A pesar de que Dulce me haya sanado hay moretones que aún perduran en los brazos, el estómago y el cuello... Luego de la sanación, las heridas desaparecieron y los moretones mejoraron considerablemente. Dulce utilizaba su energía en las lesiones graves y se reservaba de sanar en profundidad las lesiones menores.
Sami, se había encargado de hacer que Milo se sienta menos culpable por lo ocurrido, Shandal se encargó de mí y de Bruno. «Bien hecho» me felicitó. Sus palabras, de algún modo, hacían que olvide mis acciones.
Una vez Milo se recompuso, Mike le lanzó uno de sus guantes.
—Utiliza la misma cantidad de electricidad que usaste en aquella chica —ordenó.
Milo, estrujó el guante. Su expresión parecía una mezcla de confusión y enojo. Sin entender la situación, me limité a observar.
Mí amigo extendió la palma de su mano con el guante sobre ella. Unos pequeños chispazos comenzaron a salir haciendo que la tela tiemble, luego de un momento se estabilizaron y el guante dejó de moverse. Una luz entre celeste y blancuzca emanaba de allí.
Mike soltó un bufido y se dió la razón.
—Lo sabía —habló —. Sabía que te estabas conteniendo. Tú, idiota, tienes un excelente control y mantienes la cantidad de energía constante. Si te pasabas un poco podrías haber quemado a la chica.
—Solo quería desmayarla pero no lo he logrado —aclaró Milo cabizbajo.
—Claro. Nunca lo lograrías con tan poca electricidad pero te has mantenido en lo seguro antes de ocasionarle daños mayores.
Dulce explicó lo difícil que era utilizar la electricidad y mantener un control constante. La mayoría de las personas tardaban por lo menos uno o dos años entrenando constantemente para poder estabilizar la electricidad. Mantener el control de la misma dependía de la concentración, habilidad y calma. La persona debe enfocarse en completitud y ser conciente de la cantidad de electricidad utilizada en ese momento. Milo, en tan poco tiempo ya había estabilizado la electricidad, solo necesitaba perfeccionar su manejo.
«¿Qué le diré a mi mamá?» No me dejará salir sola en lo que me queda de vida. Le había dicho que no tardaría mucho y estaría bien pero no ha sucedido.
Me paro frente la puerta del departamento y respiro. Espero. Toco el timbre y vuelvo a esperar.
—Hola, mamá. —Levanté la mano y la saludé con un beso en la mejilla.
Inmediatamente me tomó por los hombros para verme en completitud. Su expresión se desdibujó y prosiguió a hablar espantada.
—¿Qué te ha pasado?
—Me intentaron robar, a Milo también pero estoy bien.
—¿Quieres que te permita salir sola cuando te sucede esto?
Quizá fue por mi expresión adolorida o quizá porque ella no quería que me sienta peor o ninguna de las dos.
Acarició mi rostro con una de sus manos y su hablar se tornó amoroso y comprensivo.
—Mi amor... Vamos a la cama y descansemos... ¿Quieres un té?
Mis ojos se pusieron llorosos, ella lo notó pero decidió continuar su camino.
—Si.
Dormimos juntas esa noche. Al día siguiente falté a clases. Ya casi era fin de semana. Para ser más específica, era viernes. Posiblemente mi hermana llegaría en unos días.
Mi entrenamiento era al día siguiente. Quería aprender a controlar mi habilidad, eso me volvería mucho más útil. Mi celular vibró en la mesita de luz, lo tomé y me fijé la notificación. Es un mensaje de Shandal.
Shandal: ¡Buenos días! Ya que faltaste a tus clases el día de hoy ¿Qué tal si me ayudas con la mini fiesta de cumpleaños de Bruno?
Yo: Ok. Espera a que me levante de la cama y convenza a mi madre. ¿Qué tendría que hacer para ayudarte?
Shandal: Primero ayúdame a pensar en qué me puedes ayudar.
Ni siquiera había pensado que teníamos qué hacer para celebrar el cumpleaños de Bruno. Creo que con un pastel, velas y algún regalo especial bastará.
Yo: Y si... ¿Compramos pastel, velitas y un regalo? ¿Quiénes más ayudarán?
Shandal: Buena idea.
Shandal: Sami, Mike y Milo también van a ayudar. Pensé en decorar la casa. Pero... ¿Cómo sacamos de la casa a Bruno? La idea es que sea sorpresa.
Yo: ...
No creo que mi madre me dé algo de dinero. No le gusta gastar en otros que no sean sus hijas o ella misma. Aunque su pensamiento, de algún modo, es entendible. No tengo dinero propio ya que dependo completamente de mi madre, la mayoría de las personas de quince años dependen económicamente de sus padres, así que no soy la excepción.
«Ayer supuestamente me robaron. ¿Me dejará salir el día de hoy?» Eran las nueve de la mañana, era un precioso día pleno y soleado.
Yo: Mejor hablemos de la decoración.
Yo: ¿Qué tal guirnaldas?
Shandal: ¿Qué es eso?
Shandal: ¡Ah! Ya sé, ya sé.
Shandal: Quiero mil de esas. ¡Son muy bonitas!
Estaba tecleando una respuesta cuando oí el teléfono sonar. Era una llamada de mamá. Le pregunté si podía asistir a la fiesta sorpresa, a lo que ella respondió que no justificando su negación con la falta de un regalo.
Le pregunté si podía comprar guirnaldas, otra vez su respuesta fue «no» ya que según ella son costosas, aunque no lo son.
Volví a intentar tener su autorización. Esta vez fui directa y le pedí que me dé algo de dinero pero volvió a negarse.
Yo: Houston we have a problem.
Shandal: ¡No!
Yo: Soy una adolescente sin dinero, lo siento.
Shandal: Hablé con Mike, él se encargará de la comida dulce. Su familia es dueña de una panadería, así que sabe hacer un montón de cosas deliciosas. A la tarde Milo irá a su casa para ayudarlo.
Yo: ¡Genial!
¿Qué más debería haberle dicho? «¿Perdón por no poder hacer nada?» Podría ayudar en otras cosas pero no sabía en qué. Y, aunque lo piense no me animaba a decirlo. Hasta hace un momento me encontraba hablando con comodidad pero repentinamente no lograba formular un mensaje. Al enrollarme en mis pensamientos noté que Shandal había envíado otro mensaje.
Shandal: Tranquila, no te preocupes por el dinero. Sami vendrá a mi casa a decorar, si quieres puedes ayudarla y si no, te encargo distraer a Bruno. Aunque tenía pensado sacarlo de la casa yo. Iremos a dar un paseo ^.^
Yo: Entonces ayudaré a Sami. ¿A qué hora tendría que estar?
Shandal: En una hora.
Llamé a mi mamá, otra vez, le dije que tengo un cumpleaños súper importante que no me puedo perder. Aclaré que no necesitaba dinero y solo quería asistir. Al principio se negó hasta que, finalmente cedió. Me repitió múltiples veces que debía tener cuidado, cuanto me amaba y que de sucederme algo, debía llamarla.
Al finalizar la llamada me higienicé, me peine y cambié mi ropa. Elegí un short de jean, una remera blanca escote en V y una campera de jean rosa con estampado floreado del mismo color dentro, remangué un poco la campera de modo que el estampado floreado se viera. Me coloqué zapatillas blancas y dejé mi cabello suelto.
Me dí cuenta de que mi cabello había crecido lo suficiente al igual que mi flequillo. Los mechones del flequillo caían por debajo de mis ojos, lo que algunas veces hacia que estorbe mi visión. Había solucionado el problema peinandolo hacía los lados.
Era primavera y el clima se había vuelto caluroso con mayor frecuencia. Milo aún se encontraba en el colegio así que, saldría en unas horas.
Llamé a Shandal. Le pregunté su dirección e inmediatamente me la envío en un mensaje, luego le pregunté si una vez que llegue hasta allí Samantha ya se encontraría en el lugar o llegaría después. Shandal me explicó que nos citó a la misma hora, Sami no se quedaría mucho ya que tenía que asistir a sus clases en la universidad. La idea era que vayamos a comprar juntas y Shandal pagaría por lo que compraramos, luego yo me encargaría de decorar y Sami iría a la facultad.
Me comentó que él había finalizado el profesorado de Educación Física y que Mike había hecho un curso de gastronomía o algo así, no recordaba bien que había estudiado su amigo. Al finalizar la llamada miré hacia el reloj de la cocina, ya había pasado casi una hora. Rápidamente tomé las llaves y me dirigí hacia la salida del departamento pero me detuve cuando tomé la perilla.
«No puedo salir así.» Pensé al recordar los moretones. Corrí hacia mi cuarto y tomé un pañuelo gris con estampado negro con el que cubrí mi cuello y parte de mi pecho.
Al salir me encaminé a la estación y esperé por el tren. Tardó unos quince minutos en llegar. Al bajarme saqué el celular del bolsillo de la campera para ver qué camino debía seguir.
«Espero no perderme ya que, perderme es uno de mis tantos pocos talentos.» Con el corazón acelerado por el miedo a no encontrar el camino correcto llegué a una casa enorme, mejor dicho, una mansión.
«¿Será esta la correcta?» Verifiqué el número de la vivienda con el mensaje de Shandal y ambos coincidían. No cabía duda, allí debía vivir Shandal. Finalmente me acerqué, pensé y toque el timbre.
Por el intercomunicador habló una mujer y preguntó «¿Quién es?» A lo que yo respondí «Soy una amiga de Shandal, él me pidió que viniera».
¿Amiga? ¿De verdad podía llamarme así? ¿Yo lo consideraba un amigo? La respuesta a todo es no. Pero suena mucho más bonito que «conocida».
Poco tiempo después la misma mujer abrió la puerta y me dió la bienvenida.
—Que bueno que llegaste, también vino Samantha. —sonrió— Shandal está muy feliz con la fiesta sorpresa para Bruno.
Ni bien terminó de hablar y entré al lugar, varios gatos aparecieron detrás de ella.
—¿Son de Bruno? —pregunté.
—Sí. Al señor le gustan los animales así que aceptó fácilmente cuando su hijo le pidió traerlos.
Pasé al living donde estaba Sami sentada en el sillón mirando algo en su teléfono.
—Hola Ragui —saludó entusiasmada— ¿No te parece linda esta? —Me mostró su teléfono, en él se encontraba una imágen de una guirnalda redonda con distintos tonos de verde y blanco.
—Sí, es muy bonita.
—Bueno vamos. Shandal contribuyó con bastante dinero pero no vamos a gastarlo todo, ¿Verdad? —dijo riendo con una sonrisa interesada en el rostro.
«Al parecer si lo gastaremos todo»
No mucho después, nos dirigimos al cotillón más cercano. Sami le consultó a la vendedora sobre unas guirnaldas similares a las de la imagen pero, por muchos locales a los que fuimos no las encontramos. Aún así, decidimos comprar unas de un color parecido pero con decoraciones florales.
También compramos dos bonitas velas, cada una con la edad de Bruno. Compramos papel crepé, carteles que decían «Happy birthday», entre otras varias cosas.
Sami me acompañó hasta la casa de Shandal y luego se despidió.
—Disculpa que me vaya...
—No hay problema. Además está la señora que ayuda con las tareas domésticas. Supongo que si tiene un poco de tiempo libre me podrá ayudar un poquito.
Sami me envió imágenes de referencia para decorar el lugar. No mucho después armó un chat grupal en el que estábamos todos menos Bruno con el fin de que cada uno, envíe un avance o avise sobre su situación.
Me arremangué la campera y comencé con la decoración. Estaba decidida a decorar la mejor fiesta sorpresa de cumpleaños.
«Manos a la obra.»
Comments (0)
See all