Nos sentamos a cenar. Milo se encontraba frente mío y Bruno a su derecha. El chico lucía mucho más sereno mientras disfrutaba su comida.
Ravioles con salsa rosa. La pasta me encanta aunque debido al mal presentimiento que tenía no podía disfrutarla. Esto hacía que tenga una extraña sensación en la garganta y el pecho. A pesar que la comida era deliciosa y me encantaba, tragaba con dificultad. Sentía una extraña presión en mi cabeza, esto hacia que solo me centre en el dolor y no en mi entorno. De modo inconsciente, me quedé mirando el tenedor con un raviol en él.
—Ra-Ragui, ¿No te gusta?— preguntó Bruno refiriéndose a la comida.
—¿Eh?— Volví a la realidad luego de haberme dadi cuenta de que me quedé demasiado tiempo en las nubes—. Ah, sí. Sí, me gusta—. Sonreí con amabilidad.
No quería que notasen mi estado y arruinar el momento. «Si... Estoy bien» traté de engañarme.
—¿Te sientes bien? Estás algo pálida—. Esta vez Milo habló con preocupación.
Asentí ante su pregunta pero mi cuerpo hizo de las suyas para revelar la verdadera situación. Comencé a sentirme mareada. Apoyé el tenedor en el plato y dirigí la otra mano a mi cabeza.
«Mierda.» Mascullé en mi interior.
¿Justo en ese momento tenía que sentirme mareada? Definitivamente tengo la peor de las suertes. Mi amigo volvió a preguntar y negué lo que dijo Milo con la cabeza. Estaba aturdida. Él se levantó de su asiento y se arrodilló a mi costado. Giré mi mirada para ver su rostro.
—Señorita paciente, ¿Cuáles son sus síntomas?— consultó con una mirada cálida.
—Mareos. Siento una extraña presión en mí cabeza, tengo una sensación rara en el pecho y la garganta. De hecho...— proseguí a bajar la voz y acercarme a su oído— tengo un mal presentimiento.
—Entiendo. ¿Quieres que te lleve a casa? Pediré un taxi. Yo pago—. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro. Me limité a asentir. No me sentía lo suficientemente bien como para hablar.
Aún no quería irme. Bruno me preocupaba. Aquellas personas que entraron a su casa podrían regresar.
—¿Te gustaría un poco de agua, Ragui?— sugirió Bruno.
—Por favor, trae un poco de agua—. Respondió Milo en mi lugar.
Recibí el agua y le dí un sorbo. Me sentí culpable por arruinar completamente el momento. Me sentía avergonzada porque me tengan que ver así. Mi cabeza estaba llena de pensamientos de culpa y nervios. «¿Cómo miraría a Milo y Bruno después?» pensé.
—No se preocupen por mí. De verdad ya me estoy sintiendo mejor—. Mentí—. Sigan comiendo—. Finalicé con una sonrisa en el rostro y un tono alegre.
—¿Segura?— Cuestionó Milo—. No te ves como si te sintieras mejor.
—Me siento algo mejor.
En un intentó de mantenerme positiva y ocultar como me sentía mantuve la sonrisa en mi rostro y hablé con despreocupación.
«Mentira. Mentira. Me siento peor. Mucho peor.» Pensé.
Se sentaron en sus lugares y siguieron comiendo. Cada vez que Milo daba un bocado a su comida levantaba la vista para verme, no podía engañarlo así que solo me dió lo que quería.
¡Bang!
Escuchamos un estruendo proveniente de la entrada. Era la puerta. Me asusté tanto que volteé a ver con rapidez. Tanto Milo como Bruno se levantaron de sus asientos.
Se oía un lento caminar. Bruno se encontraba asustado. Milo y yo estábamos alerta.
Entonces recordé las palabras del rey loco. «Las misiones son dadas según la habilidad y conocimiento que poseas. Es decir, no te vamos a dar una misión en la que tengas que pelear con alguien cuando no posees una preparación previa. No queremos que muera nadie.» Já. ¿Habilidad? ¿Conocimientos? Alguien está invadiendo esta casa y tendremos que defendernos.
«¡Ni siquiera ha pasado tanto tiempo desde que comencé a entrenar, rey idiota!»
—Ragui, rápido. Ven a mi lado, no se separen—. Ordenó Milo rápidamente. Su mirada se detuvo en dirección al largo pasillo que dirigía hacia la entrada—. Toma a Bruno y escondanse. Explícale todo. Apurense. No deben encontrarlo—. Cambió de plan.
Sin cuestionar sus palabras tomé mi bolso, lo más rápido que pude agarré la muñeca de Bruno y lo "arrastré" por las escaleras. Abrí la primer puerta que ví. Era su habitación. Esconderse dentro del placard era demasiado evidente. Bajo la cama no entraríamos. Si corremos la cama y bloqueamos la puerta haríamos mucho ruido, nos notarían con facilidad.
Su placard era grande. Ocupaba toda una pared. «Rápido. Rápido. Piensa. Piensa.» Abrí la ventana para generar una distracción. Aunque saltemos por la ventana nada me aseguraba que el exterior fuera más seguro. Jalé la mano de Bruno y nos metimos al guardarropas. Su respiración se aceleraba a medida que pasaba el tiempo. Tomé la máscara en mi bolso y la coloqué en mi rostro.
«¿Por donde empiezo?» Pensé.
No debo continuar pensando tanto. Debía explicarle la situación. Debía decirle la verdad. Debía tranquilizarme y darle tranquilidad. Ridículo. Como si una persona pudiera estar tranquila en aquel momento. Si nos encontraban tenía que protegerlo. No, debía protegerlo. No me perdonaría si algo llegase a sucederle. Estaba más que segura que los dos estábamos a punto de llorar.
«No entres en pánico.» espabilé.
Decidida a romper el silencio en el que solo se escuchaban nuestras respiraciones, hablé de la manera más baja y entendible posible.
—Bruno, por favor no entres en pánico ni nada por el estilo. Seré breve—. Advertí y tomé aire—. Depende de tí creerme o no. Quiero que sepas que nada de lo que voy a decir es mentira pero no tengo manera de comprobarlo en este momento.
Bruno separó sus labios para hablar pero cubrí su boca con una mano y evité que me interrumpa.
—Tienes una habilidad, algo así como un superpoder. Soy verdaderamente inútil porque yo también tengo una habilidad pero no sé usarla. Solo me dí cuenta de que tengo una. Capaz no lo sepas o tal vez si. Hay organizaciones que seguramente quieran tenerte, cabe aclarar que muchas no son con gente buena y amable como yo, quiero que te unas a la organización en la que estoy.
Bruno solo se limitó a mirarme sorprendido y, sin dejar que emita ningún sonido, continué hablando.
—Tranquilo posiblemente formemos un equipo con Milo—. Aunque realmente no lo sabía, solo lo supuse. Milo formó un equipo conmigo, en consecuencia si reclutaríamos a Bruno, él formaría un equipo con nosotros— Las personas que conocí en ella no son malas. El líder parece amable. No voy a dejar que te hagan daño. ¿Si?— respiré. Hablé tan rápido que me sentía cansada. Retiré la mano de su boca.
—Yo... No volveré a usarlo...— su respuesta fue casi inaudible. Su rostro continuaba mostrando sorpresa pero, al parecer no era por lo que había explicado.
—¿Volver a usarlo? ¿Sabes que tienes una habilidad? ¿Me crees?— él asintió. Que me creyera me alegraba. No quería parecer que estaba loca.
Se escuchaban las cosas romperse y estrellarse contra otros objetos desde dónde nos encontrabamos.
Me arrepentía de dejar solo a Milo pero si estuviera presente solo habría sido un estorbo. Un fuerte golpe logró oírse, luego un grito, pasos y las puertas de la planta en la que estábamos abrirse y golpearse contra las paredes.
Más pasos hasta que, finalmente la persona llegó hasta la habitación de Bruno. El chico cubrió su boca con ambas manos, le pedí sin decirle palabra alguna que se ponga en el fondo del placard, los abrigos se encargarían de ocultarlo. Lentamente se arrastró hacia el lugar indicado. Me hallaba a un costado de él.
Si encontraban a alguien debía ser yo. Me notarían primero al abrir la puerta del armario. Sabía muy poco sobre cómo defenderme y atacar. De hecho, lo que sabía era inútil para un momento como este o por lo menos eso pensaba. Necesitaba utilizar todo el conocimiento adquirido aunque fuese escaso.
Mi corazón latía a gran velocidad. Notaba perfectamente su latido y ritmo. Pensé que mi corazón saldría de la cavidad en la que se encontraba y explotaría. Era literalmente imposible pensar en algo positivo.
Tecleé un mensaje a Sami. Necesitábamos ayuda. Solo le mandé la dirección en la que estábamos. No éramos lo que se pueden considerar amigas pero la consideraba una persona de confianza. Parece que es inteligente y sabe que hacer. Supongo que traerá a Shandal y Mike. Envié otro mensaje con la palabra "Ayuda" en él. Espero que lo entienda. Estoy segura de que lo entenderá.
Lo siento mamá, capaz nunca vuelva a casa.
«No llores.»
Lo siento mamá, no te dije nada porque no podía ni debía hacerlo. No hay ninguna persona en la que confíe tanto como confío en tí.
«Resiste.»
Mamá si no vuelvo quiero que sepas que no fue tu culpa.
«Solo un poco más.»
Hermana, a pesar de lo poco que hablemos últimamente, te quiero como siempre te he querido.
«Debo ser fuerte.»
Milo, no pienses que si no vuelvo fue porque no pudiste evitarlo, si no por mi poca habilidad. Adopta un gato por mi.
Faltaba tan poco para ver a mi hermana...
Aarón, Abaddon, me han ayudado mucho. Faltaba tan poco para que volvieran al país luego de sus vacaciones...
Aarón, vuelve a darme una de esas largas charlas como cuando éramos pequeños. Disfracémonos de príncipe y princesa otra vez. Creemos un reino perfecto.
Papá... No sé que decirte... Nunca estuviste verdaderamente presente.
Cómo deseaba que esas palabras les llegasen. De verdad deseaba
El aire comenzaba a faltarme y a veía borroso. En menos de lo que imaginaba dos manos rodeaban mi cuello y mis pies no lograban tocar el piso.
No quería morir.
No quería dejar este mundo.
Duele. Duele. Duele. Duele. Duele.
Iba a partir mi cuello en dos.
«No quiero morir...»
No quería que encontraran a Bruno.
«Mamá...»
El presente ha llegado.
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