Nuestra guerra por sobrevivir inició mucho antes de que ellos llegaran.
Luchábamos por tierras, los cielos, rutas, amores e incluso por tener con qué alimentarnos. No pudieron llegar en mejor momento, llegaron cuando estábamos separados y perdidos en el mar de sangre que nosotros creamos. Nos hicimos fáciles de exterminar y de ser cazados.
-¿Los Consolidados también llegaron aquí? -Preguntó la chica.
-Si rodeamos por las calles traseras podremos evitarlos y escapar. –Dije ignorándola.
Ella permaneció en silencio, viendo cómo lo que alguna vez fue un pueblo cuyos conflictos parecían ser nimiedades, era reducido a gritos desesperados, ríos de sangre y cenizas que alertaban a todo aquel que estuviera cerca.
Sus ojos perdieron el brillo que me cautivó y, sin decir una sola palabra, escuché: “Te sigo.”
Comenzamos a caminar a través de las calles que no se encontraban amuralladas y detrás de las tropas que con lanzas, espadas y cuchillos, luchaban por proteger lo poco que quedaba en pie. Por primera vez el fuego me pareció un elemento frio, motivado por el escalofrío que recorría mi espalda.
Cruzamos a través de una verja para abrirnos paso por el bosque que rodeaba la ladera, supuse que quizás podríamos irnos sin ser vistos y sin ver aquella comunidad caer. Sin embargo, mientras lo hacíamos, gritos agudos surgieron por sobre nosotros. En el edificio que nos protegía de la vista de otros, un par de niños intentaba escapar del fuego que lo consumía.
Ella miró con frialdad el suceso, cómo tratando de ignorarlo para no dar paso al dolor que ambos sentíamos por siquiera pensar en seguir adelante y abandonarlos.
-Continuemos. –Dijo ella mientras volvía a afianzar sus manos en la carga de su espalda.
-Lo siento. –Dije adelantándome a mi decisión. –No puedo imaginar una peor manera de morir que esa.
-Yo tam…
-Así que tendrás que disculparme mientras intento ayudarlos. Si sigues recto y si acaso sobrevivo, prometo encontrarme contigo y guiar tu camino.
Comencé a correr hacia el interior de la casa, sin embargo; me topé con un soldado de los Consolidados que inmediatamente apuntó su espada hacia mí.
-¡Quieto! –Gritó mientras ubicaba la punta de su espada sobre mi corazón.
-¿Dejarás que esos niños mueran consumidos por el fuego?
-No es mi trabajo salvar la vida de pocos. Debo eliminar a todos los que pueda para hallar a los que son el verdadero problema.
-Lamento que nos consideres eso. –Comencé a ubicar mi mano derecha tras de mí y mis dedos tomaron posesión.
-¿Eres… eres uno de ellos?
-Si en cuanto a ser humano te refieres…, Sí. –Saqué una muy fina navaja de mi cinturón y dando un giro hacia la izquierda me acerqué, apuñalé al hombre en la garganta y éste me miró con ojos llenos de terror. Sumido en desesperación, el hombre entró rápidamente en mi estomago, como si aquella espada que empuñaba se perdiera dentro de una espesa neblina. El dolor se apoderó de mí, pero no me derribó. Retrocedí mientras el hombre se desangraba y caía al suelo.
Saqué la hoja y procedí a marcar los 4 círculos para contener mi sangrado. Los dedos de mi mano derecha se retorcieron hasta romperse y, tras unos segundos, comenzaron a emitir una luz verde que poco a poco cerró la herida, tosí sangre varias veces antes de que ésta cerrara por completo, pero la premura me obligó a continuar corriendo mientras mantenía la mano en posición y subía las escaleras que me llevaron al fuego que aprisionaba a los niños.
Inhalé profundamente antes de adentrarme en las llamas y corrí hacia sus voces. Sin pensarlo bien, derribé la puerta y tomé a ambos niños por las ropas. Me lancé por la ventana mientras los arrastraba y el fuego entraba violentamente a la habitación. Caímos desde el segundo piso hacia la misma verja que había intentado saltar para huir con la chica. Abracé con todas mis fuerzas a los niños y observé sus rostros llenos de lágrimas antes de perder el conocimiento.
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