Las puertas corredizas se cierras a mis espaldas, miro por encima de mi hombro, un escalofrío me recorre la columna ¡Pero si se ve todo!
Significa que mientras uno no puede ver al interior de la oficina, el jefe persigue cada movimiento desde su posición privilegiada. Lo siento moverse detrás de su escritorio, la verdad tengo miedo de mirarlo y no sé por qué.
No es la misma sensación opresiva que al conocer a Codicia, es otro tipo de miedo, es como un dolor que viene debajo de mi pecho y no sabe para dónde ir.
—Dennis... —dice y su voz me obliga a mirarlo, siempre ha sido así, tiene un matiz suave cuando quiere, suena a deslizar un trozo de seda por piel tersa—. Mírame.
—Ha sido un tiempo —murmuro sin poder sostener esos ojos oscuros.
—No el suficiente —gruñe entre dientes.
Zachary deja su máscara sobre la mesa, el golpe es seco, así como llega se va, dejándonos en silencio. Él apoya ambas manos en el escritorio y aunque no lo miro, Zachary sí que lo hace conmigo, me barre de arriba abajo, parece quererse meter debajo de mi ropa y comprobar que soy de carne y hueso. Cada parte de mi cuerpo donde sus ojos se posan se encoje.
Quiero hacerme chiquito y desaparecer.
No soy ni la mitad de lo que él es ahora y salimos del mismo lugar.
—Empieza a hablar ¿Qué te pasó? No recuerdo haberte dejado en este deplorable estado —dice sin tacto y echándose en su silla que se desinfla como si también estuviera cansada de mí.
—La vida, ya sabes cómo puede ser.
Jugueteo con mis manos, él sacude la cabeza y se queda pensativo, rascando la superficie de madera.
—Dennis, estás hecho una piltrafa. No te ves saludable, es más, me sorprende que estés de pie. Pálido, con ojeras, desnutrido —¡No seas tan amable! ¿Quieres acabar también con mi espíritu? —, tus ojos se ven opácos, tu cabello cenizo. ¿Qué te pasó?
Seducirlo no va a ser la vía más rápida de acción. Eso queda claro.
—Bueno, será peor ahora que me despidas, pensé que por fin había encontrado algo más... que me diera más...
Zachary se pone en pie, cruza la estancia con esas largas zancadas que más parecen ser una caminata por pasarela. Me toma de la cabeza, el peso de su mano es bastante para mí.
—Esto son años de descuido. Tú no eras del tipo que se descuidaba.
—¿Cambio de prioridades? —pregunto con un pequeño grito de sorpresa cuando empieza a hacerme girar sobre mi eje como si fuera un anuncio LED—. ¿Mala economía? ¿Trabajos inestables? —el hace un "mmm" con cada una de mis propuestas—. ¿Falta de tiempo? ¿No tenía motivos para preocuparme por mí? ¿Y si me rompieron el corazón?
Zachary se detiene, yo ya estoy mareado, la oficina me da vueltas. Pone sus manos en mis hombros, acerca su rostro al mío, creo que mis ojos están yendo de un lado a otro como si esto fuera un juego de pelota yendo de jugar en jugador. Zachary espera que vuelva a enfocarlo y me da ese semblante estoico, no hay ninguna emoción legible.
—Te devolveré el trabajo. Nunca, óyeme Dennis, nunca hago excepciones —estoy por darle las gracias cuando me levanta ¡Ay! meto las manos para evitar pegarme contra el techo, estoy tan confundido que no sale nada de mi boca ¿Qué está haciendo? me ha tomado por debajo de los brazos y me ha levantado como si fuera un niño ¡Detente! ¡Detente! Zachary entorna una ceja cuando me lanza como un trapo hacia el viento, para cacharme al segundo siguiente, sus fuertes brazos no tambalean con mi peso y yo me resisto a aferrarme a ellos como si tuviera miedo—. Bien, lo haremos dentro de un mes exacto y si no has ganado peso, te despediré enserio. ¿Entendiste? Es tu primera orden.
Me pone en el suelo, me da un par de palmadas y me guía a la puerta que cierra, otra vez, a mis espaldas. Yo me quedo ahí sin poder conectar pensamientos.
¿QUÉ HA SIDO ESO?
¡Los viejos conocidos no se levantan en brazos ni se lanzan al aire!
Preguntas por su vida, a lo mucho con cortesía o con fingido interés, luego si las cosas salen bien intercambian números o no.
No sé si estoy temblando de vergüenza, de coraje o me ha bajado la presión y me voy a desmayar.
—¿Estás bien? —pregunta la mujer que ha llorado al verme tirar el café sobre Zachary—. ¿Quieres que te ayude a sacar tus cosas?
Señora, cálmese, creo que ni siquiera he puesto mi trasero en el cubículo ¿Qué cosas podría traer conmigo?
—No —digo con cuidado, ella se arregla el pelo amarillo y esponjoso—. No me ha despedido, creo que iré a sentarme.
Ella asiente con su carita regordeta , pero noto la estupefacción de sus ojos. Me da la mano como si yo estuviera al final de mi vida, me maldigo porque aunque intento avanzar con dignidad, las piernas me tiemblan y entonces ella me levanta en sus brazos como princesa y me lleva hasta mi cubículo con aire maternal mientras todos los empleados siguen nuestra marcha nupcial.
¿Qué hoy es el día de carguen a Dennis?
No soy capaz de agradecer correctamente, en realidad no quiero agradecerle. Apenas se aleja, miro la puerta de cristal oscuro que es la oficina de Zachary. Y sé, sin lugar a dudas, que el hombre me está viendo.
¡Cruzaré dedos para que no se esté riendo de mí! Algo, no sé qué, me dice que no tengo suerte.
...
El primer día, fuera del encuentro surreal, es todo menos agitado para mí.
He aprendido a trabajar bajo presión y estoy agradecido de que mi vida no peligre a metros y metros de altura. Así que lo que me piden: lo hago con la mayor diligencia y rapidez posible.
Aún estoy en el periodo donde evalúan mis habilidades, es primer día después de todo. Pero Devak me ha dicho que tomaré el puesto fijo de editor y me asignarán mi propio reportero. ¡Es emocionante! Aunque me da miedo meter la pata.
Intento averiguar algo sobre Zachary, pero nadie me da información que no conociera de antemano. De hecho todos están sorprendidos porque, además de Devak, soy el único que ha visto el interior de su oficina.
No debería sentirme orgulloso con algo como eso y, pese a todo, lo estoy.
Por los comentarios sueltos, la gente aquí sabe que Zachary vino de abajo, pero desconocen su historia personal. No dudaría que él intentase ocultar su pasado en el orfanato Kempt. Si yo no tuviera el apellido, también lo intentaría.
Cuando Zachary sale de la oficina y se marcha directo al ascensor sin siquiera volver el rostro a despedirse, me doy cuenta que nuestro primer encuentro me ha salvado del despido, pero no facilitará el acercamiento.
Zach ahora desprende una energía distinta a la de mi infancia, una energía que dice explícitamente que no quiere a nadie cerca.
Y como el plan de seducirlo no va a funcionar, ya lo sé, necesito otra forma ¿cuál?, me subo el gorro de mi sudadera, me pongo la mascarilla barata que compré en el mercadillo y pinté a mano y bajo detrás de él.
Lo sigo por las primeras calles, es un hombre que no gira el rostro ni para cruzar la calle. Siempre mira hacia arriba, hacia las pantallas, y mientras se aleja, me siento solo. Es una figura solitaria, no hay otra forma de describirlo.
Justo como el día que lo conocí.
Mi madre me abandonó cuando llegó a la ciudad "solo estorbarás el camino de mami, pero mi Den es muy comprensivo ¿verdad que lo eres? y solo quieres que mamá sea feliz ¿no es así?" me dejó en las puertas del orfanato a los cinco años.
Las mamás de los demonios son desapegadas de sus hijos, hoy en día lo sé. Pero en aquella época dolía de más.
Zachary por el contrario, se quedó en el orfanato cuando su madre murió y dejó en manos del religioso Kempt su última voluntad. Le rogó con lagrimas gruesas que cuidara a su hijo. Lo sé porque estuve ahí, yo tenía siete y Zachary nueve.
Lo miré por la rejilla de la puerta, estaba inclinado sobre la cama, apretando las manos de su madre. No decía nada, solo reconfortaba a la mujer en esa caricia de manos, como si ella fuese una figura de porcelana apunto de quebrarse.
Hasta que cerró los ojos y se marchó allá a donde se marchan los humanos luego de la muerte, ese lugar que los demonios no hemos de alcanzar.
Y la visión de su espalda, en aquél preciso instante, es la que tengo frente a mí.
Intento no perderlo mientras esquivo a personas que se quedan viendo los puestos de los muchos ambulantes de la zona que ponen sus artículos a la venta en mesas chaparras tapadas por armazones transparentes e impermeables.
Es difícil porque los tropezones me llevan como en una marea de personas y yo una simple alga de mar.
Cuando el frenesí se calma un poco, descubro con horror que Zachary me está viendo.
¡ME ESTÁ VIENDO!
A varios metros de distancia, sí, pero sus ojos se han encontrado con los míos y ahora viene en esta dirección. Trae una cara de pocos amigos, cejas fruncidas, ojos gélidos y, sé que esto es invento mío, su máscara hecha humo de irritación.
¡Piensa Dennis!
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