Presente
Un hombre estaba rodeando mi cuello con una de sus manos, me levantó del suelo. No había encontrado a Bruno y eso me llenaba de alivio. Era doloroso. El aire me faltaba y comenzaba a desesperarme. Movía mis pies para intentar darle una patada en el abdomen pero era inútil, con mis manos golpeé la suya pero no se inmutaba. Aún estando en el aire me golpeó contra la pared más cercana. El flequillo desordenado estorbaba parte de mi visión. Entonces recordé una de las técnicas enseñadas por Shandal y la apliqué contra el cuello de mi contrincante. Aflojó su agarre, me encogí de hombros, con una mano tomé su muñeca y con la otra agarré su dedo anular e intenté que llegara a los noventa grados.
El hombre maldijo y me arrojó al suelo.
«Eso debe haberle dolido.» pensé luego de impactar al suelo con fuerza debido a su enojo. Sacudió su mano varias veces. Supuse que al menos le había generado un esguince o a lo sumo una leve fisura.
Recostada boca abajo intento levantarme. La piel de la zona herida me arde y no puedo evitar toser. A pesar del dolor en el cuerpo y el mareo me puse de pie.
—¿Dónde está el chico? —preguntó.
No veía por qué responderle, le eché una mirada furtiva y me posicioné para su próximo ataque. Quería ser más fuerte, alguien que pudiera proteger a los que quiere y lo que quiere pero no era así. Me sentía completamente débil e inservible.
—Entrenar de este modo no es lo mío —dije durante el entrenamiento frente a los continuos fallos. Temía que mi entrenador se sintiera decepcionado y se viera obligado a estar durante ese tiempo conmigo—. Lo siento.
—Ragui, mírame—. Levanté la vista para ver el rostro de Shandal, entonces él sonrió y me tomó de los hombros—. Si bien aún no eres buena en esto, debes saber que tu fuerte es la defensa y no el ataque.
Debido a mi mirada llena de incomprensión prosiguió con su explicación. Su expresión me reconfortaba y su modo de hablar siempre es comprensibo y positivo.
—Hasta que te destaques y aprendas la mayoría de técnicas correctamente, céntrate en defenderte. Espera a que la otra persona golpee primero. Es comprensible que no seas habilidosa porque tu entrenamiento comenzó hace poco y tampoco has dominado tu habilidad. Así que, Ragui, no te exijas demasiado. ¿Si?
«¿Cómo podría no exigirme?» Me veo envuelta en situaciones que ameritan mi rápido progreso.
—¿No me vas a responder? —Su voz es más fuerte y resuena en toda la habitación. Pensé que iba a golpearme y levanté mis brazos para cubrirme. Me agarró del cabello e hizo que levante la mirada—. Te estoy dando oportunidades para no matarte. Tu amiguito está muy herido. Si no quieres que te hiera también será mejor que abras la boca. Mi fuerza no es normal ¿Sabes?—. Me mantuve en silencio y lo miré desafiante, de modo que decidió patearme en el abdomen.
—¡Ah! —grité de dolor.
Si, su fuerza no es normal. No necesitaba suponer ni pensar demasiado para deducir que su habilidad era «una fuerza superior». Solo debía mantener mi defensa pero antes de poder volver a mis sentidos, el hombre volvía a propinarme otro golpe. Algunos logré esquivarlos, otros los recibí y unos poco los devolví.
«No soy rival para nadie.» Contuve las lágrimas e intenté ocultar el daño causado tratando de volverme a levantar. «Me seguiré esforzando. No debe encontrar a Bruno. Sami, Shandal y Mike probablemente lleguen pronto.» pensé.
Antes de que volviera a tomar mi cuello con su mano sana, me agaché para evitarla, me levanté cerca de él y con la palma de mi mano derecha abierta golpeé su mandíbula. Tomó mi brazo bruscamente y volvió a arrojarme al suelo.
«Podría ayudarte» dijo el supuesto demonio en mi mente. «Tus pensamientos son tan... ¿Cómo decirlo? Me dan ganas de suicidarme de solo escucharlos, aunque soy inmortal así que sería inútil. Si este tipo te mata no podré salir de aquí. Además agradece que no me he apropiado de tu cuerpo, podría haberlo hecho. ¿Sabes?»
Él hablaba de manera despreocupada y molesta. Su voz grave y profunda generaba algo de miedo. Decidida a escuchar lo que tenía que decir, pregunté «¿Qué quieres?»
«Solo me quedaré con tu cuerpo un ratito. Golpearé a aquel un poquito y volvemos como siempre. Por cierto, no puedo creer que no puedas invocar una miserable espada. No es tan difícil. Humana inútil.» Las palabras que comenzaron en tono de broma terminaron en una sentencia.
«Para asegurarme de que no estás mintiendo ni me engañarás hagamos un juramento.» sugerí.
«Tienes mi palabra.» Se negó.
«Eso no me basta.»
«Te bastará. ¿Lo tomas o lo dejas? Tu decides.»
Pensé en su propuesta. Desde un principio sabía que no me negaría y, aunque pudiera negarme, él encontraría el modo de convencerme. Prestarle mi cuerpo me aseguraba la seguridad de Bruno y su ayuda para deshacerme del hombre.
«Lo tomo.» Finalicé.
Sentí como perdí la autonomía de mi cuerpo. Me sentía como una marioneta que era dirigida por su titiritero. Mi cuerpo se levantó, hizo un movimiento extraño que provocó que varios de mis huesos tronaran. Me sentía extrañamente liviana, como cuando levanté la espada.
—Ahh... Un cuerpo humano —salió de mi boca.
Aquel chico se dirigió al armario para continuar buscando dentro y comencé a desesperarme. Mi cuerpo se encaminó hacia él y lo golpeó con una patada en la espalda haciendo que caiga de boca al suelo. Sin permitir que se levante, el demonio preguntó «¿Lo mató?»
«No. Solo encárgate de herirlo un poco.» contesté.
Una espada apareció en mi mano y fue clavada en su hombro. El hombre gritó de dolor. Otra espada apareció y fue clavada en el otro hombro y lo mismo sucedió con sus piernas. El chico ya no podría levantarse.
«Bruno, estás a salvo por el momento.» pensé con consuelo.
No se escucharon ruidos provenientes de la sala de abajo. Una risa salió de mi interior, luego se convirtió en una carcajada. Si no fuera por lo que habita en mi interior no podría levantarme con tanta facilidad y moverme con fluidez. A pesar de ello el dolor no desaparece y se mantiene constante. Al darme vuelta en sentido a la puerta ví dos personas que se acercan. Aún se escuchaba al hombre gemir de dolor. Me dió pena que sufra y me arrepientí de mis acciones.
Las dos siluetas llegaron a la entrada de la habitación y me vieron. Observaron la situación y se quedaron pasmados. La escena no era de lo más agradable de ver. Una persona de fondo con cuatro espadas clavadas en el cuerpo perdiendo sangre y yo, con una sonrisa en el rostro apoyando un pie sobre el herido.
—Hasta que llegaron los refuerzos, lo mejor llega al final ¿No es así? —emitió el demonio utilizando mi voz con arrogancia.
—¿Quién eres? —preguntó Shandal, mientras Mike corrió a ayudar al chico herido.
—¿Quién soy? Te puedo decir quién no soy —. Habló soltando un aire de malicia.
—Si quieres fingir ser otra persona por lo menos oculta los ojos, se ve de lejos el color rojo del iris
Así que mi iris había cambiado. Entonces supuse que siempre que le prestase mi cuerpo cambiaría de color. El demonio suspiró limitándose a mirar la escena, corrió mi pie del cuerpo del moribundo y se cruzó de brazos.
—Está perdiendo mucha sangre. Llamaré a Dulce —dijo Mike con extrema preocupación.
—Volveré a preguntar. ¿Quién mierda eres? —Habló Shandal algo enojado tomando posición para combatir.
Se encontraba vestido como la primera vez que lo ví, con su uniforme y la máscara. Mike luce de la misma manera.
—Un demonio que con solo soplar podría partirte en dos pero este demonio terminó su trabajo, de modo que me retiraré—. Sentí muchísimo más pesado el cuerpo y perdí el equilibrio. Antes del impacto con el suelo, Shandal logró tomarme en sus brazos.
Me abrazó de frente y susurró «buen trabajo» con delicadeza me recostó en el suelo. Solté un leve gemido de dolor y preocupado preguntó sobre mi condición.
—¿Dónde te duele?
—En todas partes... Bruno está en el placard —dije débilmente. Shandal se dirigió al placard. Corrió un poco más la puerta corrediza y en un costado, al fondo de todo cubierto de ropa para que no lo notaran se hallaba Bruno. Asustado.
Shandal se puso en cuclillas, sonrió, quitó una que otra prenda de ropa que se encontraba sobre el chico y le habló.
—Lamento que tuvieras que ver esta escena y pasar por esto. Soy Shandal. Estoy en la misma organización que Ragui y vine a ayudar—. Su voz era demasiado amable. Habló como un adulto a un niño perdido.
Inmediatamente Bruno se puso a llorar. Cuando Shandal le extendió la mano el chico no la tomó, así que le apartó la ropa del cuerpo lentamente y tomó su mano para que salga del ropero. Estaba temblando. Shandal lo abrazaba sin soltarlo en ningún momento. Acarició despacio su cabeza
—Está bien, ya todo está bien.
Luego de no mucho tiempo llegó una chica llamada Dulce y curó a todos. Obviamente su habilidad es la curación.
Es una chica muy bonita y tierna de pelo castaño claro, con flequillo, de pequeña estatura, con ojos color miel y mejillas regordetas. El chico de la otra organización sobrevivió. Ya no me sentía tan culpable por haberlo herido. Aunque no es como si la culpa antes me haya invadido a más no poder. Eso es lo que me preocupa, el no sentir culpa, a pesar de yo concientemente no haberlo herido, me preocupaba no sentir culpa porque yo dije que lo hiera, me preocupaba matarlo pero no herirlo.
¿Si lo mataba (aunque no fuese yo la que controlara el cuerpo) sentiría algún tipo de remordimiento? Sí, por un momento me había arrepentido pero estoy segura de que el arrepentimiento que sentí no era lo demasiado fuerte como para que perdure y me perturbe en las noches tanto que no pueda dormir. Si por algo tuviese que no poder dormir sería porque estaría preocupada de que alguien irrumpa en mi casa del mismo modo en el que irrumpieron en la casa de Bruno.
Había llegado la hora de volver a nuestras respectivas casas, Bruno no debería quedarse en esta casa destrozada, creía que no sería sano para él, pero no podía quedarse en mi casa y no me atrevía a preguntarle a los otros presentes si se ofrecerían a hospedar al chico en sus casas. Ni me atrevía a preguntarle a Bruno si quiería quedarse en esta casa o si prefería ir a alguna otra. No tiene familia a la que acudir.
Me encerré en mis pensamientos. El chico estaba en un costado de la sala sentado en el suelo con las rodillas pegadas al pecho, parecía no prestar atención a su entorno, quién sabe qué estaba pensando en ese entonces. Al volver en mí me dí cuenta de que Shandal y Mike se encontraban hablando con Bruno pero este no los miraba al rostro y mantenía su cabeza gacha. Me dirigí hacia ellos.
Dulce me había sanado pero no completamente. Aún sentía dolor y poseía algunas marcas en mi cuerpo.
Pensé en qué decir una vez que estuviera cerca de ellos. Muchas veces soy mala conversando. Así que, decidida a preguntar sobre qué hablaban me agaché junto a ellos.
—Pienso que es mejor que Bruno vaya a la casa de alguno de nosotros —sugiere Shandal.
—Yo pienso lo mismo —Lo apoya Mike.
— Yo también —respondo yo. — ¿Te parece bien, Bruno?
No responde. Solo se limita a levantar la cabeza y verme.
—¿Puedo ir a tu casa? —responde casi inaudible, luego de un momento. Me quedo en silencio unos segundos pensando que decir. El no puede ir a mi casa, no porque yo no quiera ya que no es así, si no porque mi mamá no me lo permitiría—. Entiendo... —la decepción invade su rostro volviendo a bajar la mirada y su cabello cubre levemente sus ojos.
—Si gustas, puedes ir a mi casa —intenta animarlo Shandal— Es bastante grande. Hay una habitación desocupada, te podrías quedar allí. También puedes ir a la casa de Sami — habla señalando a la mencionada— Habría que preguntarle a Milo si puede... Dulce no tendría problema, es la chica que curó a Ragui, Milo y a los de la otra organización. Estoy seguro de que Mike si puede —miró a Mike quien estaba a su lado.
Bruno asintió en respuesta a lo que dijo Shandal. El hombre con el rostro iluminado continuó hablando.
—¡Que bueno! Entonces te quedarás en mi casa. Mañana me encargaré de llevarte a tu escuela, nos despertaremos temprano juntos ¿Qué te parece? Por cierto, ¿Cuantos años tienes?
Shandal había planificado todo su día en un solo segundo. La reacción de este hizo reír a los presentes.
—Once —respondió Bruno.
«¿Once? Pensé que tenía 14 o 15 años...» Lo observé de arriba a abajo. ¿Cómo fui capaz de pensar que tenía más edad? Mirándolo mejor, era demasiado pequeño para tener catorce o quince años.
—¿Cuándo es tu cumpleaños? —continuó preguntando Shandal. A diferencia de él, Mike y yo no acotábamos mucho a la conversación.
—Ma-mañana.
—¡¿MAÑANA?! —hablamos todos los presentes al unísono.
—Si...
Milo soltó de repente el celular en sus manos. Mike y Shandal miraban sorprendidos al futuro cumpleañero. Sami había dejado de acomodarse el cabello y Dulce por un momento había dejado de curar a los heridos. Mientras tanto yo, seguía tan sorprendida que no sabía qué pensar, hacer o responder, limitándome a ver a Bruno con una mezcla de confusión y asombro.
Comments (0)
See all