Veo como despierta y se levanta cada día.
Escucha las preocupaciones de su madre, cómo es que le fue en las compras por la mañana, qué le sucedió mientras hacía todo eso, las quejas que suelta sobre sus dolores físicos (a esto, lo siente un poco repetitivo quizá. Le abruma la idea de no poder intervenir con algo más allá de sus limitaciones aparentes, y pensar que siempre es minúsculo o nulo lo realizado con intención de mejorarlo todo). Por otro lado, piensa en su padre. Que viéndolo como actúa y reacciona ante las cosas, el malestar que le produce su presencia parece inevitable a veces. Será, porque de cierta forma aún le falta mucho para comprenderlo… y el choque que se genera a partir de ello, la invade casi completamente hasta confundirla.
Luego, se alista para después asistir a clases. En el proceso puede que se cruce con alguno de sus hermanos y se ponga a charlar, o hacer otras cosas.
Seguido de esto, el almuerzo está en proceso, aquí va variando. Son los instantes cuando más apurada se encuentra y en el que su padre la detiene para mostrarle algo interesante para sí mismo, donde no se anima a cortarle la charla para seguir con lo suyo.
Come de prisa, siente que se atraganta, que se asfixia lentamente, pero no quiere llegar sobre la hora (a veces sucede, pero debido a alguna demora con anterioridad).
Va, lava su boca rápidamente, termina de arreglarse, piensa en si no se olvida algo (aunque la mayoría de las veces se queda con la sensación de ello por un rato), se despide de sus padres y parte.
El camino de ida es el mismo que el de vuelta, le parece solitario, y a su vez, lindo. Lo elige ya que no es muy transitado, de esa forma no siente la presión de la aglomeración de personas, no se aturde ni altera internamente.
Llegando a su destino, espera a que le abran la puerta, si es que no lo está desde antes, e ingresa, mientras le agradece en todo caso, al que hizo de “portero” para ella ese día.
Le es inevitable, a menos que sea un día de alguna asamblea, paro o feriado en el secundario, que no tenga que pasar entre alumnos, profesores, directivos, padres y/o cualquier otra persona. El bullicio y la multitud le son agobiantes. Siente incomodidad por los pasillos hasta llegar a su curso, y estando ahí también, por tener que tomar asiento, sabiendo lo que le espera después (tranqui, que no recibe algún tipo de acoso, bullying o similar, es sobre… otro asunto). Solo hay excepciones cuando está vacío, o con muy pocos individuos. Intenta disfrutar las ocasiones en que no hay alguien, ese instante de tranquilidad, antes de que sus compañeros ingresen. Cuando comienza el módulo, de antemano se empiezan a escuchar las incesantes voces del resto. Gritos, chistes, anécdotas, cosas que no vienen al caso y que en su mayoría, son irrelevantes para la clase. Pasan los minutos y estos se convierten en horas… horas de un insostenible aburrimiento para su mente. Quiere irse, hacer otra cosa con más importancia para sí misma, o por lo menos, no hacer algo en un lugar más cómodo que el aula.
Más de una vez se imagina saliendo de aquel lugar, como en una película a cámara lenta, sin pensar tanto en la reacción del entorno ante ello cuando cruce esa puerta con una sonrisa tranquila y poco notoria.
Quiere hacer lo que su interior dicta, pero no siempre parece concordar con su “realidad”.
A veces, no quiere recordar que el tiempo en la Tierra existe y que este pasa más lento con su atención sobre él. Tan solo espera, o piensa en, que todo pase rápido y así poder regresar.
Al momento de salir, va despacio, con paciencia. Quiere recostarse y descansar. Pero en vez de ir a casa por ello de una, acompaña a su compañera de banco a la parada, que le queda de paso y charlan. Insiste sutilmente para que le deje irse después de varios minutos. Luego de lograrlo, ve la cara de disgusto que la muchacha pone ante eso y con desánimos, se va (te entiendo, pero no puedo aguantarlo. Lo siento).
Seguido de ingresar, saluda a sus padres. Ya casi no les relata lo que hizo en el día, solo cuenta pequeños detalles, para no interrumpirlos, “aburrirlos” o simplemente, para no gastarse por su aparente desinterés en el tema.
En casa, agotada intenta terminar algunas cosas. Casi siempre no llega a cumplirlas, y se queda dormida. Si se da, antes juega con sus hermanos, disfrutando de las risas por cualquier pavada que realizan en el proceso.
Después, comienza otra mañana y repite con pocos cambios en la jornada.
(Debo aclarar, que eso fue durante el período de clases por algunos años paralelos y/o consecutivos, junto con algunas variaciones en el transcurso. En vacaciones, la cosa cambia un poco…).
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