La mayoría de personas en este mundo son betas.
Son las personas que caminan de un lado a otro en la calle, quizás yendo a trabajo o realizando encargos mundanos. La señora del mercado, el don de la tienda, el que recoge la basura, oficinistas. Si hubiera una palabra con la cual describirlos, probablemente se les llamaría “comunes” tal vez incluso “normales”, pues ellos son quienes más abundan.
La gente vive rodeada de betas. Hay betas en todos lados y todo el tiempo. Los betas viven rodeados de más betas. Hay betas que incluso tienen la idea de que todas las demás personas del planeta son betas también.
Sin embargo, los betas no son la única casta que existe. Las personas son clasificadas en tres grupos: Alfas, betas y omegas.
Siendo los alfas la cúspide de la sociedad, y los omegas lo más bajo de ella.
Y, aunque esta fuera la manera en la que son descritos y de la sensación de que los alfas estarán todos siempre en puestos de gobierno, escuelas exclusivas de paga, siendo grandes e intocables, también los hay en lugares más comunes. Como el muchacho delgado, de cabello negro, una expansión en cada oreja y mochila al hombro que va regresando de la universidad.
Rodrigo bosteza por quinta vez en los 10 minutos que lleva parado en esa esquina esperando el camión.
Da una mirada a la calle, transitada de personas y autos, pero no del transporte que necesita.
“Pinche micro no pasa” piensa cuando un camión que no lo deja cerca de su casa pasa, y varias personas que llegaron después de él a esa zona de espera suben.
No le gusta permanecer en un lugar demasiado tiempo, siente que se ahogaba con tantos olores.
A las personas les encanta decir que los alfas son superiores por esto y por aquello. Una de tantas cosas es su sentido del olfato. Son más sensibles a los olores que los betas. Son incluso capaces de aislar y seguir un solo aroma si les llama la atención. Es perfecto para identificar personas. Pueden incluso diferenciar sus estados de ánimo por varios factores.
Pero si ellos, es decir, el resto realmente tuvieran la capacidad de percibir los hedores de basura, contaminación, suciedad, tantos betas sudorosos, animales callejeros, y tanta comida al mismo tiempo y de manera tan fuerte y clara, no pensarían que eso es mejor de ninguna manera.
Hay una razón por la cual, a sus espaldas, son llamados “perros”.
“Debería irme a patín, ya, a la verga” concluye.
Levanta un pie dispuesto a darse la vuelta y comenzar a caminar, pero se detiene al percibir un aroma más dulce que parece ponerse por encima de todos los demás. La sensación de que es un olor agradable llega antes de que incluso pueda identificar exactamente de qué es, llevándolo a inhalar profundamente como si quisiera llenar sus pulmones de ello.
El olor es a tamal de dulce. Es extraño. Sí, le gustan los tamales de dulce, pero, aparte de que son las 4 de la tarde y ya ningún puesto de tamales decente debería estar en la calle, en su vida había olido muchos tamales de dulce y nunca habían sido excepcionales o resaltantes de esta manera. Salvo una ocasión. Debido a una persona.
Con la mirada busca entre quienes caminan de un lado a otro o que se detienen en los puestos callejeros, hasta que en uno de verduras identifica a alguien conocido.
“A huevo, es ese wey”, piensa, y comienza a caminar hacia él.
Jorge, un chico bastante delgado y más bajo que Rodrigo, era un antiguo vecino de la vecindad en la que vivía cuando era niño. Y un omega.
Los omegas son la minoría de la población, por ello podría hasta denominarse extraño el conocer a uno. Hay personas que incluso pueden pasar su vida completa sin nunca conocer a una persona de esta casta. Y por lo mismo, si un alfa como Rodrigo se encuentra a uno, su instinto de inmediato lo hace querer acercarse.
Porque por naturaleza, los omegas son las parejas perfectas de los alfas. Todo en ellos está hecho para ser la pareja perfecta que dé a luz a hijos fuertes y saludables. Y sí, estos roles se mantienen incluso si el sexo de quien sea omega es hombre y el sexo de quien sea alfa es mujer.
Ellos dos no habían tenido ninguna clase de pasado particularmente resaltable, ni siquiera habían sido amigos cercanos ni nada. No había pensado ni recordado a Jorge hasta hace poco que se lo volvió a encontrar. Pero allí esta, siguiendo un instinto que lo impulsa a hablar con él.
Jorge, por su parte, está comprando limones porque ya casi se les terminan y no puede permitirse que el puesto no tenga este esencial ingrediente.
Normalmente mandaría a su hermano menor y él se quedaría atendiendo el puesto de tacos, pero de momento no tienen muchos clientes y quería caminar para respirar aire. Siente mucho calor, más que el que normalmente tiene y es molesto. También comienza a sentir un nudo en el estómago que no puede explicar, pero es ligeramente doloroso. Sospecha que está a punto de pasarle otra de esas mierdas de celo.
Un celo, como si de un animal se tratara, urgencias de sexo y mierdas así.
Decide que al regresar le diría a su hermano que por ese día cierren y regresen a casa.
Recibe los limones y paga.
Una picazón en su nariz llama su atención. Se debe a un olor que incrementa paulatinamente. Como omega su sentido del olfato también es algo superior al de los betas, aunque no se comparaba en absoluto al de los alfas. Lo único que supera el olfato de un alfa, es un omega encinta. Levanta el rostro para tratar de oler un poco más. Identifica el olor como tequila y limón, al mismo tiempo que baja la mirada y ve a la persona que es causante del mismo.
Sin siquiera tratar de fingirlo, voltea la cabeza con una mueca y pensando “No mames, otra vez este pendejo”, trata de alejarse.
No necesita involucrarse con un alfa. Ya sabe cómo son los alfas, unos perros en celo constantes, siempre acercándose a los omegas como si solo por sus castas tuvieran algún permiso ya otorgado. Ya había tenido encuentros con alfas en la calle y ahora también hay un vecino alfa en la vecindad, en verdad no necesita otro de esos.
Rodrigo no le desagrada particularmente como persona. Recuerda que cuando eran niños le caía bien y todo. Pero es un alfa, y él, lamentablemente, es un omega. Así que cualquier interacción que pueda haber, ya sabe por dónde irá.
Sin embargo, Rodrigo, no captando el mensaje de que Jorge trató de evitarlo, lo alcanza casi de inmediato.
—Wey, qué chido que te topo otra vez —le dice. Comienza a buscar en su mochila mientras sigue caminando detrás de él— la última vez te fuiste tan de pronto.
La última vez, Jorge lo recuerda muy bien, la última vez se habían encontrado por este mismo lugar. Pero la última vez, resultó que Jorge sí había estado en uno de esos -celos-. Y este alfa idiota había reaccionado a eso acercándose a él con una mirada que por un momento le dio un escalofrío a Jorge.
Solo gracias a que Jorge carga constantemente una navaja consigo, y un —Te haces pa’lla o te hago pa’lla, perro— con toda la agresividad de la que fue capaz, lo había mantenido a raya.
—Sé que trabajas por aquí. En el puesto de tacos de tu papá ¿no? Pero ni madres iba a caminar hasta allá, pinche hueva. Que ni queda tan lejos, pero pinche hueva igual —Rodrigo sigue caminando detrás de él. Jorge desliza la mano en el bolsillo y tantea la navaja por si acaso lo de la última vez debe repetirse.
Con un alfa no puede tomar riesgos.
—¡Oye! —dice Rodrigo más fuerte y Jorge por fin se gira a mirarlo— Rólame tu Whatsapp —básicamente ordena mientras levanta un smartphone que se ve nuevo tanto en uso como en modelo por todos lados. Jorge observa el celular por unos momentos con incredulidad, y mira a Rodrigo con ojos entrecerrados.
—¿Qué? —termina preguntando Rodrigo sin entender el porqué de ser mirado de esa manera. Por un momento piensa si acaso debería guardar el celular y retroceder lentamente. Después de todo, mentiría si dijera que este antiguo vecino suyo no tiene aires de malandro ratero.
Jorge decide soltar la navaja y buscar su propio teléfono.
Claro que para los alfas no es tan fácil notarlo, ellos están en la cima de todo, pero en realidad, todas las personas están dentro de una jerarquía de castas.
Los alfas, como Rodrigo, son "la casta superior", líderes, de quienes se espera que logren grandes cosas. Tienen mayores oportunidades para lograr, básicamente, lo que sea. En consecuencia, generan que a sus allegados les vaya mejor y tienden a tener buenas estabilidades económicas. Es decir, todo su círculo social tiene dinero y comodidad.
Y en cambio, los omegas como Jorge, son la casta baja, son tratados como objetos. Sólo están ahí para tener hijos de alfas. Es a todo lo que aspiran. Si pertenecen a una familia sin alfa, no tienen oportunidades ni se espera nada de ellos.
Así que ¿Celulares?
Jorge levanta un nokia que hace unos 20 años que han dejado de ser utilizados, lo pone en la cara de Rodrigo quién por un momento lo mira y se suelta a reír con descaro.
—No mames ¿Esas madres todavía existen? —pregunta entre risas.
La única razón por la que Jorge había conseguido ese celular era porque algunos clientes le habían pedido cómo comunicarse para contratarlo en algunos eventos, y este modelo era en lo que se había permitido gastar.
No le da vergüenza, son cosas por las que ha trabajado, y como omega, es mucho haber conseguido todo lo que tiene.
Después de todo, los omegas por lo general no trabajan, por lo mismo de que no se espera mucho de ellos, no tienen oportunidades laborales, y suelen dedicarse a cosas menores, usualmente relacionadas con atender a personas o la comida.
Le molesta más que un alfa trate de minimizar todo su esfuerzo. Aparta el teléfono con fuerza y Rodrigo notando el cambio en su estado de ánimo trata de dejar de reír mientras retoma sus intentos de mantener contacto.
—No, espera —le dice tomando una bocanada de aire para calmarse—. Igual, pásame tu número.
—No, verga. ¿Por qué carajo lo haría? —contesta Jorge dándole la espalda otra vez ya queriendo irse.
—Paraaaaaa —Rodrigo extiende la última letra mientras sus ojos buscan por las paredes y el cielo una respuesta que sea lo suficientemente convincente— ¿Invitarte a los XV de mi carnala?
—¿Y yo pa’ que chingaos voy a eso? No.
—No seas culo, cabrón, te extraña —señala Rodrigo con el ceño fruncido.
—Tenía como un pinche año cuando se fueron, wey, no digas mamadas, no sabe quién soy.
En realidad, había tenido 3 cuando se fueron, pero ciertamente nunca había demostrado recordar nada de cuando vivieron allá. Ni el lugar, ni las personas. Rodrigo, de pronto habla con un tono muy seguro de sí mismo:
—En realidad queremos contratarlos para la comida de la fiesta.
—Cámara, apunta —es la respuesta inmediata.
“Verga, ahora tengo que convencer a la enana de que quiera tacos” piensa Rodrigo que realmente no creyó que decir aquello funcionaría. Pero más que otra cosa, se conforma con que Jorge le dicte su número. Rodrigo también le dice el suyo.
—Te voy a registrar como “pinche omega apretado” —dice Rodrigo con una mueca.
—Ah, “perro alfa culero castroso” no cabe —dice Jorge y Rodrigo lo voltea a ver con el ceño fruncido— ”Alfa puto”, pues.
Rodrigo se deja llevar por el impulso de mostrarle el dedo medio. Jorge no tarda ni medio segundo en hacerle la seña ‘huevos’ con la mano y por fin alejarse caminando sin que Rodrigo lo siga. Avanza un poco, ambos manteniendo sus respectivas y vulgares señas, antes de que le de la espalda por completo y se aleje.
Rodrigo también baja la mano, mira el nuevo contacto en su celular y lo guarda decidido a irse caminando.
Cuando eran niños Jorge siempre había sido grosero. Sin tener a nadie que le dijera que ciertas palabras o ciertos gestos no eran adecuados ni respetuosos, en especial para alguien de su edad, siempre había dicho y hecho todo aquello que a Rodrigo no le permitían. Había llegado a pensar en él como alguien valiente y genial. Ahora entendía que sólo era maleducado. Y lo peor es que había terminado en el mismo nivel.
Bufa con una pequeña sonrisa que desaparece de inmediato cuando el camión que había estado esperando tanto tiempo lo rebasa.
Maldice en la mente. En serio. Había estado allí mil horas parado y en el segundo en que da la espalda, llega y se va.
Le da flojera caminar, pero le da todavía más flojera seguir esperando otra micro que seguro irá tan llena que ni podrá ir en ella. De cualquier forma, no viene cansado ni nada, se había saltado las prácticas de futbol otra vez. Por un momento en su mente está la tarea que le dejaron, pero lo desecha de inmediato, también le da flojera solo pensar en eso.
Ni siquiera quiere empezar ese hilo de pensamiento que siempre termina en “¿Por qué hago lo que estoy haciendo? Ah, porque soy un alfa”.
Es fastidioso.
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