Me encerré en mi habitación para evitar escuchar los gritos de mis padres.
Hice todas mis tareas con la esperanza de distraerme pero fue imposible.
Busqué recetas nuevas de cocina con la esperanza de que en un futuro próximo los problemas se acabarían y yo haría manjares para disfrutar el simple hecho de estar felices y juntos. Como en los viejos tiempos.
Era claramente una estupidez solo imaginar que eso podría llegar a suceder.
Me acosté con la esperanza de que Morfeo me llevara lejos de todos esos gritos. A eso de las tres de la mañana sentí como mi hermana pequeña me jalaba del pelo.
—¡Despierta Cata!
—¿Qué pasa?
Mi hermana me miraba con sus ojos cafés muy abiertos. Era mi viva imagen a su edad.
—Tengo miedo.
—¿De qué?
—De los gritos.
Le hice un hueco en mi cama y la invité a dormir conmigo. A los minutos se tranquilizó pero los gritos siguieron durante toda la madrugada.
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