Esa voz definitivamente era la voz de Milo. Sin poder entender la situación, me di cuenta de que el hombre que me sostenía, ya no me tenía en su hombro sino en sus brazos. Me sostenía con fuerza mientras corría. No podía moverme en absoluto, estaba asustada y confundida.
No había podido comenzar a entender y ordenar mis pensamientos sobre lo que pasó en mi casa con aquellos dos hombres, cuando aparecieron más personas y por alguna razón tuve que salir de mi casa.
La mujer y el hombre estaban corriendo, de hecho, corrían muy rápido. Mi cabeza golpea levemente contra su pecho, como lo haría contra el vidrio del auto cuando nos apoyamos para luego dormirnos durante el viaje.
Decidí mirar alrededor. Las terrazas de los edificios estaban sorpresivamente cerca.
—No pares de correr, cuando estemos en la cornisa volveré a teletransportarnos al siguiente edificio.— La mujer habló como si estuviera dando una orden. No parecía agitada.
Debido a la máscara veneciana que llevaba puesta no pude verle el rostro pero su cabello atado es especialmente bonito. Es rubio. Un tono rubio claro pero no demasiado. No puedo ver más de ella. El traje y la máscara lo cubren todo. Tampoco puedo ver los rasgos del hombre, su cabello es notablemente más largo que el común de los hombres pero, no logra percibirse bien debido a la oscuridad.
—Saltar de edificio en edificio no ha sido mala idea—. Dijo el hombre alegremente. Aunque la situación de alegre no tenga nada, parece ver algo bueno. Su positivismo me hace olvidar un poco mí alrededor.
«¿Saltar de edificio en edificio?» Me di cuenta de ello al mirar con más atención mi entorno.
Mi corazón se aceleró cuando pasamos de un edificio a otro.
«¡Voy a morir! Definitivamente caeremos.» Mi estómago dió un vuelco. Me sentía con náuseas y mareada. El dolor de cabeza que aún no desaparecía no ayudaba.
Sin darme cuenta había agarrado uno de los brazos del chico con fuerza.
—Lo siento—. Dije casi inaudible.
Bajo su mirada hacia mí. Emitió un sonido parecido a una risita y continuó viendo hacia delante.
«¿Le he hecho gracia?»
—No te muevas, podrías caerte.
A pesar de tener una máscara puesta parecía estar sonriendo. La ropa que tiene puesta es bastante dura. Las dos personas junto a mí visten de la misma forma. Un traje de cuerpo completo negro, una capa con capucha del mismo color y una máscara veneciana blanca con detalles dorados.
—¿Ya está despierta?— Habló la mujer.
—Si.
—Entonces explicaré la situación. Te desmayaste aproximadamente cinco minutos, nos preocupamos porque no despertabas. Nos encontramos saliendo de la zona de cancelación. Alguna persona de una organización contraria a la nuestra, utilizó su habilidad para cancelar todas las habilidades. No sabemos cuánto abarca la zona, depende de cuan hábil sea el portador y cuánto pueda resistir usando su habilidad. Probablemente tengamos que salir de la ciudad. Cuánto más nos alejemos, más débil se vuelve la zona, por lo que podremos teletransportarnos más lejos y salir más fácilmente. Actualmente solo puedo teletransportarnos distancias cortas. Muy cortas. ¿Alguna duda.
«Muchas. Demasiadas. Tantas que ya no sé con exactitud cuáles son mis dudas.»
—¿Qué fue lo que sucedió en mi departamento?— pregunté.
—Ah. La organización contraria trató de que te unas a la fuerza. Anticipamos lo que sucedería así que uno de los miembros de nuestra organización, cuya habilidad consiste en copiar el cuerpo humano a la perfección, se infiltró para que no corras riesgos.
«Nos vemos, Ragui.» Esa voz volvió a mi mente. ¿Entonces Milo se infiltró?
—No comprendo del todo en lo que consiste una organización. Las habilidades... ¿Qué son?
Volví a sostener con fuerza a la persona que me carga. El movimiento al transportarnos de un edificio a otro me marea, más específicamente, la sensación. Esa sensación de una presión extraña sobre mi cuerpo que dura menos de un segundo pero se mantiene en mi conciencia y cuando menos me lo espero ahí está, vuelve a aparecer porque seguramente, volvimos a teletransportarnos. El mareo y el constante dolor de cabeza punzante no ayudan a mi falta de aire. Resisto. Trato de no mirar a los alrededores.
«No tengas miedo, no estamos tan alto.» Me miento y consuelo.
«Respira lento. Todo estará bien.» Repito una y otra vez.
—Las organizaciones reúnen personas con habilidades, ya sea para ayudarlas o utilizarlas. Habilidad es una manera de decirle al poder que muchos poseemos. Puede despertar o activarse naturalmente, por traumas o porque el portador lo desee fervientemente. Si aquella organización te llevaba a la fuerza probablemente tu habilidad habría despertado como resultado del trauma de esa situación.
Decidida a hacer una última pregunta volví a hablar.
—Milo... ¿Esa persona era Milo?
—Si—. Ni siquiera dudó en responder. Respondió tan rápido terminé la pregunta. De hecho, lo hizo un poco antes de que terminara de preguntar.
«¿Cuánto tiempo habrá pasado desde que me fui de mi casa?»
No sé que tan lejos estamos. Solo sé que estoy en peligro y que mi cabeza duele tanto que apenas puedo pensar en otra cosa que no sea el dolor. Y de repente...
Negro.
Todo está negro.
No veía absolutamente nada.
Estaba recostada sobre el suelo y podía oír al agua fluir, aparte de ese sonido todo era silencio. No sabía donde estaba o que pasaba.
Decidí levantarme y caminar hacia lo único que oía. Pronto una brisa recorrió todo mi cuerpo y entre tanta oscuridad pude ver apenas al agua golpear fuertemente contra las rocas, lo veía desde arriba.
Me encontraba en un risco, observando, escuchando, sintiendo la brisa.
Por alguna razón me sentía tranquila, calmada, pero luego al estar en la punta del risco todo eso desapareció. El miedo inundó mi cuerpo.
Tenía tanto miedo que no podía moverme, en ese momento recordé mi terrible miedo al agua, a las alturas y a la oscuridad.
Caí hacia atrás y como pude me arrastré lejos de donde estaba. Aunque no fue mucha la distancia.
Debido a la caída mis manos ardían y mi cuerpo dolía.
Me giré para intentar ver lo que me rodeaba y pude distinguir unos cuantos árboles. En realidad, eran muchos. Demasiados. Como si de un bosque se tratase.
No sabía donde estaba.
En ese momento recordé mi miedo a estar pérdida.
Solo abracé mis piernas y apoye el rostro sobre mis rodillas para luego llorar. Mis peores temores estaban todos juntos, en un mismo lugar y lo estaba presenciando.
No tenía a donde ir.
No sabía a donde ir.
¿Y si intentaba buscar la salida y me perdía mas?
Parecía no haber nadie, así que ¿A quién le pediría ayuda?
¿Y si gritaba para que alguien viniera y solo parecía una tonta?
De repente oí pasos.
Pasos que parecían acercarse.
Y así fue. Alguien se acercó a mí.
—Oye. ¿Estás bien?
Una voz, parecía ser amable, era suave y armoniosa. Una voz que daría gusto escuchar por siempre. Hipnotizante, como el canto de una sirena.
Estaba parado delante mío. Levanté la vista para verlo pero estaba demasiado oscuro, solo podría distinguir su silueta. Él extendió la mano para ayudarme, solo me limité a mirarla.
—Vamos, tómala. Mi mano se cansará de esperarte.
Bromeó.
Tomé su mano. Su agarré dolía. Me agarraba con fuerza. Todo mi cuerpo se tensó.
«Esto es un error.»
—Ahora me perteneces.
Su voz se agravó, se hizo mas profunda. Parecía reírse. ¿De mi? ¿De mi reacción? Lo que antes fue una pequeña risita se transformó en una risotada.
Levanté un poco mas la mirada, él... No tenía rostro. Aún así, sentía su mirada penetrante. Su sonrisa... Sabía que estaba sonriendo pero no lograba verlo.
Antes de que me diera cuenta, logré distinguir una boca horripilante en el hombre sin rostro.
Y entonces...
Desperté
—¡Ah!
Empujé lo más cercano a mí. Mi cuerpo rodó hasta caer al suelo. El estruendo del impacto resonó en mi cabeza y en toda la habitación. Me había caído de la cama.
Abrí mis ojos de golpe. Me senté tan rápido como pude y miré a mi alrededor.
«Ah... Sólo fue un mal sueño.»
Me levanté del suelo. La habitación estaba demasiado iluminada, todo había sido un sueño, un mal sueño, una pesadilla.
Estaba aliviada de que aquello no fuese real
«¿Cuánto tiempo dormí?»
La luz invadía toda la habitación, cerré las cortinas para que se oscureciera lo más posible y volví a la cama para continuar durmiendo. Tuve un pesadilla horrible. Debo arreglar la mala experiencia con una mejor. Quiero tener un buen sueño.
«Mamá... La extraño tanto...»
No quiero llorar, de seguro se enojaría si lloro.
Me acomodé en la cama e intenté volver a dormir, hasta que finalmente lo logré y al oír un golpe en la cocina me desperté. ¿Ollas? ¿Platos? Fue entonces cuando me dí cuenta.
«¡Mi habitación! ¡Yo... bajé la persiana de mi habitación! Y mi cama... ¡Definitivamente mi cama es más pequeña!»
La habitación en la que me encontraba no era la mía.
—¡Shandal idiota! Mira lo que acabas de hacer.
El grito de una mujer se oía fuera de la habitación.
—¡Lo siento! No fue mi culpa.
—Claro que lo fue.
Poco a poco recordé lo que pasó anteriormente.
«¿Me desmayé? O... ¿Me dormí? ¿Cuándo me dormí? ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Qué hora es? ¿Por qué no estoy en mi casa? ¿Quiénes están fuera de la habitación? ¿Cómo llegué hasta aquí?»
Esas eran algunas de las preguntas que rondaban por mi cabeza.
Parecía que la pelea en la cocina no iba a terminar rápido. No quería salir de la habitación, estaba demasiado asustada pero hay situaciones que asustan más que salir o no de una habitación. Por ejemplo sentir una mano en la cama.
Lo que estoy tocando en este momento es una mano cálida, no quiero bajar la vista pero me forcé a hacerlo.
Debajo del tumulto de colchas, se encontraba una persona profundamente dormida y el estómago descubierto.
«¡Milo!»
Tan pronto lo ví esbocé una sonrisa.
No sé cómo no lo noté antes. Verlo dormir como un tronco hizo que me riera. Hace un momento estaba asustada pero ahora me estoy riendo por solo verlo dormir.
—¿Ragui?
El bello durmiente por fin abrió sus ojos. Sin entender la situación preguntó al respecto. Mi estómago duele de tanto reír. Ya no sé por qué río. Al no oír respuesta de mí parte, él también comenzó a reír. Este es uno de esos momentos que no me gustarían olvidar jamás.
Felicidad.
Eso es. Nadie podría decir lo contrario.
Hablé cuando me calmé un poco
—Ni siquiera te despertaste cuando me caí de la cama.
—¿Te lastimaste?
Se alarmó y comenzó a buscar heridas en mí. Sin darse cuenta, tomó mis muñecas con fuerza. Debido al dolor, solté un pequeño quejido.
—Lo siento—. Dijo.
Vió rápidamente las marcas de las cuerdas y me apartó. Mejor dicho, me empujó. Perdí el equilibrio.
«Voy a caerme de la cama.»
En un intento de atraparme tomó mi mano pero fue demasiado tarde, ambos caímos. Debe haber sido mi culpa. El me sostuvo y yo, como reflejo, sostuve esa mano fuertemente hacia mí por lo que, Milo también cayó.
Otra vez, mis heridas aumentan. Milo estaba sobre mí.
—¡Ragui! No hagas cosas tan peligrosas por salvarme.
Se sentó rápidamente. Aún sigue sobre mí. Agradecería que se quite de encima, es pesado. Aunque... Dijo algo extraño.
«¿Salvarte? ¿Hacer cosas peligrosas?»
—Gracias a que fuiste de ayuda no tengo ni una sola herida.
Esa manera despreocupada en la que habla es uno de sus rasgos principales pero en este momento hace que me moleste.
—¡¿De quién crees que es la culpa de que tenga heridas?!
«Después de todo Milo fue quién me empujó.»
—Lo siento... Debe doler mucho.
Milo volvió a tomar mis muñecas. Esta vez fue mucho más cuidadoso y las observó.
La puerta se abrió de repente. Fue estrellada contra la pared. Ambos miramos hacia la misma.
—¡Dejen de hacer tanto ruido!
Un hombre enojado, con ropa oscura y voz grave. Nos observó sin decir nada más por el momento. Y nosotros lo observamos sorprendidos. Su cabello le llega a los hombros, es castaño oscuro y su tez es morena. La voz de este hombre es diferente a la de quien me cargaba antes. Entonces recordé con claridad lo que había pasado hace varias horas. Su rostro cambió a uno ausente de toda expresión. Al mismo tiempo que cerró la puerta dijo "¡Lo siento!" Casi gritando y avergonzado por lo que acababa de ver.
Milo y yo, sin entender de todo la vergüenza del hombre nos miramos y lo comprendimos. Milo aún continuaba encima mío, se había sentado sobre mí, mientras que yo estaba recostada en el suelo debajo de él. Claro, es una situación que sin mucho pensar, puede malinterpretarse.
Milo no suele avergonzarse. Ni siquiera en situaciones como esta pero sus cachetes se enrojecieron levemente. Parecía que por fin, su rostro pálido tenía un poco de color.
Cuando nos conocimos, solía avergonzarme más fácilmente y me avergonzaba por la falta de conciencia de Milo ante algunas situaciones pero con el tiempo, logré acostumbrarme. Por ello, puedo actuar con normalidad en situaciones como estas.
—Ra-ragui...
Milo habló cubriéndose parcialmente el rostro con sus manos y actuando de manera tímida.
«Ah... Va a bromear con esta situación pero se ve demasiado tierno actuando así»
El rostro de Milo es especialmente tierno. Tiene dos cachetes redondos y sus ojos son grandes, no es alto y es delgado. Su voz es todo lo contrario a grave pero no es exactamente aguda. Milo es un bromista. Le encanta molestar a las personas, por ello aprovecha su aspecto que hace a las chicas y chicos sonrojarse y gritar internamente. Su actitud no siempre es la de un bromista. Es alegre y amable pero también es serio y se enoja con cierta frecuencia.
—Mike pensó que estábamos haciendo algo indecente.
Fingiendo estar avergonzado y emitiendo pequeños grititos como lo suelen hacer las niñas, le pedí que se quite de encima mío sin dar más vueltas.
Milo soltó un bufido y se levantó mientras hacía un puchero.
—Nunca te avergüenzas. Así no es divertido molestarte.
«¿Ahora habla como niño pequeño? Milo, de verdad eres único»
Conteniendo la risa y decidida a responderle, hablé con la verdad.
—Ya estoy acostumbrada a tí.
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