EL CAMBIO… El PRINCIPIO DEL FIN
Quizás os preguntéis quién es Tab, o por sus orígenes, o cómo es posible que sea el último ejemplar de su especie, el último reducto biológico de su civilización… Aunque tal afirmación no es del todo cierta, y ya sabréis por qué.
Veréis, tanto la especie de Tarbus, como sus generaciones anteriores, previos antecesores, eran muy codiciados por otras especies debido a su carne. Llenaban de sabores y aromas los platos de otras especies, los paladares más selectos sucumbían a su sabor. Incluso se servía en la mesa de las clases sociales altas o de bien, para degustar ya fuera como exquisito manjar o como plato principal… Llenaban el estómago de cientos de seres a lo largo y ancho de la galaxia, de hecho, comenzó a disminuir su población de manera drástica, cuando se empezó a comercializar en el mercado negro, fue el principio del fin.
La cuestión es que durante cientos y cientos de años fueron perseguidos, cazados, masacrados, expoliados y puestos en pedazos sobre bandeja para el deleite de otros.
Hay que añadir que también fueron/eran perseguidos para investigar genéticamente, biológicamente con ellos, ya que sus genes tenían cierta afinidad, predisposición para modificarse, y para unirse a otros, aceptándolos y produciendo la mutación buscada, u otra nueva encontrada por error casual. Fuera como fuere, el caso es que fue abolida casi en su totalidad hasta llegar a su irrefrenable extinción.
Tab nació en el seno de una familia pobre, quedaban sus dos padres, el padre de su padre, y su hermano mayor.
Por aquel entonces su civilización estaba a las puertas de su extinción. Sólo quedaban 3 familias, la de Tab y dos más, de las cuales una era infértil, otra de las causas de que menguaran, ya que los continuos cambios y mutaciones biológicas a lo largo de eones no hacían que perpetuara por mucho más. Estaban destinados a la extinción por selección natural. Y…había una tercera, que tenía una cría hembra casi de la misma edad de Tab, ella era Irhien. Ambos eran y representaban el futuro genético como especie de toda una civilización, siempre y cuando lograran sobrevivir.
Tarbus aún era muy pequeño cuando comenzó a interesarse por el arte del movimiento, tanto en defensa personal como en ataque durante el combate cuerpo a cuerpo. También comenzó a sentirse atraído por un antiguo método de relajación e introspección que nació con los albores de su especie. Tenía esa habilidad innata, y sus padres la potenciaban siempre que podían… los tiempos que corrían por aquel entonces eran aciagos.
Estas familias solían juntarse para hacer vida diaria, vivían en comunidad guardando estrechos lazos afectivos entre todos sus componentes.
Los más jóvenes y fuertes Hacían partidas de expedición o caza. Luego el resto de cosas se repartía entre todos, Se acondicionaban los habitáculos, preparaban lo cazado, montaban guardias, se les transmitía enseñanzas a los más jóvenes… Muchas veces tenían que separarse o huir, o cambiar de lugar porque algún cazador o grupos de ellos hacían su aparición…Así era vivir en comunidad.
Irhien es fundamental en esta historia, ya que tanto ella como Tab estaban predestinados a unirse y perpetuar una generación pura más, con ellos ya llegaría el cruce biológico con otra especie, y si era fértil, sería el resurgir de una nueva especie con sus variaciones genéticas, por el contrario, si no era así, los genes de su especie desaparecerían de la faz del universo para siempre. Era una cuestión delicada.
No obstante, ambos eran aún muy jóvenes y sus padres le escondían está poderosa realidad, ya bastante presión tenían para su edad con el simple hecho de intentar sobrevivir.
Pero…no vamos a empezar por ahí. Retrocedamos muchas estaciones y Lunas, cuando Tab aún no había nacido. Era un periodo de relativa calma, sin embargo, cambios drásticos estaban por suceder.
—¡Amarh! ¡Ven, rápido!—. Apareció un niño en el umbral de la puerta, había venido al trote. Era Amàrhian, el hijo único de Leurishya y Selerhum, y el que habría de ser el hermano mayor de Tarbus.
—Necesito que busques Turbsalhya y la tráigas ¿Vale? A tu madre le están comenzando a dar los dolores de nuevo.
—De acuerdo padre.
—¿Sabes dónde buscar?
—Creo que sí.
—Bien, acuérdate de todo lo que has aprendido. Ten cuidado hijo.
—Así lo haré descuida—. Y partió sin demora arco a la espalda, arma al cinto y puñal mineral en mano. Una especie de saco de pequeño tamaño le colgaba también del cinto para las plantas que iba a recoger.
Leurishya estaba embarazada de tres estaciones y media, sufría bastantes dolores y solo se le aliviaban con una infusión de una planta muy extraña y escasa, la Turbsalhya. Llevaba todo el embarazo consumiéndola, y gracias a ella lo estaba sobrellevando.
Se iban moviendo según las estaciones y donde fuera naciendo la turbsalhya, ya que según la estación se daban más en unas regiones u otras. En esta última estación no habían tenido que cambiar, ya que había bastante turbsalhya, pero en lugares de difícil acceso. Los animales de la zona no la consumían, ni siquiera su hoja, por los efectos secundarios que les producían entre los que destacaba desorientación, alucinaciones y dolores articulares. Esta planta iba a ser esencial para el futuro miembro de la familia.
—Voy a ver si la familia de al lado tiene Kaodia—dijo Hỳliem.
—De acuerdo padre—se giró y habló a su compañera—voy a ir preparando el camastro querida.
—Nos va salir rebelde este pequeño.
—¿Peeeequeño? ¡Será el más grande de su estirpe Leurys, recuérdalo!—. Y así sería, pero ellos nunca lo llegarían a ver.
Hỳliem apareció en el umbral de la puerta.
—Saludos familia
—¡Hola Hỳl! Pasa—. Había ido a ver a otra de las familias que se estaban quedando por la zona, aunque estuvieran a casi media jornada a pie.
—Debes estar cansado, siéntate por favor. Y toma, esto te repondrá.
—Gracias Musca, lo necesito realmente, caminar mucho a mi edad no es lo mismo.
Musca era una mujer joven y, al igual que Leurishya, estaba embarazada pero aún de media estación. Tribhian era el hombre con el que compartía su vida, era su compañero y el futuro padre de la criatura.
—¿Qué te trae por aquí Hỳl? Si vienes a ver a Tribhian a tertuliar y beber… está de caza, no llegará hasta dentro de una jornada, quizás dos.
—No, no, no Musca. Es por Leurys, ¿Sabes? Desde que se quedó, no dejan de darle esos dolores. No sé cómo hacer, hemos enviado al pequeño a por la turbsalhya, pero dudo que la encuentre…—dijo con cara de circunstancia— Quería pedirte Kaodia, se nos han agotado las provisiones de ella, y en esta estación ya es difícil encontrar—. La kaodia es la corteza de una especie de arbusto leñoso que prende con facilidad, y cuyo tronco conserva bastante bien el calor, al igual que sus brasas. Se usa para cocinar comida o elementos crudos si se precisa, hervir agua, etc.
—Uuumm, creo que Trib ha estado recolectando estas últimas estaciones, voy a mirar, pero creo que sí que tenemos.
Al cabo de un rato apareció con un saco lleno.
—Toma efectivamente había. Con esto creo que les dará para toda la estación.
—Gracias Musca, de verdad. ¿turbsalhya no tendrán?
—¡NO! Por suerte. No padezco de esos dolores querido Hỳl.
—Será mejor que me vaya, aún tengo que regresar y ya está oscureciendo.
—Ni hablar…Tú te quedas aquí. Ya irás mañana con la primera luz del alba.
—Nonono—. Justo cuando empezaba a rezongar, alguien irrumpió en la casa.
—¡PLUM! ¡PLUM!—tocaron la puerta de madera.
—¿Quién será ahora?—se preguntó en voz alta Musca.
—¡Abre Mus! ¡Abre! ¡Se me va a caer todo!—. Era Tribhian.
—¡Querido! ¿Tan pronto?—exclamó Musca mientras abría.
—Si querida, ya ves…—le contestó aún mirando el suelo—¡Hỳl! ¡Maldito borracho planetario!—exclamó alegremente sorprendido.
—Hola Trib. Ya echaba de menos esa cara de culo, veo que la has mejorado jajaja. Y también que has llegado antes de lo previsto, y…con la cena de varios días.
—Sí, sí, sí. A pocas jornadas de aquí me topé con una manada de sugalus—. El Sugalu es una especie de cervatillo de pequeño tamaño. Se sentó a la mesa mientras hablaba—. déjame uno de esos brebajes que bebe este decrépito anciano querida—dijo con una sonrisa de oreja a oreja. Se alegraba de ver a Hỳl. Eran amigos desde hacía mucho tiempo atrás. Se salvaron de penurias juntos, y salvaron a sus familias. Estuvieron huyendo interminablemente durante no se sabe cuánto hasta que entraron en periodos más calmos. Se perdieron juntos, viajaron…Tenían por costumbre sentarse algunas tardes hasta la caída del sol, a beber Krusiak, un fermento alcohólico extremadamente fuerte extraído de plantas y hongos, el cual Hỳl sabía preparar muy bien. Bebían, charlaban y juagaban a algunos juegos de mesa de estrategia o intentaban planificar su próxima marcha, las recolecciones, la siembra…
—¿Tan cerca?—se sorprendió Hỳl.
—Sí, es la primera vez, lo había oído hace tiempo, pero no le di mucha credibilidad, nunca antes los había visto por estos lares.
—Uuumm…—Hỳl pensaba con cara de desconcierto.
—Algo al oeste los debe estar empujando a huir… debe estar ahuyentándolos, aquellas son sus tierras naturales, llenas de pastos—pensaba Tribhian en voz alta.
—Toma cariño, tu mejunje.
—Gracias Mus.
—O eso, o la estación está cambiando antes de tiempo. Y si es así, vamos a tener que recolectar todo lo posible para adelantar nuestra partida.
—¿Recolectar? ¿Antes de tiempo? ¿El qué Hỳl? Si apenas han empezado a salir los retoños—era Mus quién hablaba.
—Estás en lo cierto pero, ¿Qué hacemos entonces?
—¡¡Por lo pronto beber y comer querido Hỳl, Beber y comer!!—gritó Tribhian alegremente golpeando la improvisada mesa de quejumbrosa y vieja madera.
—Bien, preparemos el fuego y las cosas pues.
Ya estaban preparando las brasas de Kaodia, que desprendían un fuego violáceo y blanquecino en su núcleo, cuando Hỳl comenzó a despellejar a uno de los sugalus cazados por Trib.
—Es un poco pequeño este sugalu ¿No Trib? Más de los habitual—añadió.
—Si bueno, ya sabes, aquel que esté cerca…
—Si si si claro, pero hay algo raro en él—Hỳl seguía despellejándolo, iba ya por las patas... Mientras Musca preparaba una especie de caldo con vegetales de la tierra para el estofado.
—Oye Hỳl, deja un poco de Krusiack para los demás ¿Quieres, viejo borracho?—dijo Trib mientras ayudaba a Musca pelando los vegetales y el condimento—¿Sabes? Ahora que lo pienso, casi todos eran más pequeños de la cuenta.
—¡Trib! ¡Musca! Venid—Ambos se acercaron donde estaba Hỳl despellejando al pequeño animal.
—Tiene la lengua podrida, miren… La agarro, tiro de ella suavemente, así… ¡Grrrrrrieck, rassjhh!—se desprendió del suelo de la boca sin hacer apenas esfuerzo—Efectivamente, está podrida.
—Miremos los demás—propuso Musca ya de camino a coger otro.
—Este lo mismo.
—Este también—dijo Tribhian.
—A este le pasa algo raro, su barriga se está moviendo. Querido tráeme un cuchillo.
—Toma, ven Hỳl—. Estaban uno al lado del otro cuando Musca abrió un tajo en el vientre del sugaru.
Se desparramaron por la mesa cientos de gusanos, algunos diminutos, otros de mayor tamaño y otros como un brazo de largos. Todos se retorcían, encogían y dilataban, rodeaban la mucosa buscando el interior del azúcar.
—¡Buaj! Parásitos, cientos. Creo que no vamos a tener una muy buena cena chicos— replicó Hỳl mientras se dirigía a comprobar otro— ¡Este está igual!
—Este también—dijo Tribhian–Comprobemos todos—.
Al cabo de unos minutos…
—Están todos enfermos
—Sí ¿Te costó mucho cazarlos Trib?
—La verdad es que no, los notaba más lentos y medio atontados.
—Pues estos parásitos solo aparecen si comen bayas, forraje o plantas en mal estado dentro y contienen sus larvas, crecen y se van alimentando poco a poco de las tripas de sus huéspedes.
—Pues no son buenas noticias, Hỳl…—replicó Musca.
Tiraron todos los animales al exterior por una de las ventanas y comenzaron a preparar algo de cenar. Al cabo del tiempo llegaron a comer:
—Hemos de avisar al resto.
—¿Por qué tanta prisa viejo?
—Estoy con él, esto es un indicativo de que las estaciones están cambiando… Querida, creo que es lo mejor.
—No hace falta alertar a los demás, seguro que es algo esporádico y casual.
—No lo creo Musca, muchas son las estaciones que han contemplado estos ojos, y es la primera vez que veo algo así.
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