Realmente estaba contenta de haber conocido a Rubén, a pesar de que las circunstancias no eran las más normales.
Tenía una verdadera pasión hacia el cine, casi tanta como mi pasión por la comida.
Seguí caminando hacia mi casa. Abrí la reja del jardín y los gritos me golpearon.
Subí tratando de no hacer ruido, aunque era algo innecesario porque los gritos de mis padres y el llanto de mi hermana eran suficiente para que todo pasara inadvertido. Podía estarse acabando el mundo y ellos no serían capaces de darse cuenta.
Al llegar a mi habitación me recosté en la cama. Los gritos seguían presentes pero amortiguados debido a la puerta cerrada. Me acerqué a mi pequeño escritorio y abrí uno de los joyeros. Unos cigarrillos de marihuana estaban ocultos detrás del collar que me habían regalado para mis quince años. Cuando todavía éramos felices.
El chico que me los dio me había dicho que no eran peligrosos, simplemente te ayudaban a relajarte y era exactamente lo que necesitaba en este momento.
Antes de poder sacar un encendedor mi hermana golpeó la puerta.
Oculté todo dentro del joyero y abrí la puerta.
— ¿Puedo dormir contigo hoy?
Sonreí para intentar tranquilizarla, ocultando así mis propios miedos.
—Hoy y todos los días si quieres.
La abracé. Debía seguir manteniéndome fuerte por ella.
Comments (2)
See all