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Eternal Heart (Español)

Una estrella perdida

Una estrella perdida

Feb 22, 2023

Era casi las siete de la mañana y Van recién salía del trabajo después de un turno largo de medio tiempo en el bar. Apenas había comenzado el otoño, pero esa mañana era tan helada como en diciembre, de esas que te hacen doler hasta los huesos, y comenzaba a lloviznar cuando justamente no traía un paraguas consigo. Lo había olvidado en casa como tantas veces que ya le era costumbre caminar bajo la lluvia, por lo que solo apresuró el paso para no congelarse; fue cuando vio a alguien sentado en la orilla del lago del parque de enfrente. A pesar de estar cerca de una zona comercial ese sector no era muy concurrido tan temprano, y todavía estaba muy oscuro para estar contemplando la vista. Era difícil pensar en una situación cotidiana con esos factores, sin embargo, Van no era alguien que pudiera sorprenderse con facilidad, ni menos sentir miedo por tal aparición repentina dado a que solía ver cosas extrañas a menudo.  

Estas apariciones no fueron parte de su vida desde siempre, claro, sino más bien una desafortunada consecuencia de otro incidente aún más desafortunado, pero no era capaz de distinguir si no los veía muy de cerca, y claramente no iba a deambular por allí viendo a todo el mundo a una distancia poco prudente. 

Siguió caminando, viéndolo a ratos sin poder ignorarlo del todo, y mientras lograba distinguir su silueta se percató que solo parecía mirar el horizonte tranquilamente, solitario e imperturbable. Alteración o no, no había nada de qué preocuparse, y quitó la vista, avanzando solo unos metros hasta que percibió un movimiento apresurado por el rabillo del ojo, obligándolo a verlo nuevamente. Había entrado de lleno al agua congelada, y eso a ojos de Van, era claramente un intento por quitarse la vida. 

No pudo pensar en nada más que correr deprisa, lanzando el bolso y lo que llevaba encima a medida que bajaba la pendiente a zancadas. Debía salvarlo, repetía en su cabeza ante un miedo descomunal y se lanzó como si su propia vida dependiera de ello, pero al llegar a la orilla de supo de inmediato que jamás hubo tal peligro. 

Se trataba de un joven alto y delgado, con un hermoso cabello azulado que se extendía a la altura de la cintura y vestido con una túnica muy ligera y sencilla. Empapado por la lluvia y el agua no demostraba signos de entumecimiento en la piel, más que una afligida mirada penetrante en lo profundo de lago. No había vida en ese cuerpo, no aquella que conocemos en esta realidad, y pudo haberlo supuesto de no haber salido corriendo como un loco. 

«No te entrometas», recordó a sí mismo. Aún estaba lejos para haberlo notado y dio un paso atrás decidido a irse, solo que su cuerpo no fue capaz de moverse a esa señal terminante. La luz del amanecer perforó las nubes y asomó en el borde del lago, impactando el perfil del joven a contraluz y a los pequeños cristales de escarcha que destellaron sobre él. Van quedó tan absorto en aquella escena que las palabras en su boca reaccionaron antes que cualquiera de sus músculos. 

—Te ves triste —murmuró tenue, y pese al sonido de los árboles y las pequeñas ondas del agua, no fue suficiente para apagar el eco de su voz. 

—¿Puedes verme? —preguntó el joven sin mirarlo. Su voz era casi un susurro, raspando las letras en cada sonido, que las sintió resonar en el pecho. 

—No quería molestarte —aseguró, agitando la cabeza para despertar de ese pequeño trance.  

—No te preocupes. Ya no pertenezco aquí —declaró firme, sentándose en la orilla escarchada, arrastrando el agua con su túnica. 

El corazón de Van seguía latiendo descontrolado, y ya no estaba seguro si era por la carrera de hace un momento. Se acercó un poco, y sin ser tan evidente lo observó con cuidado. Examinó su espalda empapada, la curva de las escápulas, su cabello lacio, el pliegue que formaba su clavícula en la tela, las gotas atrapadas en sus pestañas. Había algo en él que le intrigaba al punto de desechar todos los principios de no intervenir con Seres Astrales que había cumplido sin excepción alguna, y no sentía ni una pizca de arrepentimiento de cambiar en ese punto. Perder la cordura era lo único que podía dar explicación a ese delirio. 

—Soy Van, me dicen “V” a veces, cuando quieren darme una paliza —rio, buscando algo con qué conversar, aunque aquel comentario fuese totalmente cierto y no la mejor presentación. 

—Pareces ser un chico problemático —sonrió, llevándole la corriente. Van se sentó a su lado aprovechando la calma de la conversación, que pareció no molestarle, por lo que siguió hablando. 

—Realmente no lo soy, aunque todo el mundo cree lo contrario. Tan solo no me dejo golpear si puedo defenderme. 

—Creo haber conocido a alguien así en vida, tal vez. En realidad, no lo recuerdo —admitió. 

—¿Puedo saber tu nombre? —preguntó Van. No tenía muchas esperanzas de que quisiera decírselo ya que las Alteraciones solían ser esquivas con ese tipo de preguntas, al menos eso decían los libros de Morgana que husmeaba a escondidas, así que esperó paciente la respuesta que le diera. Se sorprendió cuando vio que el joven realmente intentó darle una respuesta. 

—Mm… —murmuró unos segundos cerrando los ojos. Al abrirlos vio de vuelta en la lejanía del lago sin siquiera un vestigio de ello en su memoria—. La verdad, no lo sé. No lo recuerdo. 

—Está bien, puede que algún día logres recordarlo. 

—Ya no importa, es demasiado tarde —suspiró. 

—Perdón, no sé mucho sobre eso —fingió, solo para confirmar lo que sí sabía—. ¿Por qué lo dices? 

—Debo irme. Es una lástima no haber podido encontrar la respuesta que buscaba. 

Ambos se mantuvieron en silencio. Van sabía que podía hacer algo por él, y pese a que lo meditó un momento para no perder la sensatez, prescindió de todo a los pocos minutos por la misma razón que lo llevó a estar allí; no quería escuchar nada más que la sinceridad de sus propios latidos. Tomar una decisión de ese calibre lo metería en serios problemas, por su condición y por hacer algo que le estaba prohibido a un humano. Tenía mucho que perder y tan solo se estaba dejando llevar por una corazonada, pero prefería desafiar a la suerte que quedarse con la sensación de no haberlo intentado. 

—Quédate… si es lo que quieres —afirmó decidido, viéndolo ligeramente  

—No puedo —respondió volteando a verlo, y Van lo miró por instinto—. Mi tiempo se agotó —señaló, mostrándole las manos que habían estado cubiertas por las mangas de la túnica. Estaba desapareciendo. 

A pesar de dibujar una pequeña sonrisa sus ojos demostraban que realmente no quería partir, y no podía dejarlo sabiendo eso. Era la decisión correcta, y estaba dispuesto a asumir el desastre. 

—Crearé un Vínculo contigo, aunque puede que no dure mucho tiempo. No lo sé en realidad, es la primera vez que lo intento —explicó torpe, dudoso de sus propias capacidades. 

—¿Un Vínculo? —preguntó confundido, sin entender nada de lo que estaba hablando, pero luego negó tajante sin esperar una respuesta—. No importa lo que sea, no puedo pedirte nada. 

—Escúchame antes de negarte tan rotundamente —protestó Van, buscando una pequeña rama en el suelo para poder explicar de lo que hablaba. Dibujó en la tierra dos personas, una al lado de la otra, con un corazón en el pecho y una línea de extremo a extremo que los ataba—. En palabras sencillas un Vínculo es una atadura entre dos corazones, y puede crearse entre un humano y un Ser Astral. De esta forma mantendrá a ambos unidos en el plano terrenal por un tiempo. —Con la rama trazó dos líneas; una aureola sobre la figura de la izquierda, semejando al joven, y otra bajo los pies de ambos, haciendo entender que era la tierra—. Esto claramente no puede hacerlo un humano. No lo entiendas mal, sí lo soy, algo diferente, pero lo soy. 

El joven se quedó viendo el dibujo, analizando cada línea y palabra dicha por Van. 

—¿Estás seguro de esto? —dijo al final, apoyando uno de sus dedos sobre el corazón de tierra que le correspondía—. Puedes volver a tu vida normal y solo dejar que me vaya. No tienes que— 

—Déjalo —interrumpió—. Ya lo decidí. 

El joven alzó la mirada, viéndolo directamente a los ojos. Sabía que no tenía nada que perder, y eso le preocupaba. 

—Entiendo lo que estás pensando. Es tal vez lo más importante que he decidido, y lo hago porque siento que es lo correcto. No hay ningún peligro detrás —aseguró ante su temor, omitiendo lo que no quería escuchar. 

—Lo entiendo. —Aliviado—. Con el alma y los sentimientos que aún me quedan, te lo agradeceré hasta el último de mis días —aceptó. 

—No lo digas de esa forma —rio Van ante su seriedad—. No hay nada que agradecer. Fue algo que decidí por mi cuenta, y me basta con poder ayudarte. Ahora sobre lo que te hablé, tener tu corazón cerca hará una resonancia con el mío y creará el Vínculo, así que solo debes abrazarme. Si no llegase a funcionar en una primera instancia, lo intentaremos de nuevo. 

—Los Grandes Dioses nos impiden interactuar con humanos, así que debes tocarme para poder hacerlo también. 

Van se arrodilló enfrente, y tan solo al rozar los dedos por su mejilla la calidez lo inundó. El joven lo rodeó con los brazos tímidamente, y aferrándose a su espalda reposó la cabeza tras su hombro, esperando en silencio. Van lo abrazó también, dejándose llevar por la calma de sus latidos. Sintió el corazón ardiendo, uniendo cada resonancia a medida que el Vínculo ataba ambos corazones. El pasar del tiempo dejó de hacerse notar por unos instantes, del que Van siquiera pudo darse cuenta al caer inconsciente. 

—Van, despierta —llamó el joven, tocando su rostro con cuidado. 

—¿Qué pasó? —murmuró. La cabeza aún le daba vueltas, pero pronto notó que estaba recostado en su habitación y tenía la ropa seca a pesar de haberse empapado por la llovizna. No preguntó porque estaba claro que había sido obra de él. 

—Te desmayaste un poco después de que te abracé. Por suerte encontré tus cosas regadas por la ladera, así que te traje a la dirección de tu identificación ¿Estás bien? —preguntó preocupado. 

—Mi cuerpo es algo débil para esas cosas —confesó, restregándose los ojos y así poder ver con claridad—. Lamento haberte mentido, aunque me alegra haber podido resistir hasta el final. 

—No debiste hacerlo sabiendo que ponías en peligro tu salud. Dijiste claramente que no habría ningún peligro —reprochó. Van sonrió levemente al confirmar que su corazón era tan puro como intuía. 

—No voy a morir por algo así —aseguró Van, sentándose en la orilla de la cama—. Lo peor que podía pasar era perder algo de energía, y ya estoy completamente recuperado.— Empuñando la mano y mostrando el músculo del brazo. 

—¿Seguro que estás bien? —verificó, tocándole la frente con la mano. 

—Lo estoy. No miento esta vez. 

Van le sonrío, y en joven se sentó a su lado. 

—Me asustaste. Gracias… por darme otra oportunidad— susurró tímido, apoyando tenue la mano sobre el dorso de la de Van. 

—Me alegra haberte podido ayudar. —Volteándola para sostener la suya—. Eres libre de ir donde quieras, solo intenta no ir tan lejos para no romper el Enlace, aunque no sé con claridad qué tan lejos puedes ir. Lamento decirte todo a medias, debí leer con más esmero las partes importantes —justificó apenado. 

—No te preocupes, realmente no importa —apaciguó—. Aun así… ¿Puedo… quedarme contigo? —preguntó avergonzado. 

—Puedes siempre que quieras hacerlo. 

—Me quedaré entonces —decidió, viendo a un costado para ocultar el rubor en sus mejillas. 

—Está bien —rio Van enternecido—. Viviremos juntos de ahora en adelante.

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#bl #drama #romance #mystery #Fantasy

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