La noche continuó trascurriendo hora tras hora y Anika permaneció hablando ininterrumpidamente hasta necesitar tomar aire para, eventualmente, continuar con su historia.
“Con el paso de los años el caballero comenzó a sospechar de mí, después de todo; él envejeció rápidamente mientras que yo apenas había comenzado a cambiar. Cada batalla a la que dirigía a sus hombres le tomaba de ocho meses a un año y sus retornos eran cada vez menos frecuentes. Mi vida en sus tierras no se vio impedida por nuestra procedencia, al contrario, me atrevería a decir que nos vimos bastante privilegiadas. Aquel caballero había perdido una familia y le fue fácil encariñarse conmigo, tanto que me ofreció un pequeño mar de conocimiento. Desde el fondo de su consciencia me contó sus experiencias y tras cada viaje volvió con esclavos, libros y cuentos que se empeñaban en narrarme historias. Hasta cierto punto desee que esos momentos en que me tomaba entre sus brazos fuesen para siempre, como llegó a suceder con mi padre antes de enloquecer. Esos momentos me regresaron a la tranquilidad de mi primera infancia.”
Anika suspiró melancólicamente y derramó un par de lágrimas que intentó contener, su fragilidad se convirtió en una pesada carga sobre mis hombros e incluso quise detenerla, pero ella hizo un gesto con su mano antes de que lo hiciera, limpió sus lágrimas haciendo uso de las mantas de la cama y recuperó la compostura.
Era una chica fuerte, pero a veces hasta los más fuertes necesitan desahogarse.
“Mamá murió un invierno en que nuestros aposentos no resistieron la inclemencia de las estaciones. Fue en ese entonces que el señor Revalae decidió darme una acogida oficial y anunció ante sus habitantes que pertenecería a su familia, sin embargo; ellos no celebraron el suceso. Después de todo, no era más que un ente extraño para todos aquellos que me observaban. No tuve más opción que vivir en el anonimato que los muros de su hogar me proporcionaron. Aun así, comprendí que no podría permanecer en aquel lugar por mucho tiempo.
Mis poderes habían comenzado a desarrollarse años atrás, su progreso era desmedido e incontrolable. Incluso el más breve contacto con plantas me permitía hacer que éstas crecieran. Aquellos momentos en que los botones florecían ante mis ojos eran tan hermosos como aterradores. Sabía que si era descubierta podrían asesinarme del mismo modo que era descrito en los relatos que me fueron contados por los esclavos. Aquel mundo no dudaría en exterminarme”
-Así que decidiste escapar. –Interrumpí.
-Era lo más lógico. Me dirigí al borde del continente sin nada más que unos cuantos monederos de oro, ropa y libros y conocí a uno de los sobrevivientes de las purgas que logró acomodarse en la vida costera de aquellas tierras. Él me dirigió con otro usuario de magia y éste me enseñó los usos básicos, aprendí todo lo que pude antes de que muriera. –Anika guardó silencio nuevamente y exploró entre los confines de su memoria, pero su cuerpo la traicionaba –Disculpa, necesito descansar. Lo siento…
-No te preocupes, hablaremos más cuando sea debido. Descansa. –Dije mientras la tomaba en brazos y besaba su cabeza.
-Ese es un gesto lindo… No dejes de hacerlo.
-Lo haré hasta el fin de mis días. Anaieh. –Ella sonrió con sus mejillas sonrosadas, tratando de impedir el paso de sus lágrimas y procedió a dormir.
Quizás no haya sido nada más que presunción mía, pero deseaba estar a su lado.
Sé que quiero sostenerla entre mis brazos mil noches más.
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