Las palabras me tomaron por sorpresa y di un pequeño salto, pero logré recomponerme inmediatamente.
Desde el interior de una camioneta antigua me miraba un chico con una sonrisa lobuna que me puso los pelos de punta.
—N-No gracias.
—Es por lo mismo que digo que no. Dudo mucho que seas un chico lindo que sólo quiere llevarme a mi casa.
Me sonrojé al notar que había aceptado que era un chico lindo, pero él pareció ignorarlo.
—Ah, si te hace sentir menos desconfiada, me llamo Rubén y tengo 20 años.
Lo miré con los ojos entrecerrados... ¿Por qué me debería sentir más confiada?
Cuánto más oscura es la noche, más brillante son las estrellas...
Puede que estuviera siendo excesivamente antipática, pero realmente nunca me había subido en el auto de un extraño y no estaba preparada para sufrir algún incidente por tonta.
El chico me miró con sus ojos verdes por unos segundos, parecía estar dudando entre dejarme ahí tirada o seguir dando la batalla contra mi antipatía.
Hizo rugir el motor de la camioneta y se alejó lo más rápido que pudo.
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