Una cita.
Hace cinco años que no tengo una y esa me dejó curado de espanto. Fue una humillación pública y, aunque no me considero una persona rencorosa, aún a veces se lo hecho en cara a Sekvan. Me divierte un poco y no hay nada de malo de reírse de uno mismo ¿no?
Si esta fuera una cita real estaría temblando de pies a cabeza con ese miedo apabullante de dar una mala impresión a un chico que me gusta. ¿Estoy temblando? Sí, pero porque en este caso estoy en un examen que demuestre lo mucho que amo a Zachary.
Si soy sincero, luego de la declaración de anoche no esperé absolutamente nada más que ser despedido y arrojado por una ventana.
Nunca, ni en sueños, preví el desarrollo actual. No conozco a este Zachary como este hombre no me conoce a mí. Este día lleva dos veces acorralándome para demostrarme su superioridad y ese porte de hombre de alta clase que toma lo que quiere.
En los barrios bajos como en estas altas esferas estoy seguro que la naturaleza de los humanos es la misma, solo tiene otras manifestaciones. Un tipo con el poder de Zachary no tiene la necesidad de usar la fuerza física para demostrarte quien lleva el mando. No. Solo necesita sacar la billetera, coquetear un poco, usar esa actitud electrizante y dominante que hace que cualquiera se rinde a él.
Para suerte suya y mía, he visto demasiado de eso. No me impresiona aunque tenga que fingir que sí. A los hombres les gustan las criaturas frágiles e indefensas. Pero en el fondo son tan fríos y egoístas que no temen usar a quien esté a su alcance, como sea.
Pensé que Zachary sería distinto, aunque no me hice altas expectativas, era solo la nostalgia jugándome en contra. No tiene reparos en usar los "sentimientos" que profeso por él para sacar a una molesta mujer del camino que, seguramente, también ha profesado su cariño y puede no tener tan baja autoestima (o motivos ocultos) como para aceptar ser el juguete de este tipo.
Seguiré vendiéndole esta imagen el tiempo que funcione, obtendré lo que Codicia quiere y correré sin mirar atrás.
—¿Listo? —me pregunta cuando llega a mi lado para bajar por el ascensor.
Sonrío y lo tomo del brazo, él suspira.
Me miro rápido por el reflejo del tubo de cristal que hace de elevador, gracias a la ropa del hermano de Iham no me siento tan indefenso. No sé a qué se dedicara ese chico, pero la ropa que usa es provocativa y no me sienta tan mal.
Solo por eso me animé a esto.
No sé cómo Zachary tiene tan poca consciencia moral para atreverse a llevarme a una cita falsa con las pintas que tengo. Más allá de mis uñas decoradas no tengo nada más que haga pensar que voy arreglado.
La mujer, sea quien sea, me va a humillar con su sola presencia. Una persona con el carácter para invitar a Zachary a una cita incluso cuando él puede haberle demostrado indiferencia, implica una mujer resolutiva y llena de sí misma.
Va a aplastarme y si verdaderamente amara a este hombre, sería un duro golpe.
¿La ventaja?
Ni lo amo.
Ni pretendo defender un orgullo que no siento.
Llegamos caminando al mismo restaurante que el de la cita anterior. No me sorprende que este hombre corte a todas sus citas en el mismo lugar, así de mezquino parece ser.
—Tu actuación empieza desde ahora, este lugar siempre tiene más ojos de los que me gustaría —me dice tomando la mano con la que me cuelgo de su brazo, como si estuviera siendo cariñoso con su amante.
Nos sentamos a la mesa que tiene el ventanal hacia la calle, desde que puse un pie en el lugar ya quiero salir corriendo. Las vajillas reflejan mi rostro, el candelabro que se mece ligeramente por encima de mi cabeza grita elegancia con cada bombilla y las personas del lugar llevan ropa de diseñador y sus cuellos erguidos lucen joyas y un orgullo que solo tienen aquellos que jamás han rogado por algo en su vida.
—Para ser una cita falsa —comento tapándome la cara con la carta cuyos precios están por hacerme desmayar—, querido jefe, me ha traído en unas fachas horribles. Estoy totalmente fuera de lugar aquí.
Zachary informa que estamos esperando a una persona más y despacha al mesero. ¡Un mesero! Mi madre, en Drych ya solo los lugares caros tienen personas sirviendo personalmente. Hoy basta una pantalla para pedir tu comida desde la mesa.
Señor, esto es otro mundo.
—¿Qué tiene tu aspecto? Ya van dos veces que lo dices y no encuentro nada mal—Zachary toma la orilla de mi silla y me jala para estar más cerca, el chirrido provoca que algunos comensales miren en nuestra dirección y yo quiero que me trague la tierra. Zachary me toma del mentón, me obliga a girar el rostro y luego se atreve a barrerme con sus ojos azules de encanta, sonríe enarcando una ceja—. Yo te veo precioso. —Me mueve un mechón del cabello y el tacto de su dedo junto con sus palabras en esa grave voz engañan por un segundo a mi corazón ¡Qué buen actor que es!—. Aunque es verdad que no es algo fino que yo elegiría, pero eso es cuestión de mi gusto por la ropa, no de ti.
—¿Ella no hará un escándalo? —pregunto para cambiar la conversación—. ¿O te odiará y luego te pondrá la zancadilla en tus negocios como en esas novelas de CEOS ricos donde se ha enamorado de la chica es de cuna pobre y la malvada es de alto estrato?
Él regresa la espada al respaldo de su asiento, pero no borra la sonrisa.
—Sabía que eras el chico para esta situación. ¿Qué dirías que es lo más importante en el mundo, Dennis?
—El dinero —respondo en automático, él levanta ligeramente ambas cejas—. ¿La familia? ¿La salud? ¿El amor?
Toma el cuchillo y empieza a girarlo entre sus dedos, alterna su vista entre el reloj y la puerta.
—La información.
—Esa era mi siguiente opción.
—Estoy seguro —ironiza—. La información es una carta de poder, si las sabes jugar. Y hoy tú eres la ficha maestra, confía en ti.
En ese momento no puedo continuar porque una chica se acerca a nosotros, primero sus ojos están en Zachary, vivaces se escurren por el cuerpo de mi jefe que viene menos formal que otras ocasiones, en vez del traje negro de cuatro piezas que suele incluir el chaleco y la corbata, hoy a prescindido de ambos, dejando solo la camisa blanca con dos botones fuera del ojal y un saco azul marino que se funden con sus ojos.
Pero luego la mirada de ella se clava en mí y es palpable la tensión que se forma en sus cejas rubias, su pelo es del mismo tono, un dorado con destellos cobrizos. Aunque parece levemente hostil por mi presencia no deseada, tiene una aura limpia. Tan poca umbra que es linda de presenciar y que me hace sentir cómodo pese a todo.
—Ellija, luces preciosa —dice Zach levantándose para saludarla de mano, yo lo imito por pura inercia—. Mi hermana me ha avisado a último minuto de esta cita, perdónala. No sabía que yo tenía planes y me ha sido imposible de cancelar. Él es Dennis Kempt, mi pareja.
Ellija no ha tenido tiempo ni de pasar saliva, sonríe pero está tensa y una pequeña estela de umbra empieza a aflorar por su piel, es suave y se trata de un orgullo herido. No son celos, no es envidia, es la idea de estar siendo humillada.
—Ha sido una sorpresa —dice ella que duda entre tomar asiento o no—. Odiaría interrumpir algo...
—Oh no, por favor, ya nos sentimos terribles por haber venido de esta forma —dice él, Ellija no se ve convencida—. Mi hermana no sabe aún de Dennis, tomaré la responsabilidad por su imprudencia.
—No, no hace falta. Creo que...
—¡Tu cabello es precioso! —indico mientras jalo la silla para que tome asiento, el mesero me mira extraño y yo lo mando a callar con los ojos. En las novelas de amor los hombres son más atentos pero esto es Drych así que se ve mal—. Yo soy quien se siente sobrando por meterme en un compromiso de mi... de... mi querido Zachary.
Ella niega pero tiene una sonrisa tímida cuando se sienta. Es una mujer divina, sus ojos ámbar me recuerdan a los de Daya, trae un vestido ceñido de color rosa que resalta esa aura romántica que parece imposible de ocultar. Me siento un poquito mal de engañar a una chica que parece genuinamente interesada en Zach. ¿Es eso lo que le molesta a él? ¿Lo que la repele de ella? ¿Su evidente atracción?
—En realidad para ambos es genial tener alguien con quien compartir la cena, aún estamos... un poco tensos por nuestro reencuentro. Por eso aún no le he dicho nada a mi hermana —dice Zachary mientras toma mi mano por encima de la mesa.
En cuanto ella escucha esas palabras sus ojos destellan con algo que parece curiosidad.
—¿Son una vieja historia de amor? ¿Amor prohibido o algo así?—pregunta inclinándose en la carta abierta, su tono finge indiferencia pero la forma en sus labios se estiran y la umbra se disipa un poco, solo muestran interés.
Es como si intentara mostrarse como una mujer fría y orgullosa.
—Oh no, no es tan dramática. Es solo vieja y cursi —comenta Zachary mirándome como si yo fuera lo más bonito del universo, son esos ojos cargados de luces. El estómago me da un vuelco ¿Cómo puede fingir algo tan... no sé, genuino?—. ¿Te gustaría escuchar, Ellija, o sería muy atrevido de nuestra parte?
Ella se toma su tiempo, el mesero carraspea porque sigue ahí parado esperando nuestra orden.
Zach espera que ella ordene y cuando es nuestro turno yo miro en dirección a mi flamante y falsa cita porque no sé si puedo ordenar lo que quiera.
—La malteada te va a encantar —dice en mi dirección y señalando el menú—. Tiene leche batida, de la dulce y pueden colocarle chispas de chocolate.
Me quedo sin aire, trago espeso y me paso la lengua por los labios que se me han quedado resecos. No puede ser una coincidencia.
—¿Cómo...? ¿Te acordabas? —digo honestamente impactado.
Él se pasa la mano por el pelo, parece ¿tímido? ¡Oh madre de los 100 pisos! ¿Está fingiendo estar avergonzado?
—Cuando estábamos en el orfanato no podíamos permitirnos postres así, pero una vez fuiste muy específico con lo que comerías si pudieras. Nunca pudimos cumplirnos el capricho en aquella época. Me decía que algún día te llevaría a lugares bonitos y comeríamos cosas dulces hasta hartarnos. Sin remordimientos.
—Tú soñabas con un helado extra grande de vainilla —digo evocando el recuerdo, él entorna sus ojos, me toma de la mano y asiente.
—Tú también lo recuerdas.
Entonces Ellija deja la careta de mujer dura, el rubor se ha extendido en toda su cara y sus ojos brillan con emoción y reconozco de qué se trata porque yo me veo igual cuando leo mis novelas de Avenor ¡Es la emoción de una historia de amor!
—¿Se conocieron en el orfanato?
En los ojos de Zach pasa esa calidez como un destello que luego se transforma en el brillo del triunfo. La prueba comienza ahora. Y yo tengo un nudo en la garganta, no sé si por ese extraño sentimiento de nostalgia, de que recuerde algo tan tonto de mí o la demostración tan violenta de que no teme usar su historia y parte de la mía para conseguir lo que quiere de Ellija.
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