Calisto alejó inmediatamente la mano del dragón asustada, había pensado que estaba sola. Se dirigió hacia donde había escuchado la voz, pero la luz de su pequeña llama no podía penetrar la oscuridad de todo el establo así que la hizo más fuerte.
Apoyada en una columna del establo había una mestiza o un mestizo. Su cara, cuerpo y vestimenta eran tan neutros que era difícil distinguir su género, podía ser femenino o masculino, ambos al mismo tiempo o ninguno de los dos. Aun así, Calisto sabía que su sexo era femenino, debido a que estaba impregnado en el olor de su esencia.
Aunque Calisto no tuvo mucho tiempo procesarlo debido a que se quedó petrificada ante su punzante belleza.
Llevaba un uniforme de los géminus que claramente no era de su talla, el pantalón le quedaba un poco ajustado marcándole los cuádriceps y la camiseta demasiado grande. El pelo le llegaba hasta la barbilla y parecía casi del mismo color que las escamas del dragón, azul medianoche. Calisto se preguntó si sería igual de suave, porque lo parecía. Tenía la nariz respingada, los labios voluptuosos y la mandíbula marcada. Era cruelmente hermosa o hermoso o hermose, pero lo que más le impresiono a Calisto fueron sus ojos, nunca antes había visto unos ojos grises como esos, eran tan claros que parecía que estaban hechos de aire.
De pronto Calisto fue muy consciente de su vestimenta y se maldijo por haberse puesto un vestido tan holgado y por no dejar que ese día las mucamas la maquillaran o le ataran el cabello.
Calisto pensó en lo que le había dicho antes de que quedara impresionada con su belleza.
- ¿Cómo sabes que le caigo bien? –le pregunto la princesa con cierta timidez.
La miro profundamente con sus ojos grises antes de contestar.
-Porque puedo sentirlo –le dijo como si fuera obvio-. Estamos conectados.
Se alejó de la columna en la que estaba apoyada y se acercó lentamente a ella.
-Sabes, eres la primera persona que le agrada a Kenaz –dijo mientras se acercaba.
- ¿Kenaz? –le pregunto Calisto para asegurarse que estaba pronunciando bien el nombre del dragón.
Asintió con la cabeza. Calisto se dirigió hacia el dragón.
-En todo caso, me siento halagada, Kenaz. Tú también me caes bien –los ojos de la bestia parecieron destellar encantados ante su comentario.
Cuando Calisto se volvió a dirigir a la mestiza o el mestizo esta estaba al lado suyo y sonreía de una forma tan natural y hermosa que Calisto pensó que se iba a derretir. Estaba tan cerca que podía sentir su aroma, tenía olor al viento que se levantaba antes de una tormenta, una dulce mezcla entre olor a pasto y tierra. Era unos centímetros más alta que ella.
La muchacha o el muchacho levanto la mano lentamente y la acerco a la cara de la princesa. Calisto pensó que iba a tocarla por lo que se quedó absolutamente quieta. Se estaba muriendo ante la anticipación de que la tocara, sintió el corazón en la garganta.
Pero en cambio, acerco la mano al pelo blanco de Calisto, que colgaba por los costados de su cara, y con suma delicadeza saco un pasto de paja de su cabello. La princesa volvió a respirar sin haberse dado cuenta que había parado de hacerlo.
Calisto fijo su mirada al piso, seguro que si la miraba a los ojos se daría cuenta de lo roja que estaba, así que disminuyo la densidad de la llama. Era consciente de que ella no sabía que era la princesa debido a como le hablaba, la trataba como una persona normal, no la llamaba “alteza” ni le hacía reverencias. Calisto estaba feliz y no podía hacer nada más que saborear el momento.
-Entonces, tú debes ser Terra –la princesa no supo de donde saco el valor para seguir hablándole-. ¿Prefieres que me dirija a ti con algunos pronombres en especial?
No queria equivocarse o hacerle sentir incomoda, para su alivio Terra nego la cabeza, sus ojos aliviados de que le haya preguntado.
-Mi fama me procede –suspiro Terra-. ¿Tu cómo te llamas?
Calisto fingió no escuchar su pregunta y evadió el tema.
- ¡Eres una heroína! –exclamo asombrada-. Lo que hiciste por Kenaz fue asombroso.
-Y yo que pensaba que me recibirían como un traidor –dijo con la mirada perdida más para así que para Calisto, luego miro a la princesa y sonrió-. No fue nada, según Kenaz estábamos destinados a encontrarnos.
-Aun así, no es algo que haría cualquiera.
Calisto no pudo evitar sonreír al ver la media sonrisa de la mestiza, no se dio cuenta de que estaba sonriendo hasta que Terra se la quedó mirando con sus ojos fantasmas, la miraba con tal intensidad que la princesa podía jurar que sentía su mirada cosquillear sobre su piel. Apenas se dio cuenta Calisto dejo de sonreír avergonzada y Terra se aclaró la garganta.
-Bueno, me conoces a mí. Conoces a mi dragón. Pero yo todavía no sé quién eres ni porque nos estabas acosando–dijo Terra con voz juguetona. Calisto largo una carcajada antes de que pudiera frenarla-. ¿Cómo te llamas?
- ¿Yo acosándote a ti? Eras tú el que estaba en la oscuridad espiándome a mí –Calisto sin darse cuenta uso otro pronombre, sin quererlo, le salió tan natural que no se dio cuenta hasta un segundo después de que lo dijo. Aun así, Terra parecía alagada.
Allí fue cuando Calisto cayo en la cuenta de que era la primera vez que alguien la espiaba a ella sin darse cuenta. Ella por lo general era invisible en el palacio por lo que siempre terminaba espiando a los demás sin poder evitarlo, nunca la veían.
- A diferencia de ti yo si tengo permiso para estar aquí –sonaba como si estuviera evitando reconocer el hecho de que si la estaba espiando-. ¿Por qué tengo la impresión de que no quieres decirme tu nombre? –dijo la mestiza como si muriera por saber su nombre.
Terra todavía estaba lo suficientemente cerca de Calisto como para que esta pudiera sentir su aroma. Calisto sabía exactamente lo que pasaría cuando le dijera su nombre, así que pensó bien su jugada.
-Está bien, te diré mi nombre –dijo la princesa-. –A cambio de un favor.
- ¿Qué favor?
-Cualquier favor que te pueda pedir cuando yo quiera, tienes que jurarlo por los dioses.
La mirada de Terra se perdió por un segundo como si estuviera pensando en las mil y un cosas malas que le podría pedir y si valían la pena. Luego la volvió a mirar profundamente como si estuviera decidida a saberlo. Calisto pudo jurar que su mirada bajo una milésima de segundo a sus labios y se enfocó devuelta en sus ojos, un escalofrió le recorrió los labios como si hubiera sentido su mirada.
-Está bien –dijo decididamente mirándola a los ojos como si estuviera aceptando un reto-. lo juro por los ocho dioses.
Calisto bajo triste su mirada al suelo. Había durado poco, pero lo había disfrutado. Suspirando y en un susurro le respondió.
-Puedes llamarme Calisto.
Inmediatamente Terra retrocedió y la princesa no pudo sentir más su aroma a tormenta. A Calisto le daba miedo mirarla a la cara debido a la expresión que debía tener la mestiza.
-Alteza, yo… –la voz de Terra basto para que Calisto pudiera imaginarse su cara de horror al enterarse de que todo ese tiempo estuvo hablando con la princesa heredera de Zánix-. Disculpe, por no reconocerla. Nunca antes había estado en el palacio.
Cuando volvió a mirar a Terra este le estaba haciendo una reverencia. A Calisto le dieron ganas de ponerse a llorar.
-Está bien, no tienes por qué disculparte, en serio.
Terra debió de ver algo en su cara porque la miro por un largo minuto tratando de descifrar su expresión antes de preguntarle.
- ¿Te sientes bien?
No, Calisto no se sentía para nada bien. Quería que la tratara como a una persona normal, no como a una cosa superior. Pero el hecho de que no la haya llamado “alteza” o la haya tuteado, la hizo sentirse un poco mejor. Era como si hubiera sabido exactamente donde estaba la espina que la lastimaba y la hubiera sacado.
-Si –dijo la princesa con voz temblorosa-. Solo estoy cansada, debería irme a la cama.
Terra asintió como si entendiera.
-Iré a distraer a los guardias para que te puedas escabullir devuelta –le dijo Terra guiñándole un ojo como si estuviera tratando de animarla. Calisto sintió su corazón latir más rápido.
-Gracias –le dijo a Terra que le dedico una última sonrisa antes de salir por la puerta.
Una vez devuelta adentro del palacio Calisto se dirigió a su habitación sin pensarlo dos veces, fue directo a la cama. Y sin poder evitarlo, soñó con tormentas y ojos grises.
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