Ellija es increíble. No entiendo por qué Zachary quiere alejarla con este teatro.
¿Se cree demasiado bueno para ella? ¿Considera los sentimientos genuinos una molestia? ¿Entonces por qué me ha traído precisamente a mí aquí?
La cena ha terminado luego del pequeño accidente de Zachary, se ha vendado la mano y ahora estamos los tres despidiéndonos en el lobby del edificio. Mi novio falso me toma de la cintura y besa la mano de Ellija, ella se pasa la lengua por los labios, respira tan fuerte que sus fosas nasales se expanden.
—Escuché el rumor de que esta es la última vez que Ivy y Armen irán a la reunión de tu padre. —La mano en mi cintura se tensa con un incómodo apretón, Ellija me mira a mí con preocupación palpable—. Sé como puede ser encontrarse con la ex. Pero sé valiente, el agua pasada es agua pasada. ¿No dicen que no importa quién es el primero sino quién es el último?
Vaya, Ellija no solo tiene el oído agudo, sino la boca floja. Así que hay una mujer detrás de toda esta historia con Armen. No solo es algo familiar es también de índole sentimental.
Así que esta tan Ivy es la que rompió el corazón de Zachary y con ello abrió la puerta para su cinismo.
—Gracias Ellija, tú lo has dicho —Zachary está sonriendo en su dirección con tanta falsedad que se sale por la punta de sus dedos y es un toque amarga.
Ella me despide con un beso en la mejilla y se aleja dando brinquitos. Sé que la volveré a ver, los fanáticos del romance nos debemos unir por el bien común y tenemos adicción a saber más de la historia principal. Querrá averiguar más de este romance idílico y de mentira.
Bajamos por el elevador, su mano aún en mi cintura y ahora tiene la mandíbula apretada que el músculo de su cuello se ha saltado. Cuando se da cuenta que lo observo gira levemente el cuerpo en mi dirección.
—Has estado fabuloso.
Fabuloso.
Demonios, creo que nunca nadie me había dicho eso. No puedo controlar el sonrojo, la cara me arde y no me atrevo a mirarme en el reflejo del elevador. Saco del bolso de trabajo mi máscara, Zachary la empuja con suavidad para que vuelva a meterla.
—Ya no nos está viendo, no tienes que seguir actuando. Ammm tengo que tomar el ferri antes de que se haga más noche.
La copiosa lluvia impedía mirar fuera del elevador, es tan espesa que por un momento estamos muy solos.
—Tengo el coche en el estacionamiento. No tienes que esperar el ferri —y lo dice con esa voz autoritaria que me enchina la piel. Me limito a asentir, tampoco se me antoja apretujarme entre desconocidos en el último ferri del día—. ¿Te ha gustado?
—¿Qué de todo? La parte de hablar de nuestro pasado sin consultármelo, ya te digo que no.
Zachary se pasa la mano por el pelo, la mandíbula aún más apretada que escucho sus dientes chirriar.
—Pensaba en el restaurante y en la ropa —suelta por fin.
Parpadeo en su dirección.
—Sí, ambas cosas. ¡La malteada estaba deliciosa! y la ropa del hermano de Iham... me queda bien, creo.
—Lo hace. Así que por favor, termina con esa cantaleta de que no eres atractivo o que bajas erecciones, te puedo asegurar que son ideas tuyas.
Si supiera, ya me he abierto demasiado con este tipo. No pienso contarle mis penas más allá de lo necesario.
—¿Lo son? —pregunto con un tono alegre en un intento de no profundizar en el asunto.
—Dennis...
—¿Eu?
No soy capaz de reaccionar, Zachary se inclina en mi dirección, sus labios acarician los míos y el toque nos da un chispazo de electricidad pero ninguno de los dos se aparta. Presiona su cuerpo contra el mío, retrocedo hasta pegarme contra el frío elevador por donde el agua baja.
—No me gusta que pongas en duda mis palabras —Su cuerpo está tan cerca que su pelvis se frota contra mi muslo y jadeo al encontrarme con su erección tensa contra los pantalones, caliente y oh, madre, llena de umbra de lujuria.
Alzo la vista con ojos vidriosos, estoy hambriento.
—Maldita sea, Dennis.
Creo que le ruego con todo el cuerpo porque me aprieta contra él y apresa mi boca. Me rodea por la cintura y muerde mis labios, tan desesperado como yo. Las zonas erógenas son las más sensibles y deliciosas para demonios de lujuria como yo, no te cuento si voy más allá.
Y los labios de este hombre siempre han sido así de ricos, finos pero siempre dispuestos a devorarte. Respondo con el mismo ímpetu, nuestras bocas son dos trampas de dientes intentando tomar el control. El espacio entre nosotros se ha reducido y yo aún no encuentro satisfacción, quiero tenerlo más cerca, más dentro, de la manera más invasiva que se pueda tener a alguien.
El sonido de las puertas abriéndose nos detiene a ambos, me sorprende abrir los ojos y encontrarme con un Zachary febril, lo tengo sostenido por las orillas del saco y me estoy frotando contra él.
Él se aparta y suspira.
Me coloca la máscara rosa de mercadillo y él se pone la suya con tecnología de punta. El elevador nos deja en el estacionamiento cuya iluminación refleja luces azules en el suelo de cristal. Los autos están sobre plataformas impermeables y caminamos sobre un suelo que hace que parezca que caminamos sobre el agua sin mojarnos los pies.
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