Advertencia: Esta novela no glorifica ni romantiza las escenas que se presenta, tampoco justifica a los criminales, y como autor creo profundamente que las patologías o enfermedades mentales deben ser tratadas con la importancia que merecen. No se está a favor de la violencia ni mucho menos de despreciar dichas condiciones mentales. Agradezco a Laura Mejía por ayudarme con la investigación inicial.
-Una semana antes-
Los suburbios, un lugar pintoresco que rodeaba la Gran Ciudad, donde familias enteras vivían para poder criar como era debido a sus hijos. Ya saben, casas semejantes en colores blancos, con tejados rojos, grandes jardines que cercaban el bosque, calles tranquilas con diversos letreros de: “cuidado, cruce de niños”, escuelas grandes y su respectiva iglesia.
La tranquilidad se respiraba, y las personas vivían en paz, lejos de la ajetreada ciudad pero lo suficientemente cerca para que los padres de familia fuesen a trabajar y traer el sustento de cada día; todo bien, hasta que esa noche lluviosa llegó.
—Por favor, por favor deja ir a mi familia —gimió un hombre regordete, de mejillas coloradas y cabeza donde apenas le crecía pelo. Su imagen era la viva forma de una persona bonachona, el cual mueve su pancita al reírse.
El intruso de la casa le “miraba” fijamente, a través de aquel saco de tela que usaba como máscara en la cual tenía dibujada la cara de un payaso; fácilmente podían identificarlo como “Muerte”, para esa familia era evidente que se aproximaba el fin.
—Por favor, piedad… te daré lo que sea, tómame a mi si lo deseas pero no le hagas daño a ellos —suplicó una vez más el señor.
El enmascarado, se paseaba por el comedor, donde los tenía amarrados. Saltaba de vez en vez sobre los juguetes que estaban tirados, y acariciaba las cabezas de sus víctimas sin dejar de clavar sus ojos en el hombre. Era una escena donde se podía mezclar el aroma del terror, el sudor y el salado llanto con el dulce hedor de los pastelillos recién horneados que se encontraban en la mesa, la fuente de chocolate, el azúcar y el té que se había servido. Daba un aire al país de las maravillas por el festín y adornos que le rodeaban.
La madre de los niños temblaba, trataba de no llorar para poder consolar a sus dos hijos, quienes mojaban sus pantalones de terror.
—¡No, por favor detente! —berreó la señora, viendo cómo el tipo jalaba de los cabellos del hijo más pequeño y sacaba a su vez un cuchillo de sierra.
-Actualidad-
—Qué emocionante, ¿a dónde iremos? —chilló Sky sin ocultar su cínica alegría.
—Atenderemos un nuevo caso —contestó tranquilamente Lukyan, sin querer con un acento marcado.
—Uh, ¿y por qué los estoy acompañando? —resopló entre divertido y curioso.
—Porque dado el trato, ustedes comenzarán a ser nuestros asesores y eres el único mentalmente estable disponible —dijo Keita de manera amable, sonriendo ampliamente.
—¿Lo soy? —dijo Sky realmente extrañado pero halagado.
—Contemplando que Balaam debió quedarse a responder las preguntas de Fernando respecto a la nota que dejaron el día de ayer, que Luke habla con una cabeza decapitada y que Noa no quiso asistir por pereza…sí, eras el único disponible y cuerdo —añadió Lukyan fríamente, arqueando una ceja a la vez que asomaba sus claros ojos del periódico que leía.
—Imbécil —bufó Sky entre dientes, cruzándose de brazos bastante ofendido —. En realidad, de aquí no sólo soy el más cuerdo… si no el más honesto, par de idiotas.
—¿Disculpa? —Bajó por completo el periódico.
Los tres se encontraban en una camioneta que les permitía sentarse uno en frente del otro, el trío estaba siendo escoltado por la policía local a la nueva escena del crimen.
—Lo que escuchaste. —Sonrió Sky de manera afilada, casi como un depredador. A pesar de estar esposado por obvias razones, aun emanaba un aura de peligro—. Yo hago lo que quiero porque puedo. Mientras que ustedes se rigen por reglas sin sentido. Siempre veo a los adultos tan reprimidos, persignándose y señalando, cuando a escondidas… —soltó una leve risa—son exactamente como yo. Me asquea la superioridad moral —dijo finalmente para pisar fuertemente entre las piernas de Lukyan, provocándole un pujido de dolor.
—Pequeño hijo de puta —gruñó el rubio, sintiendo cómo se le bajaba la presión del dolor.
Keita sin pensarlo, lo tomó para cargarlo y aprisionarlo entre sus piernas y brazos, asustado de ver lo terrible que se ponía el federal.
—¡¿E-e-está bien?!—chilló Keita, nervioso por la escandalosa risa de Sky, quien de verdad disfrutaba ver retorcerse de dolor al mayor. Tenía bien merecido su apodo como guerra— ¡Señor! —dijo tras un sorprendido jadeo.
Lukyan había soltado un fuerte golpe en pleno rostro de Sky, rompiéndole la nariz, llenando su puño de sangre.
—Te recuerdo que soy tu superior —gruñó el rubio, tomando la playera del chico. Observaba fijamente cómo éste tosía y salpicaba todo, a pesar de eso, el muchacho no borraba su arrogante sonrisa.
—Entonces nos entenderemos perfectamente —jadeó Sky, mirándolo complacido. Una parte de él sentía que este tipo por más superior que fuese, hablando jerárquicamente en cuanto al oficio, no lo veía desde arriba…con desprecio y asco. Genuinamente él de alguna forma a pesar de todo, estaba ahí como un compañero.
Lukyan le soltó de golpe, tomando su periódico nuevamente de mala gana. Keita por su lado, suspiró relajándose un poco y acomodando mejor entre sus piernas a Sky para curarle.
—¿Herimos tus sentimientos? —preguntó Keita de manera sincera, sacando un poco de gel anti-bacterial y algodones.
—¿Por qué te importa? —dijo Sky con burla y arrogancia, pero su sonrisa se borró un momento cuando escuchó que el hombre se reía—. No entiendo el chiste —gruñó con desagrado, sintiendo que se burlaba de él.
—Nunca mientes, pero sí omites la verdad. Es exactamente lo mismo…—respondió con suavidad, mientras limpiaba con cuidado su nariz—. No fuiste plato de segunda mesa, en realidad cuando me pidieron a mí acompañar al señor, pedí que fueras nuestro asesor…
—Uh, ¿por qué? —Sky en esta ocasión no pudo esconder su sorpresa.
—Ya te lo he dicho, tu trabajo es majestuoso, bastante limpio…hablando en un sentido retorcido —rió algo divertido—. Ah, no debería estarme riendo de esto —dijo con algo de pena, mientras sobaba su cuello—. Pero por lo que escuché, necesitaremos mucha ayuda forense, creo que sería bueno tenerte para ayudarme.
—Entiendo —musitó Sky, reprendiéndose internamente de sonrosarse por la amabilidad de ese tipo. Su corazón era fiel al señor Balaam y nada lo cambiaría.
(…)
—Sé lo que piensan, esto no es nuestro —dijo Sky una vez estuvieron dentro de la escena del crimen.
—¿Cómo es posible que apenas descubrieron esto? —gruñó Lukyan, tratando de no vomitarse. No habían descubierto los cuerpos hasta una semana después, era algo inconcebible, pero no tanto como Sky paseándose por el lugar sin inmutarse por los aromas.
—Mierda —tosía Keita, quien a pesar de ser resistente a los aromas, esto lo superaba.
Lukyan no pudo más, tuvo que salir pues podía jurar que se iba a desmayar, sin embargo, Keita se mantuvo en el interior. Se colocó unos guantes y cubrió boca junto con la nariz para seguir a Sky, quien gracias a su nariz rota, no percibía los aromas.
—Esto parece hecho por mí. —Sky arrugó la nariz, paseando por el pegajoso suelo, observando cómo el lugar estaba adornado como una fiesta de cumpleaños con serpentinas, globos de colores, silbatos, confeti, entre otras cosas. Estaba algo lejos de ser del gusto de Luke, pues sabía que su amigo iba a lo grande; no era sólo hacer una fiesta, sino hacer la madre de las fiestas con juegos de mesa, tiro al blanco, ponerle la cola al burro, alberca de pelotas…pero esto, esto parecía una puesta en escena, sólo era el comedor lo que fue parte del juego.
—¿Por qué lo dices? —logró decir Keita, sabiendo que no se estaba inculpando.
—Observa, corte irregular, piel reventada y los huesos astillados —dijo Sky acercándose a los cuerpos que seguían amarrados y decapitados—. Aunque claro, eso ya lo notaste. —Miró a Keita con cierto encanto.
—Sí. —Rió por lo bajo—. Pero a diferencia tuya, tuve varios años para aprender esto. Estos cuerpos llevan demasiado tiempo aquí, pero es evidente que fueron torturados y no fue una muerte rápida. —Keita pasó sus dedos sobre algunas costras, sintiendo cómo la sangre había coagulado de forma suave.
—Supongo que en la autopsia determinarán si murieron rápido o de manera lenta, digo…ese tipo gordo, no me sorprendería que haya muerto de un paro cardiaco antes de desangrarse. Pero a simple vista, puedo ver que este tipo es casi de los míos —dijo Sky con desfachatez, mirando con desinterés los demás cuerpos.
—¿Casi de los tuyos? —respondió Keita. Él analizaba la mesa, tomaba muestras y buscaba si había utensilios usados. Para ese momento, ya se habían tomado fotos de la escena, así que estaban en la libertad de poder mover lo que pudiesen.
—Sí, sinceramente hubiera puesto en sus sillas cuchillas, amarrado sus tobillos en las patas de éstas, y la cintura en el respaldo, con la oportunidad de estar a 3 centímetros del filo, aguantando su propio peso…
—Entiendo, entiendo…pero, era una familia, ¿sabes? —interrumpió Keita, mirándole atentamente para observar sus reacciones.
—Dije cómo le haría, no que se lo haría a ellos —carraspeó un poco, desviando la mirada—. Yo sólo voy por quienes me ordena el jefe.
—¿Y qué clase de gente es? —Ladeó la cabeza el mayor, mientras entregaba algunas muestras y se acercaba a analizar los cuellos de los cadáveres, observando cómo en sus extremidades presentaban golpes y cortadas.
—El último fue el “lobo feroz” —rió entre dientes, recordando su fechoría—. El jefe siempre me da la información de quiénes son y yo me pongo creativo —canturreó, sin dejar de analizar cada rincón del lugar.
—¿Qué?—soltó Keita un tanto perplejo—. ¿Cómo es que…? —tartamudeó por unos momentos.
—Iba a ser para Luke, pero tenía trabajo, así que el señor me lo pidió…incluso tengo un audio de él gritando, lo uso como despertador, ¿quieres oírlo?—dijo emocionado, acercándose con entusiasmo hasta que notó la mirada del mayor. No estaba seguro de qué significaba, ¿acaso estaba viéndole con terror o asco?
—No puedo creer que atraparon… es decir, ¿seguro era el “lobo feroz”? —preguntó finalmente con admiración.
—Sí, Juan Carlos Sánchez…tenía antecedentes por haber salido con una menor. Así es como el señor da con ellos, tenemos accesos a las investigaciones, antecedentes, e incluso se mantiene al tanto de las denuncias en revistas y redes sociales, de ahí nosotros los investigamos y una vez aseguramos que son culpables, poom, pam, boom. Aunque también hay casos donde… —Sky se quedó completamente callado. Él nunca mentía, pero estaba seguro que comenzaba a soltar información que seguro Balaam no quería.
—Está bien, no tienes que decirme nada más. —Sonrió dulcemente el mayor —. Sigamos con el trabajo, te enseñaré algunas cosas y me acompañarás a la autopsia. ¿Está bien?
—Uh, sí… sí —contestó extrañamente dudoso, era una sensación que no comprendía.
—¿Pasa algo? —Le miró atentamente, inclinándose para verlo cara a cara, provocando un sobresalto al peli banco.
—Nunca nadie le había importado mi opinión además de Luke, pero vamos…Luke no cuenta, él es considerado hasta con las putas piedras —bufó malhumorado.
—Entiendo, ¿sabes que el joven Balaam pidió terapia para ustedes? Él se preocupa también por ti.
—¿T-terapia? —No estaba seguro si debía ofenderse o cómo tomar aquella confesión—. No estoy loco…
—La terapia no es para gente loca, todos la necesitamos. Tómalo como una cita donde tú vas a hablar de lo que te gusta, disgusta, qué te apasiona, qué te incomoda…entre otras cosas. Estoy seguro que al joven Balaam también le importa lo que ustedes tienen en mente.
—Claro, el señor Balaam es genial —respondió con orgullo, sintiendo sus mejillas arder—. Uh, si él desea que tome esa cosa…lo haré. Uh, ¿en la terapia puedo recibir consejos?
—Consejos… ¿quieres consejos de qué clase? Es decir, no necesitas estar en terapia para tenerlos —Keita rió enternecido sin poderlo evitar—. Si quieres, puedes pedírmelos a mi como tu amigo.
—¿Has cogido con hombres? Realmente, REALMENTE quiero que el señor Balaam me meta el pene como en las películas de Golden 2.
Keita no vio aquello venir, ni él ni ninguno de los forenses que estaban ayudando. Todos se quedaron completamente callados, sintiendo una mezcla de extrañeza e incomodidad, mientras que Keita soltaba una fuerte carcajada.
—Vamos, debemos seguir investigando. —Palmeó su espalda, para guiarlo a recorrer la casa.
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