En la primera noche en la que Sarah perdió la memoria apenas pudo dormir, estaba confundida, no entendía nada. Solo sabía con certeza que su nombre es Sarah y que efectivamente ese es su cuerpo pero que por alguna razón no se sentía del todo cómoda.
Durante días lloró. Lloró mucho y no sabía porque, no entendía de dónde venía tanta tristeza y dolor. Simplemente lo sentía allí y lo dejaba pasar. Cada vez comía menos, estaba siendo consumida por algo y no sabía ni qué era, por no saber no sabía ni quién era realmente. Hasta que llegó el día.
En una noche en vela, como muchas otras, lloraba en su dormitorio y se quedó dormida. Esa noche soñó algo, soñó con ella.
Gracias a eso consiguió recordar quién era.
«Voy a empezar presentándome a mi misma. Soy Sarah, una chica de 18 años del siglo 21 que se acaba de independizar, no quiero hablar del por qué lo he hecho tan pronto. Por ciertas razones he tenido que dejar de estudiar y empezar a trabajar cuanto antes.»
Fue como una auto-presentación pero al menos empezó a recordar cada vez más cosas y empezó a entenderlo todo. No se sentía cómoda en su cuerpo porque ahora era 5 años más joven y esa tristeza... venía todo de ese lugar.
Era una persona que se podía considerar que estaba sola, sin familia ni amigos y mucho menos pareja. Una persona sin pasiones ni ilusiones, una persona vacía que no servía para nada. Se sentía como un parásito de la sociedad y de su familia y ahora de los condes.
La joven empezó a sentir que no pertenecía allí, que le había quitado el lugar a otra persona que tenía el mismo aspecto.
«Una persona como yo no merece tanto amor...»
No paraba de tener ese sentimiento, no se podía frenar. Cada día era más insoportable que el anterior. Sarah había entrado en una espiral de negatividad, algo tan grande que se la comía día a día. Los condes no pudieron evitar preocuparse por su adorada hija menor. La condesa seguía en su estado de desesperación y el conde continuaba pasando mucho tiempo fuera de su mansión.
Parecía que los sucesos negativos la seguían y que una vez empezaran, no habría final para ello, ni la muerte misma. Sentía que estaba en caída libre.
Unos días más tarde, el hijo mayor de los condes decidió hacer algo por la familia. Empezó a insistir continuamente para una salida en familia al exterior con motivo de su despedida por su entrada a la academia de caballeros y nobles. La Condesa se armó de valor para reconstruirse y tragar sus lágrimas, el conde frenó sus negocios y Sarah no tuvo más remedio que ceder a la solicitud de su hermano.
***
-¡Que bien sienta el aire fresco! -Dijo Liam alzando ligeramente la voz mientras caminaba por el prado.
-¡Liam! -Replicó la Condesa.
A Sarah se le escapó una risilla, lo que hizo que el ambiente se relajase.
-Siento que todos necesitábamos un descanso -Suspiró la Condesa, el Conde asintió.
Sarah se alejó un poco porque quería estar sola. Se sentó en el suelo y cerró los ojos para disfrutar de la brisa, sentir el calor del sol, el césped fresco, oír cantar a los pájaros... Pequeños detalles que hacía mucho que no disfrutaba, vivir el momento.
Abrió los ojos lentamente al escuchar unos pasos que se acercaban a ella.
-Sarah, ¿De verdad que no recuerdas nada? -Sarah negó con la cabeza- Soy tu hermano... Puedes contarme lo que sea...
La joven suspiró y miró a su hermano inexpresiva. Le estaba analizando. Sus ojos azul oscuro, su piel blanca pero sin llegar a ser tan pálida como la de su hermana, su cabello rubio ceniza y liso. No cabe duda de que son hermanos a pesar de tener diferente color de cabello, su parecido era inmenso. Aún sosteniendo la mirada pero algo más relajada, dijo lo que pensaba sin darse cuenta.
-Liam
-Dime
-¿Tu me quieres?
Al escuchar eso, el joven sonrió ampliamente y abrazó brevemente a su hermana.
-Claro que te quiero, tonta
-¿Aunque no te recuerde?
-Por supuesto
-¿Porqué?
-Tu no me recuerdas a mi, pero yo sí te recuerdo a ti. Todo lo que hemos jugado, las veces que te he hecho llorar, las veces que me has curado las heridas... Con recuerdos o sin ellos siempre vas a ser la misma tonta
-¿Me puedes prometer una cosa?
-Claro
-Te puedo pedir que... ¿Siempre estés de mi lado?
Liam se rió ligeramente y aceptó la solicitud infantil de su hermana.
Ambos se quedaron unos minutos en silencio, sentados en el césped, disfrutando del momento.
Ella nunca había sentido tanta paz con otra persona a su lado o sentirse cómoda con un silencio en compañía. Sin pensarlo mucho, Sarah tomó una decisión.
-Debo confesarte algo, Liam -Dijo rompiendo el silencio.
-Soy todo oídos
-Hay algo que sí que recuerdo -El rostro del joven se iluminó como la de un niño al ver los regalos de Navidad.- Recuerdo mi vida pasada
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Por unos momentos Liam quedó callado, pensando en la mejor respuesta, por el otro lado cada segundo que pasaba, Sarah se arrepentía más por haberlo contado.
Tras unos segundos de un silencio eterno, Liam contestó.
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-¿Era buena o mala?
-Mala
No intercambiaron más palabras sobre el tema. Como un pacto silencioso, ambos decidieron hacer que no había pasado nada. El día siguió con normalidad, como un picnic de una familia normal sin problemas.
***
Antes de darse cuenta ya era el momento de partir para Liam, en la academia terminarían de perfeccionar cosas como conocimientos generales, esgrima, etiqueta... Es un sistema para que los jóvenes nobles creen nuevas conexiones, además de juzgar el nivel de educación de cada familia y así la casa real pueda tener el control sobre los futuros genios.
Sarah y Liam se volvieron muy cercanos las semanas previas a su partida. Él intentaba apoyar a toda la familia y la academia sería más peso sobre sus hombros, así que pidió a la joven hermana que hiciera un esfuerzo para vivir su vida actual, ya que es un regalo.
La joven decidió volver a conocerse a sí misma, a su yo anterior y a su yo actual. Se lo debía a ella, a Liam y a los condes.
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