—¿Qué te dijeron? —Sky le miró fijamente, recargando su trasero en el filo de un escritorio.
—Que regresemos a casa, ellos se encargarán del resto. Nosotros ya hicimos nuestra parte, y bueno, creo que sólo queda esperar que el laboratorio encuentre algo más.
—¿No se supone que tú haces esas cosas?
—Sí, bueno…lo hacía, pero ahorita me toca cuidarte.
—Entonces, llévame a comer —ordenó Sky como si nada.
—Lo siento, no tengo permitido sacarte más allá de la comisaría o lugares donde debemos hacer la investigación.
—¿Por qué, temes que mate a alguien o asuste a las personas? —Se burló con amargura y arrogancia, casi siseando.
—No, temo que te hagan algo —dijo sinceramente, poniéndose de pie para tomarlo suavemente de la nuca y dirigirlo fuera del cubículo donde estaban.
Al salir, el usual barullo se fue apagando. Keita había notado lo mismo cuando habían llegado, sin embargo, quería ignorarlo…ahora era difícil hacerlo, debido a cómo las miradas de cada agente, secretaria y policías, se clavaban en ellos.
—¿Qué tanto te ven? —resopló Sky con altanería.
Keita no respondió, sabía que él no era el centro de atención, al menos no esta vez. Por inercia tiró un poco de Sky para apegarlo a él y caminar lo más cuidadosamente posible, sabía que cualquier movimiento brusco o cosa rara, tendría a decenas de policías disparando con el pretexto de: “hizo algo sospechoso”.
—Entonces, los rumores son ciertos —dijo un policía, quien caminaba pavoneante con la mano sobre el mango de su arma la cual aún no desenfundaba, pero por cómo tamborileaba ésta, se notaban las ansias de querer perforar entre ceja y ceja al menor.
—Ah, oficial Carter —dijo Keita amablemente, viendo desde arriba al pequeño blanco hombre.
—Esa condescendencia sólo funciona con ese “wetback”. —Era evidente que nadie era feliz con el jefe, ni mucho menos con esta decisión de albergar criminales.
—No entiendo —susurró Sky con inocencia a Keita, sin comprender que se referían al Jefe Fernando.
—Lo tendrás esposado, pero todos sabemos que en una silla eléctrica es donde debería estar —bufó con recelo.
—Creo que deberías hablar eso con los federales, ellos son dueños de este caso y ya está estipulado que usarán nuestros recursos para la investigación. Así que sugiero que te apartes…
—No te creas tanto —interrumpió el oficial algo irritado—. Mejor cuídate allá afuera, los dos…cuídense allá afuera. Espero siempre carguen con su placa…
—¿Tienes ganas de matarlo? —Sky se encontraba realmente confundido, no entendía absolutamente nada, hasta que notó la mirada del policía…esa mirada con la que estaba tan familiarizado y que le desagradaba tanto.
Keita se limitó a jalar al muchacho para salir de ahí, no estaba dispuesto a seguir una discusión sin sentido. Se subieron a la camioneta y cerró la puerta, suspirando pesadamente. Era increíble cómo es que un hombre más pequeño que él, podía poner tan nervioso a alguien de su tamaño.
—¿Por qué te miraba así? —bufó Sky sin comprender, no notaba lo mucho que esa situación le calaba y molestaba. Su estómago ardía tanto de la inexplicable rabia.
—…—Keita arqueó las cejas, sonriendo con un deje de tristeza—. ¿Así?
—Sí, así…con asco, si no estás feo. Es decir…uh, entiendo que me vean así a mí —carraspeó sin querer dejando ver esa pequeña inseguridad, y el meollo de todo el asunto—. Pero tú… ¿por qué? ¿Y por qué eres tan amable con ellos? Deberías hacer que mastiquen agujas o presionarle los ojos hasta que revienten.
—¿Tú lo harías? —preguntó sinceramente, sin juzgarlo o al menos tratando de que éste percibiera que era un lugar seguro.
—Pues claro que sí, nadie me va a ver por encima —soltó sin tapujo alguno, sin notar cómo este enorme tipo le provocaba confianza—. Y lo hice, y no me arrepiento de nada…aunque
—¿Aunque? —insistió, buscando su mirada.
—Aunque…tal vez eso me costó que mis papás me encerraran y me vieran…así. —Conforme hablaba, su voz parecía apagándose—. No soy un monstruo. —Se defendió, cruzándose de brazos y desviando su rostro.
Keita empezaba a comprender, era probable que el muchacho tuviese un daño en el lóbulo frontal que afectaba su toma de decisiones, además de ese trastorno narcisista y antisocial que no fue tratado, sino reforzado por situaciones donde dejaron a un niño a la deriva.
—¿De niño te veían así? —se atrevió a preguntar, observando fijamente las reacciones del albino.
—…—Sky nunca mentía, decía las cosas como eran sin pensar que podía ser bueno o malo, sin embargo, evitaba ese tipo de preguntas sin entender el porqué. Era una sensación que le provocaba agruras, por no decir una fuerte incertidumbre y confusión, ya que él veía que las cosas que hacía eran despreciadas, y no comprendía porqué, y por más que intentara ser alguien genial, simplemente no lo lograba. No entendía porqué no tenía esa falta de asociación entre una cosa y la otra.
—Entiendo…—susurró Keita, sabiendo que el silencio decía más que mil palabras—. Vamos a casa, te dejaré y saldré a comprarte algo de comer. ¿Qué te gustaría?
—Lo de las terapias —dijo Sky de repente—. En qué decías que consisten —carraspeó, pensando un poco en Balaam. Si su líder había querido eso para ellos, era por algo, confiaba ciegamente que él quería lo mejor para todos.
—Básicamente es platicar, seré tus oídos y estarás en un lugar seguro donde nadie te juzgará. Si encontramos cosas que te disgustan, las trabajaremos juntos, y en caso de ser necesario podría haber medicación.
—Pero no estoy loco…
—Y creo que en nuestra primera sesión te haremos quitar ese estigma —rió enternecido—. Debemos normalizar el tratar la salud mental así como se normaliza el ir al doctor por una gripa.
—Gracias…supongo que si mi novio Balaam confía en ustedes, empezaré a hacerlo —sentenció orgulloso.
—¿Tu novio? —le miró perplejo.
—Sí, es mi novio…aunque él todavía no lo sabe. ¿Uh? De qué te ríes, deja de reírte…que te dejes de reír. —Se quejó Sky, observando cómo Keita casi chillaba como pato de hule por las carcajadas que soltaba.
—Lo siento, lo siento pero es que eres adorable —dijo en su defensa, limpiándose algunas lagrimitas que le salían. Keita se logró calmar, pero el silencio le extrañó, fue entonces que su mirada se dirigió al rostro del menor quien estaba completamente rojo.
—¿De verdad crees que soy adorable? —musitó desconcertado, pero encantado, nunca nadie en su vida le había dicho eso. Su corazón latía de manera que le dolía, y su cara se tensaba tanto por el rubor que se le entumecía. No pudo evitar tomar sus mejillas, queriendo ocultar un poco las venas negras que resaltaban por el carmesí de su cara, no quería que eso le hiciera ver menos adorable—. Ahora es tu obligación como mi terapeuta decírmelo 3….no,2… no espera, 10 veces al día.
—¿Hablas en serio? —dijo un tanto divertido, pero asintió—. Pero mis consultas no son gratis. —Se cruzó de brazos, acomodándose en el asiento para verle mejor.
—¿Qué quieres a cambio? —Arqueó una ceja, observándole atento y algo intrigado.
—Seré franco, hay muchas cosas de tu trabajo que me intrigan. Desde técnicas, formas, entre otras cosas; creo que sería muy informativo que me enseñaras cómo hiciste varios de tus crímenes y me dejaras hacer un libro de eso, creo que sería muy ilustrativo para siguientes generaciones forenses.
—Uh, sí…está bien —musitó tímidamente, sin creer que de verdad alguien apreciara su trabajo. Sky estaba conmovido de una forma retorcida y tal vez algo insana.
—Bien —sonrió acariciando su cabeza.
—Y volviendo a lo de la comida, me gustaría una hamburguesa, papas y refresco.
(…)
—Hush…—se oyó una voz retumbar en una elegante oficina de estilo victoriano. Un hombre estaba al teléfono, recargado en su cómoda silla giratoria de piel.
—¿Sí, señor? —respondió la robótica voz, extrañado que su alto mando se comunicara así con él.
—¿Hasta ahora, cuánto había pagado el señor Robles?
—Estaba cerca de terminar su pago, el dinero está intacto. Ya me contacté con él advirtiéndole que posiblemente están cazándonos, aunque puede que lo del señor Robles haya sido una coincidencia.
—Puede, pero no vamos a arriesgarnos. ¿Has observado a los federales?
—Así es señor, aún no deduzco quién puede ser el traidor.
—Vigila a Noa, por favor.
—Sí, señor.
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