-Y así fue como la diosa Mercury fue obligada a estar casada con el dios Júpiter para siempre –termino de decir Bazan. Pero como siempre que terminaba un mito Calisto tenía que abrir un debate, no podía evitarlo. Estaba en su naturaleza cuestionar todas acciones de los dioses.
- ¿Por qué su padre le debía un favor Júpiter? –dijo Calisto asqueada-. ¿Qué clase de matrimonio es ese? ¿No se supone que los dioses nos deben enseñar la manera más pura de amar? ¿Qué exactamente por eso nos emparejan?
Su tutor, Bazan Neptum, suspiro como si fuera un misterio para el también.
-Por supuesto que sí, pero algunos dioses también tienen sus dramas.
- ¿Y Mercury no reprocho absolutamente nada? –exclamo Calisto.
-La diosa es conocida por la cantidad de amantes que ha tenido, esta negada a sentar cabeza con Júpiter. Y Júpiter es… -Bazan no podía encontrar la palabra indicada para describirlo.
- ¿Conocido por sus celos? –supuso Calisto, a los niños siempre le decían que Júpiter era el dios más envidioso, que por eso mismo le encantaba empezar guerras.
-Yo diría que es más conocido por ir torturando y haciéndole la vida imposible a cada uno de los amantes de Mercury.
-Los dioses están mal de la cabeza –definitivamente no había pensado antes de hablar.
Su tutor le lanzo una mirada cautelosa y miro al techo de la habitación de estudio como si le estuviera pidiendo disculpa a los dioses por su comportamiento, pero no le dijo nada a Calisto.
-Bueno… –dijo medio incomodo-. Sigamos con el próximo mito.
La princesa suspiro cansada de mitos y miro a través de la habitación para ver si encontraba algo más interesante a lo que prestarle atención, pero por algo era la “sala de estudio” lo único que había en esa habitación eran libros, escritorios, mapas y sorpresa, más libros.
Bajo la mirada a su atuendo, hoy llevaba puesto un vestido suelto verde de mangas cortas con flores plateadas bordadas que le llegaba a las rodillas, tenía una cinta para que se le marcara la cintura. Su pelo lacio lo llevaba suelto, le llegaba a la mitad de su espalda. Su madre siempre le decía que se veía mejor con el pelo atado, pero hoy no quiso dejar que sus mucamas la peinaran.
Decidió centrar su atención a la luz del atardecer que entraba por el único ventanal.
-Calisto –la reprendió Bazan al ver que no estaba prestando atención a el quinto drama de los dioses que le contaba esa tarde-. Sé que no me estas escuchando.
La conocía muy bien, no se le escapaba nada. Era su tutor desde los 12 años. La miro con sus ojos verde oscuro preocupado, se peinó su largo cabello negro hacia atrás como si el también estuviera cansado de los mitos.
- ¿Qué estás pensando? –le pregunto curioso, seguro pensaba que un pequeño recreo no les vendría mal.
Calisto no sabía cómo formular la pregunta que le estaba torturando la cabeza hace semanas. Sentía que era una pregunta demasiado intima para preguntarle a su tutor, pero por otra parte lo conocía desde hace años y tenían la confianza suficiente como para preguntárselo. Además, no era una pregunta que se le pudiera hacer a cualquier hada.
-Siempre… -Calisto se aclaró la voz y miro a la mesa-. ¿Siempre has sabido que tu pareja iba a ser un macho? Me refiero… a antes de que lo conocieras.
Definitivamente no esperaba ese tipo de pregunta. Debido a que abrió los ojos sorprendido por una milésima de segundo, pero enseguida volvió a su típica expresión serena, hasta se veía medio halagado por la pregunta y la curiosidad que había en ella.
-Sé que va a sonar sorprendente, pero honestamente no –le contesto.
Calisto espero a que se explicara un poco más, cosa que hizo. La cara de Bazan de pronto se volvió nostálgica.
-Yo… tenía 17 años cuando vine a Platium a terminar mis estudios –la mayoría de las hadas reales de otros pueblos por lo general venían al castillo a estudiar por su inmensa biblioteca-. Todavía no había encontrado a mi pareja y no era algo en lo que pensase mucho, ni siquiera me interesaba debido a que siempre había supuesto a que iba a ser una hembra. Y eso que siempre ha habido parejas del mismo sexo, pero no se ven muchas y como yo nunca había visto una incluso dudaba de su existencia. Así que nunca pensé que podría llegar a ser un macho, nunca lo considere…
Bazan sonrió sin poder evitarlo, seguro que ni siquiera era consciente de la sonrisa radiante que tenía en la cara, de sus ojos salían destellos.
-Hasta que conocí a tu tío. Cada vez que iba a buscar un libro en la biblioteca nos terminábamos encontrando y teniendo largas conversaciones indecentes sobre libros que hasta hoy en día me las acuerdo, creo que nunca he ido a esa biblioteca sin encontrármelo a él –era raro que diga eso debido a la inmensidad de esta, es como un laberinto. La biblioteca más grande de todo Eihwaz-. Pero bueno, ya lo conoces a Tanner, es difícil sacarlo de ahí. Creo que es la única persona que conoce toda la biblioteca de memoria, le puedes poner una venda en los ojos y seguro que encuentra el libro que estás buscando antes que tú.
- ¿Y crees que él lo sabía? –le pregunto Calisto.
-Oh, tu tío fue quien me lo dijo –Bazan largo una pequeña risa como si se acordara de algo divertido-. El tercer día que nos encontramos devuelta en la biblioteca, me dijo que quería hablar conmigo. Me agarro de las manos, me miro a los ojos preocupado y me dijo “no puedo creer que mi pareja no me reconozca” cuando estaba por decirle que se había vuelto loco, me beso y fue ahí cuando pude sentir el vínculo. Desde entonces alardea diciendo que lo supo desde el primer día que me vio y sigue indignado de que yo no lo haya reconocido –termino la anécdota revoleando los ojos.
Calisto no pudo evitar reír ante el comentario, típica actitud de su tío.
- ¿Y qué dice la iglesia? –le pregunto curiosa.
-La iglesia solo quiere las parejas acepten el vínculo. No les importa de qué sexo sean. Por otra parte, los que dejan que el vínculo desaparezca con el tiempo, a ellos son los que repudian, los que no lo aceptan.
-No creo que eso este bien –le dijo Calisto-. Es injusto que dos personas estén obligadas a estar juntas incluso antes de conocerse.
-Yo pienso lo mismo, está mal que nosotros tengamos que pagar el error de los dioses.
Cuando Calisto le estaba por contestar empezaron a escuchar gritos que venían de la única ventana de la habitación que daba al campo de entrenamiento de los géminus. Escucho a alguien gritar la palabra “dragón” pero pensó que lo estaba imaginando, era imposible encontrar un dragón afuera de Malos Kais. Los gritos no hicieron nada más que persistir.
Ambos se miraron extrañados, se levantaron del escritorio para acercarse a la ventana abierta. El sol estaba por desaparecer en el horizonte, pero todavía había suficiente luz para ver la figura gigantesca que volaba en el cielo en dirección al castillo, estaba lejos, pero volaba rápido. Apenas se podía distinguir su figura, un punto en el cielo con unas alas gigantescas.
-Imposible -murmuró Bazan. Su boca estaba abierta y parecía como si acabase de ver a un fantasma.
Eso confirmaba sus dudas. No estaba loca, un dragón de carne y hueso, no los de las ilustraciones de los libros, se estaba dirigiendo a Platium. La puerta de la habitación de estudio se abrió de un golpe tan fuerte que los mapas de las paredes casi se cayeron. Era el Comandante Fischer, llevaba el uniforme de la guardia géminus y su típico bigote canoso bien peinado contrastaba su piel color canela.
-Alteza –le hizo una pequeña y rápida reverencia a Calisto, luego se dirigió a su tutor-. Mi señor, van a tener que acompañarme a los cuartos reales secretos.
Los cuartos reales, se encontraban en las catacumbas, no muy lejos de los calabozos en el sector del Ejercito Géminus de Zánix. No tardaron mucho en llegar allí. En la puerta de los cuartos, que era la única entrada y salida del lugar, había seis guardianes géminus que los dejaron pasar. Una vez escoltados por el Sargento Fischer este partió devuelta a hacer cuales fueran sus deberes en esta inusual situación.
Adentro estaba todo oscuro, el aire era pesado, con olor a moho, había solo tres velas en el suelo para iluminar la gigantesca habitación llena de catres viejos. Pudo distinguir que la mayoría de las hadas pertenecían a la realeza. Su madre y su hermano se dirigieron a ellos. Calisto busco entre las demás hadas para ver si encontraba a su padre, pero no pudo verlo por ningún lado. La princesa se percató de que su tutor buscaba con la misma intensidad que ella a otra persona, a Tanner.
-Calisto, Bazan –los saludo su madre, nunca la había visto tan preocupada y aliviada al mismo tiempo-. Menos mal que ya están aquí ¿No esta Tanner con ustedes?
-No, probablemente esté en la biblioteca –dijo Bazan nervioso por su pareja.
-Voy a mandar a alguien a buscarlo –respondió la reina preocupada por su gemelo y se fue dejándolos a los tres.
- ¿Vieron el dragón? –dijo Ashton exaltado, parecía feliz por haber visto uno de verdad y nervioso porque lo comiera-. ¡Es enorme!
-Sí, lo vimos –le conto Calisto, aunque no sabía porque no tenía miedo como los demás en la habitación-. ¿Qué creen que hace un dragón afuera de Malos Kais?
-Lo mandaron los humanos, obviamente –dijo una voz nueva. Pepper había salido de la nada, con la poca luz no la había visto venir-. Probablemente para matar a Zero o a ti.
Calisto dudaba que fueran lo humanos y menos para matarla a ella, pero luego se acordó de la conversación que escucho hacia unos días afuera de la iglesia sobre como los humanos estaban más fuertes que nunca y estaban planeando algo, se estremeció.
-Pero ¿Cómo podrían controlar un dragón? –le pregunto Ash curioso.
-Con su magia negra, si no para que más la usarían.
-Creo que así no es cómo funciona la magia negra –le dijo Calisto a su prima.
- ¿Y tú qué sabes? ¿Tienes un novio humano secreto?
Estaba a punto de decirle que nunca en su vida había visto a un humano cuando la única puerta del lugar se abrió y entro Tanner. Llevaba sus típicas túnicas de bibliotecario de color azul con detalles en plateado, Calisto sospechaba que lo único que tenía en su armario eran copias de ese atuendo. Llevaba su pelo corto blanco despeinado y sus ojos oscuros parecían cansados, aun así, era tan hermoso y perfecto como su madre.
Bazan fue corriendo a su encuentro y lo abrazo preocupado. Tanner lo abrazo devuelta y le dio un beso en el cabello, aunque lucía un poco fastidiado por que lo sacaran de la biblioteca.
- ¿Dónde está papá? –le pregunto Calisto a su hermano.
-No lo sé, yo estaba en Ganthumis con Pepper cuando vimos al dragón. Los guardias dieron la alerta y nos llevaron aquí. Cuando le pregunte a mamá me dijo que estaba ocupándose de la situación, que iba a estar bien.
-Eso espero –Calisto le rezo a los dioses.
- ¿Cuánto tiempo vamos a estar aquí? –pregunto Pepper-. Ya me estoy aburriendo.
Nadie le respondió debido a que nadie sabía la respuesta. Nunca antes se habían vistos en esa situación y nunca antes siquiera habían visitado los cuartos reales secretos, esta era una primera vez para todos. Nunca antes había ocurrido ningún peligro en Platium, siempre se había sentido segura en su hogar, hasta aquel día. Las palabras de los géminus sobre los brujos no paraban de retumbar en su cabeza poniéndola cada vez más nerviosa.
Se sentaron en un catre viejo y esperaron. Alrededor de quince minutos los murmullos empezaron a escasear, ya nadie hablaba. Otros quince minutos después Calisto se empezó a preguntar si había pasado algo realmente malo, la tensión en el ambiente era cada vez más palpable. Estaba planteándose ir a tocar la puerta para preguntarle a los guardias qué estaba pasando, cuando de repente retumbo el ruido de la cerradura por la habitación.
Luego la puerta se abrió del todo de un golpe y todas las hadas se pararon, Calisto incluida, con los ojos semis cerrados cegados por la luz. El Comandante Fischer entro.
-Ya pueden salir, ha sido una falsa alarma.
Todos se dirigieron a la salida y acosaron al sargento con miles de preguntas, pero este solo daba respuestas vagas.
Su padre apareció detrás de Fischer, llevaba puesto su uniforme verde que combinaba con sus ojos con un bordado de color dorado que combinaba con su pelo, tenía ojeras y parecía muy cansado. Al unísono su madre, su hermano y Calisto corrieron a abrazarlo.
-Padre ¿Estas bien? ¿Qué ha pasado con el dragón? ¿Lo mataron? –Ashton hizo todas las preguntas que se estuvo haciendo Calisto desde que los habían encerrado ahí. Su padre sonrió ante el inesperado abrazo y bombardeo de preguntas.
-Sí, estoy bien. Les contare lo sucedido, primero muero de hambre. Vamos a comer, en la cena les daré los detalles –nadie le llevo la contra, todos estaban hambrientos, cansados y llenos de dudas.
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