Llegó el día en que Acacio sale del hospital. Realmente no se quedó mucho tiempo, salió al día siguiente. Antes de ir al gremio fue a ver a Harald y Román que se encontraban ya arreglando deberes para desocuparse y así visitar a sus familias en el distrito.
Harald y Román salen de la jefatura y se dirigen hacia el centro, ahí son interceptados por Acacio, el cual está muy feliz de verlos, pero ellos no sienten el mismo entusiasmo de ellos.
Acacio: ¡Chicos! ¿Cómo se encuentran?
Acacio es contagiado por el desánimo de los dos soldados, pero aun así trata de animarlos.
Harald: Lo siento Acacio, me tengo que ir. Luego hablamos.
Acacio: ¿Qué?, pero yo...
Román: ¡Acacio!
Acacio es interrumpido por Román, al perecer quiere decirle algo, así que lo invita a caminar por el centro del distrito. Ambos toman rumbo por una banqueta que sale en dirección hacia los puestos y edificios. Ahí Román le cuenta la situación a Acacio.
Román: Escucha Acacio:
Cuando era niño, conocí a Sergio y Ronald. Ambos nos llevábamos muy mal al inicio, pero logramos encajar entre nosotros con el tiempo. Cuando teníamos 12 años, una niña callo por un rio que llevaba a un estanque infestado de lagartos. Rolando y yo nos quedamos pasmados y no supimos que hacer, pero Sergio se lanzó al canal y trato de rescatarla. Obviamente lo logro y desde ese momento la chica empezó a juntarse con nosotros. Su nombre es Rangel, y resulta que no era para nada fea. Los tres nos quedamos perdidamente enamorados de ella, pasaron los años y al final eligió a Sergio. Rolando y yo lo sabíamos, siempre le sonreía, y cuando no estaba con nosotros preguntaba por él y lo buscaba sin cesar.
Cuando cumplimos 18 años, una vendedora en una tienda a la que solíamos ir, acuso a Sergio de robarle mercancía. Rolando y yo estuvimos con el todo el tiempo y supimos entonces que él no había sido, pero nunca nos creyó, creía que éramos cómplices, y en ese mismo instante Rangel apareció junto con su familia, ellos le creyeron al vendedor y culparon a Sergio de ser un ladrón. Rangel escucho nuestra versión y nos creyó, pero su padre le prohibió de volver a ver a Sergio y a nosotros.
Sergio quedo devastado, sus padres nunca lo habían apoyado en nada y desde muy pequeño se ganaba la vida trabajando en lugares horribles, a diferencia de mí y Rolando que nos alcanzaba para comer.
Acacio comenzó a brotarle lágrimas de los ojos al ver que a Román también le salían, con voz cortante siguió contando la historia:
Sergio se enlisto en el ejército, quería lograr cosas honorables y así limpiar su nombre para que el padre de Rangel viera que era un buen hombre, Rolando y yo también nos enlistamos porque queríamos ayudarlo, era nuestro amigo. Perdimos a muchos compañeros con el paso de los años, veíamos que no sería tan fácil como creímos, pero al final Rangel abandono a su familia y se casó con Sergio. Rolando y yo no nos casamos, nos vasto con la felicidad de nuestro amigo. Pero ahora Sergio y Rolando están muertos, y yo... No sé qué hacer. No se cómo decirle a Rangel que Sergio está muerto... ¡Tienen una hija! ¡No quiero verlos sufrir, no quiero que sufran como yo estoy sufriendo! ¡No quiero! ¡¿Qué hago Acacio?!
Román suelta en lágrimas, Acacio no tiene como consolarlo, pero él lo entiende. Era lo mismo que hace 5 años, cuando su madre murió, no supo cómo consolar a su hermano y su padre, y ahora uno de sus amigos lo necesita y no puede ayudarlo. Igual que como aquella vez. "¡Maldito inútil"! se dice Acacio a él mismo, una y otra vez.
Acacio sabía que Rolando y Sergio habían muerto por su culpa, porque fue débil y no supo controlar la situación. Esta es su responsabilidad, él fue el causante de todo esto.
Acacio: ¡Yo se lo diré!
Román: ¿Qué?
Acacio: ¡Yo le diré! Tú no te preocupes.
Román: Pero Acacio, tú no puedes decirle.
Acacio: ¡Todo esto fue mi culpa! ¡Por mi ellos murieron, al menos déjame decirle de frente que ellos están muertos!
Román: Acacio... Perdóname por ser un cobarde.
Acacio: Tranquilo, primero tranquilízate.
Román toma calma y acompaña a Acacio hacia la casa de Sergio y Rangel. Acabo de 30 minutos llegan a una pequeña casa en medio de un pequeño parque infantil. Ahí se pueden observar niños jugando, entre ellos la hija de Sergio. Román trata de contener las lágrimas. La niña al percatarse de ver una cara conocida brinca de alegría y corre directamente a abrazar a Román:
Román: ¡Oh vaya! ¡Pequeña Dafne!
Dafne: ¡Román! ¡Me da gusto que estés aquí!
Román: A mí también me da gusto de estar aquí.
Dafne: ¡¿Dónde está papa?!
Román: Dafne... yo.
Dafne: ¿Quién es el chico que te acompaña?
Acacio: Mi nombre es Acacio, mucho gusto.
Dafne: Me llamo Dafne Cruz. Mucho gusto.
Acacio: Román, ¿Por qué no llevas a Dafne a jugar, yo tengo algo de lo que hablar con tu madre?
Dafne: ¡Vamos Román! ¡Mamá estará feliz de ver a papa!
Román y Dafne caminan hacia el parque con los demás niños, Acacio trata de relajarse, parecía que su voz se trababa y que las lágrimas comenzarían a brotar de sus ojos. Da un gran respiro exhalando por la boca y comienza a dirigirse hacia la puerta de la casa. Se detiene en el límite y con su puño, comienza a golpearla mientras llama al nombre de Rangel, pero nadie responde.
Acacio no deja de insistir, pero siguen sin responder. Al cabo de casi rendirse logra escuchar algo que viene desde el interior de la casa. Unos fuertes gritos. Acacio se alerta y abre la puerta sin pensar, continua los ruidos que venían del segundo piso al subir las escaleras laterales. Román se da cuenta de ello.
Acacio sube por las escaleras y eso gritos combinados con gemidos hacen que Acacio piense en la peor situación. Poco a poco va acercándose con la intención de abrir la puerta. Y lo hace.
La escena es la de una mujer completamente desnuda encima de un hombre desnudo, que al percatarse de Acacio detienen lo que estaban haciendo. La mujer grita y el hombre comienza a maldecir a Acacio. El chico no dice nada, lo único que hizo fue cerrar los ojos, mientras agacha la cabeza y morderse el labio inferior lo más fuerte que puede para que la ira no lo domine.
Hombre: ¡Que putas estás haciendo mocoso! ¡¿Lo conoces Rangel?!
Rangel: ¡No sé quién sea! ¡Sal de aquí ahora mismo!
Acacio: Rangel, ¿Quién es él?
Rangel: Él es... mi esposo. ¿Acaso no vez? ¡¿Y eso que te importa?!
Acacio: ¡Rangel!
Román entra a la casa y sube las escaleras para encontrar a Acacio golpeando al hombre que estaba con Rangel. Román se da cuenta en un instante de lo que sucede, pero aun así trata de detener a Acacio.
Rangel grita cubriéndose con la sabana de la cama. Al fin Román logra separa a Acacio del hombre que enseguida sale huyendo de la escena. Román trata de tranquilizar a Acacio, pero no puede razonar con él.
Rangel: Román... Ya estás aquí.
Acacio: ¡Cállate, Maldita puta!
Rangel: ¡No me hable así mocoso!
Román: ¡Rangel! ¿Quién era él?
Rangel: Él era... ¡Yo! Por favor no se lo digas a Sergio.
Román: Acacio. Gracias por intentarlo. Yo me encargo.
Acacio: Pero...
Acacio entiende lo que Román quiere hacer, así que sale del cuarto dejando solos a Rangel y Román. Rangel comienza a llorar y a rogarle a Román de que no le dijera nada a Sergio, él no dice ni una sola palabra.
Rangel: ¡Román, háblame!
Román: Sergio murió, Rangel.
Rangel: ¿Qué?
Román: Murió en nuestra última misión, no solo el, también Rolando.
Rangel incrédula por las palabras de Román, su respiración comienza a agitarse mientras con sus manos presiona su cabeza.
Rangel: No puede ser. Él no puede estar muerto...
Román: Su cuerpo está en la morgue, quería que lo vieras por última vez antes de su funeral, pero ahora no sé cómo deberías presentarte ahí.
Rangel: ¡Escucha Román! Y-Yo estaba desesperada, Sergio no estaba para satisfacerme y yo me deje llevar por él. Yo no quería engañarlo, ¡Yo lo amaba!
Román: Él también te amaba. Ahora me alegro de que este muerto, para que no te viera a ti en esto.
Rangel: ¡Román, por favor! ¡Por favor ayúdame, quiero verlo!
Román observa como Rangel se retuerce en desesperación y no lo soporta más. Sale de la habitación y baja las escaleras para encontrarse a Acacio y Dafne en la entrada.
Dafne: ¡¿Román, qué sucede?! ¿Por qué mamá está llorando?
Acacio no dice ni una sola palabra, su furia estaba casi dominándolo, pero Román ahora entendía lo que debía hacer. Toma a Acacio y lo lleva a unos metros alejados de Dafne.
Román: Acacio, yo... dejare la fuerza militar.
Acacio: ¿Estás seguro?
Román: Si, por ahora intentare cuidar de Rangel y Dafne. No quiero que ellas pasen por lo mismo que Sergio. De todos modos ya lo teníamos planeado.
Acacio: Pero...
Román: Escucha Acacio. La gente siempre dice cosas como "El mundo es cruel" o "La vida es dura". El mundo y la vida no tiene nada que ver con nosotros, los únicos crueles aquí somos los humanos. No confundas las cosas, tú no tienes la culpa de que ellos muriesen. Tenlo siempre en cuenta.
Acacio. Entiendo.
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