Cuando nos encontramos por primera vez, ella cargaba con lo que parecía ser una casa en miniatura. Poseía un tejado, chimenea y ventanas de las cuales provenía un peculiar fulgor amarillo. Ella me observaba con una mirada incómoda que parecía ocultar curiosidad tras de sí. Y de un modo u otro; su presencia también despertó curiosidad en mí.
No podría decir que nuestro encuentro fuese desafortunado o una mera coincidencia.
Después de todo; muchos son quienes dicen que las almas vagabundas tienden a encontrarse.
-Hola joven. – Dijo con una ligera separación entre sus palabras, cómo si éstas luchasen para permanecer juntas y tener coherencia.
-No soy tan joven. – Dije sin pensarlo de verdad.
-Oh. D-Disculpa. No quise confundir su edad caballero.
-Tampoco soy un caballero. No soy tan elegante. Podrías decir simplemente que soy un viajero.
-¡Oh! ¡Igual que yo! – Dijo emocionada.
Bajó la pesada carga que tenía sobre sus pequeños hombros e inmediatamente buscó entre los cajones exteriores de la estructura. Sacó un pequeño pedazo de papel y comenzó a desdoblarlo en uno que era cada vez más grande.
Comencé a preguntarme el nivel de meticulosidad que se requirió para lograr que aquellos dobleces ocultaran la magnitud real del papel.
-¿Podrías decirme como llegar a Sanikana? Llevo meses perdida tratando de llegar a ese lugar.
-Lo siento, no puedo decirte cómo llegar a ese lugar ya que nunca había escuchado de él. Pero puedo llevarte al pueblo más cercano para que descanses.
-Eso… sería bastante agradable. –Bajó su mirada como pensando si era algo que se podía permitir. – Viajero, ¿podrías guiar mi camino?
Sentí que aquellas palabras fueron el inicio de algo que no comprendí.
-Si no es un inconveniente para ti ser vista conmigo, tampoco lo será para mí.
Caminamos hacia el pueblo que recién había abandonado. Sin decir una sola palabra, coloqué un pie delante del otro, cómo cuando un esclavo es atrapado tras su fuga y sus sueños de libertad fueran aplastados con cada paso de vuelta al claustro. No recuerdo siquiera porque me iba.
Sin embargo; mis pasos perdieron importancia, ella parecía fascinada por las vistas que aquel camino ofrecía e incluso noté un destello surgir de sus ojos. Logró convertir su fascinación en una muy particular fuente de tranquilidad para mi ser.
Creo que, con temor a equivocarme, aquel destello de sus ojos hizo que mi corazón vibrara y, al mismo tiempo; envidiara su capacidad de ver lo más básico, mundano y terrenal del mundo como algo milagrosamente hermoso.
Antes de la entrada al pueblo había plantíos de flores y maíz, por lo cual supuse que ella gustaría de verlos. Incluso puedo decir que nos desvié a expensas de hacer su recorrido más cansado sólo para poder observar su rostro ante el paisaje que hasta yo considero bello.
Al llegar no pude evitar sentir una amalgama de decepción y horror. Los campos de flores habían sido destruidos por la marcha de soldados que avecinaban un derramamiento de sangre y el maíz estaba siendo consumido por las llamas que deliberadamente le fueron arrojadas.
Fue entonces que recordé: Estamos siendo conquistados.
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