La mañana del primer día de clases estuvo aburridísima. La ceremonia de inicio de clases duró casi dos horas. Carlos y sus compañeros quedaron hombro con hombro apretujados en el auditorio de la escuela. Por suerte, Carlos y Tlaloc habían sido de los últimos en entrar y desde las gradas de hasta atrás solo se alcanzaba a ver el mar de suéteres de aquel verde pútrido y la parte trasera de las cabezas de sus compañeros. La directora se la pasó hablando de la importancia de esta nueva etapa en la vida de los jóvenes y de lo crucial que era formar valores y carácter a través de…
Parecía ser una mujer amable pero su voz de político ensayado le sonó bastante rígida a Carlos y se aburrió a los dos minutos de estar escuchando esas palabras que para él no tenían ningún sentido. Su mente huyó de la multitud uniformada del auditorio para vagar por los árboles que había visto en el camino. Carlos era muy bueno trepando árboles. Hacía años que no trepaba ninguno. Su mamá siempre se asustaba mucho de verlo encaramado tan alto y Carlos simplemente dejó de hacerlo para no preocuparla. Tal vez podría intentar trepar uno no muy empinado para desoxidarse.
—¡WOOOOOO!
El ruido de retroalimentación del gastado sistema de audio lo trajo de vuelta al discurso robótico de la directora en aquel auditorio atiborrado.
—Debemos mantenernos activos en nuestra comunidad para alcanzar la unidad y-
Sí, como no. Carlos hubiera preferido convertirse en gato antes que andar viéndole la cara a todos y sonriendo como menso para ser “parte de la comunidad”.
Le dieron ganas de correr y de estar solo. La directora siguió con su discurso endureciendo su voz hasta que pareció de piedra. Carlos se rascó la nuca para relajarse un poco. Le sorprendió encontrar más pelo del que recordaba. ¿Ya estaría entrando a la edad de la punzada? Su mamá le había hablado un poco al respecto.
—Para comenzar el año escolar de la manera más amena, sus profesores, los trabajadores de la escuela y yo hemos preparado un pequeño convivio para conocernos mejor.
La voz de la directora parecía volver a ser la de un humano normal.
—Les hemos preparado un sándwich, jugo y fruta-
—¡Awiwi! Dijo Tlaloc en un gritito ahogado.
—¡Uno por persona por favor! — Dijo la directora volteando a ver en la dirección de Tlaloc. Si realmente lo había escuchado, la directora tenía oído de tísico.
Apenas terminó el discurso, la marejada de alumnos fluyó al patio con murmullos y risas. Carlos esquivó a la multitud lo mejor que pudo, tomó un jugo y un sándwich de una de las mesas y se escabulló hacia el pequeño pasillo que se formaba entre el auditorio y el edificio principal. Seguro que ahí no habría nadie que lo molestara ni que lo viera comer. Carlos abrió su jugo y le dio un buen trago.
—¡Hola, Carlos!
Carlos casi escupe el jugo del susto. Lo saludaba el pequeño Tlaloc quien había llegado a aquel recoveco antes que él. El buen Tlaloc estaba llenándose la boca con un plátano y dos sándwiches. Se había quitado su pesada chamarra y los pelos puntiagudos de su cabeza se paraban como espinas. Carlos hubiera jurado que los pequeños bigotitos que le empezaban a salir podrían haber sido los de una zarigüeya.
—Hola, Tlaloc. ¿Qué haces aquí?
—Es que me llevé tres sándwiches, dos jugos y un plátano y me los vine a comer aquí para que no me regañaran por avorazado. ¿Tú cuantos llevas?
—Sólo este.
—¿Entonces pa’ que te escondes?
—¡No me estoy escondiendo!
A Carlos le pareció que Tlaloc se veía más como zarigüeya cada vez que lo volteaba a ver. Su nariz le pareció un poco más larga y sus orejas un poco más redondas. Además algo había en sus pequeños ojos negros que-
—Ah, no ma. — Dijo Tlaloc, casi dejando caer el bocado de la sorpresa.
—¿Qué?
Los ojos de Tlaloc se habían clavado en los suyos. El niño zarigüeya dejó de masticar un momento y frunció el ceño con sorpresa.
—¿Te han dicho que tienes cara de Cacomixtle?
—¿Cara de qué?
Carlos no sabía que rayos estaba diciendo Tlaloc. A pesar de tener alma de cacomixtle, Carlos no sabía lo que era un cacomixtle ni había visto uno en su vida.
—Sin ánimos de ofender, claro. Me agradan los cacomixtles.
—¿Qué rayos es un cacomixtle?
—¿A poco no sabes? ¡Si son nuestros vecinos!
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