La misa ya había comenzado así que Calisto se dirigió a su asiento lo más discretamente que pudo. Por suerte la única que había notado su ausencia era su madre, que la miro enojada mientras ella se colocaba en su asiento.
Pensó que la reina la iba a retar enfrente de todos, pero Tamar era más inteligente que eso y además odiaba los escándalos. Así que Calisto se conformó con su mirada de “hablaremos más tarde”.
-Como ya saben estamos en un tiempo especial, de reflexión –dijo el Elder Mayor Aniel detrás del altar. Era viejo, pelo canoso y ojos avellana, con una prominente nariz. Llevaba la túnica rojo sangre con dos lazos negros que simbolizaban que había rechazado a su pareja para afirmar su vínculo con los dioses y dedicarles su vida a ellos, como todos los Elders. Lo que lo diferenciaba como Mayor era un tatuaje de un espiral en el medio de las cejas-. Exactamente hoy falta medio año para que llegue la fecha en la que los dioses tocaron la tierra por primera vez. El Día de Oposición. Cuando crearon las Ocho Casas y con ellas nuestro pueblo, el de las hadas.
Calisto suspiro aburrida. Podría contar la historia hasta con la boca cerrada de todas las veces que la había escuchado. No podía creer que tenía que levantarse tan temprano para esto.
Las ocho casas eran las ocho familias reales, que tenían su nombre por cada uno de los ocho dioses de los que descendían. Todos los de la Casa Saturnia eran descendientes de la diosa Saturnia, que gobernaban Zánix desde el Día de Oposición. Ya que Saturnia era la diosa madre, progenitora del mundo.
El mismo día que los dioses crearon a las hadas, anunciaron la profecía del fin, por eso se llamaba Día de Oposición. Faltaba seis meses para celebrarlo, siempre hacían una gran fiesta en la que venía muchas hadas de afuera de Diokris, hacían sacrificios a los dioses y si el hada heredera al trono tenia pareja ascendía a este enfrente de todo el pueblo.
-Debemos ser agradecidos con cada uno de ellos. Con Tellus por el buen clima. Con Mars por nuestros cultivos. Con Uranio por nuestras fraguas. Con Júpiter por nuestros guerreros géminus. Con Mercury por sus tormentas purificadoras. Con Venus por nuestras parejas. Con Neptum por cuidar de nuestros caídos en el mas allá. Y con Saturnia por cuidar de cada uno de nosotros, sus hijos servidores.
El Mayor Aniel hizo una pausa como para que todos agradecieran en silencio, luego prosiguió con un tema que llamo la atención de Calisto.
-Hay que ser agradecidos incluso de la Profecía del Fin, porque los dioses nos advierten que estemos atentos, que nada es para siempre. Y sobre todo es otra prueba de cuanto nos quieren, que nos cuidan y guardan, ya que nos prometen un héroe.
Ojalá yo fuera tan positiva, pensó Calisto revoleando los ojos. Luego el Elder pronuncio la profecía.
- “La caída del soberano anuncia el principio del fin. Del vínculo inconcebible se formará un héroe, cuyas cenizas eternamente agradecidas serán.” Yo tengo fe en los dioses, tengo fe en que encontraremos al Héroe.
La profecía se refería al fin de la magia blanca, que no solo acabaría con las hadas, si no que con los mismísimos dioses. Los ocho habían sacrificado su propia vida inmortal con tal de crearlos, por eso las hadas les eran tan devotos.
Aun así, Calisto pensaba que era demasiado temprano para que apareciera el Héroe y además la profecía mostraba demasiadas incontinencias.
¿La caída del soberano? ¿A qué se refiere? Se suponía que esa sería la señal de que estaba empezando el fin. La princesa se imaginaba a su padre o a su madre cayéndose por la escalera o siendo derrocado por alguna otra Casa envidiosa como Venus, o a lo mejor humanos. Podría interpretarse de miles maneras diferentes. ¿No pueden ser más concisos los dioses?
La misa siguió como de costumbre, casi se quedó dormida unas tres veces. En un momento cerro los ojos por unos segundos, pero su madre le patio suavemente para advertirle que la estaba mirando.
Observó a su padre que parecía una estatua en su asiento. Estaba inmaculado con su túnica que hacia juego con la de su madre. No entendía como lograba hacerlo, algún día ella tendría que ser como sus padres y le daba miedo no poder imitarlos. Ashton estaba a su izquierda, parecía una copia más joven de Zero solo que con ojos oscuros y lucia completamente aburrido, al menos no era la única. Más tarde tendría entrenamiento de Orbis con él y Pepper. Se juntaba con ellos una vez a la semana, pero todavía seguía sin poder transformarse. El entrenamiento se basaba en ver como Ash y su prima se divertían y jugaban como animales.
Observo la multitud que estaba en la iglesia. Encontró a Gabriel enseguida, estaba sentado en la cuarta fila de la realeza y miraba a la izquierda, para el sector de las hadas sirvientes, estaba completamente embobado.
Calisto siguió su mirada hasta una menuda hada rubia de ojos castaños, tenía el cabello detrás de sus orejas puntiagudas dejando al descubierto sus suaves rasgos, vestía elegantemente con ropa de segunda mano. En pocas palabras era hermosa.
Inmediatamente se sintió mal, odiaba estar tan envidiosa de lo que tenía Gabriel. Por lo general no era así, pero este era un tema muy delicado para ella.
Cuando Aniel dio por terminada la misa todos se pararon para marcharse mientras el coro cantaba una hermosa melodía. Calisto se paró al mismo tiempo que sus padres y su hermano como si estuvieran sincronizados y se dirigieron hacia la salida con la multitud. Pudo ver como el rey le daba una mirada a la reina que decía “encárgate de Calisto” y siguió caminando delante de ella con su hermano. Así que Tamar aprovecho ese momento para retarla por su tardanza.
-Calisto, es inaceptable que llegues tarde a misa –dijo sin su típico tono dulce de madre y susurrando para que nadie más escuchara-. No puedo creer que siquiera tenga que decírtelo. Encima vas y te escapas de la familia de Vaugh, tuve que decirles que estabas indispuesta.
La reina soltó un largo suspiro frustrado, eso significaba que realmente estaba enojada.
-Lo siento mamá no fue mi intención, vi a Gabriel y me quedé hablando con él, se nos pasó el tiempo. No nos dimos cuenta que la misa ya había comenzado hasta que sonaron las campanas –la mejor táctica de calmar a su madre era cambiar de tema, si hablaba de hadas guapas funcionaba mejor. Además, Tamar amaba a Gabriel porque creía que estaban saliendo en secreto.
-Tú y tus excusas. No vuelvas a llegar tarde y no me dejes colgada en conversaciones con otras familias reales.
-Por supuesto mamá, no va a volver a pasar.
-Bien.
Tamar paso de su voz de madre enojada a la de madre chusma. Claramente su táctica había funcionado.
- ¿Y de que hablaban con Gabriel?
-Encontró a su pareja –dijo Calisto sin darse cuenta de que estaba sonriendo.
- ¿En serio? Qué pena, yo tenía esperanzas de que terminaran juntos, se los veía muy unidos últimamente.
-Es mi amigo, ma. El único que tengo.
-Claro que no, tienes más amigos además de Gabriel.
- ¿A sí? ¿Cómo cuáles? –odiaba cuando su madre pensaba que sabía más de ella que ella misma. Tamar se tomó unos segundos para pensar antes de responder.
-Ash y Pepper –dijo segura de su respuesta.
-Son mi familia, no entran en la categoría de amigos. Pasan tiempo conmigo porque están obligados, es lo que les toco. Los amigos se eligen, no te tocan.
-Aun así, ellos te quieren y sé que si ellos no fueran tu familia te elegirían como amiga de todos modos.
Calisto revoleo los ojos ante su comentario sin que su madre la viera. Sabía que si las cosas fueran de otro modo ella no sería amiga de Pepper. De Ash seguro que sí, pero definitivamente no de su prima.
- ¿Quién es la afortunada que pasara el resto de su vida con Gabriel? –pregunto su madre volviendo a la pareja de su amigo.
-Es un hada cocinera del palacio. Es preciosa, Gabriel se pasó toda la misa observándola –la sonrisa soñadora volvió a la cara de Calisto sin que se diera cuenta, no lo podía evitar. Su madre se dio cuenta debido a que comento al respecto.
-Cali, estoy segura de que pronto la encontraras. Le estuve rezando a Venus y te juro que pude sentir que me decía que está cerca.
La princesa odiaba hablar sobre su pareja, prefería pensar que no existía, pero el mundo siempre le recordaba su falta. Como Calisto no respondió a su comentario volvió al tema de la pareja de Gabriel.
-Qué pena que sea un hada plebeya, su padre seguro que se habrá desilusionado mucho cuando se enteró. Pero bueno, es la voluntad de los dioses.
¿Qué importa que sea un hada plebeya? Al menos a la ha encontrado, al menos tiene una. Calisto sinceramente no entendía.
Una vez fuera de la iglesia todas las familias reales comenzaron a despedirse mientras que las hadas trabajadoras volvían a continuar con sus deberes. La princesa se quedó pegada a su madre mientras esta hablaba cordialmente con otras familias, ella asentía constantemente fingiendo que estaba prestando atención a la conversación mientras pensaba mil formas diferentes de dejar de existir.
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