—Entonces, llevas…un día en esto y estás estresado —dijo Fernando con un poco de arrogancia, mientras veía al tipo.
—No, sólo estoy un poco cansado por haber resuelto el caso en un día cuando usted no pudo en… ¿Cuánto tiempo lleva en esto? —respondió un tanto altivo. Ambos parecían inflar sus marcados pechos, como si estuviese a punto de empezar una pelea entre dos machos en Nat Geo.
—No sabrías controlar a estos mocosos si no me tuvieras aquí. —Se acercó un poco más, ambos tenían la cara demasiado cerca.
—No llamaría a esto control, precisamente. —La mueca de Lukyan a pesar de fruncirse un poco, no borraba su serena seriedad, mientras que el agente Gómez endurecía su mueca, al punto en que las venas de la sien se le marcaban.
—¿A no? ¿Cómo lo llamaría…agente? —resopló la pregunta. Ambos estaban cansados y mal humorados.
—¿Estás grabando? —Arqueó una ceja Yon, observando cómo Keita no temía su vida y con su celular capturando la escena.
—Claro que sí, posiblemente estamos presenciando un trastorno narcisista de parte de ambos —susurró Keita sólo para el muchacho, mientras al fondo se empezaba a escuchar cómo cada uno alzaba la voz poco a poco, deseando monopolizar la “conversación” si es que se le podía llamar así.
— ¿Crees que se convierta en un problema médico si conviven mucho? —ladeó la cabeza Yon, observando fijamente la discusión entre ese par de machos.
—Creo que eso dependerá de cómo se desarrolle lo que sea que estemos buscando. Si necesitan intervención…—se quedó callado un buen rato, tenía la intención de proponer que ellos lo hicieran pero no veía que fuese lo más conveniente con el carácter que parecía tener los dos—. Bueno, yo solo soy un policía —carraspeó dejando de grabar.
—Cierto, sólo soy un agente federal —se deslindó de igual forma, no queriendo lidiar con esos dos.
—Escúcheme bien, usted ahora es mi subordinado… —Lukyan empezaba a ponerse rojo, ambos como niños peleaban por saber quién era el mejor y parecía que nunca encontrarían un punto medio.
—No, escúcheme usted a mí…—respondió Fernando, impaciente.
—Bueno, al menos se hablan con respeto…creo —rió nervioso Keita, aun observando la escena.
—He trabajado por años en esta investigación, y no dejaré que un tipo con apellido de meados me quite…
—¿Cómo me llamaste? —Se sobresaltó Lukyan, sin estar seguro a qué venía eso. De un segundo a otro, la tensión había bajado y tornado en un ambiente de confusión.
—¿No te apellidas Pipí? —carraspeó un poco avergonzado pero sin mostrarlo, aunque las orejas se le ponían rojas.
—Me apellido P-P-P-Popov. —Lukyan mantenía la frente en algo y su expresión fría digna de un hombre de raíces rusas.
—Uh, peor…eres el “cacas” —respondió con desfachatez, sonriendo elegantemente con burla, sintiéndose poderoso pues sabía que este no entendía su español…bueno, eso creía hasta que vio su cara ponerse morada. Estaba a punto de ocurrir una tragedia entre estos dos hasta que Luke intervino.
—Oigan, oigan…—Se acercó Luke como si nada, tomando sus manos con las suyas. Éste les miraba con una enorme y sincera sonrisa, estaba tan feliz que no había oído su pelea—. ¿Quieren meterse a la alberca? Vamos, métanse. Está calientita y estamos jugando pelota. ¡OH! Ya sé, ustedes métanse y les prepararé donas… —Luke los abrazó fuertemente, dejando que esos dos exprimieran un poco al Sr. Winchester quien lo tenía en su pecho en una cangurera.
—Fascinante —susurró Keita, tomando video y nota al ver cómo ese chico calmaba el fuego entre esos dos. No estaba seguro si el shock fue provocado por la repulsión u otra cosa.
—Sí, fascinante —secundó Yon, tomando nota de igual forma.
—¿E-estás bien? —Fernando volteó a ver a Lukyan una vez Luke se había ido a la cocina. El rudo hombre se ponía verde, eso era de preocuparse, sobre todo porque no le contestaba—. ¿Vas a vomitar? —carraspeó mientras jugaba con sus dedos, viendo cómo Lukyan no toleraba el montón de pelos del Sr. Winchester que se le habían quedado pegadas en su fina camisa —Hay un baño bajo las escaleras, yo te cubro. —Se sinceró el agente Gómez, y aunque no le agradaba el tipo, tampoco iba a juzgarlo por asquearse después de eso.
—¡No me dejen solo aquí! —Se quejó infantilmente Sky, quien asomaba su cabeza por la orilla de la alberca—. Luke, estúpido, ven aquí.
—Estoy haciendo donas —canturreó el nombrado.
—¿Donas? No seas estúpido, nunca has cocinado nada en tu vida
—Tú encárgate de él, yo ayudaré a Luke —propuso Lee, dedicando una dulce sonrisa para dirigirse a la cocina.
Keita asintió ante la orden, dándose la media vuelta para empezarse a quitar la ropa como si nada. Sky lo miró confundido y un poco a la defensiva, parecía un gato asustado. El moreno lo notó, y sonrió suavemente a la vez que arqueaba las cejas denotando preocupación.
—¿Qué es eso? —Asomó Sky su brazo, señalando el hombro del mayor.
— ¿Qué, mi tatuaje? ¿Nunca has visto uno? —rió un poco enternecido, quedando únicamente en boxers, luciendo ese escultural cuerpo oscuro que dejaba a la vista algunas cicatrices, desde balazos, navajazos entre otras cosas.
—No, usualmente nunca muro el cuerpo de la gente que despellejo —respondió sincero sin saber lo mal que se oía.
Ambos se quedaron callados, muy, pero muy callados. Keita sentía fascinación de cómo Sky había aprendido esas cosas, sobre todo a tan joven edad parecía dar indicios de conocimiento médico de alto nivel. Eso no quitaba que él estuviera consciente de que lo que él hacía estaba mal.
—Es un tatuaje de “Nyansapo” o el nudo de la sabiduría —contestó pacientemente mientras se metía a la alberca, la fría mañana hacía que el agua se sintiera tibia.
—¿Y para qué te la hiciste? —ladeó la cabeza, tomando distancia del hombre.
—Es un símbolo de donde yo vengo. Significa: Sabiduría, ingenuidad, paciencia e inteligencia. Procuro que sean mis valores de vida.
—¿Ingenuidad? —Le miró confundido sin comprender.
—Muchas veces actuamos conforme a la maldad del mundo. Siempre atentos, temerosos y desconfiados. Ser ingenuo no significa tal cual ser tonto, sino no tener en cuenta la maldad. Simplemente actuar por lo que sientas que es correcto.
Sky lo analizaba, sólo asomaba un poco de su nariz y ojos, dejando que sus largos y tricolores cabellos flotaran en el agua. Era una mezcla entre sirena y tiburón por esa mirada que acechaba al mayor. Eran extrañas esas enseñanzas, por no decir que eran nuevas.
—Tienes muchas cicatrices —dijo sin creer que alguien tan marcado fuese ingenuo—. Yo también tengo muchas de esas. ¿Cómo te las hiciste?
—Viví en un barrio un poco difícil, y algunos me los hice en servicio —Keita se mostraba tranquilo y amable, trataba de no saltar con esa personalidad efervescente que le caracterizaba para no asustarlo.
Keita no quería hacer muy obvio su nuevo papel, pues no deseaba que el chico interpretara su interés como una relación: paciente médico. Por ende tomó su distancia, quedándose en las escaleras de la piscina sin dejar de verlo con una suave sonrisa.
—¿Por qué me miras así? —frunció Sky el ceño, asomando un poco más su cara. Se podía admirar más a detalle esa piel transparentosa invadida de venas negras.
—¿De qué otra forma tendría que verte? —preguntó sinceramente confundido, mientras movía sus piernas debajo del agua.
—…—Sky guardó silencio, recargándose en el rincón opuesto de la alberca para verlo —Allá…mencionaste que te gustaba mi trabajo. —Se atrevió a decir con las mejillas rojas. Nunca había escuchado un halago así, ni siquiera de su jefe.
—Sí, ¿soy la primera persona en decírtelo? —Rió enternecido, sabiendo que esta iba a ser probablemente la conversación más enferma de su vida. Al ver que Sky asintió y se acercó sólo un poco, supo por dónde llegarle.
Por otro lado, Yon se encontraba haciendo compañía a Luke a quien con cuidado le colocaba un mandil para cocinar. Era una escena tal vez paternal si no fuera porque Yon era un poco más bajo que Luke.
—¿Sabes hacer donas? —ahogó Luke un grito de emoción, mientras abrazaba al Sr. Winchester al cual le había puesto un sombrero de chef y un cronómetro de cocina en la boca.
—No, pero podemos aprender. —Sonrió cálidamente para sacar su celular y poner un tutorial —¿No hacías con tu mamá donas? —preguntó gentilmente, notando cómo Luke se descolocaba un poco aun sonriendo, observando cómo sus ojos se movían un poco inquietos.
—No le gustaba cocinar—respondió finalmente—. Por eso me compraba siempre donas, le gustaba comprar mucho comida, ya hay que hacer las donas. ¿Qué se tiene que hacer primero?
—Entiendo, era una buena madre —comentó, analizando su reacción mientras oía la receta de las donas. Podía denotar cómo el chico era demasiado frágil.
(…)
—Bien, sé que dijiste que compartiríamos cuarto pero yo soy quien decide…—Fernando entró sin tocar, queriendo determinar quién era el jefe del lugar, pero lo que vio, fue lejos de lo que esperaba.
—Pensé que tanto era su deseo de conocernos que encontrarías halagador que te considerara como mi compañero —bromeó Balaam con tranquilidad, dándole la espalda.
Fernando se quedó callado, con un nudo en la garganta. Había entrado y cachado al muchacho frente al tocador semidesnudo, y él no era lo que aparentaba.
Su pelirroja, larga y sedosa cabellera no era más que una peluca, su cráneo en realidad sólo tenía pequeños mechones anaranjados, mientras que el resto era liso o tenía pequeños cabellos bebés. Por otro lado a su rostro le faltaba un globo ocular, el cual sustituía con un ojo de vidrio, y el lado sano de su rostro, tenía una enorme mancha negra que sólo hacía que su verdadera dentadura filosa se viera más terrorífica. Fernando no podía dejar de ver el reflejo de Balaam, sobre todo aquellos brazos fornidos que eran sostenidos por un chaleco que se extendía en un extraño aparato que llegaba a sus muñecas, era algo que parecía mantener la forma correcta de sus extremidades, además de proveerle de los dedos faltantes. Balaam era lo que se podría describir como un monstruo a simples ojos ignorantes.
—Tranquilo —dijo Balaam, con una seriedad sepulcral, odiando el terror con el que lo miraba—. No sufrí ningún accidente, así nací. Ahora si me permites, deseo poderme poner la pijama, y no me quitaré los pantalones frente a usted.
—A-ah sí, sí, yo… —Se quedó callado, aun estático. Sacudió un momento la cabeza, desviando la mirada para salir y cerrar la puerta torpemente tras él. Suspiró tratando de calmarse, pero la presión se le subió cuando de la nada, Noa aparece frente a él.
—Espero no agobie a Balaam. —Sonrió dulcemente, pero esa mueca sólo provocaba escalofríos—. Lo que menos necesita él es estrés ahora.
—¿No te habías ido a dormir? —carraspeó Fernando, aun sudando frío.
—Escuché desde que subió las escaleras, hasta cómo se iba a atrever a reclamar a Balaam. Soy de sueño muy ligero, aunque…eso usted ya lo sabe. —Su mueca se tornó entre tierna y afilada. A pesar de que sus dedos caminaban sobre el pecho ajeno de manera juguetona, él estaba lejos de bromear.
—Aléjate de él —ordenó Lukyan, quien se hacía presente, tomando la mano del menor para apartarla.
Noa rió suavemente, cubriendo su boca con delicadeza y regresar a su habitación. Gonzáles suspiró cansado, sentándose en el primer escalón superior de la escalera, desparramándose un poco y poniendo su mano en la cara, para ocultar su hastío.
—¿Te sientes mejor? —Se atrevió a preguntar al rubio, quien se sentó a su lado.
—Sí, me cambié de ropa —respondió aparentemente apático. Ambos guardaron un largo silencio—. ¿En qué nos metimos? —soltó finalmente, logrando ver el circo en el que estaban. Mañana tendremos que revisar viejas escenas del crimen, recrear…ustedes tienen que atender también lo que vaya surgiendo y…—suspiró exasperado.
—Bienvenido a mi mundo —respondió Fernando.
—Bueno, esto no podría ponerse peor —admitió aliviado, hasta que escucharon que alguien tocaba la puerta del penthouse.
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