El desayuno con Fernández estaba por darse sin ningún tipo de complicación. Tiwer, junto a Voltage, había logrado infiltrarse lo suficiente en su organización para poder verlo en persona y comprarle unos veinte kilos del Diamante Rojo.
Poco sabía aquel hombre de cabello blanco, anteojos redondos con marco fino de oro y una expresión demasiado bondadosa de un ancianito antes que un peligroso traficante buscado en diez países distintos, que sus compradores eran oficiales de policía que no buscaban pagarle por su mercancía precisamente. Sin embargo Jorge Fernández no era un hombre imprudente para nada. Su desayuno se daría en su propio Penthouse custodiado por sus propios guarda espaldas y solo porque Voltage junto a Tiwer habían dado muestras de ser compradores serios fue que Fernández había accedido a verlos personalmente en un primer momento.
Sentado frente a su ventana en el último piso de su propio Penthouse, con el desayuno puesto en su mesa negra de metal, vestido de negro con una corbata roja que hacia juego con su camisa blanca, Fernández, sonrió al ver llegar a sus dos futuros compradores de confianza.
- Señores buenos días- los saludó Fernández esbozando una sonrisa casi maliciosa. Los guardaespaldas estaban cerca de ellos, con sus ametralladoras en mano- me alegra mucho que hayan podido venir a verme
- Y nosotros que usted deseara atendernos- lo saludó Voltage sentándose delante de él extendiendo su mano para poder estrechársela
- Estuvimos a punto de creer que haríamos toda la compra sin poder conocerlo- afirmó Tiwer sentándose también
- La compra… cierto- dijo Fernandez estrechando la mano de Voltage. Sacando un cigarrillo del bolsillo de su saco les preguntó mientras lo encendia con su encendedor- ¿Cuánto es lo que desean comprar, caballeros?
- Unos veinte kilos del Diamante Rojo, señor Fernández- le respondió Tiwer esbozando una amigable sonrisa. Su traje azul con una camisa color pastel lo hacían ver como el dueño de un club nocturno y en ese momento interpretaba dicho papel- en Nueva York se dice que el Diamante Rojo es más accesible para la compra en esta ciudad y mi club desea comprar un poco de la misma
- Miami es la única ciudad donde se puede conseguir- rió Fernández de forma granzosa e incómoda- dentro de poco Florida va a lograr el monopolio de las ventas de sustancias ilegales, eso es un logro muy grande para el estado
“Que honor” pensó con desgano Voltage al oír eso, sin embargo su sonrisa se mantenía intacta, largando un suspiro, tras reír un poco, le dijo a Fernández.
- Cierto; pero antes de lograr el monopolio, debemos distribuirla en Nueva York ¿Cuándo desea que se concreté la venta?
- Lo más pronto posible muchachos- volvió a reír Fernández tomando un poco de su café- sin embargo me gustaría que se quedasen unos días mas en Miami, para que puedan disfrutar de la playa, el sol, las chicas y nuestros propios clubes nocturnos
Los Guardaespaldas estaban empezando a incomodar a Tiwer. Eran varios hombres musculosos que vestían todos de igual forma: pantalones, campera sin mangas, guantes que dejaban sus dedos al descubierto, gorras y anteojos negros. El color negro estaba en todos los hombres cuyo único modo de identificarlos podría ser por el color de sus cabellos. Voltage tampoco se sentía mejor con lo que ocurría ¿Por qué estaba aplazando tanto la entrega del Cristal Rojo? ¿Acaso sospechaba de ellos o seria que…?
El sonido del timbre sobresaltó a los dos oficiales y extrañó a Fernández quien con un ademan de su mano dijo
- Por favor Johnny, ve a ver quién es a estas horas de la mañana
- Si señor- le respondió el guarda espaldas dirigiéndose a la puerta
Cuando la abrió se encontró con una hermosa mujer que tenía un uniforme de color café junto con una gorra donde estaba el logo de “EX-Mail”, sostenía un paquete que no tenia nombre ni destinatario. Aquella bella muchacha, de cabello negro y ojos verdes, le dijo al guarda espaldas:
- Para el señor Fernández
- ¿De parte de quien?- preguntó aquel Guarda espaldas
- De parte del señor Blau- le contestó la mujer retirándose de allí. Aquel Guarda espaldas se dirigió a donde estaba su jefe diciéndole- señor, un paquete de parte del señor…
- Si, lo escuche, gracias- sonrió Fernández recibiendo el paquete. Su expresión se veía tensa y parecía que deseaba irse de allí cuanto antes
- ¿Sucede algo señor Fernández?- preguntó Voltage de forma tranquila aunque algo en su interior le indicaba que lo mejor sería retirarse de allí antes de que la situación se volviese emocionante
- Nada importante
- Oye viejo- le dijo Tiwer a Voltage, con un tono de disculpa- creo que deje mis cigarrillos en la guantera de mi auto, no te molestaría ir a buscarlos por mi
- Claro que si- dijo Voltage levantándose de la mesa dirigiéndose a donde estaba la puerta de salida. Ni bien paso por la puerta se dio vuelta para ver a Tiwer sonriéndole en el mismo momento que Fernández abría la caja que le habían entregado
Al abrir la caja, la bomba se activó y estalló. Fernández salió volando de su silla rompiendo el enorme vidrio de su lujoso Penthouse y cayendo desde una distancia de casi veinte metros, aterrizando en el automóvil deportivo de Voltage. Tiwer, por otro lado, recibió de lleno la explosión desapareciendo su silueta en el anaranjado fuego. De los diez guarda espaldas que habían allí, cuatro murieron; pero los restantes quedaron aturdidos. Sabiéndose en un problema serio, Voltage, desenfundó su arma que tenia escondida en la funda que se encontraba debajo de su saco. Uno de los Guarda espaldas le apuntó con su arma gritando:
- ¡Maten a ese hijo de puta!
Voltage le voló los sesos antes de que pudiese apretar el gatillo de su ametralladora. Quedaban cinco guardaespaldas. Las ráfagas de fuego de las armas de los otros no tardaron en aparecer. Voltage se hizo a un lado esquivando dichas balas, levantándose, como podía, comenzó a correr hacia donde estaban las escaleras. Los guarda espaldas aparecieron por el costado de la misma puerta disparándole a su objetivo principal, Voltage se tiró al suelo disparando con su pistola. El cuello de uno de los Guarda espaldas reventó y la sangre mancho las paredes color pastel. Sosteniéndose su cuello, aquel hombre, cayó al suelo todavía disparando, arremetiendo sobre su compañero quien recibió de lleno los impactos de ametralladora. Cayendo de rodillas, largando un grito, aquel guarda espaldas murió. El tercero recibió un disparo en la frente y cayó al suelo en silencio muriendo en el proceso. Solo quedaban dos; pero Voltage tenía muy mala suerte en ese momento debido a que estaba herido en su hombro, además de que su propia visión estaba borrosa en ese momento. Los dos guardaespaldas le apuntaron y se dispusieron a disparar cuando el sonido de dos disparos de pistola se oyó a sus espaldas. Ambos cayeron muertos dejando visible una silueta larga y grande que se movía entre el humo de la explosión que cubría aquel enorme pasillo. Voltage apuntó a la borrosa silueta que, solo por un mísero momento, le pareció que era de una mujer alta, con ropas renacentistas, de cabello largo llevando una boina con una pluma en la cabeza, sin embargo, al caminar por el humo, dicha imagen se clarifico mostrando otra cosa.
- ¡Policía de Miami!- gritó Voltage al ver dicha silueta- ¡identifíquese o disparare!
- No creo que haga falta oficial- le respondió una voz masculina fría y directa- porque ambos estamos del mismo lado
Saliendo del humo con un porte militar, sosteniendo una pistola de la marca Smith y Wesson, llevando un sobretodo verde junto a una camisa blanca con una corbata roja. Mostrando un pantalón de vestir negro con unos zapatos muy bien lustrados. De facciones duras, cabello castaño corto, cubierto por una boina militar negra con la insignia del águila de los Estados Unidos inscripta en ella y observándolo con unos ojos azules, cuya mirada era demasiado penetrante. Aquel hombre sacó del bolsillo de su sobretodo una identificación:
- Mayor Leonard Gabbleston, agente especial de los Scouts de la D.E.A. he sido enviado aquí con la misión de eliminar esa mierda del Cristal Rojo
Tras un momento de silencio, Voltage le preguntó enojado:
- ¿Por qué tardaron tanto?
- Problemas burocráticos me temo- sonrió Leonard de forma agradable mientras el humo se retiraba dejando ver los muertos por la explosión
El humo se podía ver desde la distancia, observándola en el interior de su limusina negra con ventanas de cristal oscuro, Blau, sonreía al ver que su plan inicial estaba dando frutos. El negocio de la droga Cristal Rojo no solo traía beneficios económicos demasiado grandes sino que además atraía la competencia. Fernández había sido, hasta no hacía mucho, un comprador fiel al producto de Kuroi; pero últimamente se las estaba arreglando para replicar la formula y producir su propio Cristal Rojo.
Su intento de independencia no solo había atraído la atención de Kuroi, sino que otros antiguos compradores estaban siguiendo su ejemplo. Si la llamada Zefarin era alguien de puro corazón como tanto decían los demás, entonces era cuestión de tiempo para que intentase detener su pequeño señuelo donde buscaba eliminar la competencia.
Abriéndose la puerta de su limusina, su asesina profesional se sentó a su lado y sonriendo le dijo:
- Misión cumplida mi señor- su disfraz de repartidora de la empresa “EX – Mail” ya no le sería necesario, sin embargo a Blau le gustaba verla con eso puesto- Fernández no volverá a molestarnos
- Él no es el único, hay otros más que buscan comerciar con el Cristal Rojo sin la aprobación de Kuroi- le respondió Blau con un tono serio mirando hacia el frente- supongo que mis asesinos de las sombras deberán hacerse cargo de este problema
- ¿Y qué sucederá con Zefarin, mi señor?- preguntó aquella asesina quitándose el disfraz dejando ver su atuendo negro, que se pegaba a su cuerpo como una segunda piel
- No te preocupes por eso mi estimada Dark Blade. Ella vendrá a ti cuando quiera evitar que mates al próximo traficante y allí será cuando le daremos fin, complaciendo de ese modo a nuestra señora Kuroi Akumu- le aseguró Blau con una sonrisa maligna- ahora vámonos a nuestro siguiente destino, hay mucha competencia de la que ocuparnos Dark
- Si mi señor- le respondió Dark haciéndole una reverencia
La limusina partió de donde estaba estacionada dirigiéndose a su siguiente destino.
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