A media cena me doy cuenta que estoy jodido. Lo hago en el precio instante en que llega la malteada y los ojos coloridos de Dennis se encienden como si aún fuera un niño. Se gira a verme, me toma de la mano y, sin emitir un solo sonido, articula con sus labios un "Gracias" que me serpentea como caricia por el pecho.
Había olvidado cuántas ganas tuve de traer a Dennis a estos lugares.
—¡Esto es tan dulce! Nunca pensé conocer en la vida real a una pareja así —el grito contenido de nuestra tercera rueda provoca que volvamos el rostro y dediquemos nuestra atención a continuar la actuación.
Ellija es la mujer que esperaba, romántica empedernida, soñadora, por más que su padre intentara hacer creer a la élite de lo contrario. Bastó con quebrar un poco esa máscara para que la mujer se desbordara en emoción preguntando toda clase de detalles que conciernen a nuestra época en el orfanato.
Los románticos aman estas historias cliché de amores de toda la vida. Y yo tenía una historia más o menos verdad, más o menos mentira. En mi defensa, no me gusta mentir, pero en este ámbito ir con la honestidad por delante no me ha traído precisamente las mejores recompensas. Aunque intento no usar la mentira como una herramienta constante, endulzar la verdad no es tan difícil.
Nunca me avergoncé de mi periodo en el orfanato, jamás traté de esconderlo y, aunque W. Wayne intentó borrar esa época como si no hubiera existido, yo jamás dejé de hablar de ella. Omití el nombre del orfanato por la desgracia que sucedió hace unos años. Del orfanato no quedan más que cenizas y la tragedia aún ensombrece el rostro de la gente que tuvo contacto con lo ocurrido.
Dennis y yo ya no estábamos en él para cuando eso pasó, pero, a diferencia mía, el apellido de Dennis lo coloca siempre en la mira.
—¿Se juraron amor eterno? —pregunta Ellija saboreando el brownie. La velada ha ido como la seda.
He hablado con solo la verdad desde que nos sentamos a la mesa. El único dato erróneo es la palabra "pareja" que baila entre Dennis y yo.
Todo lo demás ha sido cierto. Desde el hecho de que nos conocimos en el orfanato hasta que fuimos mejores amigos. Dejando caer uno que otro dato que, a vistas de otros, sonase lindo y romántico como las noches que pasamos en el techo mirando los reflejos del cielo.
Suena romántico, pero eran recuerdos amargos para Dennis. No lo había notado hasta que, en vez de seguirme la corriente, hablaba con cierto desdén de aquella época y se concentraba en el presente.
—No llegamos a esa parte —dice él sorbiendo de la malteada—. Todo se quedó en un romance platónico.
Ellija asiente con una mueca de tristeza, puedo notar que sus ojos se ponen acuosos. Quiero ganarme su favor sin tener que ceder a sus caprichos, por eso he creado toda esta puesta en escena y, con esas lágrimas, me ha dicho lo que quería saber. Podríamos parar... pero no lo hago.
—Los separaron —gime y se seca los ojos con la servilleta en su regazo, lo hace de forma elegante.
—Me adoptaron —excuso yo cuando Dennis se queda absorto en las chispas de chocolate.
—Dijiste que fue Dennis el primero en acercarse —sigue ella—. ¿Te gustó el joven Wayne a primera vista? ¿Fue como si conocieras al amor de tu vida? ¡Ay! Perdona que lo diga pero la primera vez que yo lo vi me pareció cautivador ¿Está bien que lo diga? No es ya para nada mi intención seguir por ese camino, fue solo un flechazo repentino.
Yo muevo la mano e intento reconfortarla con una sonrisa de "No se preocupe, no pasa nada" pero el corazón me ha empezado a latir más fuerte, no me gusta esperar nada de nadie más que de mí mismo y me encuentro perdido porque estoy esperando una respuesta infantil.
—No —responde Dennis que no me dirige la mirada—. No fue nada de eso, todos los demás niños del orfanato me despreciaban —comenta moviendo la pajita—. Zachary era el nuevo, solo me acerqué antes que el resto para ver si esta vez conseguía un amigo. Afortunadamente tuve suerte. ¿Verdad, amor?
No sé qué decir. Ellija me salva.
—¿Y no hicieron promesas de esas que hacen los enamorados? ¡Perdona si me emociono demasiado! es que es tan... —soniditos extraños salen de su boca, sin ninguna clase de traducción.
Hago el intento de tomar vino, ya que no he pedido postre, y la copa se me queda a medio camino. Ese rumbo de preguntas empiezan a ponerme nervioso. Es solo... no lo sé. Han sido años y no debería importarme, pero la molestia que crece en mi cuerpo me está pitando en los oídos.
—Las hicimos —agrego yo. Es una herida cerrada, sé que está cerrada, simplemente considero que no está de más averiguar qué pensaba Dennis de ella.
Él deja la copa de su postre, tiene un poco de espuma en la comisura de la boca, los modales del chico son los de una persona normal, así que Ellija no pone en duda ni un momento de que Dennis no sea el chico de barrio bajo que dice ser.
Es simplemente instintivo, paso el dedo por su boca, el contacto nos da una descarga de algo a los dos, lo veo brincar suave en su asiento y yo haría lo mismo de tener menos control de mi cuerpo. Me llevo a la boca la crema y cierro el momento con una sonrisa. Los ojos de Dennis tiemblan y con la punta de sus dedos reemplaza mi tacto con el suyo.
Estoy jodido.
Sé reconocer el cariño cuando lo siento, por más que me aparté de los sentimientos desde lo ocurrido con Armen. Creo en el amor tan ciegamente porque lo viví, mi problema es que ya no sé confiar en las personas. Menos en una que ha roto una promesa como lo hizo Dennis.
Nunca lo culpé por ello, no le guardé rencor ni algo parecido. Dennis no me debía nada, pero me dolió lo ocurrido. Cuando nos volvimos a ver nunca pensé en sacar el tema a la luz, mencionarlo me ponía en una situación de vulnerabilidad con la que, ni de lejos, pensaba lidiar.
Y no sé si estoy listo ahora.
—¿Qué se prometieron? —pregunta Ellija dejando el tenedor en el plato, ha terminado el brownie e inmediatamente el mesero aparece para llevárselo. Lo que nos da tiempo a ambos para recomponernos del momento.
Dennis es el primero que aparta sus ojos.
—Oh vaya, ya no lo recuerdo bien —dice él sonriendo en dirección a Ellija—. Cosas tontas e infantiles seguramente. Las promesas que podíamos hacer eran todas sin importancia.
—¡No puede ser! —suspira con tristeza.
—Pero ahora nos hemos reencontrado y yo he descubierto que amo al Zachary actual con más intensidad que al pasado —dice sonriendo y Ellija le toma la mano a modo cómplice.
—¡Es verdad! Importa el presente y estoy segura que Zachary se ha vuelto mucho mejor partido desde entonces ¿No crees? ¡Ahora puede traerte a estos restaurantes! Y lo ha hecho con puro esfuerzo, son sonadas sus historias de éxito.
Yo dejo de escuchar.
Sin importancia. Claro.
Las promesas para Dennis son igual que para el resto. Las mías, al parecer, también lo eran. A sus ojos no fue más que una tontería dicha en el calor del momento.
No importa. Era de esperarse.
—¡Señor Wayne! —grita Ellijah.
La copa que sostengo se troza del tallo, el cáliz se revienta contra el suelo y el mesero se acerca con el rostro lívido. Solo me he hecho un rasguño, pero la sangre baja por mis dedos que sigue apretados en un puño.
Los sentimientos de Dennis en el pasado, como en el ahora, son de esta forma. Superficiales y solo atados al contexto. Igual que los de mi antigua prometida. No sabes cuándo solo se van a esfumar.
Estoy acostumbrado y no debí esperar algo distinto.
Si me quiere ahora puede ser solo porque ya no soy ese huérfano sin importancia. Solo me quiere porque soy un Wayne. Como lo han hecho todos.
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