1
Las rejas de su celda se abrieron, mirando en silencio a los oficiales que entraban con las esposas en sus manos dispuestos a usarlas con él, se levantó de su cama de metal y se puso contra la pared antes de que se lo pidieran, los otros cuatro prisioneros que estaban en las celdas aledañas hicieron lo mismo. Los oficiales le colocaron las esposas y procedieron a llevarlo a la estación de policía para reiniciar el interrogatorio. De cabellos canosos largos, una terrible cicatriz en su ojo izquierdo que corría de forma vertical, una barba larga como también desarreglada, portando el uniforme naranja de los prisioneros. Joseph Carraday fue transportado por los oficiales para que respondiese algunas preguntas sobre el crimen al cual se le acusaba de haber participado: la muerte del senador Jim Staber.
2
Su ojo dañado con un iris casi inservible cuyo color era anaranjado en medio de una pupila roja se movía por todos lados de forma casi instintiva, los policías uniformados, que lo llevaban al bus donde sería trasladado, miraban con asco a dicho esperpento humano que tuvo, en el pasado, la fama de ser un asesino profesional demasiado temible antes de que el detective Lewister lo atrapara por haberle disparado en la cabeza al senador Staber durante un discurso en lo que se suponía que sería su primera campaña electoral como posible candidato a presidente.
Joshep no dijo palabra durante todo el camino desde su celda hasta el bus, los cuatro hombres que le seguían tampoco, en sus memorias se encontraba el día en que lo arrestaron:
3
Todo había salido perfecto, aunque a esas alturas él ya estaba acostumbrado a que las cosas salieran bien. Años de constantes éxitos como asesino profesional podían traer problemas a otras personas como el exceso de confianza; pero Joshep no era esa clase de persona, siempre callado, siempre frio y aséptico, siempre puntual y, por supuesto, siempre eficiente. Debía de cumplir con su misión al matar a Staber, tomar un vuelo hacia otro estado y dejar el país antes de que pasaran siquiera cuarenta y ocho horas; pero con lo que Joshep no contaba era con la astucia de un detective que, lejos de intentar averiguar quién fue el asesino, trató de predecir sus siguientes movimientos. Caminaba por el aeropuerto dispuesto a tomar su vuelo cuando Lewister se acercó a él con su arma en la mano y le dijo:
- - Buenos días señor Carraday ¿Por qué tiene tanta prisa en abandonar Los Ángeles? Apenas si ha estado aquí cuatro horas
- - Reunión de negocios- le respondió Joseph sin siquiera perder su frialdad- me necesitan en Orlando
- - No lo dudo; pero antes me gustaría hacerles unas cuantas preguntas- le pidió Lewister mostrándole su placa
- - Mi vuelo sale en cinco minutos- le respondió Joseph molesto- ¿Acaso usted será quien le tenga que explicar a los inversionistas el porqué no aparecí a tiempo para la reunión?
- - Será un placer- le prometió Lewister llevándoselo a la estación de policía
Joseph supo que desde ese punto todo se iría al carajo, si podían relacionarlo a él, de algún modo, con el asesinato, entonces lo harían. Ni tonto ni perezoso accedió a contarles todo en el interrogatorio bajo la condición de que se le reduciría la sentencia si confesaba. Al fin y al cabo solo era un senador, no el presidente de los Estados Unidos. Nadie haría tanto escándalo por ello.
El tiempo había pasado y ahora, dirigiéndose al bus con sus otros compañeros, debía de volver a dar declaración sobre lo sucedido, su empleador tenía muy buenos abogados al parecer y querían ver si él podía mantener la versión de la historia sin contradecirse o solo estaba protegiendo a otra persona. Aunque nadie imaginaba cuando se sentó en el asiento de aquel bus, que Joseph tenía una pequeña sorpresa reservada para el oficial y sus amigos. Una pequeña sorpresa bajo su boca y con forma de metal.
4
El autobús partió rumbo a la estación de policía. Lewister junto a Denjer volvieron a su oficina dispuestos a realizar el interrogatorio al sospechoso principal.
- Dime ¿sabes hablar Japonés de forma más fluida de lo que nos demostraste más temprano?- le preguntó Lewister a Denjer adentrándose en el departamento de homicidios
- - No soy un Otaku si es a lo que te refieres- le contestó Denjer con un tono de molestia
- -¿Y qué mierda es eso?- le preguntó Lewister abriendo la puerta de su oficina
- -Un fanático del genero Anime- le contestó Denjer dirigiéndose a donde estaba Senshi- ellos suelen amar todo lo relacionado al arte de animación japonesa, yo solo era fan de ese programa; pero nada mas
- -Aun así te desenvolviste muy bien con su idioma natal- continuó Lewister con un tono malicioso
- -Digamos que la razón por la que me interese en entender el Japonés se debía a que el doblaje del programa era una mierda- tomando a Senshi de los brazos, añadió- siempre es bueno mirar el programa que te gusta en su idioma original
Llevándolo a donde estaba la oficina de Lewister, ambos empezarían con el interrogatorio.
5
El autobús llegó al poco tiempo, los prisioneros fueron bajando de uno en uno, entre ellos un relajado Joseph quien tenía algo entre manos tras escupirlo de su boca, sabía que los oficiales no revisarían las palmas de sus manos en donde guardaba una ganzúa.
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