La mitad de la semana llegó antes de lo esperado. Una parte de mí se hallaba decepcionada y otra parte aún poseía emoción. No creí que vendría a un lugar como este aunque debería haberlo supuesto de algún modo. Esperé a Milo en la entrada, algo acostumbrada a que llegue tarde a las reuniones.
¡Ding! Mí teléfono tenía un mensaje de Milo. Suspiré al leer la justificación de su tardanza. Se había quedado dormido. Lo entendería si nos estuviéramos encontrando a la mañana pero eran las tres de la tarde.
Yo: ¿Dónde estás?
Él: A una cuadra, no te muevas.
Yo: Ok. No me moveré entonces. ¿Puedo respirar?
Él: Claro que sí. Todavía tenés mucho por vivir.
Lo ví en la cuadra de enfrente. Levanté una de mis manos para saludarlo, la bajé apenas me vió. Seguro me ví ridícula levantando la mano. Así soy yo. Me avergüenzo con facilidad, incluso cuando las cosas no son para avergonzarse.
Reí al verlo llegar agitado. ¿Había corrido todo el camino hasta aquí? Eso parecía. Una vez se recompuso se disculpó por la tardanza. Sentía que este día sería realmente largo. Hacer ejercicio es una de las cosas que más detestaba. Transpirar. Esforzarme. No quería hacer nada de ello. Temía verme ridícula entrenando.
«¿Por qué decidí entrenar...?» Un suspiro cansado salió de mí. Milo dió unas palmadas violentas en mi espalda para darme ánimos.
—¡Eso duele! —me quejé intentando frotar en la zona afectada.
—Entremos. —dijo él.
Creí que entrenaría en la sede de la organización pero había estado equivocada. Estaba frente a un gimnasio, uno enorme. En este entrenamiento no utilizaría mi habilidad, aún así hubiera preferido entrenar en la organización. Allí, de alguna forma, me sentía más segura.
Saber quién sería mi entrenador hacía que me emocionara y quisiera adelantar el tiempo hasta mi encuentro con esa persona.
Pasamos por un largo pasillo que al finalizar, tenía una puerta que guiaba a una sala. Al entrar ví un hombre de pie al fondo de la sala, estaba viendo su teléfono. Llevaba un jogging gris y una musculosa blanca. Su pelo, algo largo, estaba atado en una coleta, aquello me remitió a alguien que ya conocía.
«No puede ser...» Pensé creyendo que iba a ser otra persona.
—Supongo que te acuerdas de él, Ragui. —habló Milo sin necesidad de presentarnos.
Claro que me acordaba de él, cómo podría no hacerlo. ¿Cómo podría no acordarme de la persona que me llevó fuera de mí casa mientras saltaba de un edificio a otro?
—Por si no te acuerdas de mí nombre, soy Shandal. Empecemos de cero. ¿Si? —esbozó una sonrisa y extendió la mano. No podía no acordarme de su nombre cuando lo estuve viendo algunas veces en las recientes semanas.
—Claro. —dije con firmeza tomando su mano.
—Bien. Para que sepas me puedo ver un poco idiota pe...
Milo, interrumpiendo su oración agregó con comicidad «¿Solo un poco?»
—Si, solo un poco. En fin como decía, sé lo suficiente como para enseñarte a defenderte. Además, para que sepas desde niño estudié diversas artes marciales y mi papá me enseñó boxeo. En fin, espero que lo disfrutes —. Finalizó.
Más que su vida deportiva me interesaba saber por qué estábamos en un lugar como este. Me preocupaba que sea peligroso, aunque por el momento decidí ignorarlo.
—A Ragui no le gustan los deportes ni nada que necesite esfuerzo físico. —aclaró Milo.
—Que pena porque para esto vas a necesitar hacer esfuerzo físico. —habló Shandal con tono bromista mientras me miraba.
—¡Suerte! Te apoyo moralmente. —Milo levantó su mano formando un puño mientras me daba ánimos.
Agradecí y comencé mí entrenamiento con Shandal. Madre Tierra ¿Por qué se me ocurrió hacer esto? Quiero estar en mí cama durmiendo pero necesito mejorar mí defensa.
Shandal me explicó variedad de cosas durante una hora y media. Milo en momentos se reía de mí inutilidad y en otros me animaba. Shandal golpeó a Milo en la espalda cada vez que se reía. El tiempo entrenando fue extrañamente llevadero. Pensar en como me veía el resto y que pensaban sobre mí hacía que las cosas fueran más complejas, por ello decidí esforzarme para olvidar su mirada y opinión, no será fácil pero lo lograré.
El fin de semana conoceré a una persona capaz de invocar armas al igual que yo. Cuando estaba sola en mi casa trataba de volver a invocar aquella espada. El hecho de que vuelva a aparecer me asustaba y perdía mi concentración rápidamente.
Entonces pregunté sobre este lugar. Ambos dijeron que no debía preguntarme ya que lo consideran un lugar seguro.
—Se podría decir que soy el dueño de este lugar. Los empleados saben que no deben acercarse a esta sala y además está en desuso. Algunas de las personas que trabajan aquí pertenecen a Mariposa, así que podemos considerarlas de confianza. Si algún día tienes problemas puedes venir aquí y pedir ayuda—. Sus palabras lograron resolver mis dudas. Su modo de hablar es cálido y simpático. Hace que uno, quiera seguir escuchando.
Milo habló sobre nuestra misión. Me mostró un informe que contenía algunas imágenes e información personal.
—Se llama Bruno Bohr. —Comenzó a explicarme dónde estudiaba, dónde vivía y como lucía a pesar de tener el informe en mis manos. No necesitaba leerlo ya que, Milo lo había resumido de forma maravillosa.
El pelo del chico es de un tono castaño claro y sus ojos son celestes. Al pasar a la siguiente imagen se lo podía ver de perfil en su uniforme escolar. En la última imagen estaba saliendo de su casa.
«Esto... Es acoso. ¡Definitivamente es acoso!» pensé mientras agarraba las imágenes con fuerza. El solo pensar en que también podrían haberme tomado imágenes a mí y obtenido información personal mía me daba escalofríos
—Creo que tiene 14 o 15 años. Vive cerca tuyo y asiste al colegio bilingüe no muy lejos de tu casa. Te logras dar cuenta por el uniforme que lleva puesto.
El colegio cerca de donde vivo... Es un chico con una familia adinerada. Allí asisten extranjeros e hijos de familias bien posicionadas económicamente. Es un colegio al que no podría soñar ir.
«Un niño de élite.» Reí en mí interior, asombrada.
—¿Qué se hace en estas misiones? ¿Cómo te acercas a las personas y les dices de manera adecuada «¡Ey! Tienes poderes mágicos que van a cambiar tu vida de un día para otro, únete a nuestra secta en la que alabamos a un hombre con máscara?»
Milo me miró fijamente durante unos segundos. ¡No podría ser posible! ¡De ninguna manera podía ser posible! Él... No había pensado en nada.
«Este es el fin. Estamos perdidos...»
La desesperación se vió reflejada en mí mirada luego de ver la tonta expresión de Milo.
—Solo... Debemos llevarlo por el buen camino ¿No es así? Fácil—. Su expresión decía que no sería fácil en lo absoluto.
El buen camino. Milo me explicó que algunas personas con habilidades se aprovechan de ellas para destruir, asesinar y robar aprovechándose del hecho de ser portadores de una habilidad.
—Creen que nadie los notará, ilusos—. Habló con burla—. Cuando los desastres aparecen, las organizaciones también y no todas las organizaciones son agradables.
—¿Qué sucedería si otra organización lo encuentra? —pregunté.
—Mientras no sea Nube negra creo que estaremos bien.
Una de las organizaciones más peligrosas, por no decir que estaba en la cima del peligro. Tan solo escuchar su nombre era una advertencia. Nadie encontrarse con ellos, mucho menos meterse en sus asuntos.
Milo me advirtió que si escuchaba su nombre debía correr lo más lejos posible. Si me atrapan debo rendirme. Según él, es lo más fácil y seguro.
—¿Alguien alguna vez ha vuelto luego de unirse a Nube negra?
Es normal sentir miedo en estás situaciones. Mi vida no era tan peligrosa antes, de hecho, comparado a esto no era peligrosa en lo absoluto.
—Es difícil y poco común que una persona vuelva a su organización de origen luego de ser capturado por Nube negra. Una vez que se vuelve ya no se es el mismo.
«¡Capturado! Ni siquiera dijo reclutado.» Tenía una mezcla de temor e indignación. ¿Qué tipo de organización era esa? ¡No quería saberlo!
—Las pocas personas que han vuelto tienen comportamientos violentos, incluso muchas veces sus recuerdos han sido borrados o sustituidos por otros —finalizó.
—Comprendo —bajé la cabeza para pensar en lo que me acababa de decir.
Cabía la posibilidad de que el chico al que reclutaríamos ya tuviera conocimiento sobre su habilidad.
Milo estaba preocupado por mi seguridad durante la misión. Yo también me preocupé por él. Asentí ante sus comentarios.
Debía aprender a defenderme. Estaba dispuesta a hacerlo. No quiero causar problemas. Habiendo aceptado lo que poseo y sus consecuencias debía centrarme en practicar. Practicaré tanto como para no depender de las personas y no flaquear ante aquellos que quieran herirme o herir a las personas cercanas a mí. No permitiré que nada malo les suceda.
Proseguí a explicarle a Milo sobre lo que había sucedido recientemente.
—Así que... ¿Un demonio dijiste? —no estaba sorprendido en lo absoluto. Estaba fascinado.
—Siento que me estoy volviendo loca.
Una cosa es tener una habilidad pero ¿Un demonio? Eso ya era demasiado para procesar.
—No hay de qué preocuparse. Todo puede pasar. Te creo. Hay personas que han podido invocar demonios y otras cosas con las habilidades. Se dice que las habilidades existen desde tiempos inmemorables, muchos no lo creen. De hecho no se sabe con exactitud cuando aparecieron, sin embargo hay muchas historias.
—¿Qué dicen estás historias? —interesada, pregunté.
—Pues, una de ellas dice que hace mucho tiempo cuando los hombres vivían en cuevas, no mucho después de que descubrieron el fuego niños con habilidades comenzaron a nacer, los hombres los veneraron y pintaron en las paredes historias sobre ellos. Otros les tuvieron miedo, se quedaban en sus cuevas y morían por inanición. Preferían no salir a vivir en un mundo con supuestos monstruos. Algunas personas los apedreaban, creían ser valientes solo por mostrarse ante las personas con habilidades. Se crearon tribus en las que las personas con habilidades vivían y utilizaban las mismas para facilitarse la vida. Personas sin habilidades se unieron a estas tribus. La gente que les tenía miedo o no los querían en su lugar vivían en otras partes, hablaban de ellos como si fuesen demonios, montruos, lo que hoy conocemos como extraterrestres o una inteligencia superior pero claro, no tenían seis ojos ni eran verdes—. Soltó una pequeña risita.
Su manera de relatar, hace que quiera saber más. La historia resulta interesante y no respondo. Dejo que siga hablando y contando el relato.
—Se dice que las primeras habilidades fueron los cuatro elementos pero solo son rumores. Luego hubo un tiempo en el que más y más personas los veían como demonios o seres anormales que no deberían nacer. Decían que era una peste que se expandía, cuando las personas con habilidades eran descubiertas los asesinaban. La tribu en la que personas con habilidades vivían dejó de existir, las personas sin habilidades que vivían en esta tribu se armaron y mataron a los que las poseían porque los veían como un peligro.
Un relato que no deja esperanza. Sus hechos sin ser oficiales, de algún modo a la lejanía parecen reales. Tal vez existió una tribu o tal vez no.
Continuamos hablando sobre la misión. Shandal luego de haberse mantenido mucho tiempo en silencio decidió opinar.
—Solo infiltrense —habló sin preocupación.
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