Satoshi avanzaba decididamente frente a Kenji, su rostro serio reflejaba la importancia de la prueba. Se detuvo frente a Kenji y habló con determinación: —Kenji, es hora de comenzar la última prueba. No podemos permitirnos más descanso, debemos terminar pronto por tu bienestar.

Kenji asintió con determinación, mostrando confianza en sus ojos. —Estoy listo. Vamos a empezar —respondió con seguridad, preparado para superar cualquier obstáculo.

Satoshi se agachó ligeramente a la altura de Kenji, explicando rápidamente: —Antes de comenzar, permíteme explicarte cómo funciona esto. La oscuridad no se mejora simplemente con más maná. Cuando utilizamos nuestro maná para lanzar o invocar nuestros poderes, se convierte en un catalizador, generando otra forma de energía llamada “Umbrosidad”. Es como encender una vela, donde el maná es la llama inicial y la Umbrosidad es la luz y el calor que se generan a medida que la vela se consume.

Kenji escuchaba atentamente, con una pizca de duda en su expresión. —¿Entonces, nuestra oscuridad mejora a través de la Umbrosidad? —preguntó, buscando una confirmación que le ayude a comprender el desafío que le espera.

Satoshi sonrió, impresionado por la rápida comprensión de Kenji. —¡Exacto! Aprendes rápido —dijo con orgullo, mirando a Kenji satisfecho.

Decidido a demostrar su valía, Kenji inhaló profundamente. Satoshi se levantó y se colocó detrás de Kenji para observar de cerca su desempeño en la prueba.

Satoshi, atento a cualquier contratiempo, instó —Entonces, comienza.

Satoshi observaba con atención, consciente de los riesgos de esta agotadora prueba, en la que se agotaría todo su maná con el propósito de mejorar gradualmente su nivel de oscuridad.

Kenji, dudando si debía comenzar, recordó las palabras que pronunció en el bosque aquel día al borde de la muerte. Esas palabras resonaron en su mente, infundiéndole determinación. No se rendiría fácilmente, estaba decidido a darlo todo para alcanzar su meta.

Kenji concentró su maná y la oscuridad, dando lugar a la aparición de pequeñas esferas oscuras que lanzó una tras otra. Siguió lanzándolas sin cesar, alimentado por las palabras resonantes en su mente. No se conformaba con dar solo el 100%, deseaba superarse y ofrecer un esfuerzo sobrehumano, el 200%. Con cada lanzamiento, las esferas se volvieron más pequeñas y, de repente, Kenji sintió una extraña sensación en sus ojos. La oscuridad fluía de ellos, sin que él comprendiera lo que estaba sucediendo. Pero Satoshi sí lo sabía y decidió acercarse rápidamente a Kenji.

Satoshi agarró fuertemente la mano de Kenji y lo miró seriamente, sus ojos reflejando una mezcla de temor y determinación. —¡Kenji, basta! —exclamó con firmeza, luchando por contener sus propias emociones.

Kenji, con la mano libre, se resistió instintivamente, su voz cargada de determinación y desesperación. —¡Por favor, déjame seguir! —Concentró su oscuridad y maná y continuó lanzando esferas oscuras, desafiando sus límites y persiguiendo sus metas sin vacilar.

Satoshi, sin ceder ante la obstinación de Kenji, agarró ambas manos del joven y elevó su tono de voz, mezclando la preocupación y la firmeza en sus palabras. —¡Dije que pares!

Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Kenji, sus emociones desbordándose como un torrente incontrolable. Las lágrimas eran un reflejo de su pasión y determinación, mezcladas con la frustración de no poder seguir adelante en ese momento. —Lo siento… Satoshi, solo quiero alcanzar mis metas, demostrar mi valía —susurró entre sollozos, sintiendo cómo su cuerpo temblaba bajo la carga emocional.

Satoshi, al ver la angustia y la agotadora lucha interna de Kenji, lo abrazó rápidamente para calmarlo, sintiendo su propio corazón latir con fuerza y compasión. —Todo a su tiempo, Kenji. No te apresures. Tu fuerza y determinación son admirables, pero también debes cuidar de ti mismo. Podrías haber caído en un estado de coma si hubieras continuado por ese camino.

En ese preciso momento, Kenji se desmayó, exhausto por haber utilizado más poder del que su cuerpo podía soportar. Su rostro mostraba la mezcla de agotamiento y satisfacción de haber dado lo mejor de sí mismo, aunque a un costo emocional considerable. El silencio llenó el espacio, solo interrumpido por la suave respiración de Kenji y el latido persistente de sus corazones entrelazados.

Satoshi tomó rápidamente a Kenji en brazos y salió apresuradamente de la sala de pruebas. Atravesaron las estrechas calles de la aldea hasta llegar a su humilde hogar. Con cuidado, Satoshi depositó a Kenji suavemente en la cama, preocupado por su estado. Cubrió al joven con una cálida manta de lana, procurando que estuviera cómodo y resguardado.

Antes de salir de la habitación, Satoshi se detuvo y dirigió una mirada cargada de preocupación y culpa hacia Kenji. A pesar de su admiración por la determinación de Kenji, no podía evitar cuestionarse si había sido responsable al permitir que la prueba llegara a ese punto límite. Sus pensamientos se mezclaban con el peso de la responsabilidad que sentía por la salud y bienestar de su joven aprendiz.

Saliendo de la casa, Satoshi emprendió un camino hacia el centro de la aldea. Su paso era lento y reflexivo, buscando un lugar para despejar su mente y encontrar algo de consuelo. Llegó a una taberna.

La taberna, humilde y modesta, irradiaba un encanto rústico en medio de la aldea. Su estructura de madera crujiente revelaba el paso del tiempo, y las ventanas, cubiertas con cortinas desgastadas, dejaban entrar apenas un tenue resplandor.

Dentro de la taberna, reinaba una atmósfera sencilla y acogedora. Las mesas y sillas desgastadas, talladas a mano, mostraban los signos de un uso constante a lo largo de los años. El suelo de madera crujía bajo los pies de los visitantes, marcando el tiempo que ha pasado desde su última renovación.

El aroma a comida casera, como guisos humeantes y pan recién horneado, se mezclaba con el ligero olor a madera y humedad. Un pequeño fogón en la esquina proporcionaba un calor modesto, suficiente para mantener a raya el frío de la aldea.

Kota, el dueño de la taberna, un hombre afable y arrugado por el tiempo, saludaba a los clientes con una sonrisa cálida. Tras el mostrador desgastado, exhibía una selección limitada de bebidas locales en botellas recicladas y servía vasos desgastados pero limpios.

Las paredes de la taberna estaban decoradas con algunos tapices descoloridos y fotos de los antiguos pobladores de la aldea. Estantes de madera improvisados sostenían libros y objetos curiosos, como velas medio consumidas y pequeñas figurillas de barro.

El sonido de conversaciones suaves y risas discretas llenaba el lugar, mientras los aldeanos compartían sus historias y preocupaciones en voz baja. La clientela variaba desde agricultores cansados hasta viajeros ocasionales en busca de refugio temporal.

Aunque modesta, la taberna se convertía en un punto de encuentro importante para la comunidad. Era un refugio de calidez y camaradería, donde aquellos que compartían la vida en la aldea podían encontrar consuelo y compañía en tiempos difíciles.

Kota, al ver a Satoshi, lo recibió con una sonrisa y un gesto animado, notando su desánimo.

—¡Hola, Satoshi! — saludó Kota con una sonrisa y un gesto animado, notando su desánimo. Luego, continuó — La casa invita. ¿Qué te trae por aquí? — preguntó, tratando de animarlo.

Satoshi tomó asiento en la barra, visiblemente reflexivo y desanimado.

—¿Paso algo? — Preguntó Kota, inclinando la cabeza en una muestra de preocupación. Luego, soltó una pequeña risa y continuó — Mmm, creo que ya sé. ¿Extrañas a tu esposa?

—Ella está trabajando arduamente. No necesita molestarse en venir. — respondió Satoshi con un tono de resignación.

Kota le preparó un vaso de cerveza y se lo pasó a Satoshi.

—Entonces.— Preguntó Kota, con una mirada de preocupación en su rostro —¿qué es lo que te preocupa? Estoy aquí para escucharte.

—Recientemente, un niño me preguntó si podría ser su maestro — comenzó Satoshi, su voz mostrando preocupación — pero hoy, durante las pruebas, hizo algo que pudo haberlo dejado en coma, y no fui capaz de detenerlo a tiempo.

—Debió esforzarse mucho. Me pregunto qué motivo tendría para hacerlo — comentó Kota, con un toque de curiosidad en su voz.

Dijo que quería cumplir sus metas — respondió Satoshi, tomando el vaso de cerveza y bebiéndoselo de un trago.

Satoshi suspiró: Me pregunto qué estará pasando por su cabeza.

Satoshi pasó el resto de la noche conversando con Kota mientras Kenji seguía reposando después de las duras pruebas. Kenji se despertó nuevamente en el oscuro mundo al que se había adentrado antes.

Fin.