—¿Y Bien…?
—Verá, se trata más bien de una cuestión de abandono, podredumbre, desnutrición, educación…falta de medios—Hizo un silencio para dejar que el emperador asimile lo que está escuchando y reflexione, luego éste le daría turno para que continuara la explicación. Había que tomarlo con calma, siempre era el emperador el que llevaba las pautas de la conversación.
—Te sigo, continúa.
—Ha visto que nosotros vivimos con los grandes privilegios que nos otorgan las riquezas, haber nacido en cunas de renombre…
—Te recuerdo que tú eres parte de esos que nombras.
—Sí sí. Por eso precisamente, alteza. ¿Y si repartiéramos más las riquezas, un tanto por ciento, aunque sea pequeño a las clases sociales medias ya las zonas de los suburbios?
—¿Crees que eso mejoraría su calidad de vida?
-Si. Podrían sanear, arreglar las zonas, limpiar las de animalejos infectos e inmundicia. Se podria hacer puestos de escuelas para crear guardas. Hacer una reconversión de las zonas más afectadas. A la larga, verán que su emperador hace por ellos, que le deben su mejora. La delincuencia irá disminuyendo poco a poco, incluso empezará a notarse ese descenso primeramente en nuestros niveles… Sentirán que le deben lealtad. Por ello mejorará la situación general de mi cambio.
—Pienso que debemos mantener un estatus, y tú deberías saberlo.
—Lo siento señor, sólo quería…ayudar—dijo el primer ministro con la cabeza gacha.
—Lo que es nuestro, nos pertenece por unanimidad, porque nuestros ancestros así lo quisieron. Las clases sociales diferentes siempre han de existir. Porque si no, dejaríamos de existir. Con los seres de los suburbios sólo funciona la mano dura y el sometimiento mediante la fuerza. ¿No ves Garnueld, qué si les abrimos la mano, no sabréis parar? Querrán más y más de su emperador, y cada vez más, y se acostumbraran a que así sea, y si no se los damos, llegará un punto en que ya no lo esperaran o lo pedirán… lo exigirán. Formarán movimientos revolucionarios con sus líderes en cabeza, quienes llevarán la voz del resto hasta nosotros. Podría ser el comienzo de nuestra caída… ¿Entiendes lo qué es ser emperador?
—Sí alteza. Duras y dificiles decisiones. Y muy meditadas.
—No obstante, valoraré tu propuesta.
—Gracias alteza, es un honor.
—Bien, por lo pronto incrementa el número de Nhergs en las calles de nuestros niveles y de palacio, todo el tiempo. Y en las calles más superiores y cercanas a nosotros de los niveles medios. También en las calles principales, así se darán cuenta que me lo tomo en serio.
—Sí, mi alteza.
—Bien, pasemos al siguiente punto. ¿Qué toca ahora?
—Las cosechas señor.
—¿Qué pasa con ellas?
—Las cosechas del extra radio, del exterior están devastadas.
—¿Ya?—exclamó sorprendido—¿Cómo va a ser posible?
—Sí, en cuestión de ciclos. Tengo informadores ahí afuera. Hijo de fiar.
—Pero si aún no hemos llegado ni a mitad de estación.
—Y eso no es todo señor.
—¿Se sabe la causa?
—Se presupone.
—¿Cómo se presupone? Esto es un problema muy serio. Explicar.
—Mis informadores piensan que puede ser la plaga. Más bien mi informante, el único superviviente, estaba muy agitado cuando llegó, solo balbuceaba y hablaba sin coherencia, solo decía plaga, plaga reiteradamente. Estaba marcado por cientos de pequeñas heridas.
—¿Otra vez? ¿Tan seguido de la otra? NO es lógico, nunca habían atacado tan cerca en el tiempo—. De pronto un pequeño insecto, parecido a un escarabajo negro de pequeño tamaño entró por la ventana y se posó sobre la mesa, donde se acicaló las patas y las antenas. Ambos, emperador y primer ministro quedaron estupefactos. Se levantaron rápidamente de sus respectivos asientos, unas sillas antiguas de madera que se quedaron bamboleando con el vaivén de la inercia. Se asomaron por el arco semitapado por las finas cortinas de seda blanca, que se mecían por la brisa. Miraron al exterior, hacia las dunas, lejos prados, y kilómetros más atrás las montañas.
—¡¡Por mis barbas!!
Una masa negra uniforme, avanzaba a una velocidad vertiginosa cubriendo todo el terreno a la vista, como si de un manto se tratara, adaptándose a las particularidades de la holografía del terreno por el que se desplazaba, se deformaba por cada montaña adquiriendo su forma, por cada barranco, por cada colina y valle, duna, llanura… Tenía varios kilómetros de altura, era demoledoramente voraz. Todo a su paso quedó seco, desgranado, moribundo…Ni el agua se libraba de semejante ataque. Ambos se miraron, la imagen era aterradora. Acto seguido miraron a la mesa, en concreto al pequeño escarabajo que aún se limpiaba las patas delanteras con sus pinzas.
—¿Cómo algo tan pequeño…?
—¡Den la alarma, corre!
—Todos a cubierto, cierren todas las habitaciones y estancias de palacio!
—Sí alteza—Se dio la voz de alarma.
—¡Mi hijo! ¡Busquen a mi hijo y pónganlo a salvo!
—Están en ello. No lo encuentran en sus aposentos.
—¡Clonk!—tro escarabajo aterrizó sobre la mesa
—CLonk, clonK clonk!—empezaron a entrar en más cantidad chocando contra paredes, sillas, armarios, contra todo lo que tenían delante.
—Vamos hay que salir de aquí majestad, sino seremos pasto de esos bichos!
—¡Hay que activar la cúpula!—. Todo en el palacio era un alboroto, todos sus habitantes corrían de un lado para otro con el único objetivo de refugiarse.
—Le sigo señor—Corrieron por los pasillos, tuvieron que pasar por el jardín central ya que era la vía más rápida para llegar a la fachada central y sus aposentos.
—¡Corre Garnueld, o será demasiado tarde! ¡Subamos a mis aposentos, ahí puedo activar la cúpula!
—¡Llegamos, entremos señor!
—¡Ahí está el cuadro!—gritó el emperador. Lo separó de la pared, sacó un mecanismo de la pared y lo activó mediante una pequeña manivela que movió en diferentes direcciones al mismo tiempo que tocaba repetidamente un botón, un código para sólo él poder activarlo.
—¿Cuánto tiempo tenemos hasta que se activa por completo señor?
—Unos minutos. No debe quedar nadie fuera, Seguro que han cumplido el protocolo y están todos a salvo—. Ya se había dado la alarma y todos los habitantes estaban dentro.
—Sí señor— Partió y enseguida empezó a hacer preguntas y dar órdenes a los puestos de más rango dentro de la propia guardia. Todos cumplieron su hecho y guardaraban al cierre de la cúpula. Los minutos pasaban, eran interminables, cada vez había más escarabajos por todo el palacio. Hasta que por fin…
—Zuuuuuuuuummmmmmm!!!—La cúpula se recargó y comenzó a crecer, era un campo biomagnético que contenía una atmósfera confortable y recubría la totalidad del palacio. Tenía sus generadores en los torreones del muro externo del palacio. Impedía la entrada de cualquier agente externo por pequeño que fuera. Era un mecanismo que había desarrollado para combatir las plagas, aunque en vez de combatir, sería mejor decir protegerse, ya que la plaga no había manera de combatirla, o por el momento no se había descubierto ninguna. Los generadores empujaron toda la energía hasta que la cúpula se formó por completo en lo alto del palacio, a muchos metros de altura.
—¡¡Oleeeeee!!! ¡¡¡Viiiivaaaaa!!! ¡¡¡El señor es grande, nos ha salvado!!!—Infinidad de vítores llenaron el palacio.
—¿Y mi hijo, lo han encontrado?—le preguntó al primer ministro. Estaban en el balcón imperial.
—No señor, no está por ningún lado. Creemos que salió de palacio hace tiempo.
—¿Y Gickhux?
—Pensamos que podría haber salido con él, señor. La última vez que los vieron estaban juntos.
—¡Aaaa! Ese viejo reptil. Se está ablandando con el chaval, si sale con vida de esta te juro que lo diseco—. Su primer ministro no emitió palabra alguna. EL emperador estaba furioso, y no era cuestión que desviará toda su rabia hacia él… Esperó.
Varios ciclos antes, entre las colinas que hay bajo las montañas, existen las llanuras de la siembra y las cosechas. Estas zonas son un horno, no corre el aire en la mayoría de las estaciones. Las plantas que dan los cereales son extremadamente altas, mucho más que todos los habitantes que las trabajan. Entre los verdes y redondeados tallos de las altas plantas, mientras recogen la siembra, se quejan del forzoso y peligroso trabajo. Ya que las plantas poseen espinas peligrosas que infectan rápidamente la herida, y se encuentran muy lejos para llegar a tiempo a la cura y cortar la infección. Suele pasar, que para cuando llegan, tienen que amputar un miembro o ya es demasiado tarde incluso para eso. A parte de eso, hay también otros peligros, como los animales salvajes que rondan las cumbres y bajan a por alimento, piratas, ladrones o asesinos de la peor calaña. También seres menos civilizados que al ver como invaden sus tierras atacan sin previo aviso como muestra de desacuerdo con el emperador, quemándole también parte de las cosechas. Es por ello que los jornaleros siempre van acompañados de personal del palacio para protegerles en la medida de lo posible, aunque si bien es verdad, lo que más les interesa son el cuidado de las cosechas, que se haga el trabajo de la recogida y siembra y que lleguen los continuos mensajes a palacio a través de los informadores.
—Estoy hasta los mismísimos de siempre la misma mierda!
—Psssss, baja la voz que te oyen—Estaban entre las altas plantas bajo la atenta mirada de los guardas.
—¡Me da igual, si me quieren matar, que lo hagan ya mismo! ¡Ciclo tras ciclo! Ayer le tuvieron que amputar el brazo a un familiar, y hace dos ciclos a una cría ¡No hay derecho!
—Son órdenes del emperador. Si queremos llevar comida a nuestros hogares, tenemos que sacrificarnos.
—Y ¿No hay otra manera? Digo yo que tiene que haberla.
—Psssss. Más bajo o no llegarás a anciano. Esos tienen mala sangre—. Los guardas portaban armas de largo alcance.
—¡Ouuuuhhhh! —sonó el viento correr entre las altas hojas.
—¿No lo escuchas?
—Sí… brisa, ya era hora. ¿Pero en esta época…?—Sudaban a raudales debido al sofocante calor. Cientos de insectos pululaban a su alrededor haciendo de su piel un gran pasto de sus picaduras.
—¡Clock!
—¿Qué ha sido eso?—Uno de los jornaleros se giró.
—Clonck clonck clonck clonck—Comenzaron a hacerse más repetitivos los ruidos.
—¿Lo oyes?
—Sí, parece que viene de atrás—comenzaron a escucharse gritos lejanos.
—Pssss, cállate. Algo pasa. Gritos
—¡Aaaaaaaggg!
—¡Iiiiiagggg!
—¡¡Tauuuuuuuuuuuu!!—. Cada vez eran más cercanos y perceptibles. Los guardas estaban nerviosos, ya que a través del follaje no vieron nada, sino que las plantas se movieron.
—Joder, cago en el profeta, en el emperador y en su dinastía! ¿¿¿Que mierda pasa ahora???
—¡¡Clock!! ¡Aaaa! ¿Qué es esto?—Algo golpeó la cabeza del jornalero malhumorado. Miró al suelo, a los tallos de las plantas. De pronto un Zumbido comenzó a hacerse eco en toda la llanura y bajo las montañas.
—Escarabajos, hijo escarabajos. ¡¡¡Una PLAGA!!!!!!! ¡¡¡Sálvese quien pueda!!—Su compañero reaccionó rápido y echo a correr hacia el linde de la cosecha, donde estaban los guardas. Al llegar le apuntaron con las armas.
—¡¡No pueden abandonar el sitio hasta que acabe vuestra jornada!!—. Los Skuells sobre los que iban montados estaban nerviosos, uno de ellos se relinchó. Se elevó con las patas de atrás, alzando las de adelante al aire, tirando al guarda. Uno de los jornaleros cogió la asada de cortar los tallos y sin pensárselo dos veces, le rebanó el cuello al guarda. El otro guarda se dispuso a matarlo cuando varios jornaleros se le echaron encima y lo degollaron. Muchos de ellos salían de la cosecha con heridas en los brazos o piernas, tronco, cara… todas ellas supuraban. Otros, aparecieron con cientos de pequeñas mordidas, marcas rojas de pequeños pedacitos de carne arrancada. Las plantas desde el extremo bajo las montañas hasta donde estaban ellos en ese momento, comenzaron a caerse, saltaron cientos de pequeños e ínfimos restos por los aires. La plaga era demoledora. El jornalero malhumorado cogió el Skuell e intentó ayudar a su compañero.
—Demasiado tarde—dijo éste—me he cortado en muchos sitios, de esta no escape. Al final vas a ser tú el que se libere. Dile a mi familia que la quiero. Ayúdalos si puedes. Da la noticia de que llega la plaga—. Sin mediar palabra, el jornalero malhumorado partió lo más raudo que pudo, siguiendo la estela que habían dejado los informantes de palacio. Habían partido hacía rato.
—¡¡Cabrones de mierda!! ¡¡Y no fuimos capaces de avisarnos!! ¡¡Preferirían que nos muriéramos todos ahí hacinados!! ¡¡Hijos de las mil putas!! ¡Espero llegar un tiempo!—. Corría a toda velocidad, pero los escarabajos volaban más aprisa. Nunca llegaría a dar voz de alarma. Ni tan siquiera volver a ver a su familia.
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