Recuperé la consciencia y, a pesar del dolor que sentía, me hallé abrazando tranquilamente a la chica, quien se encontraba desnuda y soñando sobre algo que la hacía temblar. Sentí cómo mi corazón latía por ella y cómo es que su oído podía percibir mi respiración, el calor de mi piel y hasta el flujo de mi sangre.
Comencé a mover mi mano hacia su cabeza, quería acariciarla para detener sus temblores. Pero al hacerlo noté que un gato negro me observaba desde una repisa que se encontraba sobre mí.
-Hola. –Dije sin prever lo que sucedería.
El gato saltó de la repisa, tiró varios objetos y cayó hacia nosotros. Temí que golpeara a la chica y la despertase, hice que todo levitara y detuve su caída. Ella permaneció dormida mientras esto sucedía.
-Parece ser que no eres un completo inútil. –Dijo el gato mientras continuaba observándome sin siquiera parpadear. –Pudiste ser un mendigo más en su colección o una carga más en sus hombros.
-¿Debería sentirme bien por ello?
-Puedes sentirte mejor que esas dos basuras que trajiste contigo. La niña no sabe ni vestir con propiedad y el niño… bueno, digamos que el respeto a sus mayores no es menester para él.
-Si por respeto tu pelaje se eriza no puedo comprender cómo eres siquiera capaz de poner en riesgo a tu ama.
-Ella no es mi ama. Es mi carcelera, una vil secuestradora que me alejó de mi familia, mi estatus y mis hombres.
-Por lo que a mí me parece, fuiste rescatado al igual que yo. Ni se diga sobre los pequeños que tanto pareces detestar.
-Son ilusos, pobres huérfanos que perdieron a sus padres antes de poder conservar su memoria o sus costumbres. Los conocí por completo con sólo observarlos. Pero tú, tú pareces más lleno de carácter, no eres transparente. Dime, extraño, ¿Cuál es tu historia?
Permanecí en silencio, tratando de evitar las imágenes de mi pasado. Éstas me han torturado por años y por ello me prometí que no las revelaría a cualquier extraño.
-Gugulé. No es de un ser educado interrogar a aquellos que son libres, mucho menos a alguien cuya caballerosidad ha salvado vidas. ¡Guarda Silencio!
Al decir lo último, el gato comenzó a levitar lejos de mi poder y, con el dorso de su mano derecha, la chica le golpeó la nariz, lo cual hizo que rebotara por las paredes de la habitación. Al recuperar control de su cuerpo, huyó por una ventana.
-Ignóralo, es sólo un desgraciado que perdió todo lo que alguna vez fue.
-¿Acaso lo cambiaste?
-¡Claro que no! Él fue el artífice de su perdición, yo sólo lo encontré reptando por la ladera de un río. Parece que los pueblerinos se hartaron de sus caprichos y lo persiguieron para colgarlo antes de que se lanzara por un peñasco. Me rogó que lo ayudara.
-¿Y ser un gato como lo ayuda?
-Me pidió que lo ayudase a escapar…, y a ser una mejor persona. Así que lo convertí en gato, nadie persigue un gato, además; él era indigno de ser humano.
-Suena cruel, pero supongo que justo.
-Eh… claro. –Dijo apartando la mirada.
Hoy día comprendo que en realidad convirtió al hombre en gato por mero capricho.
-¿Podrías…? ¿Podrías soltarme? –Dijo mientras se incorporaba sobre mí.
-Lo siento.
-No te preocupes, una vez que hacemos un pacto no podemos alejarnos mucho el uno del otro. Es natural que durmamos juntos.
Se levantó y comenzó a sacar ropa de sus cajones. Su cuerpo era más desarrollado de lo que las ropas con las que la conocí mostraban. Sus caderas eran hermosamente anchas, incluso refinadas. Su cabello, a pesar de ser abundante, colgaba con delicadeza sobre su espalda y, sus pechos botaban son sus saltos y su alegre andar.
-A partir de hoy trabajaremos juntos. Tú guiarás mi camino a Sanikana y podrás ser mi escudo y espada. Nuestro contrato nos impide estar separados.
-Entiendo… usaste un pacto. No tengo problema con guiar tu camino hacia tierras que incluso yo desconozco, tampoco con luchar, pero si puedo te haré una pregunta.
-Adelante.
-¿Cuál es tu nombre?
-Anika, algunos me llaman Ani y los otros me llaman Ika. Siéntete libre de elegir alguno.
-Anika entonces. Dime, ¿Sabes mi nombre?
-Sé lo necesario de ti. Pero tú habrás de decirme lo que desees. Nunca he obligado a nadie a decirme nada, incluso los pequeños que salvaste me dijeron un nombre nuevo, tú puedes hacer lo mismo. Para mí no hay pasado, sólo el presente y la incertidumbre del futuro.
-Si es posible quisiera decirte un nombre nuevo, o una palabra.
-Adelante, esa será tu identidad a partir de ahora.
-Lúcido.
-¿Lúcido?... Me gusta, creo que tu nuevo nombre avecina un futuro brillante.
-Espero eso, en verdad lo espero.
Así es como comenzamos a caminar el uno al lado del otro por los vacíos caminos del continente, tratando de hallar un lugar que desconocíamos y que ambos deseábamos conocer por una razón que no comprendíamos.
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