Este mundo está lleno de situaciones extrañas.
Desde que me convertí en Zachary Wayne, el hijo perdido del magnate W. Wayne, he recibido confesiones y propuestas de lo más variopintas.
Propuestas para ser modelo.
Propuestas de negocios.
Propuestas de negocios con bonus sexual.
Propuestas de relaciones sexo no afectivas.
Declaraciones sentimentales que solo buscaban un pretexto para acercarse a W. Wayne.
Declaraciones pasionales en lugares públicos que solo buscaban ponerme en el ojo de los medios y forzar una relación a ojos de la élite de esta ciudad corrupta.
Ninguna persona lo logró por un simple detallito: Detecto segundas intenciones detrás de falsas actitudes y palabras bonitas. Aprendí a la mala.
Pero nunca había recibido una confesión como la de Dennis Kempt.
Febril, apasionada, vomitiva.
No en el sentido despreciativo de la palabra, sino en el literal. Luego de escuchar mi respuesta y acceder con entusiasmo a una locura de la iba a retractarme, Dennis me vomitó encima.
Antes de que alguien pudiera decir algo, el joven se desvaneció en la inconsciencia del alcohol y no sé si fue la impresión, el desvelo o qué, pero lo seguí también. Luego Iham debió quitarme la ropa asquerosa, es la única respuesta que encuentro a despertar y seguir en el piso de la sala común, sin camisa y con Dennis recargado en mi pecho.
Me erguí, en solo una noche Dennis parecía otro. El pelo, hasta hace unos días cenizo, ahora estaba brillante, su piel apagada y de un verde enfermizo, ahora tenía el tono de los melocotones en temporada. No. Qué locura, nadie mejora de apariencia en una sola noche y menos con una desvelada y resaca.
Lo empujé suavemente y el chico rodó al suelo, sin dar atisbo a despertarse. Levanté la vista buscando a Iham, no estaba. Pero el suelo brillaba de limpio y el resto de bebedores estaban recostados de tal forma que no fueran a ahogarse en sus propios pecados.
Iham debió volver a casa a arreglarse y más valía que yo hiciera lo mismo.
Me puse en pie, miré la desfachatez de Dennis de dormir como si estuviera cómodo cuando su cama era el piso.
Bien, de niños dormíamos en el suelo porque no había suficientes camas en el orfanato, menos en época de fin de año. Éramos muchos niños apretujados unos a otros intentando que el calor de nuestros cuerpos nos ayudase a soportar las gélidas noches.
Voy a irme de todas formas. Necesito cambiarme y esto lo ha provocado el mismo Dennis proponiendo esta fiesta.
Maldición.
Levanto a Dennis, lo cargo en brazos y nuevamente siento que ha subido de peso. Estos cambios me están empezando a consternar, pero más me trastorna mi propia conducta. Tomo el elevador y nos llevo al piso 86.
No me gusta que los empleados sepan que vivo en el mismo edificio, por eso era tan molesto tener a Dennis rondando por aquí. Intentaba no pensar demasiado en ello, pero cada vez su presencia se volvía más molesta y ahora yo mismo lo meto en mi departamento y lo dejo en mi cama.
He perdido la cordura.
Me meto a bañar, las dudas empiezan a convertirse en molestia. No debería estar dejando a Dennis acercarse.
¿No aprendes? me digo una y otra vez mientras me retiro toda sensación que pueda haber dejado su cuerpo sobre el mío.
Fui adoptado a los catorce por un hombre con muchos demonios interiores, cuando murió víctima de su pasado, hice lo que me encargó y busqué a mi padre biológico, W. Wayne.
Al hombre no le interesaban sus bastardos repartidos por el país, solo si veía potencial en ti te daría el beneficio de formar parte de su prole y obtener su apellido. Fui crédulo.
A pesar de haber crecido en un orfanato donde la supervivencia pasaba por aristas grises, aún era capaz de confiar en las personas y la culpa era del chico que ahora descansaba en mi cama.
Algo agudo se clava en mi corazón, la confesión se repite en mi cabeza como una canción:
"Te quise desde el momento en que compartiste conmigo el trozo de pan que defendiste con puños de los otros niños. Te he extrañado tanto, Zach y yo..."
Es injusto que cuele momentos que he guardado con cuidado en mi memoria, ese espacio que no está contaminado con mi cinismo. Ese rincón que guardo para mi madre y el niño que alguna vez fui.
Salgo de la regadera y me pongo una toalla alrededor de la cintura cuando suena mi reloj, tomo los auriculares y tomo la llamada al ver el nombre de mi socia en el registro.
—Zachary Wayne, te lo advertí...
—Ahórrate el discurso, yo te dije que no pensaba mentirle. Tú insististe en agendarnos ese encuentro.
Me seco el cabello con el aire automático del espejo.
—Sí, pero no tenías que ser un cabrón, no tenías que decirle en una cena romántica y cito: "¿Serías mi acompañante en una orgía de negocios y podrías acostarte con uno de los invitados? Es guapo."
—¿Y la mentira está en...?
Ella bufa, la imagino con los ojos en blanco o a punto de pegarme un puñetazo. Salgo del baño para vestirme.
—Necesitas un acompañante para esa orgía y lo sabes mejor tú que yo. Esa chica quería meterse en tus pantalones a como dé lugar, solo tenías que seducirla y te habría acompañado sin chistar a esa tonta reunión social. Ya en el calor del momento, arrojarla a los brazos de Armen habría sido pan remojado. ¡Ah no! El señorito quiso dejarle las condiciones claras.
Miro el calendario que tengo en mi alcoba, la fecha encerrada con un círculo amarillo neón me grita que el tiempo se me agota. Luego mis ojos se van sin poder evitarlo a la bolita de algodón que duerme en mi cama.
Se me revuelve el estómago.
Todo esto, desde dejar que Dennis se quedara a trabajar aquí, hasta la propuesta indecorosa, ha sido un error. Me ganó el corazón un momento y estas son las consecuencias.
—Necesito que Armen crea que ya no me interesa lo que me hizo. Que su traición ya no me importa, eso es todo. Lo de seducirlo con mi acompañante es idea enteramente tuya.
—Bien, me gusta que me den los créditos que merezco.
Bufo, esa mujer es insoportable. Enciendo la holopantalla y me conecto a la red para mirar las tendencias del día.
—Salir con alguien no va a matarte. Al contrario, mis candidatas te darán conexiones políticas que solo te harán más fácil el camino.
—Me matará por dentro.
—Piénsalo.
Las primeras búsquedas son irrelevantes: figuras del entretenimiento, una que otra actividad en el mundo tecnológico y luego llega la parte jugosa: La política de Drych. Rasco la tapa de un libro mientras continúo haciendo scroll.
Mis ojos se prendan de una entrevista al tipo que más odio en el mundo.
Armen, con su pelo blanco con rubio, el traje que lleva de color negro resalta sus ojos pálidos. Me hierve la sangre. ¿Cómo pueden seguirlo entrevistando por esa vieja investigación? ¿Cómo? ¡Han pasado más de diez años! Supérenlo.
Yo tengo derecho a no superarlo.
Ese reconocimiento debió ser mío. Fue mi trabajo, era mi mérito. Yo debería estar en esa pantalla y no el infeliz de Armen.
—¿Pasa algo? —pregunta mi socia pues al parecer he chirriado los dientes sin darme cuenta.
—Me distraje, como sea. Ni se te ocurra tenderme una trampa y arreglarme una cita con otra de tus candidatas. Ya buscaré a alguien por mi cuenta.
Ella se ríe con esa carcajada limpia que me enerva.
—¿Por quién me tomas? Sé que no hay nadie metros a la redonda cerca de ti que pueda fingir estar enamorado para este encuentro con Armen.
No sé por qué escucho esto y me giro a mirar a Dennis quien no se mueve ni un ápice, es una costumbre que yo también tuve durante años luego de salir del orfanato. Es una malísima idea, Zachary. No tomes ese camino.
Dennis y yo no pertenecemos al
mismo mundo, ya no. Involucrarlo no va a hacerle ningún bien.
—No me retes. Yo me encargo.
—Una nunca debería dejar opciones fuera. Capaz que una de estas es incluso el amor de tu vida—dice ella y sé lo que está pensando. Suelto el aire. No creo en el amor. Bien, creo que existe, lo experimenté alguna vez. En lo que no creo es en las personas y, por consecuente, en la posibilidad de una relación—. Te agendaré una chica que te va a encantar.
—Ni se te ocurra.
—Te mando la hora y la dirección a tu reloj, besitos.
Y cuelga la desgraciada.
Me siento en la orilla de la cama, estoy seguro que cuando Dennis despierte hará un escándalo por no saber dónde está. Mejor tranquilizarlo pronto y también arreglar lo de ayer.
No puedo fingir que esa confesión no existió. Aunque tampoco significa que sepa qué decir al respecto.
Como dije, no creo en las relaciones humanas. Mi mejor amigo me robó el trabajo de años, se coló dentro de la familia Wayne que, él bien sabía, me producía sentimientos amargos. Y no conforme con ello, la mujer con la que iba a casarme me dejó por él al ver un futuro más brillante a su lado.
Una mujer que me juraba amor, por eso sé que todas las palabras, de confianza, de lealtad, de cariño, carecen de valor.
Los odio, es la verdad. Pero mi objetivo no es vengarme, no de ellos particularmente. Por mí pueden ser muy felices allá donde el dinero sucio que tienen los lleve. Lo que necesito es una información que está dentro de las empresas Wayne.
Información clave para mi nueva investigación, el nuevo trabajo de mi vida. Ese que pondrá en su lugar al padre abandónico que me tocó y a toda la calaña como él que viven en las altas cúpulas de Drych. Mi investigación va a cambiar el rumbo de esta ciudad, no, de este país.
Y no dejaré que nada ni nadie me lo quite esta vez.
De joven no fui tan inteligente, me separé de los Wayne en malos términos por la traición de Armen. Volver ahora con una sonrisa fingida no engañaría a ninguno de esos cabrones, necesito acciones concretas que digan: Ya no importa el pasado, soy feliz.
¡Que lo soy! eso no es mentira, solo que no... No luzco convincente cuando me miro en el espejo. Aunque no estoy seguro de por qué. A mí vida solo le hace falta este mérito, el que desde el inicio me correspondía, para estar completa.
La oportunidad se me presentó en la invitación anual a la orgía de los Wayne, un evento más que solo demuestra lo podrida que está esta ciudad. No es raro que los políticos y empresarios más importantes de Drych tengan fiestas llenas de droga, hipocresía y degenere.
Pero la de W. Wayne es bastante exclusiva, es uno de los pocos altos muy altos círculos. Me invitan año con año por mantener las apariencias, nunca esperan que me presente. Hasta ahora.
Cuando Dennis se remueve me roba la atención, abre los ojos, idiota por el sueño. Cuando me ve me sonríe y se vuelve a acurrucar. El cinismo.
—¡Arriba, Dennis Kempt! —grito jalando la almohada que ha abrazado.
—¡Sí, jefe! —grita él intentando pararse y yéndose de boca hacia el suelo.
No me quiero reír, pero con él siempre es difícil.
—Date una ducha rápida. Tienes trabajo en la oficina y no hay prórrogas.
Él asiente, trastabillea hacia donde señalo, como que procesa la información, da un vistazo rápido al cuarto y vuelve a mí, boquea.
—Ah yo... respecto a lo de ayer... anoche... aunque en realidad era hoy... veo que me trajiste a tu casa, gracias, eso es... wow.... ¿correspondido? no ¿no? ¿sí? no, obvio no. ¿Pero podría? ¿Lástima tal vez?
—Kempt, los romances de oficina están prohibidos en Though Media. Ya lo sabes.
Lo que no es una mentira. No quiero dudar de él, pero tampoco puedo creer en lo que escupió anoche. Puede que esté confundiendo la amabilidad con el cariño, puede que esté interesado en mi dinero y quiere aprovecharse de mí ahora que soy rico. Puede estar desesperado por su situación viviendo con su ex, pueden ser mil cosas, menos amor.
Porque de otra forma... de otra forma me habría elegido antes.
—¡Renunciaré! —dice convencido—. Si es que es eso solo el… amm impedimento para el amor.
Dennis dice aquello para luego ponerse rojo, como una vela incandescente. Yo sacudo la cabeza, nunca he conocido a alguien con tan poco orgullo o metas profesionales como para renunciar a ellas por... ¿Por amor?
Este chico no puede estar enamorado de mí de verdad.
¿VERDAD?
Luego me doy cuenta que la toalla se ha caído… desde hace rato.
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