—Allí hay un cambio de ropa para tí. También hay un cambio de ropa para Milo, se lo llevaré mientras te cambias de ropa.
El hombre señaló hacia la cómoda. Tomó el segundo cambio de ropa y salió de la habitación.
Me cambié y me dirigí al baño que se encontraba en la habitación. Habían dos cepillos de dientes nuevos con un pequeño cartelito en cada uno. El cepillo de dientes azul tenía mí nombre y el verde tenía el nombre de Milo. Por alguna razón, al ver que personas que desconozco prepararon estas cosas para ambos me hace sentir a gusto.
Luego de que terminara de higienizarme y cambiarme, tomé la perilla de la puerta de la habitación decidida a salir.
Más allá de sentir cierta inquietud sobre lo que me esperaba fuera, me incomodaba mí vestimenta. Vestía un croptop blanco junto a una minifalda floreada con volados. Sentía ganas de cubrirme los brazos y ponerme un jean o un jogger. No hay nada mas cómodo que la ropa ancha y los pijamas.
«Ah... Debo salir. Llevo demasiado tiempo avergonzandome aquí dentro.»
Antes de que girara la perilla de la puerta, alguien más la giró antes de mí. Sin suficiente tiempo para reaccionar, la puerta se abrió violentamente y fui empujada hacia la pared.
—¡Ragui estás tardando mucho!
Milo había vuelto para buscarme. Al no encontrarme, entró a la habitación y cerró la puerta. Luego del repentino impacto, perdí el equilibrio y caí de rodillas al suelo. Mí cuerpo dolía y mí frente ardía. Fue en ese momento cuando recordé que mí cabeza había estado punzando desde la noche anterior pero recientemente el dolor había cesado.
«Que alivio.»
Sin darme cuenta, tenía a Milo delante mío mirándome sorprendido.
—Sangre...— Dijo antes de correr al baño.
—¿Eh?— Toqué debajo de mí nariz. Efectivamente, había sangre.
Milo hizo un escándalo diciendo que debíamos detener el sangrado. Trajo suficiente papel higiénico como para detener el sangrado nasal de una nación. Estuvimos al menos veinte minutos en la habitación. Milo se disculpaba y preocupaba. Yo lo tranquilizaba diciendo que solo había sido un accidente. Aunque, suelo exagerar cuando se trata del dolor, no quiero que se preocupe innecesariamente en este momento.
Cuando por fin me permitió levantarme del suelo notamos lo diferente que nos veríamos con nuestras vestimentas.
—Es extraño verte vestida así.
Milo no dejaba de reírse. Por ello, lo golpeé lo más fuerte que pude en la espalda pero continuó burlándose.
—Tus golpes no duelen.
Milo estaba completamente vestido de negro. Con facilidad, puede notarse que la ropa le queda grande. Si bien la remera es oversize, el largo le llega cerca de las rodillas. Él suele vestirse de colores claros y alegres, al verlo con prendas oscuras no pude evitar sorprenderme.
Mientras continuaba riéndose diciendo que su estómago dolía se dirigió al placard. A pesar de no ser suyo, lo revisó con entera familiaridad. Sacó una prenda de allí y me la lanzó al rostro.
—Ponte eso.
Era un hoodie blanco. Agradecida, me la puse. Me quedaba enorme, lo que hizo que Milo volviera a burlarse. Mis manos no se veían, el largo de la campera me llegaba casi a las rodillas y la capucha cubría casi todo mí rostro.
«La tela es suave.»
Al llegar al comedor, una mujer se encontraba sirviendo la comida, uno de los hombres en la cocina y el último poniendo los cubiertos.
En esos momentos me hubiese gustado quedarme en mí cama tapada con todas las sábanas que tengo y dormir, dormir mucho y que nunca hubiese sucedido lo del día anterior ni lo que sucederá después. Realmente no me agrada relacionarme con otros pero al verlos parecían una familia. Me agradaba el aura que transmitían.
Ya falta poco para llegar al presente, no desesperes. Pronto podrás enterarte de lo que sucedió.
—Vamos, sientense—. Una bonita chica rubia nos invitó a la mesa. Su rostro parecía el de un ángel. Nunca ví una persona tan hermosa.— Estaban tardando mucho, por eso calentamos la comida.
«Su corazón debe ser igual de hermoso.»
Me quede de pie no mucho tiempo sin decir nada solo mirándolos, vi un lugar vacío junto a Milo. Presentía que algo malo se avecinaba, una mala noticia. Era algo obvio.
—Ragui—. Milo dió unas palmadas suaves al asiento junto a él, me limité a asentir. Con pasos algo lentos y desconfiados por fin me senté a su lado.
—Te los voy a presentar. Ella es Sami—. Señaló a aquella chica bonita, de rostro pequeño y ojos grandes. Sus ojos son de un tono azul muy claro. Debe de ser ella la chica que se encontraba con el chico que me cargaba ayer a la noche.
Prestando más atención noté que se vestía de manera muy femenina, justo como yo en este momento. La ropa debe de pertenecerle. Viéndola vestida de esa manera, con ropa tan corta, con volados y flores, pienso en que cuando el rayo de luz solar llega a su lado derecho parece un ángel.
—Él es Mike—. Esta vez era un chico un tanto robusto pero no porque tenga unos kilitos de mas si no por su cuerpo ancho y con algunos músculos notables, su piel es más oscura a la de la chica y su pelo es castaño. Su rostro, debido a que parece estar siempre enojado, da un poco de miedo.
—Y él es Shandal.
Lo voy a describir fácil: tiene pinta de idiota. Estaba saludando tontamente con la mano mientras sonreía.
—Es un delincuente juvenil asesino de abuelitas—. Aclaró Milo, bromeando.
—Milo no digas esas cosas~ Ragui tendrá una idea equivocada.
Se quejó mientras hacía puchero, tanto la chica como el otro chico se estaban riendo a carcajadas como diciendo «¿Él? Cómo si fuera capaz.»
—Y ustedes no se rían—. Insistió Shandal.
—Raguel, no tienes de que asustarte, este chico no mata ni una mosca—. Habló Sami entre risas.
Parecía ser una chica seria a pesar de su risa fácil. No quería preguntar por lo sucedido el día anterior debido a que no quería arruinar el alegre momento y no solo eso, también tenía miedo. Acababa de conocer a personas que posiblemente eran peligrosas y desconocía completamente. Por ello, no preguntaré. Bueno, por lo menos no por el momento.
—Un día le lanzó una silla a una mosca y rompió una ventana—. Rió aún más fuerte Mike. No pude evitar reírme al imaginarlo. Un chico muy delgado, con cabello negro por los hombros lanzándole una silla a una mosca. Creo que a nadie se le ocurriría algo tan idiota.
—Solo Shandal hace esas cosas—. Milo intentaba hablar con el poco aire que tenía por tanto reír al recordar la escena.
—Ese día me llamó a la madrugada y me dijo "Mi-milo rompí mi ventana al lanzarle una silla a una mosca" le colgué inmediatamente pensando que estaba borracho—. Milo continúo contando la situación. Imitó su voz y expresiones faciales con el fin de ambientar el cómico relato.
Mi ánimo había mejorado gracias a esa tonta historia, me sentía menos incómoda gracias a Milo. Él siguió contando lo sucedido una vez que logró relajar su respiración luego de atragantarse bebiendo agua.
—Me volvió a llamar y dijo "Milo... No me cuelgues. Rompí la ventana porque quería matar a una mosca". Luego le pregunté si la logró matar y dijo que no— La voz de Milo se volvió temblorosa, como si fuera a llorar. Al ver la excelente interpretación, todos reímos. Todos menos Shandal, quien estaba algo avergonzado.
—Fue culpa de la silla inútil que la mosca seguía viva—. Habló orgulloso Shandal. Desviaba la mirada para lograr parecer menos avergonzado.
Realmente parece una persona torpe, su personalidad no coincide con su físico. Si solo me fijase en esto último, sería alguien de apariencia ruda. Su oreja derecha está completamente agujereada por los piercings que la adornan. Su brazo izquierdo se encuentra lleno de tatuajes, al igual que algunas otras partes de lo que se logra ver de su cuerpo a través de la ropa. Es alguien alto y fuerte. Al ponerse de pie, su altura logra parecer imponente.
Y así continuó el almuerzo, hablando de algunas cosas sin sentido y de nuestras anécdotas. Parecían llevarse realmente bien. Por un momento pensé «Oh, a mi me gustaría tener este tipo de amistad»
Pasó un poco menos de una hora hasta que por fin Milo me dijo "tenemos que hablar", levantamos lo que habíamos usado en el almuerzo, al terminar nos sentamos en el sofá que estaba en el salón. Él estaba sentado frente mío, mientras que las otras tres personas se quedaron en la cocina lavando lo que habíamos usado.
—¿Me vas a explicar lo que pasó ayer?
En realidad solo me hubiese gustado olvidarlo pero la curiosidad me consumía. Necesitaba respuestas. Milo estaba en mi casa a media noche y luego unas personas escaparon conmigo saltando desde el balcón.
—Necesito que te unas a la organización.
Milo es sincero, exceptuando cuando oculta la verdad cuando cree que algo es innecesario de decir o herirá a alguien querido. Sin embargo, su terquedad no logrará ganarme.
—Mi pregunta primero
—El Rey quiere que te unas a la organización y envío a estas personas para convencerte.
Estaba completamente serio y me miraba fijamente. Cuando su mirada se desvió hacia la cocina se vió algo consternado.
—Si no te unes porque estas personas te reclutaron otros vendrán y lo harán, incluso podría venir otra organización y te prometo que no será nada amigable, mejor dicho, te llevarán por la fuerza.
Milo no habla como suele hacerlo. «Únete, no tienes otra opción» ¿Eso trata de decir? ¿Algún tipo de amenaza encubierta? Me molesta que se comporte de este modo sin dar ninguna explicación concreta. Suspiré y pensé en sus palabras. Me dí cuenta de lo ridículo que sonaba lo que acababa de decir. Volví a plantearme sus palabras «¿Únete, no tienes otra opción?» Sonaba gracioso. ¿Acaso Milo estaba con la mafia? Risible. No había ninguna posibilidad de que ese fuera el caso.
«¿Me está tomando el pelo? ¿Acaso cree que soy tan idiota como para creerme eso? ¿Un Rey? Debe ser una broma.» Pensé una y otra vez que se trataba de una broma, una mala broma. Pero mis dudas sobre el día anterior siguen sin resolverse. «Un sueño. Debe ser un sueño. No hay respuesta más que esa.»
Entonces decidí tomarme su mala broma con gracia.
—Milo... JAJAJAJ buena broma—. La verdad es que sí, me reí y muy fuerte, porque de hecho, me había causado gracia. Me imaginé una escena en la que él llamo a sus amigos para hacerme una mala broma, fingieron que me secuestraban, ahora me dice que me tengo que unir a una organización y yo me lo tengo que creer. Pero la realidad no era así. Ojalá algunas de las cosas que imaginamos se hiciesen realidad.
—No es una broma, Ragui, sé lo difícil que es creerlo. Deja que te muestre, por favor—. Al ver que me reí de su justificación absurda, su rostro no cambio de expresión en lo más mínimo. Seguía mirandome sin moverse pero, al mismo tiempo lucía algo triste. Él suplicó, solo asentí y prosiguió. Tenía miedo. Miedo de lo que fuera a suceder ya que, Milo no suele mantener tal seriedad con frecuencia.
«Debe ser más grave de lo que parece.» pensé, refiriéndome a la situación. Tal vez Milo había escondido algún problema personal en su "broma" y, al ser difícil de decir, solo seguía dando vueltas. Mis pensamientos sin sentido siguieron fluyendo.
—Solo cierra los ojos un momento—. Hice caso a lo que decía, logré ver lo avergonzado que estaba. Cuando me dió permiso para abrir los ojos no esperé lo que ví. Creo que decir que estaba impactada es lo más indicado, ya que se veía completamente idéntico a mí.
—Mi habilidad es la imitación, suelo imitar físicamente a las personas, incluso su voz. ¿Ahora me crees?
Lentamente se fue acercando a mí ¿Esto es real? No puede ser. No lo creo.
«Esto... Es demasiado extraño para ser real.» Y así es, a veces la realidad es más extraña e impredecible que nuestros pensamientos e ilusiones. La realidad no espera a que estemos preparados para las situaciones que se avecinan. La realidad, solo es eso, real y al ser real, no podemos hacer nada en su contra. Debemos seguir la corriente de "la realidad" y dejar que lo real nos sorprenda porque los sentimientos que eso nos genere será los que nos indicará que aún seguimos vivos y no solo existimos junto a la corriente.
—¡No me toques!— Grité cuando estuvo apunto de tocarme, aquello no podía ser real. Estaba nerviosa. No entendía lo que sucedía. Milo me miró triste, bajó la mirada y volvió a su lugar.
—Ragui, esto es real, y quiero ayudarte. ¿Piensas que al principio yo quería unirme? ¿Piensas que yo quería ser lo que soy? Yo no quería esto, pero es lo que soy y tengo que aceptarlo. No quiero que te hagan daño, nadie va a obligar a unirte a esta organización pero te puedo asegurar que es la más segura—. Lo que puedo asegurar es que estaba a punto de llorar, nunca lo había visto llorar. No por lo menos que recuerde.
—No... No quiero Milo, yo... Yo... No quiero esto Milo.
Puedo recordar perfectamente lo que sucedió en ese momento porque eso fue lo que hizo que decidiera unirme.
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