—¿Estás bien?
Hugo le preguntó mientras caminaban hacia la estación del tren.
—SÍ...
Se adelantó un par de pasos y se puso en su camino para evitar que siguiera avanzando.
—¿Estás seguro?
—Sí.
Él repitió.
—No suenas muy convincente. ¿Por qué no vienes a mi casa y jugamos un poco de Fifa?
—Pero si eres pésimo.
—Tú no eres mucho mejor.
—¿Y no odiabas el Fifa?
—Cierto.
—Además hoy tengo trabajo en la tienda.
Derrotado Hugo se hizo a un lado y continuaron caminando en silencio. Entonces Dario se dio cuenta de que estaba preocupando a su amigo. Para intentar distraer su mente, y olvidarse aunque fuera por un momento del asunto, le preguntó:
—¿Cómo va el retrato?
—Progresando. Aunque me quedé sin un par de pinturas, planeaba ir a la tienda de Arte el Jueves.
Hugo formaba parte del club de pintura del colegio.
—¿Cuando es la exposición?
—A principios de Diciembre antes de las vacaciones.
Siguieron hablando sobre el club de pintura y sobre sus deberes hasta llegar a la estación del tren. Antes de despedirse de él Hugo le dijo con una expresión un tanto apenada:
—Perdón por no decirte lo de Élise antes. Yo ya lo sabía, me enteré la semana pasada.
Para la clase de Historia los alumnos tenían que hacer un proyecto por parejas que habían sido formadas de acuerdo a la manera en que estaban asignados los asientos. Por lo tanto Hugo y Élise debían trabajar juntos y con ese motivo habían comenzado a chatear de manera un tanto regular.
—Se llama Fausto.
—¿A sí? Es bastante popular, ¿no?
—Así es.
Dario dejó salir una profunda exhalación y después inhaló inflando el pecho. Después se dio un par de palmadas en las mejillas.
—Bueno. Es lo que es.
Dijo con una sonrisa tratando de superar la tristeza que sentía. Se despidió de Hugo y continuó su camino de vuelta a casa. Después de unos quince minutos caminando llegó a su departamento.
Vivía en un viejo edificio de apartamentos de diez pisos de altura en una zona residencial. Cada piso estaba dividido en tres departamentos, uno con tres recámaras, otro con dos y el más pequeño con una sola. Él ocupaba el pequeño del cuarto piso, el 4-C. Se conformaba por una sala, una cocina abierta, un baño y un diminuto cuarto de servicio donde apenas cabían una lavadora y una secadora.

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