Dario la observó salir del salón y cuando ella cruzó el umbral de la puerta dejó salir un profundo suspiro.
—Deberías habérselo dicho de una vez.
El chico sentado detrás del lugar de Élise le dijo. Tenía la barbilla apoyada sobre su mano izquierda. La expresión en su rostro, con los ojos entrecerrados, dejaba ver que apenas se había despertado de su tradicional siesta a mitad de clase.
—Me sorprende cómo el Sr. Harfush no se da cuenta que te la pasas durmiendo en su clase.
Dario le dijo.
—Supongo que son las ventajas de sentarse hasta atrás.
Hugo respondió encogiendo los hombros.
—¿No crees que hubiera sido mejor preguntarle de una vez?
—No. No sé. ¿Por qué?
Volteó a ver a su amigo. Hugo abrió levemente la boca pero cerró casi de manera inmediata sus labios antes de decir algo y desvió su mirada. Casi enseguida se levantó y estiró los brazos para quitarse la pesadez del sueño.
—Vamos a comer...
Le dijo antes de sacar su almuerzo. Dario no pudo evitar preguntarse si acaso iba a decirle algo o simplemente había sido su imaginación.
La media hora del receso terminó y los alumnos de la clase 1-C volvieron a acomodarse en sus lugares para su siguiente lección. Lentamente las manecillas del reloj sobre la pizarra avanzaron hasta marcar las dos de la tarde con treinta minutos. Justo cuando el minutero se colocó sobre la marca de los treinta minutos la campana sonó a través de los altavoces en los pasillos para anunciar el final de las clases.

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