Cuando llega a su casa saluda a su abuela, una anciana beta delgadita y llena de arrugas, que no debe ser subestimada, puede dar mucho miedo si se lo propone, que está en la cocina preparando la comida. Esta lo manda a hablarle a su hermana para que le ayude, y Rodrigo piensa en el hecho de que acababa de ofrecer la comida de la fiesta de su hermana por un número de celular.
No se arrepiente. Y ni siquiera es que necesite decirlo en serio, ya tiene el número que es lo importante.
Pero en cierta forma se sentiría mal si no intenta al menos convencerla. Mencionarlo un poco. A su hermana le gustan los tacos así que estaba bien. De cuando él era niño recordaba que le gustaban esos tacos del padre de Jorge así que era más o menos de fiar su memoria de hace como 10 años.
Probablemente.
Sube a la sala. La casa de su abuela es un poco complicada de describir. Las habitaciones están por todos lados separadas por patio. Es el resultado de haber ido construyendo sin organización.
Allí, acostada como siempre, viendo sus series chinas y oliendo a flor de muerto porque ella en realidad es una omega, está Karla, su hermana menor.
—Qué bueno que estás aquí —es lo primero que le dice Rodrigo al entrar mientras lanza su mochila por ahí al suelo. No es que ella no fuese a estar dentro de la casa. Pero si hubiera estado en su cuarto, habría tenido que subir al segundo piso, o tercero, dependiendo de cómo vieras la casa, y eso le daba todavía más flojera—. Tenemos que hablar seriamente sobre lo que darás de comer en tus XV, Cempasúchila.
Karla se levanta de inmediato, sentándose en el sofá y pausando su serie en un movimiento rápido.
—¡Qué no me digas así! —le grita, como siempre lo hace cuando la llama de esa manera.
—¿Por qué no? A eso hueles. Bien pinche raro.
—Yo no huelo raro —se defiende ella indignada—. Es porque eres mi hermano que no te agrada mi aroma.
Pues el aroma de los omegas está allí para atraer alfas y puedan dar crías para ellos. Así que cuando la relación de alfa-omega es de sangre, no se sienten atraídos entre sí. Generando que se “huelan raro” entre ellos. Es como un mecanismo de defensa. Y no tanto porque la naturaleza comprenda los conceptos de incesto e inmoralidad que las personas tienen, sino porque esa sería una unión débil.
Eso también hace que exista la posibilidad de que esa atracción sí se dé. Puede ser débil, pero puede funcionar gracias a los genes de alfa y omega que cada uno tiene. En especial fuera del círculo más cercano familiar conformado por padres e hijos o entre hermanos. No es un suceso extraño que, entre primos, sobrinos o tíos, los instintos alfa-omega sean más fuertes y sientan una atracción entre sí.
—Para los demás alfas huelo bien —reclama Karla recargada en el respaldo del sofá. Pues el mueble queda a media habitación así que debe ver hacia atrás de este para dar la cara a Rodrigo que está en la entrada—, un día voy a estar con un alfa que piense eso, vas a ver.
Enojo inunda todos los pensamientos de Rodrigo con la mera mención. Frunce el ceño y utiliza un tono de voz más grave de lo normal para decirle en amenaza:
—Ah, ¿sí? Tú tráelo y yo le rompo su madre.
Si bien, por ser su hermana no hay ninguna atracción entre ellos ni es vista como una pareja potencial, los alfas tienen un instinto posesivo hacia los omegas que estén en su manada. Es decir, aquellos que están bajo su cuidado. Se vuelven agresivos ante la idea de que otro alfa los toque o si quiera se les acerque.
Este nivel de celos no lo sienten hacia los betas. De alguna forma, sienten como si los omegas les pertenecieran.
—¡USH! ¡Eres horrible! —Karla se levanta del sofá, sus pies solo cubiertos por unos calcetines con estampado de gatos, toma una almohada y se la lanza a su hermano mientras rodea donde había estado sentada. Rodrigo sin problemas golpea la almohada hacia el suelo antes de que lo alcance— ¡Ya quiero salir de esta manada tuya! —y se da la vuelta corriendo hacia el interior de la casa.
—¡Ah! Espera ¡Sobre la comida! —grita Rodrigo al verla alejarse. Es un grito tanto para avisarle que su abuela necesita su ayuda, como para que retomaran la comida de sus XV años.
—¡Piérdete! ¡No me hables! —lo interrumpe Karla y se pierde en el pasillo que solo llevaba a la habitación de Rodrigo y un baño. Así que seguramente se encerrará en el último un rato.
Para los omegas es raro comportarse de esa manera. Levantar la voz a un alfa, en especial el alfa de la manada a la que pertenecen, es un escándalo.
Pues la jerarquía de castas está siempre presente en todo. Los alfas en la cima, los betas en medio y los omegas al final.
Es más común que los alfas dominen a los integrantes de su manada sometiéndolos a su voluntad. Solo en las familias de betas suelen darse cosas como que estuvieran gritándose o respondiéndose entre sí.
Aunque existen cosas como los derechos humanos, claro, que se supondría acaban con todas esas ideas retrógradas, en la realidad del país, los alfas siguen tomando su lugar como el líder de la manada y los demás deben callar y obedecer. Es por eso que la manada de Rodrigo, y que su hermana menor omega le hablara de tal forma, no es del todo común.
Una vez que la pierde de vista frunce el ceño otra vez. No hay suficiente tiempo para hablar y convencerla de que cambie la comida si cada vez que hablan, ella se pone histérica y se va enojada. La fiesta cada vez está más cerca.
Con un suspiro empieza a maldecir, pero justo a la mitad de su palabra gira la cabeza porque percibe el aroma del perfume de su mamá y la ve allí de pie junto a él, después de entrar sin que la notara. Definitivamente distraído con los gritos de su carnala como para no escucharla, y el mismo aroma de cempasúchil que inunda el lugar y que por pertenecer a una omega es más fuerte que el sintético como para que tampoco la oliera. Su madre entrecierra los ojos como una amenaza. Así que intentando cambiar su oración termina diciendo con pánico —Mierrr-rrrrcoles es mañana ¿no?
—Mañana es sábado —contesta ella cruzando los brazos aun mirándolo fijamente. Desvía la mirada hacia la almohada que está en el piso, esa que Karla le lanzó, y sin necesidad de decir nada más, Rodrigo de inmediato se agacha a levantarla mientras ríe con nervios.
—Sí, ya decía yo —dice. Una vez de pie y con la almohada en sus manos, aprieta los labios tras saludarla correctamente—. Hola, mamá.
Su madre, una mujer de 40 años, con peso de más, y una expresión que se vuelve aterradora en un segundo, es beta, pero siempre ha sido bastante firme. Así que Rodrigo, por mucho que ya fuera un adulto legal y un alfa aparte de todo, siempre la obedece y teme.
Ella niega con la cabeza, resignada a tener semejante hijo y pasa a dejar su bolso a una mesa que está al lado contrario del sofá donde otrora estaba Karla.
—¿Por qué tu hermana no está ayudando a tu abuela a cocinar? —le pregunta. Rodrigo va a dejar la almohada a donde debe ir mientras contesta.
—Ay, no sé, está loca. Eso vine a decirle y se fue. Ah, oye mamá ¿Cuántas probabilidades hay de que en los XV de Karla haya tacos? —le pregunta tratando de sonar casual. Lo que seguramente lo hace sonar sospechoso ya que su mamá lo voltea a ver con una ceja levantada. Ella de todos modos contesta.
—Ya habrá tacos. Serán carnitas. Ya deberías saberlo.
—Sí, pero, más como tacos de suadero y esas cosas.
—Cero —le dice yendo a asomarse al pasillo para gritarle a su hija que ya había llegado y que fuera a ayudar. Luego le sigue hablando a Rodrigo—. Tu tía ya lo tiene pagado desde hace tiempo. Los XV ya casi son, es demasiado tarde para hacer prácticamente cualquier cambio.
Rodrigo asiente varias veces. No se lo esperaba, pero no le sorprende. No tenía idea de cómo es la organización de una fiesta de XV años. Ha estado ignorando todo al respecto desde que lo comenzaron a planear.
Karla vuelve a aparecer, saluda a su mamá con un beso, va por sus zapatos que se habían quedado junto al sofá, se los pone y baja a la cocina sin mirar a Rodrigo. Su mamá también se va dejándolo solo en la sala.
Él se deja caer en otro sillón que no es el mismo donde su hermana había estado acostada y saca su celular.
Realmente no importa ¿Cierto? Ya tiene el número. Observa entre sus contactos al más reciente al que, a diferencia de lo que dijo, registró como “Tamalito Taquero”.
Levanta los hombros. Lanza el celular a un lado y se acuesta para dormir un rato.
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