Fuimos despertados por el silencio que imperó en el ambiente. Estábamos acostumbrados a vivir rodeados del ruido de la vida silvestre e incluso comenzamos a disfrutarlo.
Pero aquella mañana parecía que la vida desapareció y nos dejó varados en el olvido. Un escalofrío corrió por la espalda de Anika y me hizo pensar en las posibilidades que nos amenazaban. Principalmente pensé en la posibilidad de que un gran peligro se acercara.
-Tenemos que irnos. –Dije sin advertir a nadie.
Vestí mis ropas y desperté a los niños. Brae se encontraba, como siempre, sosteniendo su cuchillo. Mientras que Dixiana estaba hecha un ovillo. Ambos dormían tranquilamente y su respiración era pausada, incluso tranquilizadora. Por un momento me pareció verme a mí mismo como una bestia a punto de atacar dos crías indefensas.
-Sería una desgracia destruir tan bella imagen. –Dijo Anika en un susurro.
-Sería una desgracia ver sus vidas terminar en este momento.
-¿Alguna idea de lo que pueda ser?
-Quizás sí, quizás no. Han sido repetidas las ocasiones en que me he visto envuelto en silencios de este tipo. No es la primera vez que el silencio me asola inadvertidamente y por eso mismo sé que no es algo bueno. Siempre significa que toda la vida ha abandonado el lugar, en su gran mayoría asustados por algo.
-En efecto. El silencio es aterrador, pero el abandono es amenazante.
-¿Qué pasa? –Preguntó Dixiana mientras tallaba sus ojos para despertar.
-Debemos irnos. Despierta a Brae. –Respondí.
-Ya voy. –Dijo con sopor.
Comenzamos a recolectar nuestras pertenencias al exterior de la casa y en los alrededores, ropas que recién habíamos lavado, basura resultante de nuestra estadía, marcas en la arena, cualquier evidencia de nuestra presencia en aquel lugar.
Anika hizo una serie de movimientos con sus manos y logró que la casa se convirtiera en la pequeña estructura que era en el momento que la conocí. Todo parecía tan repentino y apresurado que ignoramos el silencio. Incluso Gugulé se vio incordiado. Trató de protestar, pues aquel lugar le pareció verdaderamente cómodo y deseaba permanecer más tiempo en él. Sin embargo, debió conformarse con dormir en el tejado de la estructura mientras Anika la cargaba sobre sus hombros.
Comenzamos a caminar hacia el origen del lago y después rio arriba. Anika comenzó a sudar por lo húmedo del ambiente y el calor que se avecinaba con la llegada de la tarde.
-Falta mucho para la puesta de sol.
-Eso parece. –Dijo ella sin prestar atención a su alrededor.
-Si me lo permites, puedo ayudarte cargando con eso por ti. Sólo dime cómo hacerlo.
-¡¿En serio?! –Dijo con emoción y brillo en su mirada.
-Claro, no me gusta verte cansada tras la carga, quiero hacer mi parte de ella.
Anika bajó la carga, limpió el sudor de su frente con un pequeño pañuelo que llevaba atado a su antebrazo y se quitó los guantes.
-Necesitarás ponerte estos. –Me extendió dichos guantes.
Los puse en mis manos, pero eran muy pequeños para mí. Anika me observó con ojos preocupados. Procedió a acercarse a mí e hizo un gesto que mostraba duda.
-Me pregunto si estarán dormidos.
-¿Quiénes?
-Ellos. –Dijo mientras apuntaba mis manos.
-¿Cómo dormidos?
-Dame un segundo.
Tanto los niños como yo observamos cómo Anika buscaba algo entre los compartimientos exteriores de la estructura y nos preguntábamos qué era lo que quería hallar. Segundos después sacó una pequeña rama color verde recubierta con piel que sostenía una pluma en uno de sus extremos. Caminó hacia mí e hizo un gesto con su mano izquierda mientras acariciaba los guantes de mis manos con la pluma de la rama. Éstos comenzaron a vibrar, cómo conteniendo risas y se extendieron lo suficiente para permitirme introducir las manos correctamente en ellos y acoplarlos a mi forma.
-Buenos muchachos. –Dijo mientras sonreía. –Sólo necesitaban ser consentidos.
Los niños se sorprendieron y observaron con infinita curiosidad mis manos envueltas por los guantes.
-¿Puedo probármelos? –Preguntó Brae.
-Sólo si quieres cargar la casa. –Respondió Anika.
Brae apartó la mirada y comenzó a silbar para distraer la atención sobre él. El gesto fue tan obvio que incluso Dixiana notó su intento por evadir la responsabilidad, al parecer no era la primera vez que lo hacía.
Verlos actuando como niños hizo que recordara que lo fueron antes del asedio a su pueblo. Quizás habían superado el trauma de ver a su gente ser atacada.
-Ahora podrás levantar la casa sin ningún problema, esos guantes reducen bastante el peso de las cosas… o, si soy sincera, hacen más fuerte tu cuerpo.
-Ya veo. Espero me ayuden lo suficiente como para tener un buen ritmo en mi caminar, no quiero que nos quedemos cerca más tiempo.
-De acuerdo, caminemos niños. –Dijo mientras tomaba de la mano a Dixiana y caminaba frente a mí.
Las horas del día comenzaron a hacerse cada vez más largas, por lo cual comencé a considerar que el silencio a mi alrededor había pasado a ser algo distinto a lo que nos hizo emigrar. Nuestro silencio actual era provocado por lo colorido del paisaje que nos rodeaba. Arboles infinitamente altos parecían cubrirnos como un suave manto que nos protegía del inclemente sol y las aves que nos observaban con curiosidad mostraban lo colorido de sus plumajes, cómo haciendo una demostración de su belleza. Nuestro silencio era por la fascinación que el lugar nos provocaba y por temor a interrumpir el flujo de tan hermosa naturaleza.
Nos hicimos expectantes del resto del camino y los paisajes que nos ofrecería. Pero este mundo, desafortunadamente, está más lleno de tragedias que de imágenes hermosas.
Nuestra caminata nos llevó a un llano en que había restos humanos, resultantes de una purga que los Consolidados habrían llevado a cabo unos días antes. Dixiana y Brae cerraron los ojos con fuerza y Anika tomó la mano de Brae, quien temblaba de miedo. Dixiana en cambio permaneció totalmente quieta, su mirada se centró en el vacío, sus pupilas estaban dilatadas y sus labios estaban cerrados con una fuerza tal que le confirió una línea perfectamente horizontal a su rostro. Me acerqué a ella y la tomé entre mis brazos, oculté su rostro en mi pecho y acaricié su cabello.
-No te preocupes, pronto saldremos de aquí. Cierra tus ojos, escucha sólo mi voz y no pienses en nada.
Dixiana comenzó a llorar y un intenso odio comenzó a crecer dentro de mí.
Sentí la necesidad de buscar a un caballero Consolidado y clavarle mi daga, quería que su historia desapareciera ahogándose en el mar de sangre que ellos derramaron y quería exterminar a su supuesto dios, el artífice de toda la destrucción que nos había estado desolando desde hace más de 20 años. Sin embargo, mientras estas emociones crecían en mi interior, noté que Anika me observaba. Me estaba dirigiendo una mirada con un profundo significado que me costaba comprender. El café de sus ojos se tornó más claro, casi transparente. A través de aquella mirada me pidió que me calmase y sin necesidad de expresar alguna palabra logró que lo hiciera.
Quizás lo que percibí fuese lástima, temor o compasión hacia mí, demonios, incluso para con los Consolidados, siempre me fue difícil comprenderla.
Nuestro trayecto aún era confuso, pero sabíamos que seguir adelante era la única opción que teníamos.
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