Después de lo que parecieron horas, llamaron a la puerta. El pulso de Terra aumento su ritmo. Se maldijo a si misma por estar tan asustada.
Todo irá de acuerdo al plan, pensó Terra, no hay nada de qué preocuparse.
Aun así, tenía un mal presentimiento. Abrazó a Rayla con más fuerza, su hermana tembló al escuchar la puerta abrirse. Arriba de sus cabezas sonaron unos pasos seguidos de mormullos inentendibles dirigiéndose a la minúscula cocina de la choza.
El techo se sacudió, derramando polvo sobre sus caras que estaban concentradas en la pequeña ranura que había hecho Terra para escuchar lo que pasaba arriba. Las voces se hicieron más claras.
- ¿Dónde están? –La voz de Ren era fuerte y grave, como si lo hiciera apropósito para intimidar a su hermano.
-No te veo hace más de un año, ¿y así es como me saludas? ¿Ningún abrazo?
Terra casi podía imaginarse la típica sonrisa sarcástica de su padre. Era imposible olvidársela, se rumoreaba que Arthur Geist era el géminus más hermoso de todo Eihwaz. Con ojos celestes tan claros que parecía que dentro de su mirada había todo un cielo, lamentablemente Terra solo había heredado su pelo negro lacio, sedoso y brillante, que llevaba corto hasta su barbilla. En cambio, Rayla si había tenido la suerte de compartir los ojos de su padre.
-No estoy aquí como tu hermano, Arthur. Vine exclusivamente por asuntos del EGZ –claramente el sarcasmo no formaba parte del lenguaje de Ren-. Tráeme a las chicas y desapareceré de tu vida tan rápido como entre por esa puerta, no es necesario complicar más la situación.
-Sabes Ren, no entiendo tu obsesión por mis chiques –desde que Terra le había dicho a su padre como se sentía sobre los pronombres este siempre la había apoyado y variado sus pronombres-. Si fueran otras mestizas cualquiera no te hubieras esmerado tanto para que terminen en la academia.
La verdad Terra tampoco sabía porque su tío quería tan desesperadamente que terminaran la academia para entrar en el Ejercito Géminus de Zánix, pensándolo mejor tampoco entendía porque su padre no quería que terminaran en el ejército, algo para lo que habían entrenado toda su vida. Todos los que fueran mitad hada estaban obligados a servirle al Rey.
Terra pudo divisar el cabello de Ren desde la pequeña ranura que había hecho para espiar sin decirle a su padre, era del mismo tono de marrón oscuro que el de Rayla.
-Tus chiques… siempre a hablas en plural, cuando sabes muy bien que en el que más estoy interesado es en Terra. Sus calificaciones son más que excelentes, la necesitamos en el EGZ. Tiene dieciocho y mañana es la ceremonia de iniciación géminus. Le debe lealtad al Rey Zero -Ren suspiro como si no pudiese creer que tuviera que explicar el por qué todos los mestizos le deben lealtad al Rey Hada de Zánix-. De paso me llevo a Rayla porque sus calificaciones son un desastre, le vamos a hacer aprender por las buenas -Rayla se sacudió en los brazos de Terra. Su hermana odiaba ser mestiza, odiaba la poca sangre de hada que corría por sus venas.
- ¿Mañana es la iniciación géminus? –Arthur intento sonar sorprendido, pero claramente estaba actuando-. Qué pena, ayer por la noche se fueron de casa, me dejaron una nota diciendo que no volverían. Creo que iban a probar suerte en Arkkia.
-No creo ninguna de las estupideces que dices. Registren la casa –dijo Ren dirigiéndose a otras personas.
Terra se asomó más a la ranura y pudo distinguir a otros dos géminus vestidos con el mismo uniforme que Ren y el tatuaje que los identificaba como miembros del EGZ: una lechuza con las alas abiertas en el antebrazo. Su padre también la tenía, pero se había retirado de la guardia después de salir malherido de una misión.
Ese era el tatuaje que le habrían hecho mañana, el que la convertiría en una guardiana géminus.
-Pierdes el tiempo Ren, no están aquí –dijo Arthur mientras los otros dos guardianes chequeaban cada esquina de la choza.
Terra miró a Rayla, en la oscuridad apenas podía ver sus ojos celestes, y modulo ‘tranquila’ a la vez que le apretaba la mano para darle confianza. Ella asintió despacio y largo un suspiro nervioso que solo llego a los oídos de Terra. Era imposible que las encontraran ahí abajo, habían construido el escondite semanas atrás para la situación que sabían que se avecinaba. Tuvieron que sacar una de las losas del piso y cavar un agujero, una vez dentro del escondite se podía poner una traba que solo se cerraba y abría desde adentro.
-No encontramos nada, General Geist. Ni las chicas, ni sus pertenencias. Registramos toda la casa.
Terra sintió un golpe contra la pared, abajo del suelo retumbaba todo lo que pasaba arriba. Por la ranura observo que Ren había empujado a Arthur contra esta agarrándolo del cuello, su tío estaba perdiendo la paciencia.
-Dime donde están Arthur, no tengo tiempo para juegos –la voz de Ren estaba cargada de ira.
-Ya te dije, seguro que deben estar llegando a la frontera con Arkkia, no creo que pasen cerca de Malos Kais, Terra les tiene miedo a los dragones –lo último era mentira, a Terra le fascinaban los dragones, pero lo había dicho para despistarlos de la verdadera ruta que iban a tomar una vez que fueran en su búsqueda.
Malos Kais estaba en la frontera de Zánix y Arkkia, era el único nido de dragones de Eihwaz y mantenía separado a los humanos de las hadas.
- ¡Dioses, Arthur! Eres un maldito necio –dijo Ren sin terminar de creérselo-. Haz mandado a tus hijas a una muerte segura a manos de sucios humanos que las utilizaran para la magia negra y si es que no la cazan los brujos terminaran en los prostíbulos de mestizas.
Los humanos envidiosos de las hadas habían inventado un método para extraerles la magia blanca, también conocida como sangre de los dioses, a todos los seres que la poseían: hadas, mestizos y dragones. La magia pasa al humano mediante la muerte de la criatura mágica y como el humano no es su dueño original la magia se corrompe. Los brujos eran los que transformaban magia blanca en negra.
Terra no pudo evitar estremecerse al pensar en los brujos. Ren soltó a su padre y se dio la vuelta, cuando Terra vio su cara pudo ver preocupación en sus ojos oscuros y parecía autentica. Ren enserio quería que Terra terminara en el EGZ.
-Haz tirado todo el potencial de Terra a la basura –su tío sonaba realmente enojado.
-Ve a buscarla entonces Ren –dijo Arthur tratando de despistar a su hermano.
El plan ya estaba llegando a su fin. Una vez que Ren se marchara se irían los tres a Mispel un pueblo en el país de los humanos, Arkkia. Lo habían elegido debido a que estaba lejos de su capital Quod, donde se centraba la magia negra. Su padre había viajado varias veces a Mispel durante el mes para garantizarles un hogar y trabajos.
-No lo entiendes, Arthur. No puedo ir a buscarlas y menos a Arkkia –de repente Ren lucia apenado-. El rey nunca lo aprobaría. Me temo que voy a tener que arrestarte por incumplimiento de la ley.
No, esto no era parte del plan, son las primeras palabras que le vinieron a Terra a la cabeza.
-Haz lo que creas que tengas que hacer Ren –su padre sonaba abatido como si supiera que esto pasaría.
-Arréstenlo –fue la única respuesta de Ren. Los géminus se acercaron a Arthur y le pusieron las esposas.
Terra pensaba que estaba teniendo una pesadilla, esto no podía ser real. Habían repasado el plan un millar de veces y su padre nunca les había dicho que podrían arrestarlo. Se pellizcó el brazo para estar segura de que su inconsciente no le estaba jugando una mala pasada y sintió el dolor, era real.
Miró a Rayla que estaba a su lado apretada y no paraba de temblar. Ella tampoco podía creer lo que estaba pasando. La cara de Rayla reflejaba el miedo que Terra estaba sintiendo. No podía quedarse de brazos cruzados mientras arrestaban a su padre, tenía que hacer algo. Sin pensarlo, Terra se separó de Rayla y se estiro para alcanzar la traba del escondite y abrirla, pero Rayla se lo impidió.
-No lo hagas –suplico su hermana en un susurro entrecortado-. No podemos con los tres juntos, van a llevarnos a los calabozos del castillo para ejecutarnos –la voz de Rayla se quebró en un pequeño llanto-. No pueden acusarlo de ayudarnos a escapar, va a estar bien no le va a pasar nada. Cuando lo suelten vendrá a Mispel a buscarnos –aun que parecía que ni Rayla se creía sus propias palabras, su hermana tenía razón. No podrían ganar una pelea contra tres géminus y su padre claramente les había ocultado esta parte del plan.
Los pasos se estaban alejando y Arthur estaba siendo un prisionero muy cooperativo debido que ni siquiera intentaba retrasar a los guardias o tratar de escapar. A través de la ranura Terra pudo darle un último vistazo su padre. Lucia triste pero como si se hubiera salido con la suya. Una vez que cerraron la puerta Rayla comenzó a llorar mientras Terra la abrazaba y sentía como una parte de sí le era arrebatada.
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