La campana sonó anunciando el fin de la cuarta hora y el inició del receso. El profesor salió y el salón se llenó del bullicio de los alumnos que empezaban a disfrutar del descanso. Algunos sacaron sus almuerzos de sus mochilas, otros se dirigieron al pasillo para dirigirse a la cafetería del colegio y comer ahí.
Dario, que estaba sentado todavía en su lugar en una de las esquinas del salón, volteó la mirada de lado a lado buscando a alguien. Cuando sus ojos encontraron a una chica de cabello largo y negro se levantó rápidamente y caminó hacia ella.
—Élise... ¿Podría verte antes de la salida?
Le preguntó una vez que estuvo a su lado.
—¿Por?
Le respondió preguntando mientras guardaba su monedero en el bolsillo izquierdo de su falda. Ella solía comer junto con sus amigas del equipo de Atletismo en la cafetería. Después de un par de segundos y ante la falta de respuesta lo miró a los ojos e inclinó ligeramente la cabeza. El impulso inicial que Dario había tenido se esfumó al ver sus ojos castaños sobre sí. Sintió cómo el corazón le empezó a latir con más velocidad y cómo las palmas de las manos comenzaban a sudarle.
—Yo... Quiero preguntarte algo.
Logró obligar a su boca decir esas palabras.
—¿No me lo puedes preguntar aquí y ahora?
Por un breve instante pensó que ella estaba leyendo sus pensamientos. Eso lo hizo ponerse aún más nervioso.
—¡Lis! ¡Apúrate!
Desde la puerta del salón una de sus amigas le gritó.
—OK. Antes de ir a mi práctica.
Le dijo y se apresuró a unirse a sus amigas en el pasillo.

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