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Eternal Heart (Español)

Fantasmas del pasado

Fantasmas del pasado

Mar 15, 2023

This content is intended for mature audiences for the following reasons.

  • •  Physical violence
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Los días siguientes pasaron raudos. Todo marchó como si hubiesen estado juntos desde el comienzo, y por alguna razón no les parecía extraña esa cercanía, más bien era tan innata que siquiera se lo preguntaron alguna vez. 

Cuando Van no estaba, que era solo en los momentos en los que iba al trabajo, Altair se quedaba en el balcón esperando su regreso sin importar que tan en la madrugada fuera. Observaba el cielo nocturno, las estrellas, preguntándose qué era lo que debía recordar, y esa incertidumbre misteriosamente mitigaba cuando volvía a casa. Van pensaba en él todo el tiempo, y eso lo animaba a llevar el trabajo aun cuando tenía días difíciles. Llegaba a casa ansioso por verlo, y todas las preocupaciones parecían cesar tan solo al estar a su lado. 

Ambos se necesitaban, pero ninguno entendía esa sensación. 

—Tengo que ir al bar hoy. Son dos turnos así que llegaré tarde en la madrugada —le avisó Van, poniéndose una chaqueta para salir. 

—¿Estarás bien? Suena agotador —preguntó Altair, preocupado de que trabajara demasiado. 

—Estaré bien. Volveré pronto. 

—Ve con cuidado. — Despidiéndolo en la puerta. 

—Nos vemos. — Señaló con la mano, marchándose.  

Su trabajo regular solía ser de mesero, y algunas de barman cuando debía suplirlo. No le agradaba demasiado tratar con clientes, pero sabía que era el trabajo mejor pagado que podía hacer y se resignaba lo que le correspondía, a pesar de querer molerlos a golpes la mayoría de las veces. Por suerte esa noche no hubo mayores altercados y pudieron cerrar a la hora acordada. En cuanto bajaron la cortina fue raudo hacia los camerinos, arregló sus cosas con rapidez, y a las cuatro de la mañana ya se había marchado. El hecho de volver y Altair lo estuviera esperando lo hacía sentir muy animado, por lo que estaba algo distraído pensando en ello camino a casa. 

—¿Eres V? —preguntó alguien. Estaba oscuro y el alumbrado apenas iluminaba la calle. 

—Debes haberme confundido con alguien —negó apresurando el paso. Estaba claro que lo buscaba para ajustar cuentas y no tenía intención alguna de meterse en una pelea. 

—¿Dónde vas? —rio pedante—. Pregunté por cortesía. Mi compañero me describió muy bien el tipo de escoria que eres. 

—Qué quieres —contestó Van con desdén. Estaba harto de esos sujetos persiguiéndolo después del trabajo, y le ardían los puños por darle una paliza, pero sabía que empeoraría la situación. 

—Recordarás muy bien que le quebraste un brazo, porque a él eso no se le olvidó. 

—Ah, ese tipo. —Recordó lejanamente una pelea de hace un tiempo atrás, sin ninguna importancia más que ese suceso que logró hacer que escapara de más problemas—. Solo le di golpe suave, era tan pesado que al caer se lo quebró con su propio peso —explicó. 

—Eso es un detalle. Nos pagó por adelantado así que la paliza va con un bono extra. 

De los alrededores aparecieron dos sujetos. Rápidamente lo tomaron por el cuello a un costado y los brazos tras su espalda, y el que tenía enfrente se abalanzó. Esquivó forzando, y aprisa volteó para golpear a los que lo sostenían. Cuando logró dejarlos aturdidos se agachó intentando darle un golpe a las piernas al que faltaba y así hacerlo caer, pero una punzada en el pecho lo desestabilizó. No pudo esquivar la patada en el estómago ni las siguientes que le propinaron entre los tres. El dolor agudo en las costillas lo hizo tambalear, y ya esperaba el próximo golpe cuando Altair apareció de improvisto, noqueando a los sujetos en un abrir y cerrar de ojos. Tenía una fuerza sobrehumana que no aparentaba en lo más mínimo. 

—¿Altair? ¿Qué haces aquí? —le preguntó confundido, apoyándose contra la muralla. 

—Sentí algo extraño y salí a buscarte. ¿Estás bien? —Viéndolo mientras lo ponía de pie. 

—Sí, llegaste justo a tiempo. Gracias. —Disimulando el dolor—. Vamos a casa, estoy cansado. 

—¿Puedes caminar? —dudó al verlo entumecido. 

—Claro, ve adelante. Solo necesito recobrar un poco el aliento. —Agitó con la mano esperando que partiera y dejara de verlo, pero se acercó a ayudar tocando justamente la costilla rota. No pudo más que gritar de dolor. 

—Te hirieron. Déjame revisar. —Acercando las manos sin saber dónde podía tocar. 

—S—solo me dieron un golpe algo fuerte —balbuceó. 

—Van, eso no parece solo un golpe —insistió, desabrochando su chaqueta al ver que mantenía el brazo ligeramente levantado sobre el costado del tórax, sin poder bajarlo. 

—¡Ah! —chilló, tapándose—. Qué haces en plena calle. Al menos déjame llegar a casa —reclamó avergonzado de que alguien pudiera verlos, aunque no había nadie en al menos un kilómetro a la redonda. 

El moverse hizo que doliera más, y terminó retorciéndose, sujetándose el estómago con el otro brazo para no moverse más de la cuenta. 

—Está bien, pero yo te llevaré —declaró, agachándose para que subiera. Movió su cabello hacia adelante y se arremangó las mangas para sostenerlo mejor, pero Van no tenía ni una intención sin importar las condiciones. 

—Qué dices, puedo llegar por mi cuenta —aseguró firme, dando unos pasos en la dirección contraria. 

Él le dio una sola mirada e ignoró rotundamente sus palabras. Estiró los brazos hacia atrás y sujetándole las piernas lo levanto como una pluma, obligándolo a apoyarse en su espalda con suficiente delicadeza para no lastimarlo. Van era obstinado y reclamó en primera instancia, pero el dolor y su resistencia lo dejaron exhausto, resignándose a ser cargado. Altair triunfante le advirtió que si seguía protestando lo llevaría en sus brazos, y de tan solo pensarlo prefirió no seguir luchando con él. 

Aunque sabía que no le costaría nada con la demostración de hace un momento, le rodeó el cuello con los brazos de igual forma para no darle tanto trabajo. Altair caminó despacio procurando no hacerle daño, y fue entonando una melodía para aliviar su malestar. Su respirar cerca, el calor de su espalda y su suave voz lo hicieron sentir muy tranquilo, anestesiando el dolor, y provocando que se fuera quedando dormido a pocos minutos de haber comenzado el viaje. 

Altair soltó una pequeña risa al darse cuenta, puso más atención en su postura para que no cayera, y lo dejó dormir el resto del camino. En casa fue directo hacia la cama, lo dejó en la orilla y ayudó a quitarse la ropa. Van había despertado a medias cuando subían las escaleras, y del todo al notar que se había quedado dormido, sujetándolo más fuerte por la vergüenza. 

Demoró un poco al desvestirse tímido en mostrarse descubierto, pero Altair lo ayudó a su ritmo intentando que no se esforzara. 

—Por favor, no la mires demasiado —suspiró, revelando una gran cicatriz en el pecho al quitarse la camisa. Estaba impregnada desde su clavícula hasta el centro, de forma horizontal y pasando sobre su corazón, cubriéndolo casi por completo. 

—No tienes que avergonzarte —apaciguó, apoyando su mano tibia sobre ella—. Es solo un recuerdo de que sigues vivo. 

En ese entonces Altair no sabía que había sido así, y solo lo dijo con sinceridad. 

—Gracias...  —le sonrió. 

—Puedo sentir que tienes una costilla rota. —Palpando con cuidado—. Puedo curarte, aunque solo lo he intentado con algunas aves y animales pequeños. ¿Quieres intentarlo? 

—Olvidé que pueden hacer ese tipo cosas. Está bien, hazlo. 

—Recuéstate, avísame si quema o te molesta algo —indicó, arremangándose las mangas aún más arriba para que no estorbaran. 

Van se tumbó en la cama de inmediato. Había visto a algunos utilizar la energía de esa forma, pero claramente no con la intención de curar a alguien, sino más bien de infringir dolor. Aun así, confiaba plenamente en él, y no sentía ni una pizca de miedo, incluso de que algo saliera mal. 

Altair apoyó la mano izquierda sobre su corazón, y la mano derecha ligeramente sobre su costilla rota, trazando líneas en la zona afectada. La sensación sobre la piel desnuda lo hizo estremecerse, pero a medida que dibujaba con los dedos, cada trazo se intensificó en una calidez acogedora. Una pequeña llamarada fue llenándole el pecho, por lo que pronto comenzó a adormecerse. 

—Creo que no podré mantener los ojos abiertos mucho tiempo —advirtió al notar que se estaba quedando dormido. 

—No hay problema. Descansa mientras termino de curarte —murmuró concentrado. 

Y fue sin más, cayó rendido al darle la aprobación. Al despertar Altair estaba recostado a su lado, con la cabeza apoyada sobre su hombro. Van lo cubrió con la manta al percatarse que estaba descubierto y cerró los ojos aparentando que aún dormía, aunque no pasó mucho hasta que se dio cuenta. 

—¿Ya despertarte? —preguntó Altair, levantándose aprisa—. ¿Te duele aún? 

Sus rostros estaban sonrojados, pero no dijeron nada al respecto. 

—Nada. —Tocándose las costillas con los dedos—. El dolor se fue por completo. Te debo una. 

—Es un alivio —suspiró—. Tenía miedo de que fuera demasiado para ti. Intenta estar más alerta la próxima vez que salgas a trabajar. 

—Tendré más cuidado —aseguró, haciéndose el desentendido—. ¿Quieres comer algo? Me dio hambre con todo lo que dormí. 

Aceptó sin muchos rodeos, ayudándolo con todo lo demás que no fuese meter las manos en la cocina. Estaba seguro que ni en vida habría cocinado algo comestible, y prefería no intentarlo para no enfermar a Van. 

Luego de comer fueron al sofá a beber algo caliente. Había empezado a llover y ameritaba una cobija y descanso el resto de la tarde. Van adoraba pasar esos días arropado junto a Altair, conversando o leyendo juntos. 

—Van —dijo Altair en voz muy baja, y calló el resto pensando que no lo había escuchado. 

—¿Quieres saber sobre esto? —preguntó, apuntándose el pecho. Sabía que estaba preocupado por la cicatriz desde que la vio hace un momento, e intentó disimular para no apenarlo. 

—¿Puedo? 

—Está bien. No es algo que oculte en realidad, tan solo evito pensar en ello. 

—No tienes que contarme si te hace sentir triste. Lo entiendo. 

—No, está bien —aseguró. 

Altair dejó la taza sobre la mesa y esperó atento. 

—Bueno, esto ocurrió cuando todavía iba a la escuela. Era mi último año y tenía la presión constante de mi madre de escoger una buena universidad, buen trabajo, buen futuro y los siguientes si podría haberlo hecho. La verdad, me obligó todos los años que estudié a pulir mis capacidades al ver que tenía el potencial que buscaba—suspiró. 

—Ahora entiendo cuando me dijiste que no te llevabas muy bien con ella. Debe haber sido difícil. 

—Lo fue, y discutíamos todo el tiempo. Yo no quería ser encasillado como un dotado con un futuro prometedor. Quería ser libre de elegir, y eso jamás ocurriría si seguía siendo quien era, un estudiante ejemplar. En una de esas tantas discusiones me escapé de casa, entré a la escuela de noche y subí a la azotea del edificio antiguo. Sentado contra la rejilla miré el cielo por varias horas. Las estrellas resplandecían tanto esa noche, y era algo que nunca habría podido ver estando encerrado en casa, sin ver siquiera el cielo nocturno al tener que estudiar hasta tarde. Fue el peor capricho que podría haber escogido. 

—Fue algo muy pequeño. ¿Por qué dices eso? 

—Porque la barrera cedió. Era un edificio de pocos pisos, pero estaba en mal estado y debí saber que algo así podría ocurrir. Salí del hospital después de una semana sin ninguna secuela más que esta cicatriz y enterarme la razón de seguir vivo. Alguien me protegió de la caída. Esa persona fue mi escudo y murió por mi culpa, y eso es algo que jamás me podré perdonar… 

—No lo es. No fue tu culpa Van —recalcó—. Ir a ver las estrellas no es un deseo egoísta, fue solo un accidente, y por esa misma razón debió ir en tu ayuda —apaciguó, sosteniendo su mano. 

—Gracias… por decirlo de esa manera. Ojalá supiera su nombre para ir a darle mis respetos debidamente. Olvidé casi todo antes de ese día, y aunque pude recordar ciertas cosas, no quisieron decírmelo… 

Altair murmuró algo, pero Van no logró escuchar lo que dijo. Cuando le preguntó solo le agradeció por haberle contado. 

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