—¡¡Noooooo!! No lo hagas, espera. Puede que sea un animal o la brisa que ha cambiado de dirección—me susurró Éfora al oído. Y estaba en lo cierto.
—La espera es tediosa, Éfora.
—Sí, ya pasó, deberíamos ir planeando a ras de suelo.
—Y así hicimos, partimos planeando con las armas en mano, rozando el césped y las plantas bajas de la pradera. Fuimos directos al bosque.
—¡Te estás elevando más de la cuenta!
—¡Son las corrientes de aire caliente, me elevan!—replicó Éfora.
—¡Compensa con tus pulmones!
—Brillamos bajo la luz de las lunas camufladas por nuestro color, era imposible distinguirnos del césped. Seguimos raudos hacia el bosque.
—¿Aceleramos?
—No hace falta vamos silenciosos y bastante bien—. Miré a Éfora por el rabillo del ojo, observé que apretaba con bastante fuerza su arco.
—¿Estás bien?—le pregunté.
—Nerviosa, no sé con qué nos vamos a encontrar ahí dentro.
—Pronto lo sabremos—. El viento pasó por nuestra cara y cortaba nuestras alas que se afectaron desplegadas. Llegamos, nos posamos silenciosos a las lindes y nos tumbamos.
—¿Sientes algo? —silencio…—Yo no puedo escuchar nada.
—No, está todo muy tranquilo, extrañamente tranquilo—miraba a Éfora a la cara, estábamos en diagonal y nuestras caras estaban casi pegadas. Podia sentir su respiracion entrecortada. Le posé la mano en el hombro izquierdo para tranquilizarla—No siento nada. ¡Tum-tum tum-tum tum-tum-tum!—el corazón me latía a un ritmo frenético, igual que el suyo.
—Mhystra, mira…—dijo muy bajo. Elevamos un poco la cabeza, y estaba allí. En la rama de uno de los más altos árboles pudimos observar a contra luz una figura de un animal. Muy quieto, casi petrificado, y…
—Mira el brillo de sus ojos, parecen dos puntos amarillos.
—Sí, nos está mirando—hablábamos en susurros, casi de manera imperceptible, pero nos equivocábamos, giró la cabeza hacia otro lado y seguía en el mismo sitio.
—Entonces lo sentimos…
—Esa vibración…
—ESA CUENTA, ES…
—Sí, es la de Thyrien, Éfora. Uno de los desaparecidos. Vamos parece que viene del sureste—. Nos impulsamos y salimos planeando a ras dirección sureste.
—¿Qué era esa cosa?— preguntó Éfora.
—No sé, tal vez un habitante del bosque, tal vez otra cosa, otro ser…No sé—Con el tiempo supe que no andaba muy desencaminado.
—Llegados a este punto del relato, creo que debo cederte la palabra Sholem. Ya que a la luz de los acontecimientos, vuestra parte es indispensable que la conozcan, por muy atroz que sea.
—Sí, Mhystra.
Hay tensión en el ambiente, se puede palpar, sentir, como el que siente el fuego en la palma de la mano. Sholem abre su relato:
—Kuluk y yo nos dirigimos al oeste, recorrimos varios Kilómetros, volamos rápidos y silenciosos. No pasó nada. Llegamos a la espesura. Había un claro en el centro. Marchamos agachados dando un pequeño rodeo.
—¿Hueles eso Sholem?
—Sí, me es particularmente familiar—le dije.
—Mira ahí, el arco de Thyriel—estaba enganchado en unas ramas.—No hay flechas, parece que las ha usado todas—continuó Kuluk.
—¿Tú qué crees Kuluk? Igual no le dio tiempo… Lo que es seguro es que nunca abandona su arco, y menos así porque sí.
—Seguimos avanzando y vimos un claro en que entraba la luz de las lunas. Nos fuimos acercando poco a poco arrastrándonos, cuando, de repente…
—Eeee ¿Qué es eso? Mira Kuluk…—. Parecía uno de los animales de tiro, estaba tranquilamente pastando, a sus anchas.
—No te levantes, podría ser una trampa—susurró Kuluk. Así que seguimos avanzando y nos topamos con Thyriel, estaba tumbado boca abajo medio ladeado.
—Voy a vomitar… PUaaajjjj, le falta media pierna—dijo kuluk tratando de no alzar la voz, lo giró por completo y nos encontró aún más el estado de su cuerpo.
—¡Aaaaggssshh! ¿Quién puede haber hecho algo similar?
—¿Quién o seguirás diciendo, qué cosa???? —dije sin preocuparme por el tono de mi voz.
—Tiene todo el cuerpo destrozado, y no parece que sea hecho con arma alguna, no sé con qué habrá podido…—. Tenía una raja que le cubría todo lo que quedaba de su escalabrado, retorcido y deformado pecho, iba desde el hombro izquierdo hasta la cadera derecha, le habían incluso arrancado las alas.
—Mira Sholem, le han arrancado los ojos.
—A ver…—silencio—No mira bien—. Sus ojos eran dos bolas negras opacas, carentes de vida. Es como si le hubieran robado el alma y luego mutilado su cuerpo.
—Escuchamos un ruido. Seguimos avanzando muy despacio arrastrándonos por el suelo hasta que vimos otro cuerpo, inerte y sin vida.
—Mira los ojos, igual que los de thyriel—dijo kuluk con voz tétrica— Y las alas... —. Mientras tanto el animal de tiro seguía pastando.
—Oye, ahí están los dos tiros, vayamos a cogerlos...
—De acuerdo, pero despacio, esto me huele a encerrona—. Así que nos acercamos con cautela, nada ocurrió.
—Coger tú ese—le dije.
—Eee fíjate, no se mueven—observó kuluk
—Es cierto…pero que mierda…Acerquémonos más.
—Cuando estuvimos tan cerca que los podíamos tocar, pudimos comprobarlo, estaban totalmente inertes, fríos, sin ojos. Y vacíos literalmente, es como si los hubieran abierto en canal y los hubieran vaciado de sus entrañas, y así suponíamos que había sido.
—Parece de corteza, su piel es áspera, mucho más de lo habitual…
—Mira kuluk, sus ojos…
—No tienen, por tener no tienen ni alma, se las robaron antes de matarlos como a los demás. Y sin embargo, se mantiene de pie, con aparente vida…
—Esto cada vez me gusta menos Sholem, va más allá de mi comprensión, hay magia oscura de por medio, la puedo sentir…
—Y justo en ese momento…
—Esa vibración… ¿La sientes como yo?
—No puede ser… No es posible.
—Partimos desesperados en su dirección. Y de camino vimos a Mhystral y Éfora, ambos volaban a toda velocidad al mismo destino, les dimos alcancé al cabo de un rato.
—Gracias Sholem, yo continuo.
Carraspeos, nerviosismo, murmullos…
—Kulum y Sholem nos avisan—le dije a Éfora, íbamos a toda velocidad.
—¡¡¡Mhystra, Mhystra!!!
—¿Ustedes también lo habían escuchado?—preguntaba Kuluk mientras se colocaba al lado de Éfora.
—¡Sí es la de Thyriel! venia del sureste.
—Pero eso es imposible, señor!—me dijo Sholem que se había puesto a mi derecha. Lo miré por el rabillo del ojo y pude ver como convulsionaba y se estremecía al decirme eso repetidamente—¡No puede ser!
—¿Por qué? Paremos—dije, ya que seguíamos a gran velocidad.
—¡Arf Arf!— farfullaba kuluk.
—Cojamos aire, lo necesitamos.
—Y ustedes van a necesitar sentarse Éfora—dijo Sholem.
—Thyriel está muerto.
—¿Quéeee??? Eso no es posible replicó esto. –¡Hemos sentido su cuenta, igual que ustedes!—gritó con rabia.
—Lo mismo pensamos nosotros, pero nuestros ojos no nos han engañado. Vimos su cadáver mutilado, sus ojos totalmente negros, como si le hubieran absorbido el alma antes de acabar con él.
—Imposible…—decía Éfora entre sollozos—Imposible.
—Pero… ¿Por qué? ¿Por qué a nosotros?—decía yo si acabara de comprenderlo…
—¿Cómo es qué puede vibrar su cuenta? No tiene lógica, sólo él puede…Esto cada vez me gusta menos.
—Tranquilo Kuluk, sólo nos queda una opción, vayamos al lugar de donde proviene la vibración, seamos cautelosos—les dije.
—Continuamos los cuatro durante muchas jornadas de viaje, recorrimos kilómetros y kilómetros de praderas. Noche tras noche, día tras día, comenzamos a impacientarnos, nos turnábamos para cazar, para descansar, para hacer guardia, para adelantarnos a explorar…En definitiva, para todo.
Hasta que por fin, nos acercábamos, la sentíamos cada vez más intensa, más profunda, más cercana.
—Estamos cerca muchachos, atentos.
—Volábamos cerca del suelo donde el terreno había cambiado, era más pedregoso y su vegetación más dispersa. De pequeño tamaño. Era una noche limpia y se vio bastante bien, ya que faltaba poco para que la tercera luna se pusiera completamente llena al igual que las otras dos.
—¡Vayamos tras el parapeto! —dijo Éfora entusiasta. Había cambiado su comportamiento a medida que íbamos acercándonos al destino. Se estaba haciendo presa de la euforia. La adrenalina se apoderaba de sus actos, iba ocupando todo el torrente sanguíneo como agua de la lluvia ocupa el caudal de un río.
—¡Éfora! ¡Baja la voz!—dije
—Pssss, ¡callaos! ¡Los dos! ¿No veis el resplandor?—era sholem quien hablaba, el resplandor era de color verdoso.
—Ese color….Uhmmm.—agarrándose el mentón Éfora pensaba, deseaba de recordar—El padre de mi padre me contaba historias de cuando él era pequeño. Leyendas que pasaron a ser mitos y que llegaron a sus oídos, a su vez él me los contó a mí, pero luego, con el tiempo se perdieron en el olvido. Si bien recuerdo, era una señal…
—Los H`yriden—dije con voz oscura.
—¿Existe? ¿de verdad?— preguntó Éfora.
—Sí, y deberías saberlo. Son muy peligrosos, tu abuelo no te contaba mitos. Eran historias reales ¿Sabes? Que con el paso del tiempo se fueron transformando, pero guardaron un eje central, una gran realidad y un poderoso aprendizaje, Éfora—Sholem estaba molesto.
—Nos acercamos arrastrándonos al límite del parapeto de piedra, y tras la colina:
—Oooooh, ¡no puede ser!
—Por la madre de todos los seres!—era Sholem quien hablaba esta vez. Había un enorme fuego verde flotando en el aire, a su lado levitaba a poca distancia del suelo el líder de los H`yriden. Cubierto con una especie de tela oscura y cambiante que reflejaba lo de su alrededor, al mismo tiempo que absorbía toda la luz, pasaba de una cosa a otra en milésimas de segundos. Estaba encapuchado, y sólo había oscuridad en su interior. Una de sus manos salía de la tela, era esqueleto rodeado de tejido quejumbroso y la movía en el aire como si diera órdenes o moviera algo invisible. Así era…
—¡Mirad, es Thyriel!—exclamó Éfora—o lo que queda de él.
—Es su alma, la ha robado y la maneja a su antojo—dijo Kuluk. El alma de Thyriel verde azulada flotaba incorporada, se retorcía y emitía gritos ahogados de sufrimiento, hacía silbar su cuenta.
—Mirad, detrás están los cinco, es un ritual…
—Creo que Sholem está en lo cierto. Están invocando las almas robadas, es el alma de Thyriel quien hace vibrar su cuenta. Se la debieron haber arrancado.
—Fijaos más atrás ¿Qué es eso?— preguntó Éfora. Detrás a muchos metros de los Shỳriden, comenzaron a aparecer figuras de cientos de seres, cientos de millas. Se llenó la llanura y el valle de ellos. Agachamos las cabezas al sentir sus miradas, sus cabezas giraron hacia nosotros, los ojos de los Hỳriden nos buscaban en la noche.
—Uffff, `por poco, nos han sentido esos malditos… ¿Nos habrán visto?
—Espero que no Sholem, pero poco falta para que lo hagan
—Fijaros otra vez, lleguen hasta donde perdemos la vista—. Estábamos apoyados de espaldas al montículo con la mirada casi hacia el cielo.
—Nonono, yo no me asomo más—decía Kuluk mientras iba retrocediendo poco a poco—¡Deberíamos partir señor!
—Sí, regresamos debemos informar al resto de los nuestros.
—¿Y qué hacemos con la cuenta de Thyriel?
—Éfora, a menos que quieras enfrentarte a ellos…
—Está bien Mhystra. No sé qué me pasa, no pienso con claridad.
—Es el lugar, la magia que ellos desprenden, no estamos acostumbrados, nos influye. Bien basta de cháchara, vayámonos
—Salimos volando a máxima velocidad aprovechando las corrientes de aire sin hacer ningún descanso. Fueron jornadas de viaje muy duras sin tregua ni para descansar, ni para comer, descansar las alas, piernas o espalda… Turnábamos días a pie, días planeando y volando. Solíamos correr de día y volar de noche.
A medida que nos acercábamos un mal presagio se iba haciendo presa de mí. Hasta tal punto que empezó a agriarme el comportamiento y fue entonces cuando decidió compartirlo con ellos.
—Presiento que algo malo le ha pasado a los nuestros.
—¿Sabe señor? Hace días que también tengo esa sensación, no sabría cómo explicarlo.
—No sabría decirte Éfora—era Kuluk quien hablaba—No hemos sentido ninguna otra cuenta, ¿Por qué habríamos de preocuparnos?—. Sholem se presenta meditabundo sin mediar palabra.
—¿Te ocurrió algo Sholem?—le pregunté mientras volábamos bajo. Era de día, y habíamos hecho una excepción para adelantarnos, ya que estaban relativamente próximos.
—Señor, algo ha pasado—dijo Sholem repentinamente. Posee una visión extraordinaria dentro de los de nuestra especie, incluso para nuestro estirpe.
—¿Ves algo?—le preguntamos.
—Dejemos que empiece a oscurecer, y tal vez pueda salir de dudas—. Y así fue, al caer el crepúsculo…
—¡Señor! Humo al noroeste, un tenue resplandor—. Nos acercamos lo más rápido que pudimos.
—¡Verde! ¡La luz es verde!—gritó Éfora—¡Nooooo! ¡Vamos rápido!—. Todos lo estábamos viendo. Cayó la noche cuando llegamos, una llama verde y enorme flotaba en el aire, a su alrededor todo era caos, sangre y muerte. Daba pavor verlo, estar allí. Sentía la muerte cabalgar sobre nuestros hombros tejiendo una fina telaraña donde atraparnos sutilmente. No había nadie ni nada con vida.
—Todos, todos, todos muertos…—decía Sholem entre sollozos. Le puse mi mano sobre la cabeza, tenía familia, un cachorro de apenas pocas lunas.
—Lo siento amigo—le dije.
—Estábamos todos desolados
—A todos les falta algo—dijo Éfora.
—¿El qué? Los veo enteros.
—Fíjate en sus ojos Kuluk, como los thyriel y los tiros.
—¡Aaaagg!—kuluk emitió un grito ahogado.
—Todo estaba devastado, carromatos quemados, cabañas destrozadas, la muerte pastaba a sus anchas, reinaba.
—Tenemos que regresar y rápido, hemos de informar al consejo de sabios, esto se escapa de nuestras manos.
—Ni siquiera hemos podido derramar lágrimas por los nuestros, señor. Y aquí estamos, la situación es desesperada
Se hace el silencio, la tensión y el nerviosismo van aumentando. Algunos beben, unos comen algo, otros murmuran, pero nadie se atreve a hablar en alto.
—¡Clonck!!—Algún cuenco rueda. Turbsa está pensando al igual que el resto de sabios y líderes. El ambiente está enrarecido, se palpa el miedo, Se puede ver en sus miradas y gestos. Ruido fuera, alboroto, algo sucede en el exterior…
—¡Señor! ¡Señor!—entra alguien a la tienda asfixiado de correr.
—¿Qué pasa?—es Turbsa quién pregunta.
—¡Fuego señor!
—¿Cómo dices?
—Sí, fuego señor. Fuego verde, en diferentes puntos señor. A lo lejos, Al sur…
—respiración entrecortada— y al este—respiración entrecortada—… y al oeste.
Todos los allí presentes se miran, unos a otros. Las miradas se cruzan con miedo inusitado incrustado en sus pupilas.
—Están más cerca de lo que pensábamos.
—¡PUUU-PUUU! ¡¡TUUUUU-TUUUUU!! ¡PPPPOOOOUUU-POOOOUUU!!—justo suenan los cuernos de aviso.
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