¿Quién sería?...
Esa pregunta se había instalado en su mente desde hacía dos días, así como el recuerdo de aquella loca carrera por entre los árboles que se le venía a la memoria cada vez que observaba el botón que llevaba en la mano. Lo había encontrado entre las raíces del frondoso árbol del cual, claramente recordaba, había descendido aquella chica con abrigo rosado, y lo había guardado en el interior del bolsillo de su chaqueta en caso de que, no sabiendo cómo, pudiera regresárselo.
¿Tan necesario era un botón como para volver a buscarlo?... Claro que había otras cosas más importantes en las que él debía pensar. Por ejemplo, había que ocuparse de ordenar su cuarto, y sacar todo de las cajas. El lunes, iniciaría en una nueva escuela, con nueva gente, maestros, materias y costumbres.
Un país diferente… gente extraña… ya nada era igual.
Claro, ya tenía bastante experiencia con situaciones similares. Pero…
Tardaría en volver a ver a su madre.
Instintivamente comenzó a tamborilear sobre su muslo. Necesitaba tocar.
Tocar el piano era lo que más disfrutaba hacer, y, dentro de tanto alboroto causado por los cambios que ahora se cernían sobre su vida, era bastante reconfortante sentarse en el taburete, levantar la cubierta de madera y acariciar las queridas teclas del viejo instrumento.
La música había sido su don desde siempre; algo que siempre había sabido hacer y que en el presente seguía perfeccionando para no dejar de dominarlo en el futuro. La vida daba muchos giros, sin embargo la música sería algo seguro para él siempre. O al menos, eso pretendía. Ese era un pensamiento que, como ya se había expresado, le traía tranquilidad en medio de tanta algarabía.
La casa seguía en desorden. Aún no desempacaban nada, pues la mudanza había llegado un par de días antes que ellos. Así que, cuando llegó a lo que supuestamente sería el cuarto de estudio, se sintió como si anduviera por una ciudad con edificios hechos de cajas de cartón.
El piano estaba disponible, para su suerte.
Había sido lo primero que corrió a revisar en cuanto arribaron a la nueva casa. Le inspeccionó celosamente y revisó que no tuviera ningún rasguño nuevo. Se sintió aliviado al no encontrar ninguna señal de maltrato. La compañía de mudanzas que le habían recomendado a su padre realmente había sido buen consejo.
Volvió a meter el botón en el bolsillo de su vieja chaqueta, se acomodó en el taburete y abrió la tapa que cubría el teclado.
Chopin. Para cada situación, Chopin era la mejor opción a tocar.
--- ¿Has visto a tu hermana?, la he estado llamando y no contesta.
Su padre apareció justo en el momento en que había empezado a tocar.
---No… ¿No dijo algo sobre ir a preguntarle a los vecinos no se qué?
La mirada de su padre se clavó inquisitiva sobre su persona, y una arruga de consternación marcó su entrecejo.
Chopin dejó de escucharse.
--- ¿Te dijo a ti eso?
---Pues…no.---expresó encogiéndose de hombros.---Lo gritó desde la puerta, mejor dicho, antes de salir.
Un sonoro suspiro llenó el aire de la habitación y las manos de su padre fueron a parar en jarras sobre el cinturón.
Chopin volvió a sonar.
---Apenas llegamos y ya quiere socializar…
Sonrió, pues era gracioso como su hermana lograba exasperar a una persona tan serena como su padre.
---Quería preguntarle si había encontrado la caja con mis corbatas.
---La verdad no lo creo. Giulietta nunca ha sido buena para encontrar cosas.
Ahora, su padre sonrió.
--- ¿Hace cuanto que salió?...está anocheciendo. No es hora de que salga.
--- ¿Quieres que la llame?...a mí siempre me responde.
El asentimiento de su padre con aún rastros de sonrisa en su rostro le dio la autorización, y entonces, a ritmo del nocturno, entonó el nombre de su hermana menor.
---Deberías considerar unirte al grupo de teatro de tu nueva escuela, creo que hacen obras cada invierno.
---Lo siento padre. Ya pregunté y no buscan a jóvenes extranjeros. Prefieren promover el talento local.---contestó, atendiendo pícaramente al sarcasmo de su progenitor y haciéndole sonreír de nuevo.
Habían sido días cargados. Era bueno verle la sonrisa de vez en cuando.
La puerta de la entrada pareció abrirse y después de un chasquido, el característico sonido del andar de su hermana hizo eco a través de la estancia.
---Te dije. Siempre me contesta…
---Giulietta, ¿en dónde estabas?, te quería preguntar sobre mis cor…
El silencio súbito de su padre le hizo separar la mirada del teclado, solo para encontrarlo en el mismo sitio desde donde le había estado hablando pero con una expresión de extrañeza en el rostro, expresión que se le traspasó a él al redirigir la mirada y encontrarse con la imagen de su hermana que, parecía tener algo distinto.
--- Y bien… ¿Qué opinan?--- preguntó esta.
…
---Debiste avisar que salías…
--- ¡Pero si sí avisé!
---Gritar desde la puerta no es avisar. Además, llegaste bastante tarde, creo que se preocupó.
---Pero ya les explique lo que pasó. La estilista no quería cortarme el cabello. Dijo que era muy bonito como para trozarlo. ¡Francamente!. Creo que ella y papa son de la misma clase.
--- ¿Qué clase?
---La clase de personas a la que los cambios les ponen de muy mal humor.
---Giulietta…
---Yo sé que es por eso que está molesto conmigo. Ayer casi ni me habló… quería sorprenderles.
--- ¡Pues vaya que lo lograste!
Giulietta se había despertado muy nerviosa aquella mañana, y cuando estaba en ese estado, le era muy fácil sucumbir a las lágrimas. Por eso, cuando un genuino puchero apareció en su rostro, a su hermano no le tomo por sorpresa.
---Tranquila pulga. Yo creo que el que no te hablara se debe más a que estuvo muy ocupado con los trámites del trabajo. Casi ni le vimos ayer.
Giulietta resolló.
---Lo sé…
---Y…creo que debemos acostumbrarnos a la idea…---agregó el muchacho con algo de despedida en su voz.
---Lo sé… pero…
--- ¿Si?
---Tu, ¿qué opinas?...
--- ¿Sobre?...
--- ¡Mi corte zopenco!--- exclamó la chica al punto de exasperarse, lo cual causó diversión a su hermano. --- ¿Te gusta?, ¿Crees que me precipité?
---Pues, no lo sé. ¿Por qué lo hiciste?, ¿No te parecen demasiados cambios ya?
--- ¡Pues precisamente!--- enfocó la muchacha con una sonrisa---Todo está cambiando. Esta es una excelente oportunidad para innovar, recrearse, empezar de nuevo. ¡Una nueva vida llena de aventuras por vivir!
El chico suspiró. A veces, la pasión de su hermana le causaba cansancio.
---Pues… si. Supongo. Pero un corte de cabello no cambia quien realmente eres, tú lo sabes.
--- ¡Pero qué aburrido eres!--- exclamó Giulietta, a quien la personalidad pragmática de su hermano la crispaba--- ¡Claro que no!, pero es lo que representa lo que importa, ¡un cambio!
---De acuerdo, de acuerdo. Entiendo…--- soltó el muchacho, pidiendo tregua con las manos.
Ahora Giulietta estaba molesta. Sus ojos acuosos parecían que iban a comenzar a chorrear. Volteó a ver a su hermano con suplica, y separó la mirada con recelo.
---Me gusta. Te ves guapa.
--- ¿De verdad?, ¡Oh hermanito!, lamento estar tan de mal humor, ¡no eres aburrido!, ¡te amo!... ¿En serio te gusta?
---Es totalmente tu estilo signorina.
--- ¡Oh!, yo sabía que te gustaría. Pero, sabes… tal vez tu también deberías probar un cambio de look… al menos en tu forma de vestir.
--- ¿Disculpa?...
---Traes puesto lo mismo de ayer.
---Pero si me cambié la camisa.
---Pero usas el mismo pantalón y zapatos… y siempre llevas puesta la misma chaqueta.
---No he desempacado mi ropa---se defendió el chico---Esto es lo que estaba a la mano. Y me gusta esta chaqueta---agregó, no pudiendo evitar algo de recelo ante la observación que le había proporcionado su hermana.
La discusión prosiguió cuando salieron de su casa, caminaron por la privada y lograron subirse a un taxi. Al conductor del medio de transporte pareció divertirle como Giulietta hostigaba a su hermano e intentaba (sin lograrlo) convencerle de por lo menos, cambiarse el peinado.
---Llegamos. Esta es la preparatoria.---avisó el conductor, lamentándose un poco de haber interrumpido el entretenido monologo que mantenía Giulietta.
Ambos muchachos voltearon a ver por la ventanilla. El panorama no era muy diferente a cualquiera que incluía una escuela, alumnos y maestros en un lunes por la mañana.
Ajetreo, salutaciones, mochilas, cuadernos y libros.
Pagaron el viaje, dieron las gracias y bajaron del auto. Al frente se presentaba la entrada a la que sería su nueva escuela, el colegio de Literatura y tecnologías de Cherry-Fields, hecha de ladrillo rojo, hormigón y herrería. A través de ella podía vislumbrarse un buen tramo de área verde, algunos árboles y al fondo, la figura geométrica de un par de edificios blancos.
---…Estoy nerviosa Josh…
---Si…--- “Igual yo”, pensó para sus adentros él.---Pero ya verás que todo va a salir bien.
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