero si no quieren venir por voluntad propia vas a tener que ejecutarlas por huir de la ley. ¿Eres consciente de eso General Geist?
La mirada del géminus se ensombreció un segundo antes de contestar sin vacilación.
-Sí, Majestad.
-Muy bien, ve en su búsqueda –el general hizo una reverencia y se marchó satisfecho.
Se formó el típico pequeño silencio que aparecía cada vez que su padre traía los asuntos del reino a la mesa, lo cual era muy seguido. Su madre rompió el hielo cambiando de tema y como siempre decidió que hablarían de la vida amorosa de la hereda de Zánix, Calisto.
-Cali, cuéntanos como te fue en tu cita con Gabriel –apenas su madre termino de hablar, Calisto se llenó la boca con comida para pensar en su respuesta. Después de masticar lo más lento que pudo, trago y contesto.
-Le dije que no volvería a verlo –dijo ocultando un poco la verdad, volvió el incómodo silencio a la mesa, Calisto dejo de jugar con su comida para empezar a jugar con su pelo, blanco como la nieve.
-Cariño, ¿esto es porque todavía no has encontrado tu pareja? No tienes que ponerte triste, el año que viene invitaremos a toda la realeza de Zánix a Diokris y te prometo que encontraras a tu hada –su madre contesto con una sonrisa compasiva.
La pareja de Calisto era el tema que su madre tocaba cada vez que se quedaba sin temas de conversación. Era vergonzoso. El año pasado recorrieron casi todo Zánix para ver si Calisto la encontraba. Según las leyes hada, ella no podría acceder al trono hasta que tuviera un consorte con el que sí o sí tenga el vínculo de pareja establecido.
Desde que era chica siempre le contaban que todas las hadas tenían otra pareja hada en el mundo y que una vez que se encontraban ellos decidían si querían o no establecer el vínculo de por vida. Si no querían establecerlo se podía borrar con el tiempo, pero era mal visto. Debido a que es la voluntad de los dioses la que estarían rechazando.
-Puede que tu pareja no se encuentre en la realeza, quizás los dioses decidieron vincularte con un hada plebeya –a veces Calisto pensaba que los dioses le estaban tomando el pelo.
Dieciocho años, no había encontrado a su pareja y tampoco podía transformarse, para colmo era la princesa heredera de Zánix.
Calisto guardo silencio debido a que no quería alentar a su madre a que saque el tema de su transformación. Todas las hadas podían transformarse en un animal al hacerse mayor de edad, su Orbis. Su hermano Ash se había podido transformar en un pequeño león, el mismo Orbis que su padre. Su madre, Tamar, en cambio se podía trasformar en una hermosa lechuza blanca. Calisto a veces se preguntaba si ella en verdad era un hada debido a que al parecer no tenía pareja ni sabía cuál era el animal de su Orbis. Pero luego se acordaba que al menos si había encontrado su elemento y lo manejaba mejor que cualquier otra hada.
Las hadas también podían controlar un elemento, en su caso era el fuego, igual que su padre. Su madre controlaba el viento lo cual le venía de maravilla al volar como lechuza y su hermano la tierra. Su elemento era lo único que le garantizaba que era un hada, además de su apariencia, claro. Los típicos colmillos y orejas puntiagudas, y su pelo blanco solo se encontraba en la realeza de hadas.
-Ya sabes cómo fue con tu padre, al crecer en el mismo palacio ni nos dimos cuenta que éramos pareja hasta que tu padre me salvo de caer en ese pozo ciego a los quince años –las parejas podían sentir cuando la otra estaba en peligro gracias al vínculo-. En ese entonces fue cuando nos dimos cuenta de que el vínculo siempre estuvo ahí, solo que no lo sabíamos. ¿O no, Zero?
Su padre levanto la vista del plato y se pasó la mano por el cabello rubio, como el de Ash. Calisto pensó que iba a pedirle que repita la pregunta, pero al parecer si estaba siguiendo el hilo de la conversación.
-Claro, el vínculo. Una vez que completamos el ritual termino de establecerse –cuando las parejas aceptan el vínculo mutuamente tienen que tomar un poco de sangre de su pareja, era como intercambiar anillos. A Calisto se le hacía de lo más rara esa costumbre humana-. Tu pareja no es lo más importante ahora Cali, tarde o temprano la encontrarás, pero será mejor que intentes encontrar tu Orbis, sería una vergüenza que asciendas al trono sin saber transformarte.
-Yo puedo intentar ayudarte –dijo Ashton. Sus ojos castaños, igual que los de su madre, contagiaban alegría-. Puedes practicar conmigo y con Pepper –Calisto le sonrió a su hermano.
-Gracias, Ash.
Pepper era su prima. Su Orbis era un precioso gato blanco y ya había encontrado a su pareja, todo lo que Calisto deseaba, Pepper lo tenía. Era muy cercano con Ash debido a que ambos compartían el mismo elemento tierra y su Orbis era parecido.
También envidiaba a su hermano, era un año más joven que ella. No sería heredero, por lo tanto, nadie esperaría nada de él. Ya podía transformarse y seguro pronto encontraría a su pareja. Ella era la heredera de Zánix y todavía se preguntaba si era un hada fallada.
Luego de que todos terminaran de comer, se retiró de la mesa y vago un rato por el palacio, como solía hacer para aclarar su cabeza. A veces las charlas de la cena la dejaban un poco muy abrumada, sus caminatas nocturnas por el palacio la ayudaban.
Se rumoreaba que Platium era el castillo más grande de Eihwaz. Con hermosos ventanales y las paredes decoradas con mosaicos. Estaba pintado con plata liquida, haciendo que de día brillase como una estrella. Algunos decían que se podía ver a el castillo brillar desde Arkkia.
Estaba dividido en tres sectores. Donde se alojaba la realeza, la parte más grande y lujosa. El sector del EGZ donde entrenaban y se quedaban los géminus. Y la parte más alejada, como un establecimiento aparte del castillo era la academia para mestizos que entrenaban para ser géminus y servirle a su padre, todos los que eran mitad hada estaban obligados. Debido a que se consideraba que sus poderes eran gracias a los dioses, por lo tanto, les debían su vida a las hadas ya que no serían lo que son sin la poca magia que corre por sus venas.
Calisto dejo que sus pies decidieran el camino. Llego hasta una torre de vigilancia abandonada, cerca del sector del EGZ. Solía ir allí para observar Diokris, el pueblo se estaba yendo a la cama debido a que las muchas luces que había se iban apagando de apoco. Diokris era la capital de Zánix, y el pueblo de hadas más poblado y lujoso, custodiado por la sede central del EGZ. Después de ver como se apagaban todas las luces de Diokris, Calisto de dirigió a sus aposentos.
En el camino, escucho a unos soldados géminus hablar mientras caminaban. Se metió detrás de una columna y los espió, solía hacerlo cuando estaba aburrida y de alguna manera siempre terminaba escuchando conversaciones ajenas, era un don.
-Ya te digo, están en un pueblo de prostitutas –dijo un géminus con voz grave-. Yo la vi.
- ¿Crees que las dos se metieron en el oficio? –pregunto otro géminus.
-No es un oficio, Greg –esta voz era grave y recriminatoria, aunque femenina-. Además, yo conozco a Terra. No se metería en eso. Encima que sabes, puede que ni siquiera estén juntas, solo viste a Rayla.
-Eran como uña y carne, no creo que se hayan separado –contesto Greg-. ¿Dices que las traerán devuelta, Luke?
-Claro que sí, el general Ren se ocupara de eso.
-Luke siempre tiene esperanzas, sobre todo cuando se trata de Terra –suspiro la guardiana géminus como si el tal Luke fuera un caso perdido-. Supérala de una vez, ella solo quería ser tu amiga.
-Cállate, Mia. Si no me equivoco tu querido amante hada apenas encontró a su pareja te dejo sola –Calisto pudo escuchar a Mia resoplar antes de que le contestara que eso no tenía nada que ver con el tema que estaban hablando. Los pasos se alejaron y la discusión se volvió un murmullo.
Calisto nunca había oído hablar de esas hermanas hasta el año pasado, cuando se armó un revuelo porque una de las mestizas más prometedoras dejo la academia. Sinceramente ella no entendía porque irían a buscarlas cuando habían dejado en claro que no querían servirle a su padre al huir a Arkkia. Para Calisto el servicio géminus debía ser voluntario y no obligatorio. Era estúpido e injusto que los mestizos nazcan con un deber cuando ellos no lo habían pedido ni elegido.
Era similar a su situación. Ella no había pedido nacer hada y mucho menos nacer princesa. Si hubiera podido elegir seguro seria humana, no sabía mucho de estos pero la vida en Arkkia sonaba muchísimo más fácil que la de Zánix. El único problema eran los brujos, pero siendo humana no la molestarían debido a que estos estaban solo interesados en criaturas con sangre divina, como ella.
Frustrada por no poder cambiar el pasado salió de atrás de la columna y volvió a dirigirse a sus aposentos, pero fue interrumpida nuevamente.
-Alteza.
La voz pertenecía a nada más y nada menos que Gabriel Tellus. Calisto podía imaginarse a los dioses riéndose de ella en sus altares.
-La he estado buscando desde ayer.
Gabriel parecía preocupado. Con su cabello castaño parecía casi negro bajo la poca luz del palacio a esta hora, al igual que su incipiente barba y con ojos azules cansados. Estaba vestido elegante como la mayoría de los lores.
-Perdón por haberme marchado tan repentinamente, Lord Gabriel. Tenía cosas que hacer.
-Puedo imaginarlo, eres la heredera del pueblo de las hadas después de todo.
-Zánix no va a gobernarse sola en unos años –Calisto soltó una risita nerviosa y cambio de tema deseosa de escapar a su cuarto-. Mira, Gabriel, es tarde y estoy muy cansada. ¿Luego nos ponemos al día? –con luego se refería a nunca.
-Por supuesto, Alteza lo último que quiero es molestarla –el Lord lucia apenado-. Solo quería decirle que sé que tienes mucha presión encima y nuestra cita no fue la mejor de todas. Estaba esperando que al menos podamos ser amigos, me caes bien y no quiero dejar de verte solo porque no correspondas mis sentimientos –bueno, de alguna forma se había dado cuenta que Calisto no gustaba de él. Se ve que había captado alguna o todas las indirectas de la princesa.
Calisto estaba sorprendida, nunca antes había estado en esta situación. A ella también le caía bien Gabriel, simplemente no le gustaba. Pero era inteligente y gracioso, tenía un punto de vista diferente de las cosas. Además, la única amiga que tenía era Pepper y ni siquiera le terminaba de caer bien.
-Me encantaría, Gabriel –la sonrisa de Calisto era sincera y se le contagio al Lord.
-Genial, Alteza. No se decepcionará.
-Llámame Calisto, por favor. Si vas a ser mi amigo las formalidades me ponen nerviosa.
-Buenos, nos vemos más tarde, Calisto –dijo haciendo énfasis en su nombre mientras hacia una reverencia, luego se dio cuenta de su error-. Perdón, ¿sin reverencias?
-Sin reverencias –los dos rieron y partieron caminos diferentes.
Una vez más se dirigió a sus aposentos y logro llegar sin volver a ser interrumpida.
Su habitación era la más hermosa y grande de Platium, decorada en tonos rojos y azules, tenía su propia terraza y baño privado. También tenía unas hadas sirvientas que la ayudaban a ponerse los costosos vestidos, peinarla y maquillarla. Calisto odiaba lo último, siempre que podía lo evitaba.
Una vez cambiada en su ropa de noche con ayuda de sus mucamas, se metió en la cama y se dispuso a dormir cuando sintió una breve brisa que le recorrió el cuerpo, la ventana a su terraza y la puerta estaba cerrada. Solía pasarle cada vez que estaba triste, sabía que ella no era la que causaba la brisa, le gustaba imaginar que era una señal los dioses diciéndole tu transformación está cerca o a veces prefería imaginar que detrás de la brisa se encontraba su pareja tratando de consolarla y pidiéndole disculpas por no poder llegar a tiempo. Hoy era una de las noches en las que le gustaba imaginar la segunda opción.
¿Cómo serás? Se preguntaba Calisto, ¿me gustaran tus besos? ¿O serán tan feos como los de Gabriel? ¿Te reconoceré a primera vista?
Calisto en serio esperaba que su pareja le gustara, porque estaba harta de que los dioses le jueguen malas pasadas. Había decidido que, si su pareja terminaba siendo un hada con barba como Gabriel, no iba a aceptarla y no le importaba la voluntad de los dioses, podrían meterse a su pareja en su divino trasero.
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