Llegó la noche de aquel día. Milo le insistió a Mike para que pudiéramos quedarnos otro día más en su casa pero, yo no deseaba molestarlo. Además, me sentía incómoda y confundida.
«Debo volver a mi casa.»
Cerré con fuerza mis manos formando un puño, mientras la sola idea de volver me daba escalofríos. Entonces hablé negando mi deseo de quedarme en la casa de otra persona y agradeciendo su oferta.
—Entonces debemos ir a la casa de Ragui—. Shandal tenía una sonrisa tonta en su rostro que me generaba repelus. Solo accedí a que Milo y Sami se quedaran. Ya era tarde y al día siguiente tendría clases.
Lunes. Tenía que ser un lunes.
¿El primer día de la semana no podía tener un nombre mejor? Hasta es deprimente decirlo. Eran alrededor de las diez de la noche, sabía que de algo me olvidaba, algo... Importante. Y sí, en ese momento me di cuenta que "lunes" era sinónimo de "evaluación de biología" y de "vas a desaprobar y llevarte la materia", no había estudiado nada en todo el día así que los nervios comenzaron a atacarme, no sabía si estudiar o no así que opté por hacerlo. Sí, estudié. Aunque no serviría de mucho.
No recuerdo haberlo dicho antes pero me encontraba cursando el último tramo del año. ¿De qué es sinónimo? Acertaste. ¡Felicitaciones! Es sinónimo de: si no apruebo esto hay un 98% de probabilidades de que me la lleve. ¡Oh! ¿Te preguntas por el otro 2%? El otro 2% es por si la profesora decide dejar que haga trabajos prácticos o me regala un poco la nota. Lo último no va a suceder pero es bueno ilusionarse de vez en cuando.
Estaba tan absorta por mi preocupación y nerviosismo debido a la evaluación que olvidé todos mis problemas, estaba tan preocupada y nerviosa que ni siquiera estaba prestando atención al estudio.
Tocaron la puerta de mi habitación. Sin moverme, respondí desde el lugar donde me encontraba estudiando en mi habitación.
—¿Puedo pasar?
«Milo, agradecería que hables rápido porque en este momento estoy nerviosa e incluso podría afirmar que no estoy del mejor humor.»
—Claro, pasa, pasa—. Intenté ser lo más amable posible.
—Ragui, lamento todo lo que... ¿QUÉ ES ESTE DESORDEN?
Lo siento, no especifiqué antes. Mi cama estaba llena de hojas. Las lapiceras y resaltadores estaban hasta en el piso. Me encontraba sentada en la cama rodeada por este desastre con un libro inentendible en las piernas. Supongo que no hace falta aclarar de que era el libro.
—Mañana tenemos un exámen, no molestes.
—¿Por qué estás rodeada por tantas hojas?
—Es un círculo de invocación para obtener suerte en la evaluación de mañana.
Había dejado intencionalmente algunos de mis apuntes a mi alrededor, entre ellos, se encontraban evaluaciones en las que aprobé con buenas y no tan buenas calificaciones. ¿Dónde se encontraban aquellas evaluaciones en las que reprobé? Cerca de la puerta. Indicando que debían salir de mi vida y nunca volver. Nunca vuelvan, no las quiero cerca.
«Biología, definitivamente la aprobación es mía.»
—¿Por lo menos estás entendiendo lo que estás leyendo?
—...
¿Qué podría responderle? Claro que no entendía nada, así que mi silencio hizo lo suyo. ¿Entender lo que estaba leyendo? Ja. ¿Qué es eso? Aunque, agradecería entenderlo.
—El círculo de invocación se encargará—. Indiqué.
—Deja que te ayude—. Habló Milo. Se sentó a mi lado soltando un profundo suspiro.
Y así, pasaron las horas. A pesar del horario y del corto tiempo que nos quedaba entendí, no todo, pero si la mayoría de ello. Desde que lo conocí siempre creí que Milo debería ser profesor, posee ilimitada paciencia y disfruta de explicar a otros. ¿Lo mejor? Lo hace bien.
—¿A quién le rezas?— Preguntó viendo la posición de mis manos.
—A ti. Permíteme aprobar la materia.
Milo debería ser santificado. Olvidaré todos sus errores y resaltaré sus cualidades. Ayuda a los necesitados como yo y comparte su sabiduría con el resto.
Era demasiado tarde. Debíamos dormir temprano para madrugar al día siguiente. La suerte siempre tiene que estar de mi lado. Círculo de invocación y Milo, ayúdenme.
Sami se quedó en mi habitación y Milo durmió en el salón.
Volví a tener pesadillas. Volví a soñar con aquel hombre sin rostro.
Otra vez el miedo a las alturas.
Otra vez el miedo al agua.
Otra vez en el risco.
Otra vez pérdida.
Otra vez sola.
Y otra vez, él.
—Veo que volviste—. Una voz grave detrás de mi, cerca de mi oído. Logré sentir su respiración en mi cuello. Toda mi piel se erizó por el susto.
—¿Me buscabas?— Preguntó interesado.
Me quedé sin palabras, estaba tan asustada que no podía moverme y mucho menos hablar.
—¿No es bonita la vista? El sonido del agua, los árboles alrededor, la paz ¿No te... Relaja?— Su rostro era cubierto por la oscuridad. No podía verlo, aunque ¿Para qué verlo al rostro si no tenía uno?
—N-no—. Lo dije tan bajo que, a pesar de su cercanía no pudo oírme.
—¿Que dijiste? Habla más alto o... ¿No será que estás asustada?— Parecía querer molestarme. Jugueteando con la oscuridad, cambiaba su posición de izquierda a derecha y de adelante hacia atrás. En un momento se encontraba delante mío y luego detrás sin permitirme discernir el momento en el que cambió de posición. Estaba más cerca y después más lejos.
—N-no t-te acerques—. Intenté hablar lo más fuerte que pude y lo alejé con la poca fuerza que tenía.
Repentinamente su rostro tomó forma a la luz de la luna. Pude ver su boca, su pelo que parecía ser rubio y sus ojos... No logro distinguir el color.
«Deja vu.» Su apariencia es extrañamente conocida pero no puedo recordarlo.
—¿Eh? Así que me alejas. Cuando despiertes descubrirás el regalo que preparé para tí. Escoge el que más te guste—. Dió media vuelta y se retiró. Caminaba tranquilamente con paso suave. Actuaba distinto a la última vez que lo ví.
Él se fue de aquel lugar y yo también.
Desperté.
—¡Ah!—. Me levanté de la cama bruscamente. Mi respiración estaba agitada.
«Ah... Ya no estoy en el bosque.» Solté un suspiro de alivio. Alivio que pronto llegó a su fin gracias a lo que se encontraba frente a mi.
«Cuando despiertes descubrirás el regalo que preparé para tí. Escoge el que más te guste.» Recordé sus palabras.
«Así que este es el regalo. ¿Eh?» Pensé con asombro.
Nunca esperé lo que iba a suceder.
A mi alrededor habían armas de todo tipo flotando, estaban rodeadas de una extraña luz. Habían chuchillos, espadas, arcos, cuchillas, armas de fuego, escudos, armaduras. Diversidad de todas estas.
—Elige el que más te guste—. Resonó en mi mente.
«Ahora entiendo... El sueño es real.»
Me atemorizaba que lo que veía en mis sueños se llevará a la realidad pero lo que más miedo me daba era no saber cuánto de ellos se volverían reales.
—Ragui... ¿Qué pasa?— Dijo adormilada Sami. Al abrir los ojos y darse cuenta de lo que había en la habitación, se levantó con precaución mientras se acercaba hacia mi.
—Ragui, no te muevas—. Advirtió con firmeza.
—Lo volví a ver en mi sueño—. Hablé sin entender a qué se debía su forma de actuar, ahora que lo recuerdo seguramente Sami intentaba protegerme de las armas o de un posible intruso.
—¿A quién?
—Al hombre que me habló hoy, dijo que me dará un regalo.
—¿Dijo algo más?
—Sí, que elija el que más me guste.
—Puede que esta sea tu habilidad... Invocar armas ¿Te gusta?— Sonrió, supongo que intentaba calmarme. Raramente ya no estaba tan alterada.
—¿Mi habilidad es está?
Me sorprendí tanto. Desde pequeña me gustaron las armas, más que nada las espadas. Y ahora tenía una frente a mis ojos. Pero me da miedo el filo, tocarlo y cortarme. Pensé en lo que normalmente te dicen las personas para animarte "tienes que enfrentar tus miedos." Si, esa frase que, a veces resulta inservible porque al fin y al cabo es más fácil decirlo que hacerlo. Tomé una de las espadas, la que me pareció más bonita, la que fue más de mi agrado. Una espada de un fino metal plateado. Su mango era completamente negro, al igual que la marca horizontal que recorría el metal a ambos lados.
Sorprendentemente cuando la tomé su peso se había anulado. Pesaba aún menos que una pluma. Era maravillosamente liviana.
«Escogiste bien.» Retumbó su voz en mí cabeza.
Todas las demás armas cayeron al suelo e hicieron un sonido metálico al estrellarse contra este. Milo entró lo más rápido posible a la habitación, me vió empuñando una espada. Las armas en el suelo poco a poco eran consumidas por un extraño humo oscuro hasta desaparecer.
Si bien temo de los objetos punzantes y cortantes, no siento miedo al tener está espada o al ver el resto de ellas armas. Una extraña calma me llena y dudo de mí cordura.
—¿Qué ha sucedido?— Aún sostenía la perilla de la puerta, miró anonadado el cuarto y luego a mí. Sin entender la situación continuó hablando.
—¿Q-qué es eso?—Señaló la espada entre mis manos.
—Ragui se despertó, esta espada y muchas otras armas la rodeaban. También me comentó sobre su sueño. Soñó con el hombre que había escuchado, al que buscaban a la tarde—. Sami explicó tranquilamente la situación.
Sami parece ser una persona que mantiene la calma incluso en las situaciones más difíciles. Cuando Shandal me cargaba, Sami no parecía nerviosa en lo más mínimo.
—¿Crees que la espada le pertenece a algún espíritu?— Milo preguntó intrigado.
—Puede que así sea, Milo—. Supuso Sami.
Los dos giraron a verme. Aún permanecía sentada sobre mí cama admirando como una niña el arma. Es demasiado hermosa para apartarla de mí vista.
—Milo... Sami... Perdón por no creerles.
Solo una frase se paso por mí mente.
«Esto es real.» Las lágrimas inundaron mis ojos y bajaron por mis mejillas. No sabía cómo continuaría mí vida luego de eso. Me encontraba confundida. No quería que sucediera pero debía aceptarlo.
—Sé lo difícil que es—. Pronunció aquellas palabras con una voz compasiva, Milo me abrazó.
—Te entiendo—. Cuando mí amigo dijo estas últimas palabras, lloré aún más. Sentí como si un gran peso desapareciera. Me sentí más liviana y mejor luego de llorar pero no podía detenerme.
Lloré hasta quedarme dormida.
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