El niño miró todos los libros de fantasía de su padre, odiando que el hombre al que había llegado a detestar con el paso de los años tuviera un gusto literario tan excelente.
Colocó todas las ediciones de El Señor de los Anillos en círculo y, después, completó los huecos del ritual con novelas de Narnia: nada es más poderoso que la amistad de autores muertos. Así lo habían descubierto los científicos un día abrazaron la Magia como una ciencia más (y hasta el presente momento).
Estaba listo para tener todo el poder asesino del Trauma Infantil y, con él, vengar a generación entera.
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