Se dirigieron al sector de la realeza al salón donde por lo general cenaban con sus tíos, primos y algún que otro invitado. Era mucho más grande que el pequeño salón en el que comían ellos solos una vez por semana para tener un poco más de privacidad o sentirse una familia normal, o lo más cercano a eso, según la idea de Tamar.
Como siempre vinieron Bazan, Tanner, Pepper y su madre, Alice Mars. Su tía Alice no se parecía absolutamente nada a Tamar por lo tanto tampoco a Tanner, tenía el cabello oscuro de Pepper y ojos celestes. Calisto siempre había escuchado toda clase de rumores sobre ella, se decía que era una hija ilegítima, que su padre había encubierto el engaño de su esposa solo para no armar un escándalo y manchar su apellido.
Los invitados de hoy eran el Comandante Fischer y una guardiana géminus joven, lo cual era raro debido a que muy pocas veces los géminus eran invitados a la mesa real. Por lo general los invitados eran familias reales importantes que venían a Platium a hacer negocios con el rey.
Todos se sentaron en la mesa redonda donde ya estaban expuestas las delicias que degustarían esa noche. Calisto se había sentado como siempre a la derecha de su padre, al otro lado de ella se sentó Pepper junto con su madre. La reina estaba entre el rey y Ashton. Tanner y Bazan se ubicaron al lado de Ash, enfrente de Pepper y Alice. Siempre se ubicaban de tal manera que los invitados quedaran enfrentados al rey y la reina.
El comandante se mostraba sereno mientras que la guardiana géminus parecía nerviosa. La ultima estaba vestida inmaculada igual que el sargento con el uniforme de los géminus. Llevaba su pelo color cobre en una trenza cocida, haciendo que se remarcara su belleza. Compartía los mismos ojos dorados y piel oscura que el sargento.
-He invitado a el sargento Fischer y a su nieta, Mia, a cenar con nosotros para contarles con detalle lo que ha pasado con… -la voz de Zero se volvió grave tratando de encontrar las palabras sobre lo que había ocurrido hoy-. la situación del dragón.
Su padre suspiro cansado y empezó a comer, una vez que el rey comía los demás recién podían servirse.
-No sé por dónde empezar –dijo como si su mente estuviera en otra parte-. Comandante, ¿le importaría resumir lo sucedido? –apenas termino la pregunta y sin esperar una respuesta, el rey empezó a devorar la comida. Todas las cabezas en la mesa apuntaron al sargento y a su nieta, expectantes.
-Claro, por supuesto –el comandante se aclaró la voz-. Bueno, un mes atrás uno de nuestros generales, Ren Geist, fue autorizado a que emprendiera la búsqueda de unas mestizas desertoras, sus sobrinas.
Calisto todavía se acordaba, la noche que el general había interrumpido su cena de familia “normal” para pedirle a su padre una misión. Se ve que su madre también se acordaba porque suspiro e interrumpió al sargento.
- ¿Y cómo es que esta todo eso relacionado con el dragón?
-Bueno, su Majestad. No esperábamos tener noticias de Ren en al menos dos meses, debido a que tenía que viajar a Arkkia y volver con Terra y Rayla. Así que cuando vimos al dragón lo último que se nos hubiera ocurrido es que Ren y sus sobrinas, estarían montándolo.
En ese momento Tanner escupió su bebida y se empezó a atragantar. Bazan le empezó a golpear la espalda para con delicadeza y los ojos abiertos. Los demás quedaron petrificados con la boca abierta. A Calisto sin darse cuenta se le cayó el tenedor de la mano.
Una vez que Tanner se recompuso fue el primero en salir del shock y empezar a hacer preguntas.
-Disculpe, comandante. ¿Dice usted que lo estaban montando? ¿A el dragón? Me temo que eso no es posible.
Tanner era la persona con más sabiduría que Calisto conocía, así que si él decía que algo no es posible es porque efectivamente no lo era.
-Vera, mi señor. Nosotros pensábamos exactamente lo mismo, estábamos a punto de atacarlo cuando vimos que llevaba tres mestizos en el lomo.
- ¿Es verdad, padre? –le pregunto Ash a Zero.
El rey asintió con la cabeza y siguió comiendo.
Bazan y Tanner, los eruditos de la mesa parecía que en cualquier momento se iban a desmayar.
-Eso quiere decir que… -Bazan miro a su pareja que termino la frase por él.
-Los jinetes de dragones… –dijo en un susurro Tanner-. Realmente existieron.
-Y existen –añadió el sargento-. Por lo visto hoy.
- ¿Entonces el general Geist fue bendecido con alas? –pregunto Tamar.
-No, su sobrina Terra fue la bendecida –siguió el Sargento con la anécdota-. Según nos contaron cuando pasaban por la frontera, por Malos Kais, Terra salvo al dragón de unos brujos que estaban por extraerle la magia, luego Ren dice que vio el momento exacto en el que conectaron. Para asegurarnos que el dragón no iba a volverse salvaje le pedimos a Terra que lo obligara a hacer unas cosas, para ver como lo comandaba y si este seguía sus instrucciones. Por eso tardamos tanto en sacarlos de los cuartos secretos, medidas de seguridad.
- ¿Dónde está el dragón ahora? –pregunto su prima con cierto temor en su voz.
-Me temo que eso es confidencial –le dijo Zero, luego se dirigió hacia toda la mesa-. Lo único que tienen que saber es que esta en un lugar bien custodiado. Dependiendo de cómo se comporte vamos a darle la noticia al reino de que un dragón y su jinete se van a estar sumando a nuestras tropas géminus.
- ¿Y las hermanas mestizas y el general? ¿Dónde están? Podrían estar contando ellos sus hazañas –dijo su tía Alice. Calisto se estaba haciendo la misma pregunta que probablemente si no la hubiera dicho su tía la hubiera preguntado ella misma en voz alta.
-Ren y sus sobrinas están descansando ahora mismo –respondió su padre-. Tuvieron un largo viaje. Según nos dijeron viajaron dos días montando a el dragón desde Malos Kais.
'¿Dos días viajando arriba de un dragón?', pensó Calisto, 'que locura'.
-Zero… -dijo Tanner-. Ya sé que dijiste que el paradero del dragón es confidencial pero como erudito esto es algo que tiene que ser analizado y documentado.
-Tranquilo, Tanner. Mañana les daré su ubicación para que puedan estudiarlo.
Bazan y Tanner se relajaron apenas el rey les dio la buena noticia. Zero se aclaró la voz.
-Por otra parte, he invitado a la guardiana géminus Mia Fischer debido a la conexión que tenía con les hermanes antes de que desertaran –el rey centro su atención en la géminus que apenas había tocado su plato, al igual que Calisto-. Mia quiero que nos cuentes como era tu relación con ellas.
-Por supuesto, su Majestad –contesto Mia educadamente con una voz inusualmente grave.
Cuando Calisto la escucho hablar supo inmediatamente porque se le hacía tan familiar su nombre, era la géminus que había espiado un mes atrás la misma noche que Ren había pedido permiso a su padre para ir a buscar a sus sobrinas.
-Conocí a Terra en la academia cuando teníamos 11 años, desde entonces siempre fuimos extremadamente cercanas hasta que desapareció el año pasado, desde entonces no he sabido nada de ella. Rayla, su hermana, es dos años menor que ella, aunque con ella no tenía mucha relación.
- ¿Tienes alguna idea de por qué Terra habría decidido desertar cuando estaba por convertirse en guardiana géminus? –le pregunto el rey.
-Honestamente no, su majestad –Mia suspiro-. Terra era la mejor en todas las clases y ambas queríamos entrar con ansias en sus tropas.
-Ren siempre ha dicho que Arthur era quien frenaba a Terra de alcanzar su máximo potencial –dijo el Comandante Fischer interrumpiendo a su nieta.
-Sabemos que su padre sigue en nuestros calabozos –dijo Zero al comandante-. Pero ¿Saben algo de su madre?
-El general Geist nos dijo que murió poco después de tener a Rayla. Se volvió loca y se quitó su propia vida.
La mesa quedo sumida en un vasto silencio.
-Bueno –suspiró el rey apenado-. Mañana hablare con Ren para informarle el próximo paradero de sus sobrinas en mis tropas, creo que ya hemos terminado aquí.
Efectivamente ya habían terminado de comer lo poco que hubieran podido con tales noticias. Les hicieron una oración a los dioses agradeciendo la comida y cada uno partió a sus respectivos aposentos.
Pero la cabeza de Calisto había absorbido demasiada información en muy poco tiempo y necesitaba despejar su mente antes de ir a la cama o de otras formas sabía que no iba a poder dormir en toda la noche, así que empezó a divagar por el castillo sin ningún destino en particular.
'Algo está pasando', pensó la princesa, 'y es algo grande'.
Toda su vida había sido tranquila, demasiado tranquila. Nunca había pasado algo tan escandaloso como para meter a toda la realeza en los cuartos secretos. Su padre estaba paranoico, Calisto pensaba que tenía que ver con lo que estaban hablando los géminus el otro día en la iglesia. Los humanos estaban cada vez más fuertes y todos daban por hecho que tenía que ver con la profecía del fin.
Pero aun así según esta todavía no había empezado debido que todavía nadie se había proclamado como héroe y tampoco se “había caído ningún soberano”.
¿Y el dragón? ¿En dónde encaja en todo esto? Definitivamente el dragón es una pieza importante. Sucesos como este no pasaban hace eras. Algo tiene que significar.
Las leyendas decían que cuando las hadas estaban más conectadas con los dioses, estos permitieron a sus hijos, los mestizos, conectar con los dragones. Debido a que fueron “castigados” sin la posibilidad de formar vínculos de parejas, los “recompensaron” con los dragones. Además, así los géminus tendrían más herramientas para proteger a sus progenitores, las hadas. Pero esas historias siempre se pensaron como cuentos para irse a la cama, nadie los tomaba enserio.
'¿Quiere decir esto que nos hemos conectado devuelta con los dioses? Es posible, aunque lo dudo.'
Antes de que Calisto se diera cuenta estaba afuera del palacio dirigiéndose a los establos del EGZ. El cielo nocturno estaba cubierto de estrellas, la luna llena estaba en su punto más alto. El aire era cálido y olía a flores primaverales.
El establo era de piedra gris con un techo de paja, medía cuatro metros de alto y seis de ancho, tenía un pequeño ático donde había gallinas. Calisto lo conocía bien debido a que cuando era pequeña iba a peinar a los caballos y pasearlos. Además, era el único establo del palacio y ahí se encontraba su yegua, Erin, que se la había regalado su tía Alice cuando cumplió 15. Mientras caminaba supuso que no le haría mal echar un ojo a Erin, hacía mucho que no la montaba o la iba a ver.
Cuando se estaba acercando al establo pudo distinguir a dos guardias que estaban custodiando la entrada. Nunca antes había visto géminus vigilando los establos y mucho menos a la noche.
'¿Que estarán custodiando? ¿Caballos? ¿Gallinas?' Calisto suspiro sin poder creérselo y al mismo tiempo se reprendió a si misma por no haberse dado cuenta antes. '¿Dónde más podría esconder mi padre un dragón gigante?'
Aun sabiendo que adentro estaba la bestia, Calisto se dirigió sigilosamente a la entrada de todos modos. Quería ver al dragón de cerca y por algún motivo no le daba miedo.
Sabía que los guardias no iban a dejarla pasar, sin importar la excusa que utilizara. Así que decidió tratar de infiltrarse por sus propios medios. Conocía exactamente que truco usar para hacerlo.
Se acercó agazapada escondiéndose entre los arbustos hasta que estuvo lo suficientemente cerca para ver con detalle a los guardias. Eran dos géminus jóvenes. Concentrándose lo suficiente Calisto genero una llama sobre uno de los géminus solo que sin temperatura. Después de años de práctica pudo aprender a separar las dos cosas que componen una llama, luz y calor. Pocas hadas eran capaces de hacer tal cosa.
El géminus empezó a gritar y se tiró al suelo para empezar a rodar por el pasto, el otro géminus se sacó su abrigo y se lo tiro encima. Ninguno de los dos estaba mirando en su dirección así que corrió el último tramo hasta el establo y se metió dentro, apenas entro apago la llama fantasma del géminus.
Calisto se tiró al suelo respirando profundamente debido al poco ejercicio que había hecho y la adrenalina que había sentido. Definitivamente no estaba en forma, pero aun así se sentía más viva que nunca. Estuvo sentada unos minutos escuchando las teorías de los géminus sobre las llamas hasta que se callaron.
Se levantó y se sacudió su vestido, adentro del establo no había ni una sola vela prendida así que Calisto alzo la mano y prendió una pequeña llama sobre esta. No quería caer encima del dragón por equivocación.
Pudo ver el lugar con mayor claridad. A los costados del establo estaban los caballos en sus pequeños cubículos con los ojos tapados y en el medio, entre los caballos, estaba el dragón. Ocupaba casi todo el establo de largo y su cabeza no llegaba tocaba el techo debido a la altura de este.
El dragón la miraba con una intensidad que casi parecía humana, como si intentase comunicarse con ella. Calisto pensó que su belleza no era de este mundo. Sus escamas parecían de un negro azulado con la poca luz del lugar y de su cresta roja parecía que le sobresalían huesos puntiagudos bañados en sangre. Pero lo que más le llamo la atención fueron sus ojos. Eran del mismo color dorado con el que ella podía crear sus llamas, también había aprendido a cambiar el color de las llamas. Parecía que el dragón llevase su llama favorita adentro de los ojos.
Calisto se acercó a la bestia maravillada sin poder evitarlo, pensó que este se alejaría o la ignoraría, pero en cambio bajo grácilmente la cabeza hasta que quedo a la altura de sus ojos. Al verle los ojos tan de cerca Calisto pensó que perdería la cabeza, eran demasiado irreales como para que ella lo pudiera procesar. Sin pensarlo dos veces estiro la mano que no estaba sosteniendo la llama y acaricio el hocico del dragón.
Apenas había podido sentir la inusual suavidad de sus escamas cuando una voz en la oscuridad le hablo.
-Le caes bien –la voz era cruda y un tanto melodiosa.
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